CAPÍTULO
9
Taemin apenas se las
había ingeniado para conseguir llevar la pesada bandeja a través de la puerta
de la suite sin tirarla. Había bastante comida para alimentar al menos a tres Amaterasu,
pero sólo estaba preocupado por conseguir que uno de ellos comiera.
Changmin.
Había dejado de comer
hacía más de una semana y, ni apelar a la lógica ni rogarle, había servido para
que cambiara de opinión. Iba a emplearse a fondo. No había forma de que fuera a
observarle morir de hambre sólo porque quería morir.
Taemin no estaba listo
para eso todavía, y probablemente nunca lo estaría.
Kim YoungWoon, el
líder de los Caballeros de la Luz, estaba allí con él cuando entró, hablando en
voz baja. Ninguno de los hombres advirtió su entrada.
—No —dijo YoungWoon,
su voz dura e inflexible—. Es demasiado pronto.
—Es mi vida. Mi
elección. Si mis piernas todavía funcionaran, habrías respetado mis deseos —la
rabia de Changmin hacía que el estómago de Taemin se encogiera con fuerza.
—No voy a enviarte a
los Cazadores para ser asesinado. Todavía tienes bastantes hojas para que te
queden dos o tres años.
—Dos o tres años
inútiles. No puedo pelear. Estoy drenando preciosos recursos que no tenemos
para malgastarlos. ¿Tienes idea de cuánta sangre han desperdiciado en mí los Susano?
—No es un desperdicio,
maldición. Encontrarán una cura para esta cosa. Sólo dale más tiempo.
Changmin se quedó en
silencio durante un largo momento.
—Estoy demasiado
herido, YoungWoon. Crees que porque estoy paralizado esto ya no duele, pero la
presión sigue construyéndose en mi interior, ni siquiera puedo ejercitarme a mí
mismo lo bastante para aliviarlo.
— ¿Qué hay de la
meditación? —preguntó YoungWoon.
—Lo he intentado. Ya
no ayuda.
Taemin oyó el dolor
chocando en él desde el otro lado de la sala y tuvo que morderse el labio para
evitar precipitarse hacia él y ofrecerle cualquier comodidad que pudiera darle.
—Te enviaré a Siwon
—dijo YoungWoon—. Puede inyectarte con su sangre y ayudar a disminuir el dolor,
tan sólo por un momento.
Changmin sacudió
ligeramente la cabeza.
—No. No puedo ir por
ese camino. Voy a morir sobrio para que todo el mundo sepa que estoy en
perfectas facultades.
—Tú no vas a morir en
absoluto. Te ordeno que comas hasta que encontremos una cura.
Changmin forzó una mordaz risa.
—Eres realmente
insistente, hombre. Ya déjalo. Lo tengo.
YoungWoon colocó una
mano sobre el hombro de Changmin, incluso aunque Changmin no podía sentirlo.
—No voy a rendirme
contigo. Necesitas saber eso.
Taemin decidió que ese
era el momento para hacer notar su presencia antes de que oyese algo que no
debería.
—Yo tampoco voy a
rendirme con él.
YoungWoon lo miró y se
apresuró a ayudarlo con la puerta. A Changmin, le dijo:
—Ves, ya no soy el único
que piensa en tu bienestar —le dedicó una galante inclinación de cabeza—.
Buenas tardes, Taemin.
Taemin advirtió su
mirada, sintiendo la repentina urgencia de hacer una reverencia. Por supuesto,
de haberla hecho, habría tirado la bandeja repleta de comida, así que ladeó la
cabeza.
—Señor Kim.
—YoungWoon. Puedes
llamarme YoungWoon al igual que todo el mundo.
No, no podía. El
hombre se había ganado un lugar como cabeza de este todo poderoso grupo de
gente. Si alguien se merecía respeto, ese era él.
—Gracias —susurró,
manteniendo los ojos bajos, mirando sus manos.
Sabía que nunca lo
golpearía, pero algunos hábitos eran más difíciles de romper que otros.
Aprender a esquivar
los puños era uno de ellos.
YoungWoon sostuvo la
puerta mientras entraba, para salir él por ella.
—Ya que tú estás aquí,
voy a hacer mi trabajo. Gracias por cuidar de él.
—De nada —dijo Taemin.
YoungWoon se marchó,
dejando a Taemin a solas con Changmin.
— ¿Cómo estás esta
noche? —le preguntó.
—Márchate —llegó su
brusca voz desde la sala de estar.
Estaba de espaldas.
Estaba mirando a la noche, observando el lento proceso de la reconstrucción del
muro derruido en la distancia.
—Te traje la cena —le
dijo, manteniendo su voz cuidadosamente neutral.
—Que se joda.
Taemin ignoró su
rudeza y agarró una bandeja de televisión para poner la comida.
Él ni siquiera se
dignó a echarle un vistazo.
Tae caminó frente a su
silla de ruedas y cruzó los brazos sobre el pecho. Su largo cuerpo estaba atado
con correas, aguantándole derecho. No parecía sano en absoluto. Estaba un poco
delgado, por supuesto, pero eso no era nada que le preocupara. Eran los
círculos oscuros bajo sus ojos y la flojedad en su piel y pelo lo que le habían
preocupado. Él no había estado así anteriormente esa mañana, cuando había
venido a echarle un vistazo antes de trabajar. Realmente había desistido de la
vida.
Sus ojos ámbar se
deslizaron sobre su cuerpo de la cabeza a los pies. Todo lugar que tocaba su
mirada se calentaba un poco. Tanto como odiara admitirlo, le gustaba la manera
en que él lo miraba como si fuera algo que hundir en chocolate y lamer hasta
limpiarlo.
Viniendo de otro
hombre, eso quizás le habría intimidado, pero no de Changmin. Él no podía
herirlo. Ni siquiera podía moverse, y se sintió completamente a salvo con él.
— ¿Lasaña, pollo
Alfredo o pizza pepperoni? —le preguntó.
Él tenía debilidad por
la comida Italiana y Taemin no había dudado en utilizar esa debilidad
desvergonzadamente.
Él no dijo nada, pero
sus ojos se deslizaron pasando de él, despidiéndolo para ir a mirar por la
ventana otra vez. Un rastrojo de barba sombreaba su mandíbula e hizo nota
mental de darle una afeitada antes de que se marchara por la noche. La idea de
tener una razón para tocarle era demasiado difícil de resistir.
Un impaciente suspiro
se construyó en su pecho, pero se negó a dejarlo escapar y hacerle saber que le
estaba afectando. Paciencia y terquedad eran aquí la clave y Taemin estaba
armado con bastante de ambas.
Alcanzó una silla
frente a él y levantó la tapa del primer plato. El vapor de la lasaña flotó por
el aire, llenando la habitación con el fresco aroma del ajo asado. Tae tomó una
porción con el tenedor, pero antes de llevárselo a los labios como en
incontables ocasiones antes, se lo comió.
Changmin parpadeó en
sorpresa, pero no dijo nada. Tae oyó rugir su estómago bajo sus sueltos
pellejos y eso fue todo lo que pudo hacer para no llorar.
Él se estaba dejando
morir a sí mismo —el único hombre que lo había hecho sentir a salvo. Una rareza
como él no aparecía más que una vez en la vida, y no iba a dejarle ir sin
luchar.
— ¿Algo nuevo sobre la
reconstrucción del muro? —preguntó para romper el silencio, entonces tomó otro
mordisco.
—No. Aunque deberían
haberlo hecho ya.
—No hay bastante poder
de ninguno de los dos lados, como puede ser el caso. Sólo pueden ir tan rápido
como Donghae y Hyesung son capaces.
La boca de Changmin se
estiró y su mandíbula se apretó. Tae podía prácticamente sentirle doliéndose
por ir ayudar a sus hermanos y deseaba que hubiese algo que pudiera hacer para
facilitárselo. No importaba cuánto tiempo o con qué fuerza pensara en ello,
nada se le ocurría. No podía sanar su columna, o hacer que volviera a caminar,
y esa era la única cosa que él quería.
Tomó otro mordisco,
aunque tragar era lo difícil. Su garganta estaba cerrada, y tenía que luchar
con las lágrimas que parecían emerger cada vez que veía el dolor de Changmin.
Él miró la bandeja,
entonces le dedicó una conocida mirada.
—Eso no va a
funcionar. He tomado mi decisión. YoungWoon no va a darme una muerte honorable,
así que estoy eligiendo una.
—Te rindes demasiado
pronto —le dijo—. Han pasado sólo unas pocas semanas.
—Si los Susano’s
fueran a encontrar una cura para mí, a estas alturas ya lo habrían hecho. Todo
lo que estoy haciendo es malgastar valiosa sangre cuando es necesaria en otros
lados. Le he estado ofreciendo a Siwon que beba de mí hasta drenarme, así al
menos tendría alguna utilidad, pero se ha negado.
—Vale la pena
salvarte.
Esta vez, no pudo
evitar que las lágrimas le picaran en los ojos. Se giró de modo que Changmin no
tendría que ver su debilidad.
—Ya he tenido
bastante, Taemin.
Su nombre sobre sus
labios envió un temblor a través de su cuerpo. Su voz era baja y gentil,
desprovista de la mordaz cólera a la que se había acostumbrado.
— ¿Pero qué hay del
resto de nosotros? Nosotros no estamos listos para dejarte ir.
— ¿Lo estarías alguna
vez? Es más fácil tener esperanza cuando no eres el único encadenado a esta
silla día y noche. No sabes lo que es esto.
—No, pero ocuparía tu
lugar si pudiera.
Su voz se endureció
con rabia.
—No permitiría eso.
Nadie se merece ese destino. Especialmente, no tú.
Taemin sorbió
silenciosamente e intentó limpiarse sutilmente los ojos con la manga. Tenía que
recomponerse. Sólo le estaba haciendo las cosas más difíciles y no quería eso.
Él tenía bastante que sobrellevar.
Fue a él y se
arrodilló frente a su silla.
—Por favor, Changmin.
Dale algo más de tiempo.
Él bajó la mirada, sus
ojos deslizándose sobre su rostro en una manera casi palpable.
—Yo he vivido mucho
más tiempo que tú. Me he pasado la vida luchando contra el mal y siendo útil.
Es hora de dejarlo ir.
—Pero ahí fuera puede
haber una pareja que pueda salvarte, una como Donghae o Jaejoong.
La sola idea era
suficiente para hacer que el estómago de Taemin se anudara con los celos, pero
ignoró esa egoísta acción. Quería que se pusiera mejor, incluso si eso
significaba no verle nunca más.
—Si está allí, nunca
lo encontraré. E incluso si lo hiciera, ¿quién dice que eso haría algún bien?
Fui envenenado, Taemin. Mi médula espinal se ha derretido prácticamente donde
ese Gaki se unió. Simplemente no se arregla algo como eso.
—No lo sabes. Sólo lo
supones.
Su boca se convirtió
en una línea.
— ¿Por qué te importa
tanto?
Taemin tuvo que
apartar la mirada. No podía dejarle ver la verdad en su rostro. Lo fácilmente
que se había enamorado de él. Lo mucho que lo amaba.
—Ayudaste a salvarme
la vida.
—No veo que estés
holgazaneando alrededor de Jinki o Hangeng, y ambos estaban también allí esa
noche.
—Pero ellos no me
necesitan —susurró.
—Ni yo tampoco, Taemin
—sus palabras lo golpearon como un puño y apenas oyó el resto de lo que decía—.
Yo ya no necesito a nadie. Todo lo que quiero ahora es que me dejéis morir en
paz.
Tae agarró su mano y
la presionó contra su mejilla. Estaba fría, inerte y sin vida, pero la sostuvo
allí, necesitando que lo tocara, incluso si él no podía sentirlo.
—Sólo date otras pocas
semanas. Por mí.
Taemin lo vio tragar,
su garganta moviéndose como si estuviese repentinamente seca.
—No necesitas sentirte
culpable. Mis heridas no son culpa tuya.
—Lo son al menos en
parte. Si no nos hubieses salvado a mí y a mi hermano, nunca habrías estado en
posición de ser envenenado por esa cosa.
—Yo no te culpo.
—Por supuesto que no.
Eres bueno, un hombre noble. Eres mejor que eso.
—No soy tan noble como
piensas que soy —le dijo.
No lo creyó ni por un
segundo.
—Sigue diciéndote eso
a ti mismo si quieres, pero no vas a convencerme.
— ¡Maldición, Taemin!
No soy ningún héroe.
Dio un respingo ante
su duro tono, pero se mantuvo en el sitio.
—Sí, lo eres.
Sus mejillas se
oscurecieron y sus ojos se iluminaron con algo que nunca había visto antes,
algo peligroso e hipnótico.
—No, no lo soy. Y si
pudiera moverme, de hecho, lo sabrías porque ya te habría tenido en mi cama.
La sorpresa llenó sus
pulmones, haciendo que se mareara. Se agarró a sus rodillas para estabilizarse
a sí mismo y levantó la mirada hacia él, agitándose por anclarse a la realidad.
—Quieres decir… —no
podía acabar la frase.
La idea de que él lo
deseara era demasiado ridícula siquiera para considerarla.
—Sexo. Quiero decir
sexo, Taemin. Habría utilizado tu conveniente caso de adoración como tu héroe
para conseguir meterme entre tus piernas. Te habría follado y me habría ido a
librar una nueva batalla —a encontrar la próxima conquista— antes incluso de
que hubieses tenido tiempo de despertarte y saber que me había ido.
Taemin sacudió la
cabeza, haciendo que sus rizos se esparcieran alrededor de su cara.
—No te creo. Sólo lo
dices para asustarme y que me vaya, de modo que te deje solo.
— ¿Quieres apostar?
—le preguntó él—. Ya no soy un verdadero hombre, pero apuesto a que si somos
creativos, todavía podría hacer que te corrieras sólo con mi boca. Eso quizás
sea lo único que me quede de valor.
Oh, Dios. Los
interiores de Taemin vibraron y su piel se sintió como si hubiese sido arrasado
por una corriente eléctrica. Tenía que mantenerse alejado, poner algo de
distancia entre ellos.
Estaba a mitad de la
puerta cuando se dio cuenta de lo que él había hecho, y se detuvo en seco.
Había estado intentando asustarlo para que se marchara. Había querido que
huyera y casi lo había conseguido.
Taemin cerró los ojos
y rogó en busca de fuerza. No sabía si quería decir nada de lo que había dicho,
o si había sido todo un juego, pero se iba a tragar su camelo.
Cerró la puerta y pasó
el cerrojo, de modo que nadie pudiera entrar, entonces cruzó la habitación y
tiró de las cortinas sobre los raíles.
— ¿Qué estás haciendo?
—preguntó Changmin.
Su cuerpo estaba
temblando por dentro, y un fino sudor había erupcionado sobre su espalda, pero
iba a hacerlo. No podía dejarle morir.
Sus dedos fueron a los
botones de su camiseta.
—Voy a darte lo que
quieres —dijo, orgulloso de cómo su voz sonaba segura y estable.
— ¿Qué demonios se
supone que quiere decir eso?
El primer botón se
soltó libre y ella vio como los ojos de él se cerraban sobre sus manos.
—Quiere decir que voy
a dejarte… hacerme eso —ni siquiera podía pronunciarlo. No era lo bastante
fuerte—. Me quitaré una prenda de ropa por cada bocado de comida que tomes.
— ¿Qué es esto, alguna
clase de broma?
—Ninguna broma.
—Para, Taemin.
Otro botón abierto.
— ¿No quieres jugar?
—había intentado sonar seductor, pero no tenía ni idea de si lo estaba
consiguiendo.
Nunca se había
desvestido antes para un hombre.
—No —fue débil y menos
enfático que antes.
Sus manos dudaron.
— ¿Eso significa que
no quieres verme desnudo? —preguntó.
Su mandíbula se
apretó, pero no apartó la mirada. Ni tampoco lo negó.
Taemin deslizó los
dedos bajando al siguiente botón. Este saltó libre y abrió la camiseta lo
suficiente para que el pudiera verse un poco de su torso. No es que él tuviera
un cuerpo fornido o atlético era más bien sólo delgado, pero a Changmin no
parecía importarle. Parecía estar más interesado en ver lo que cubría.
Tae se acercó más y se
inclinó hacia delante. Podía verse un poco más de lo que su camiseta dejaba ver.
Nunca le había gustado tanto como ahora mismo el ser delgado y no tener nada de vello en el cuerpo, viendo cómo las
pupilas de Changmin se expandían y sus mejillas se oscurecían con deseo.
Él estaba metiéndose
en el papel, y el cielo lo ayudara, Taemin también. Sintió un poco de poder
atravesándolo, pero más que eso, era una sensación de victoria. Podía verlo en
su cara. Tae había ganado.
—Un mordisco y el
resto de la camiseta se irá —le coaccionó.
—Jódete —gruñó Changmin—.
No puedes hacerme esto.
—Puedo y lo haré
—troceó un poco de lasaña y se lo llevó a los labios—. Abre.
Él le lanzó otra
furiosa mirada antes de que sus ojos se deslizaran de vuelta lo poco que dejaba
ver su camiseta. Entonces abrió la boca y comió la comida que le ofrecía.
Fiel a su palabra, Taemin
liberó el resto de los botones y deslizó la tela por sus hombros.
Pensó que esto le
haría sentirse sucio, o alguna clase de puto, pero en vez de eso, todo lo que
sintió fue alivio. Había conseguido que comiera y eso era lo que realmente
importaba.
Changmin lo observó
moverse, su cara una mezcla de rabia y lujuria, y algún desesperado tipo de
hambre que nunca antes había visto.
Indicó con un gesto de
la barbilla la bandeja de comida y entonces fijó sus ojos sobre ella.
—Más Taemin. Quiero
más.
Taemin se había
quedado en bóxers para cuando Changmin finalmente entró en razón. No fue fácil,
sin embargo, porque estaba constituido igual que su favorito sueño húmedo. Su
pecho era lechoso con un vientre plano y marcado, así como sus caderas y, con
todo, tenía todavía una cintura pequeña que hacía que deseara que funcionaran
sus manos sólo lo suficiente para sentir su piel. Todas esas suaves curvas le
recordaron a la persona que había anhelado en su juventud, hacía siglos, antes
de que las revistas dictaran como se suponía que debería verse una persona. Sus
piernas eran largas, eran justo correctas para rodear sus caderas y sostenerlo
firmemente mientras se enterraba muy dentro de él.
No es que fuera a
tener esa suerte. Tae estaba casi desnudo, de pie frente a él y su polla no
parecía siquiera advertirlo, mucho menos reaccionar. Su mente estaba totalmente
embotada y lista para ir, pero su inservible cuerpo sólo permanecía allí,
mofándose de su inhabilidad para actuar.
La ira le golpeó con
fuerza, y deseó tanto que su fantasía funcionase —dejar que acabase lo que
había empezado y le hiciera sentir igual, o incluso una fracción, al hombre que
había sido una vez.
Pero no podía hacerle
eso. Tae era demasiado dulce y tierno. No se merecía convertirse en su puto.
Y eso era exactamente
lo que le estaba haciendo. Le estaba obligando a desvestirse, pagándole con
pobres bocados de comida. Todo porque no quería que se muriese.
—Basta —le dijo cuando
se estiró detrás de sí mismo para sacarse los bóxers—. Para.
Taemin se detuvo en
aquella torpe posición.
—No voy a retractarme
de mi palabra, Changmin.
—Lo sé. Quiero que te
detengas.
Un precioso sonrojo se
deslizó por su piel, elevándose a sus mejillas. Intentó cubrirse con sus
brazos, como si de repente estuviese avergonzado por su belleza.
— ¿Por qué?
—No puedo dejarte
hacer esto por algún sentido del deber —le dijo él—. No es justo para ti.
— ¿Deber?
—Te sientes como si me
lo debieras. No es así. Por favor, vuelve a ponerte la ropa. Comeré.
Changmin nunca había
visto a nadie vestirse tan rápido como lo había hecho Taemin. Si él se había
hecho alguna pregunta de si quería o no haberlo hecho, ahora sabía que no era
así. No es que le sorprendiera. ¿Por qué demonios alguien querría desnudarse
con un guiñapo como él? Taemin se merecía un hombre real —uno que pudiera darle
todo lo que necesitaba. Uno que pudiera mantenerlo a salvo de los Yokai que
querían su sangre.
Se sentó entre él y la
bandeja de comida. Todavía estaba sonrojado y no encontraba su mirada. No es
que lo culpara después de humillarlo de esa manera.
— ¿Qué es lo que te
gustaría a continuación? —preguntó en tono vacilante.
—Helado —le dijo.
Sabía que no tenía
ninguno en la bandeja y quería darle una excusa para que se marchara. Suponía,
también, que ya no regresaría. Enviaría a alguien más y no volvería a verlo.
Eso probablemente
fuera lo mejor. Si volvía a andar a su alrededor, no sería capaz de pensar en
nada excepto en lo hermoso que estaba frente a él, casi desnudo. Habría pensado
en eso, y lo vería, y se volvería a avergonzar. Todo lo que dejaría entre ellos
sería incomodidad y no quería eso para el chico.
De una manera u otra,
no iba a vivir mucho tiempo. Eventualmente, YoungWoon vería que no había
esperanza y le entregaría su muerte. Cuanto menos atado estuviese Changmin a Taemin
cuando muriese, mejor sería.
—De acuerdo —dijo—.
Yo, uh, volveré ahora.
—Estaré aquí —dijo Changmin,
sabiendo que no tenía intención de volver otra vez.
El hombre que Hyukjae
había enviado para curar a Yoochun estaba esperando a Junsu cuando salió de la
diminuta casa. Si Hyukjae no hubiese estado al teléfono, dándole indicaciones
de por dónde girar, nunca habría sabido que alguien vivía en esa granja alejada
del camino.
La casa era de planta
baja, diminuta, quizás de seis metros de largo de cada pared y ya brillantemente
iluminada. Al lado, había una furgoneta negra y, sobre los peldaños de cemento
que dirigían a la casa, un alto y delgado hombre. Cuando Junsu giró, y las
luces de la camioneta iluminaron su rostro, tuvo un buen vistazo de él.
Era maravilloso —el tipo
de hombre que hacía que cualquier persona dejara de pensar y empezara a
desvestirse. Sus pálidos ojos parecían lanzar trozos de helada luz azul cuando
lo alcanzaron los faros. Su pelo castaño estaba apartado de su amplia frente en
una ingeniosa onda, y su largo abrigo de cuero negro se mecía lentamente en la
veraniega brisa. Él se dirigió hacia la camioneta antes de que acabara de
aparcar, y sus movimientos eran llanos, casi elegantes.
Junsu apagó el motor
justo cuando él abrió la puerta de Yoochun.
—Soy SeungHyun
—anunció, cuando presionó su pálida mano contra la cabeza de Yoochun y otra
contra su pecho desnudo. El tatuaje del árbol que cubría a Yoochun desde el
hombro izquierdo a algún lugar bien debajo de su cinturón se balanceaba
mientras él respiraba. Las ramas estaban desnudas por lo que Junsu podía ver, y
el diario de su madre la había advertido que tuviera cuidado con los hombres
marcados de esa manera. Ellos eran peligrosos depredadores —asesinos que
caminaban con apariencia humana.
—Soy Junsu —le dijo a SeungHyun
cuando bajó de la camioneta para ayudar.
Tan pesado como era Yoochun,
SeungHyun iba a necesitar su ayuda ahora que él estaba totalmente inconsciente.
SeungHyun deslizó el
cuerpo de Yoochun hacia la orilla del asiento.
—Hyukjae dijo que el Yokai
que le había herido tenía púas. ¿Es así?
—Sí.
— ¿Sabes cuantas veces
le golpeó?
—Solo una, creo. No sé
si esto está todavía allí dentro.
SeungHyun asintió.
—Vamos a llevarlo a
dentro y lo comprobaremos.
Entonces, sacó a Yoochun
de la camioneta como si no pesara nada.
El enfermizo miedo se
elevó por la garganta de Junsu, haciéndolo jadear. SeungHyun no era humano.
Esa gente no eran sus
amigos. Ellos habían matado a su madre. Habían secuestrado a Donghae. Querían
su sangre.
SeungHyun arqueó una
perfecta ceja ante él.
— ¿Me abres la puerta?
—pidió él.
Junsu se sacudió a sí mismo
y asintió. Tenía que seguirle el juego. Fingir ser la presa agradable y confiada.
Justo hasta el momento en que apretaría el detonador.
Entonces, otra vez, quizás
sólo con sacar a Donghae y la señorita Boa fuera suficiente. Junsu no era un
asesino o un soldado. No quería participar en esta guerra. Todo lo que quería
era que lo dejaran en paz.
Por supuesto, para
conseguir esa paz —para ganarla para todos esos humanos de ahí fuera que no
tenían ni idea de lo que estaba pasando realmente— tendría que matar a aquellos
que lo cazaban. Si quería ser libre para dejar de huir, tendría que aguantar.
No debería importar que sus enemigos fueran hombres maravillosos que fingían
que querían mantenerlo a salvo. Eso era solamente todo una actuación.
¿Y si no lo era?
Sólo creo que quizás
tengas algunas ideas equivocadas de la gente de ahí fuera a este lado de la
línea.
Eso es lo que le había
dicho Donghae. Parecía estar seguro de que Junsu era el único que estaba
equivocado, y había estado viviendo con ellos durante más de un mes.
Pero, ¿y qué pasaba
con el diario de mamá? ¿Qué había de todas aquellas lecciones acerca de cómo
los Caballeros de la Luz utilizaban a los humanos para deporte y comida? Mamá
también parecía segura de eso.
Junsu deseó poder
decir lo mismo.
— ¿Eres delicado?
—preguntó SeungHyun.
Él tenía voz profunda,
rica y culta, igual que si se hubiese criado fuera de los Estados Unidos, o en
algún colegio exclusivo.
—No particularmente.
—Bien. Voy a necesitar
tu ayuda —tendió a Yoochun sobre la única cama en la casa.
—Claro. ¿Quieres que
te traiga algo de tu camión? ¿Material médico? —preguntó.
Todo lo que necesitaba
eran sus llaves y se largaría de allí.
SeungHyun lo miró, su
mirada tan intensa que sintió como si le hubiese sujetado la cara y no lo
dejara ir.
— ¿Realmente piensas
que soy tonto?
— ¿Porque me estoy
ofreciendo a ayudarte?
Él se levantó,
cerniéndose sobre él. Junsu estaba acostumbrado a eso y se negaba a sentirse
intimidado. En lo que le concernía, ser más bajo sólo quería decir que era más
fácil alcanzarle y retorcerle las pelotas, dejándole en un montón sobre el
suelo.
—Sé quién eres, Kim Junsu. Todo el mundo lo sabe. Yoochun
te ha estado persiguiendo durante semanas. No voy a dejar que te largues y
tenerlo a él tras de mí cuando se despierte.
Quebrado. Hora del
plan B. Todo lo que tenía que hacer venía con ello.
—Así que se
despertará.
—Eso depende.
— ¿De qué?
—De si eran una o dos las
púas que le golpearon.
Esas noticias dejaron
a Junsu tambaleante.
— ¿Estás diciendo que
esa es toda la diferencia entre que viva o muera?
—Eso, y mi
intervención.
—Entonces ¿a qué
diablos estás esperando? Atiéndelo ya.
—No hasta que sepa que
te quedarás mientras lo hago —le dedicó una pequeña sonrisa, una que lo hacía
tan atractivo, que se olvidó de respirar—. ¿Te ato físicamente o prefieres
darme tu juramento de que te quedarás aquí?
Junsu dio un
involuntario paso atrás. La idea de que él lo atara y lo encerrara en un
armario lo enfermaba.
—No dejaré que me
toques.
—Entonces, dame tu
palabra de que te quedarás aquí hasta que yo me haya ido, y no intentarás huir.
—Claro —mintió, solo
para sacárselo de encima—. Me quedaré.
Cuando sintió una repentina
presión caer una vez sobre su cuerpo, fijándolo en el lugar, se dio cuenta de
su error.
Nunca les hagas
ninguna promesa. Pueden atarte a su voluntad.
Su madre le había
advertido y no le había escuchado. Ahora era demasiado tarde.
La sonrisa de SeungHyun
se amplió.
— ¿La primera vez que
haces una promesa a uno de nosotros? —le preguntó.
Junsu no podía
responder. Se sentía atrapado e indefenso. No era como ellos. Era humano.
—No te preocupes —le
dijo SeungHyun—. Será fácil.
Junsu realmente lo dudaba.
—Cúralo —le dijo entre
dientes.
Él le dedicó una
formal inclinación de cabeza.
—Por supuesto, mi
señor.
Este fic es una adaptación, no es mío,
yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO. ORIGINAL: HUYENDO DEL MIEDO-
SHANNON K. BUTCHER. PAREJA PRINCIPAL: YOOSU.