sábado, 25 de enero de 2014

CAPÍTULO 23

CAPÍTULO 23



Jaejoong retrocedió conmocionado ante la posesividad de él. No estaba sólo jugando a la actitud de hombre de las cavernas. Hablaba en serio. Como él para siempre, que para él era realmente mucho tiempo.
No tenía ni idea de por qué él querría estar junto a una persona tanto tiempo, mucho menos alguien que había fallado tan a menudo como lo había hecho él. Tenía que haber sufrido algún tipo de daño cerebral en algún momento. Era la única explicación que se le ocurrió.
Lo había visto por dentro. Sabía que le había fallado horriblemente a su familia cuando el tener éxito hubiera significado todo para su familia y para sí mismo. Había visto las consecuencias de su fracaso en cada uno de los delirios terroríficos de Kibum.
Kibum se estaba muriendo porque Jaejoong había fallado, y sin embargo Yunho todavía lo deseaba. ¿No sabía que sólo terminaría consiguiendo que le mataran también?
Estaba durmiendo ahora. Podía sentir las oleadas de descanso fluyendo de él. Le calmaba lo suficiente de la frenética necesidad de huir, para permitirle quedarse a su lado.
Le apartó el alborotado pelo del rostro. Era un hombre tan sexy, tan guapo de modo rudo, con lo suficiente de chico malo para hacerlo estar mojado y tener una erección permanete. Era una fantasía andante. La gruesa erección exigente era sólo un beneficio adicional.
Él había culminado, pero seguía estando duro. Por Jae. Lo había visto con suficiente claridad para saber la verdad. No estaba cerrando los ojos y pensando en alguien más cuando le tocaba. Lo deseaba sólo a él.
Parte de sí mismo brillaba por el conocimiento, pero el resto se preguntaba cómo él podía sentirse así cuando sabía cuan defectuoso era en realidad.
Tal vez no le importaba cuan cobarde fuera mientras le gustara su cuerpo. Sí, eso era probable. Tenía perfecto sentido.
Y dolía como el infierno.
Se frotó la cara con las manos. Había estado tan confundido desde que lo había conocido. Todo se había vuelto del revés y siempre estaba un paso por detrás, intentando frenéticamente ponerse al día y descubrir lo que estaba pasando.
Si eso ayudaba a Kibum, todo habría valido la pena. Jae continuaría su camino, y tal vez cuando volviera a visitar a su hermano, también podría ver a Yunho.
Eso estaría bien. No quería pertenecerle o atarlo, pero tampoco deseaba no volver a verlo nunca. Podían quedar cuando las cosas no fueran tan perturbadoras y tal vez conocerse como personas normales. O, al menos tan normal como la gente como ellos podía ser.
Disfrutaría acostumbrándose a tener a un guerrero grande y sexy, que blandía una espada con una erección perpetua alrededor. ¿Quién no lo haría?
Podría funcionar. Podrían incluso terminar tan cerca como para que estuviera dispuesto a dar una oportunidad a esa cosa de para siempre, una vez que estuviera seguro de que él supiera que no era del tipo confiable. Cuando se deshiciera de las ilusiones acerca de él, estaría dispuesto a intentarlo.
Había posibilidades de que no funcionara, pero seguro que se divertirían dándole una oportunidad.




Minho apoyó la mejilla contra la pared desnuda, deseando deslizarse a través de la desvanecida pintura. Sabía que los muros de las habitaciones en Castillo Matsumoto estaban aislados contra el ruido, y no había manera de que pudiera oír el corazón de Kibum latiendo. Pero podía sentirlo. Justo al otro lado de la pared. Débil, pero constante. Aún estaba vivo.
El dolor le atormentaba el cuerpo, pero aún así, algo de la fragilidad en los huesos se filtraba fuera mientras se apretaba tan cerca como podía para llegar a Kibum.
Las habitaciones contiguas a la de Yunho, en la que estaba Minho, estaban vacías. Nadie iba a venir. Los ojos electrónicos de Baekho no podían verle aquí. Eran solamente él y el latido regular del corazón de Kibum. Juntos, a solas.
No sabía el porqué estaba aquí. No tenía nada que hacer aquí. Necesitaba estar fuera, luchando. Jodiendo. Expulsando algo de presión para poder seguir adelante sólo un poco más. Sólo el tiempo suficiente para saber que Kibum iba a estar bien.
No debería haberle importado, pero aparentemente quedaba lo suficiente de su alma para que lo hiciera. Ya no estaba seguro de cuanto de bueno tenía eso, pero lo aceptó, como aceptaba el dolor latiendo a través de él con cada aliento.
Tan pronto como despertara, se prometió que se iría. Se iría y nunca volvería. No estaba seguro de cuánto tiempo podría confiar en sí mismo para permanecer lejos de Kibum.
Y si Kibum se vinculaba a uno de los hombres de aquí, estaba bastante seguro que él sería letal. Era mejor irse antes de que eso pasara. Pero no hasta que estuviera mejor. No hasta que estuviera a salvo.



Yoochun sacó a Chagmin fuera donde pudiera ver la puesta de sol. Ambos necesitaban algo de aire fresco y Yoochun realmente necesitaba un poco de cordura. Todos sus amigos se estaban largando. Kevin y Thomas estaban muertos, ambos en las últimas semanas. Eunhyuk tenía a Donghae ahora. Continuaban pasando cada segundo juntos, y aunque estaba feliz por su amigo, también estaba tan celoso que le ardía el estómago. Difícilmente podía ya mirar a Eunhyuk sin desear para sí mismo ese tipo de felicidad con tanta fuerza que le dolía hasta los huesos.
Junsu se había ido. No podía sentirlo hoy, aunque de vez en cuando, cada pocos días, la marca de sangre comenzaba de repente a hacer su trabajo y le ponía en la pista de su dirección. Nunca duraba lo bastante para localizarlo, y cada vez que había tenido ese pequeño picor, procedía de un lugar diferente.
Siempre estaba moviéndose. Siempre corriendo.
Ni siquiera sabía por qué estaba tan asustado de él. Nunca se había detenido lo suficiente para averiguarlo.
Yoochun aparcó la silla de ruedas cerca de un banco colocado al lado de la calzada. La tierra aquí parecía un parque, césped perfectamente cortado intercalado con lechos de flores y enormes árboles cubrían la tierra. Su nuevo jardinero jefe parecía tener un don para su trabajo. El lugar nunca se había visto mejor.
Chagmin miraba fijamente hacia delante, sin molestarse en girarse hacia Yoochun a pesar que aún podía mover la cabeza. El resto estaba paralizado, y ya, los fuertes músculos que habían movido el cuerpo estaban disminuyendo y desapareciendo, dejando sólo un indicio de lo que había sido una vez. El deterioro había sido tan rápido, que estaba seguro que el hombre ni iba a durar mucho más tiempo.
— ¿Cómo lo llevas, hombre? —preguntó Yoochun.
Los ojos de color ámbar de Chagmin brillaban de ira.
— ¿Cómo crees? ¿Cuán bien lo llevarías si tu cuerpo fuera un montón inútil de huesos y tuvieras un tubo en la polla para no mojarte?
Quería ofrecerle paz a Chagmin, pero él no tenía nada que perder.
—Lo siento.
—Sí, todos lo lamentamos jodidamente. Todos nosotros, excepto YoungWoon. Negó mi solicitud de nuevo. —La ira vibraba en su tono, y un toque de algo más. Algo impotente y desesperado.
—No va a dejarte morir aún. No le has dado suficiente tiempo a los Susano’s.
—Si estuvieras sentado aquí, sabrías que eso es una mentira. Cada día en este cuerpo es una eternidad. Es hora de abandonar.
Yoochun le apretó el brazo, aunque sabía que no podía sentirlo.
—No podemos renunciar a ti aún.
—Así que en su lugar, ¿me torturáis? Qué amable.
— ¿Cómo te sentirías si yo estuviera ahí sentado? ¿Renunciarías a mí?
Entonces Chagmin giró la cabeza. Lo miró fijamente con tanta furia en los ojos que Yoochun casi apartó la vista. Pero no lo hizo. Le debía a su amigo más que una barata negación y evasión.
—Si estuvieras sentado en esta silla, te quiero lo suficiente para cortarte la garganta y verte morir.
—No, no lo harías. Estarías por ahí buscando la cosa que te mordió. Estarías sangrando en la boca de una sanguijuela cada dos días. Estarías luchando para salvar mi vida.
Chagmin apartó la mirada y su voz se convirtió en un tono tranquilo y solemne.
—Estas equivocado, pero te perdono.
Eso sonaba como si le estuviera diciendo adiós, y Yoochun sintió una punzada de preocupación.
—No vas a morir, Chagmin. Vamos a solucionar esto.
—Mejor daros prisa, entonces.
— ¿Por qué? ¿Por qué vas a renunciar?
—Ya lo hice. Si YoungWoon no me mata, yo haré el maldito trabajo.
— ¿Cómo vas a hacerlo? Nadie te va a ayudar.
—Oí hablar de las parejas que trajo Yunho aquí. Taemin me dijo que tenía que ir a ayudar porque uno de ellos se estaba muriendo ya que no puede comer.
Yoochun unió las piezas.
—De ninguna jodida manera.
—He dejado de comer. No sé por qué no pensé en ello antes. Supongo que no estaba pensando con claridad.
—YoungWoon  no va a permitir que eso pase.
—No le voy a dar la oportunidad. Estoy acabado. Cuatrocientos años es bastante para cualquier hombre.
No podía dejar que su amigo renunciara así. Sabía que estaba sufriendo, pero si sólo aguantaba un poco más, los Susano’s averiguarían algo.
—No lo hagas. Ven conmigo a encontrar a Junsu.
Chagmin rió sin humor.
—Claro. ¿Por qué infiernos no? Solo átame al techo de tu coche y nos iremos de viaje por carretera.
—Lo digo en serio. Vamos a sacarte de aquí durante un tiempo. El cambio de escenario podría hacerte algún bien.
Chagmin apretó la mandíbula.
—Lo único que va a hacerme algún bien es una espada en mi corazón.
—No. Hemos empezado a encontrar a nuestras parejas de nuevo. ¿Qué pasa si la tuya está ahí fuera, también?
— ¿Y qué si lo está? No va a hacer una diferencia ahora. No voy a vincularme a alguna persona que puede ser capaz de salvar a un hombre que pueda realmente hacer algo bueno.
—No puedo creer que estés renunciando.
— ¿No? Intenta sentarte aquí durante un tiempo y lo creerás. Estoy acabado. He tenido una buena trayectoria. Es hora de dejarlo. Tengo que hacerlo.
—No voy a renunciar a ti aún.
—De acuerdo. Pierde tu tiempo. Simplemente no me importa.
—Lo hago. Quiero ayudarte a pasar por esto.
Chagmin miró fijamente hacia la noche, pero estaba viendo otra cosa.
—Hay una cosa que puedes hacer por mí.
—No te voy a matar.
Apretó los labios con frustración.
—No. Es otra cosa.
—Nómbralo.
—No quiero que Taemin me cuide más.
— ¿Por qué no? ¿No te está tratando bien? Pensé que era…
—Ése es el problema. Es demasiado agradable. Demasiado inocente. No debería tener que ver lo que me voy a hacer a mí mismo.
—Entonces no lo hagas.
—Ya he tomado mi decisión —dijo.
—Lo siento. No voy a hacer esto más fácil para ti. Por lo que a mí concierne, Taemin se queda.
La cara de Chagmin se ensombreció de humillación.
—No lo quiero alrededor, maldita sea.
Yoochun estaba comenzando a sospechar que había algo más que la preocupación de Chagmin por el niño.
—Te gusta.
—Lo estoy protegiendo, como mi voto exige. Es demasiado suave para su propio bien.
Chagmin sentía algo por el chico. Estaba casi seguro. Casi.
—Me gustan suaves. Podría quitártelo de las manos durante un tiempo, supongo. Rastrear a Junsu me ha tenido tan ocupado que ha pasado bastante tiempo desde que me acosté con alguien.
Las aletas de la nariz de Chagmin llamearon de ira y su voz le golpeó como un látigo.
—No lo toques, joder.
Yoochun sonrió.
—Lo sabía. Te gusta.
—Eres un hijo de puta —gruñó—. Mejor reza para que nunca vuelva a caminar, porque la primera cosa que haría sería patearte el culo.
Cruzó los brazos sobre el pecho y le brindó una sonrisa burlona. No había conseguido la prueba de cordura que necesitaba, pero le había encontrado a Chagmin una razón para vivir. Era lo suficientemente bueno para él.





Jaejoong se había ido cuando Yunho despertó. Se estiró hacia él antes de recordar lo que había pasado. Para el momento en que la mano encontró las frías sábanas vacías, recordó todo lo que había hecho y supo que no estaría allí.
Se levantó de la cama, se envolvió la sábana alrededor de las caderas, y lo buscó. No podía mirarlo a la cara ahora mismo, no después de lo que casi había hecho, pero tenía que saber que estaba a salvo y cerca.
Encontró a Jaejoong en la habitación de Kibum, acostado junto al pequeño con la espalda hacia la puerta, acariciando el pelo blanco de Kibum. Suaves palabras de consuelo dedicadas a su hermano, pero no podía oír lo que decían. Taemin estaba sentado en una esquina de la habitación, haciendo punto, ganchillo o algo en lo que participaban gran cantidad de hilos. Tarareaba para sí mismo mientras los dedos se movían tan rápidos que eran borrosos.
Taemin le miró, finalmente dándose cuenta de su presencia, y se le tensó el cuerpo como si estuviera a punto de saltar. No sabía por qué estaba tan nervioso cerca de él,  pero levantó la mano libre y agitó la cabeza, diciéndole que se quedara donde estaba.
Necesitaba una ducha y algo de tiempo para recomponerse y encontrar la manera de arreglar lo que había hecho.
El disgusto le dejó un sabor amargo en la garganta que no desaparecía. Se había duchado y vestido y no tenía ni idea de cómo acercarse a Jaejoong con disculpas por su error de juicio.
Ni siquiera estaba seguro de que realmente supiera lo que había intentando hacerle. Jae sabía que le dolía, pero podría no saber el porqué.
Había estado a punto de esclavizarlo. Incluso el pensamiento le hizo daño.
Un golpe en la puerta le sacó de la angustia. Terminó de ajustarse la espada alrededor de las caderas y fue a responder.
JunJin estaba allí, llenando la puerta con su corpulencia. Los ojos color verde musgo estaban mates y enrojecidos, como si no hubiera dormido en días. El aroma del combate se aferraba a su piel, y el polvo le cubría la ropa. Dondequiera que hubiera estado, no había sido divertido.
—Victoria me envió —dijo sin preámbulos.
— ¿Aceptó nuestra petición?
JunJin asintió, pero no parecía satisfecho.
—Dijo que te vería a primera hora de la mañana.
—¿Por qué no ahora? La noche todavía es joven.
—Acabamos de volver de cazar y estamos exhaustos. La niña necesita su descanso.
— ¿Qué pasó?
JunJin se frotó las sienes. El cansancio le pesaba en el cuerpo, tirando de él.
—Pregúntale a Eric, pero probablemente no quieras saberlo. Voy a quebrarme.
—Gracias —dijo—, Jaejoong se sentirá aliviado de saber que todavía hay esperanza.
JunJin parecía que le iba a decir algo más, pero atacó:
—No esperéis ningún milagro. Victoria ha estado actuando de una manera un poco extraña últimamente.
—Victoria siempre actúa extrañamente. —Tenía perpetuamente ocho años y podía ver el futuro. Eso era raro en cualquier escala.
—Más de lo normal, quiero decir. Sólo dale algo de espacio, ¿De acuerdo?
—La necesitamos.
JunJin suspiró.
—Lo sé. Todo el mundo lo hace. Ése es el problema.
—Juraría que esto es más duro para ti que para ella.
—Es como una hija para mí —dijo.
Yunho se preguntó cómo debería ser eso, tener un niño que pudiera llamar propio.
—Eso suena bien.
—Algunos días, sí.
Pero no hoy, al parecer.
JunJin se apartó del marco de la puerta.
—Me voy a dormir. Te veré mañana sobre las ocho de la mañana, ¿De acuerdo?
—Allí estaremos.



Hyesung no podía dejar de temblar. Cada gramo de fuerza le había sido arrancado cuando abrió ese portal. Ni siquiera podía sostenerse mientras Eric lo llevaba de vuelta en brazos a sus habitaciones. No era como si él necesitara ayuda. Los brazos eran fuertes y sólidos, rodeándolo, sosteniéndolo tan fácilmente contra el pecho como si no hubiera pasado las últimas horas luchando sin parar.
La marcha era un poco inestable debido a la herida que tenía en el muslo izquierdo. No hacía peligrar su vida, pero la necesidad de repararla era casi abrumadora.
—Más tarde —le dijo, conociendo sus pensamientos—. Estaré bien dentro de unas pocas horas. Necesitas descansar.
La idea de dormir hizo que un grito le burbujeara en la garganta. Cada vez que cerraba los ojos veía esa… abominación. Todavía no estaba seguro si era real o si se lo había imaginado.
—Era real —gruñó Eric. Apretó los brazos un poco a su alrededor como si intentara protegerlo de eso incluso ahora.
—Necesito lavarme.
—Un baño puede esperar. Necesitas descansar.
Todavía podía oler el hedor de esa cosa ardiendo, oír los gritos que escapaban de los pequeños pulmones.
Dios, ¿Qué había hecho? Eso era sólo un niño.
—No era un niño, era un demonio. Intentó asesinar a Victoria. Hicimos lo que teníamos que hacer.
—Parecía tan… humano. ¿Cómo era posible? —Hyesung tragó saliva, intentando evitar las lágrimas.
Había matado a un niño está noche. Y mañana, iba a tener que buscar más y matarlos, también.
—No pienses en eso ahora. Más tarde, después de que hayas descansado, verás las cosas más claramente.
Se acercaron a sus habitaciones y la puerta se abrió para Eric. Asintió hacia la recámara de enfrente de la habitación, un silencioso agradecimiento para Baekho, quien era sin duda el que estaba al otro lado.
—Nada de esto tiene sentido —le dijo a su marido mientras lo dejaba en la cama.
—Por supuesto que no. Estamos todos demasiado cansados para darle algún sentido. Déjalo esta noche. Mañana averiguaremos lo que hay que hacer.
—Necesito un baño. —Sonaba desesperado, pero tenía que lavarse el pelo para quitarse el olor de la carne ardiendo de esos niños.
—De acuerdo, amor. Prepararé uno para ti. No te muevas.
Hyesung no podía soportar su peso lo suficiente para quedarse erguido. Se desplomó sobre las almohadas y sintió las lágrimas deslizándose por las sienes, empapando las mantas. Le picaban los ojos y sabía que probablemente estaban inyectados en sangre por la cantidad de poder que había canalizado esa noche.
Al menos Eric no sabría que había llorado. Le amaba demasiado para hacerle sufrir por sus lágrimas.
La caída del agua chapoteando en la bañera la llenó de tranquilidad y le ayudó a bloquear los ecos de esos pequeños gritando.
No podría hacerlo de nuevo. Nunca. Había perdido demasiados de sus propios bebes durante siglos para tomar los de alguna otra madre. Ni siquiera él era tan cruel.
Los Yokai habían ganado finalmente. Habían encontrado una manera de proteger su progenie de los Caballeros de la Luz dándoles caras humanas.
Si no lo hubiera visto por sí mismo, nunca lo hubiera creído.
—El baño está listo —dijo Eric.
El fuerte cuerpo estaba delineado por la luz del cuarto de baño. Incluso después de todos esos siglos, seguía siendo tan fuerte y firme como lo había sido desde que lo había conocido.
Todavía no entendía el porqué le quería. Había hecho tantas cosas horribles. Esa noche sólo era una más.
—Basta ya —dijo Eric con el tono que usaba para ordenar a los Amaterasu—. Hemos hecho lo correcto esta noche. No voy a tenerte matándote de culpa.
A pesar del tono duro, los dedos eran gentiles cuando le desabrochó la fila de botones de la parte delantera de la túnica. Tendría que quemar la seda gris. Nunca sería capaz de ponérselo de nuevo sin pensar en lo que había hecho esa noche vistiéndolo.
Eric lo desnudó, después hizo lo mismo consigo. El delgado cuerpo estaba acordonado de músculos, e incluso a pesar que tenía más pelo gris ahora, más cicatrices, todavía era hermoso.
Le recogió de nuevo y se dirigió hacia el baño.
—Así es —susurró—. Piensa en cosas buenas ahora. Estamos juntos. Nos amamos. Estamos a salvo, sanos y rodeados de amigos.
— ¿Cómo puedes hacer eso? ¿Cómo puedes siempre ver el lado bueno de las cosas?
Él los puso a ambos en la gran bañera, sosteniendo el débil cuerpo para que no se deslizara bajo el agua.
—Porque te tengo a ti. Todo el resto del mundo puede desmoronarse y mientras te tenga, me consideraría afortunado.
Era demasiado bueno para él, pero siempre lo había sabido. Era sólo uno de sus muchos secretos.
Tal vez era el momento de hablarle de su traición. Si alguien era capaz de perdonarlo, ese era Eric.
.
Ese era el problema. Sin él, estaría perdido. Tan egoísta como era, no podía correr ese riesgo. Le necesitaba demasiado. Había ahuyentado a todos los demás que quería.
Hyesung reforzó la puerta de esa parte secreta de la mente, asegurándose que estaba fuertemente cerrada y atrancada para que él nunca la viera, ni siquiera sospechara lo que había allí. Haría cualquier cosa para retroceder en lo que había hecho, pero era demasiado tarde para eso. Iba a tener que vivir con ello, un error más que añadir a la lista de imperdonables que había cometido. Había tantos, deseaba perder la cuenta, pero nunca lo hacía. Recordaba cada uno de ellos.


Buenas noticias —dijo Yunho desde la puerta—. Victoria ha accedido a verte.
Jaejoong cerró los ojos y dio una breve oración de agradecimiento. Besó la cabeza de Kibum y se levantó de la cama.
Yunho estaba sin camisa, y la vista de todas esas crestas masculinas le hacía latir el corazón. No importaba que lo hubiera tenido sólo hacía unas pocas horas. Quería más. Probablemente siempre lo haría.
— ¿Crees que ella puede ayudar? —preguntó.
—Es posible.
Taemin había estado tejiendo en la esquina de la habitación durante horas, pero las agujas se detuvieron entonces. Mantuvo la mirada baja cuando habló.
—He oído hablar de algunas de las cosas que Victoria sabe. Es increíble, mi señor. Estoy seguro que será capaz de ayudar a Kibum.
Jaejoong quería abrazar a Taemin por ser tan dulce. Podría ser tímido y vergonzoso, pero no dejaba que eso le impidiera confortar a otra persona.
—Gracias, Taemin.
El chico se sonrojó y las agujas comenzaron a moverse de nuevo, aunque no tan suavemente como antes.
—Vamos a dar un paseo —dijo Yunho, con evidentes ganas de hablar en privado—. Taemin puede controlar el fuerte, ¿verdad?
—Sí, señor.
Jaejoong asintió y le siguió afuera. El amanecer estaba justo comenzando a hacer el más mínimo resplandor en el horizonte este. El resto del cielo estaba lleno de estrellas.
Yunho estaba extrañamente tranquilo, casi sombrío. Y no lo tocaba, no era él en absoluto.
— ¿Pasa algo? —preguntó.
Parecía que él no quería hablar. La mandíbula estaba apretada, pero finalmente abandonó la lucha.
—Sí. No debería hacer hecho lo que te hice la pasada noche. Es imperdonable.
Jaejoong frunció el ceño, completamente perdido. Incluso trató de mirar en su mente para averiguar lo que quería decir, pero todo lo que se encontraba era un muro sólido. No iba a dejarlo pasar y eso lo hacía sentir… Solo. Se había acostumbrado a compartir los pensamientos con él y se dio cuenta de lo mucho que iba a perder cuando se fuera.
— ¿No deberíamos haber tenido sexo?
—No. Por supuesto que no es eso. Estoy hablando de lo que sucedió después.
Cuando le hizo daño.
—Olvídalo —dijo—. Yo lo he hecho.
— ¿Cómo puedes decir eso?  Traté de quitarte el libre albedrío la pasada noche. Intenté esclavizarte.
—Y dolió como el infierno, así que no lo intentes otra vez o tendré que patearte el culo.
Lo atrajo y lo hizo detenerse bajo un enorme arce. La sensación de su mano sobre el brazo le calentó. Le gustaba demasiado la manera en que lo tocaba para su propio bien.
—Todavía no lo entiendes, ¿verdad? —dijo—. Te violé. Intenté hacerte la misma cosa por la que mato a otros por hacerlo.
Realmente estaba dándole más importancia de la que tenía.
—Escucha, sé que no lo harías. No eres así. No está en ti.
— ¿Cómo lo sabes?
—He estado hurgando en tu cabeza desde hace un par de días hasta ahora. Eres un buen chico. Sólo perdiste la cabeza durante un minuto. No es gran cosa.
La boca se le quedó colgando de conmoción. Jaejoong sonrió y le dio un rápido beso.
Al menos, intentó que fuera rápido. En cambio, él le agarró por los brazos y se aferró a Jae, devolviéndole el beso con una desesperación tan fuerte que le sobresaltó.
Cuando finalmente lo dejó volver a respirar, estaba mareado y se aferró a sus anchos hombros.
— ¿Qué fue eso?
—Por ser el hombre perfecto.
Jaejoong resopló.
—Creo que necesitas algo más de sueño. No estás pensando bien.
Él se arrodilló a sus pies y le apretó las manos entre las suyas. Podía sentir los callos que la espada había puesto en su piel y eran extrañamente consoladores para ella. Era un guerrero, capaz de mantenerlos a él y Kibum seguros.
Si se quedaba.
La resolución de abandonarlo vaciló. No tenía demasiado ahí fuera esperándolo. Él tenía razón en que podría hacer su trabajo desde dondequiera que estuviera. Y él podía ayudarle. Estaba seguro de ello. Nunca dejaría a un niño solo y asustado.
Yunho presionó la mano sobre la tierra y sintió el mismo tipo de zumbido que había sentido antes está noche. Sólo que esta vez no le dolió. El poder fluyó a través de ella fácilmente en un gentil goteo que le calentó la piel.
El suelo bajo ellos tembló. Yunho levantó el puño hacia Jae, y cuando abrió la mano, un anillo de oro brilló contra su palma.
—Pensé que podrías sentirte más cómodo estando conmigo a la manera de los humanos, porque creías que eras una de ellos.
Parpadeó, inseguro de que sus ojos estuvieran trabajando. Yunho se puso en pie y le deslizó el anillo de oro en la mano izquierda.
—Cásate conmigo, Jaejoong. Quédate conmigo.


La conmoción lo congeló en su lugar y le robó el aliento de los pulmones. Miró hacia abajo, al anillo en el dedo. Le quedaba perfectamente, brillando sin una mancha o rasguño. No tenía ni idea de cómo lo había hecho.
No tenía ni idea de porqué lo quería.
—No puedo —susurró. Quería decir sí, pero no podía hacerle eso a él. O a sí mismo. Él quería un compañero, alguien que pudiera estar a su lado y luchar contra los Yokai, alguien con quien pudiera contar. No era esa persona. Fallaba cuando era más importante, y no quería eso para Yunho.
No podría ser lo que quería. Si lo amaba, tenía que dejarle libre para encontrara a otro hombre que pudiera. Y lo amaba. Sabía que lo hacía porque el corazón se le rompía y sangraba por tener que dejarle ir.
—Lo siento, Yunho. No puedo.
Su expresión se endureció, escondiendo el rechazo que sabía que tenía que estar sintiendo. Él abrió la boca para decir algo, pero antes de que pudiera, las sirenas berrearon una alarma en la noche.
—Kibum —Jaejoong se dio la vuelta y corrió hacia las habitaciones de Yunho, oyendo los pasos golpeando justo detrás.
Cuando llegaron a la habitación, Taemin estaba de pie en la puerta y Jaejoong pudo ver a Kibum detrás de este. No había sangre, ni monstruos. Estaba a salvo.
Yunho alcanzó el teléfono y marcó.
— ¿Qué está pasando? —preguntó Taemin.
—No lo sé.
Yunho colgó el teléfono y fue al armario enfrente de la puerta principal. Sacó una pesada chaqueta de cuero y se la cerró con cremallera, sacó unas gafas de seguridad claras del bolsillo, y se las puso también.
—El recinto ha sido violado —dijo—. Tengo que ir a ayudar a repeler el ataque.
—Voy contigo —dijo Jaejoong.
El rostro era de piedra fría cuando lo miró.
—Lo que sea. Pero no voy a esperar. —Sacó otra chaqueta de cuero del armario y se la lanzó—. No salgas sin ponerte algo de protección.
Jaejoong asintió y le preguntó a Taemin:
— ¿Puedes mantener a Kibum a salvo?
—Sí, mi señor. Voy a trasladarlo a una de las habitaciones seguras.
Se deslizó la chaqueta y buscó las gafas de seguridad en el bolsillo.
— ¿Necesitas ayuda?
Yunho se fue y no miró atrás.
Taemin sacudió la cabeza, haciendo que los rizos se balancearan.
—No. Puedo conseguir que uno de los hombres humanos me ayude a moverlo. Mejor vete. Van a necesitarte.

Asintió y corrió detrás de Yunho.


Este fic es una adaptación, no es mío, yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO. ORIGINAL: ENCONTRANDO LO PERDIDO  - SHANNON K. BUTCHER. PAREJA PRINCIPAL: YUNJAE