lunes, 11 de noviembre de 2013

CAPÍTULO 13

CAPÍTULO 13



Minho estaba listo para salir como un rayo de la habitación y dejar que Kibum se alimentara por sí mismo.
El temeroso polluelo lunático casi le había escaldado las pelotas con un tazón de sopa, y ahora tenía puesta la mirada en la cuchara como si también tuviese planes para utilizarla.
—Ni se te ocurra —la advirtió.
Kibum lo fulminó con la mirada.
—No vas a obligarme a beber tu sangre sin importar lo bien que la disfraces.
Hasta ahora, había sido el señor Tío Encantador ‑o al menos encantador según él‑,  pero eso no estaba funcionando, así que era hora de pasar al plan B.
—No es mi sangre. Los Susano no pueden tenerla y tú menos aún. Ahora baja esa jodida cosa y come algo.
Kibum apretó los labios. Probablemente no habría querido a desafiarle así, pero por desgracia para el niño. Lo había hecho.
Minho observó su frágil cuerpo. Odiaba manipularlo. Se veía como si fuera a partirse en dos si le rozaba la piel, lo cual era por lo que había tenido cuidado de no hacerlo, ni siquiera por accidente.
¿Pero qué elección tenía ahora? Tenía que conseguir que comiera algo o iba a caer muerto, y eso no podía suceder. Ese niño quizás fuera capaz de salvar la vida de uno de sus hermanos.
Quizás incluso la de él.
Minho se miró el anillo otra vez, por billonésima vez en los últimos diez minutos. Nada. Nada de remolinos de colores, ni vibraciones. Ninguna jodida cosa. Todo lo que veía era el poco color que quedaba y que se había desvanecido incluso más desde ayer, los colores morían al tiempo que lo hacía su alma.
Una salvaje llamarada de rabia lo inundó hasta que quiso gritar, romper los muebles y darle de puñetazos a las paredes hasta que solo quedara polvo y sangre. No era justo. Después de todos aquellos siglos de leal servicio, de trabajar, sudar y sangrar para cumplir con su juramento, no era justo que aquel niño no pudiera ser el único que lo salvara. Liberarle de su dolor.
Esta era una enfermiza broma del Izanagi, no había duda. Alguien tenía que atravesar el portal y pegarle una fuerte patada en el culo al rey de Kami no michi. A Minho no le importaba si él era descendiente del Izanagi.
El jodido se merecía una buena paliza.
Un suave jadeo atrajo su atención de vuelta a Kibum. Él había estropeado la cuchara que había estado sujetando, doblándola hasta que ya no servía para nada.
Mierda. Al menos no le había tocado a él. Habría hecho lo mismo con sus dedos o su brazo.
Minho lanzó la cuchara a través de la habitación. Los ojos azules de Kibum se abrieron desmesuradamente e intentó apartarse de él cruzando la cama.
No más. Ya estaba cansado de ese juego.

—Basta de esos jodidos rodeos, Kibum. Vas a comer y a ponerte fuerte y descubriremos a cuál de los hombres puedes salvar una vez que volvamos a Castillo Matsumoto. ¿Entendido? No voy a permitir que mueras de hambre.
Kibum todavía tenía los ojos muy abiertos y temblaba, y el conocimiento de que él había sido quien lo había provocado hacía que cada porción de su alma se estremeciera con repugnancia.
Minho respiró profundamente y reunió cada pedacito de paciencia que pudo encontrar. Lo que realmente necesitaba era pasar algunas horas machacando hierro, después unas pocas más bombeando en una puta. No necesitaba jugar a las enfermeras.
Pero lo era, y estaba atrapado, así que se estiró lentamente y envolvió con la mano su muñeca, que era tan gruesa como dos de sus dedos y mucho más frágil. Kibum se congeló en su aprehensión y los ojos se le pusieron en blanco. Todo su cuerpo comenzó a sacudirse y dejó escapar un grito de dolor.
Minho lo dejó ir como si estuviera en llamas.
—Oh, dios. Lo siento. —se oyó diciendo a sí mismo, esperando que la sangre empezara a manar de su brazo donde le había tocado. Debía haberle roto un hueso o algo, pero no veía signo alguno de rotura. Ni siquiera una marca roja.
El pequeño se lanzó al otro lado de la cama, haciendo volar la comida por todos lados. Cuando empezó a deslizarse de lado, Minho se apresuró a rodear la cama y a cogerlo antes de que cayese.
Quizás había tenido algún tipo de ataque y no tenía nada que ver con él.
Sí, claro. Y él iba a vivir feliz para siempre, rodeado de conejitos, gatitos y perritos y todo el algodón de azúcar que pudiera comer.
Si no hacía algo, iba a hacerse daño a sí mismo, así que lo arrastró a la cama y envolvió su cuerpo con las mantas, usando los brazos y piernas para tirar de la tela, poniendo cuidado en no tocarlo de nuevo.
Lentamente, el temblor se detuvo y su cuerpo quedó inmóvil. Él todavía no podía asegurar si estaba respirando y el pánico lo cubrió hasta que se puso a sudar por todos los poros.

Minho presionó el oído sobre su corazón, desesperado por oír un latido, sentir su pecho elevándose con la respiración. Algo.
Pasaron los segundos y pensó que había sentido algo, pero no estaba seguro. Entonces oyó un tenue latido y su pequeño turgente pezón se presionó contra la mejilla cuando respiró.
Minho cerró los ojos de alivio. No lo había matado.
Kibum cambió de posición contra la sujeción de las mantas, así que él se incorporó, montando todavía sus piernas a horcajadas, pero sin posar ningún peso sobre él.
Su piel estaba pálida y sus ojos estaban vidriosos, pero el pequeño lo miró, y por primera vez esa noche, parecía lúcido.
—Sed —susurró con voz seca—. ¿Puedo tomar algo de agua?
Minho asintió y saltó de la cama. Recogió la taza que estaba en el suelo, la lavó y la llenó en el lavabo del baño. Cuando volvió, vio a Kibum intentando sentarse sin conseguirlo. Sus brazos no eran lo bastante fuertes para soportar incluso su insignificante peso.
Lo cual quería decir que tendría que tocarlo otra vez. Sagrada mierda, no quería hacerlo. No es que lo que él quisiera hubiese realmente importado alguna vez en el esquema de las cosas.
Él bajó la taza y deslizó el brazo detrás de sus hombros para incorporarlo. Estaba tan huesudo como el infierno y pesaba tan poco como su alegre disposición. Él le sostuvo la taza de modo que no la derramara, no es que fuera a importar con el desastre de comida que ya cubría la cama.
Él vació la taza y cayó como si ese pequeño esfuerzo le hubiese drenado.
—Gracias —le dijo, y todavía parecía cuerdo.
Eso lo acojonaba más que sólo un poco.
— ¿Puedo tomar alguna tostada o galleta?
— ¿Quieres comer? —preguntó Minho, incapaz de ocultar la sorpresa.
—Si no es demasiado problema.
¿Problema? ¿Y qué mierda pensaba que había sobre toda la cama? A él eso le parecía un enorme infierno de problemas.
— ¿Vas a lanzármelo o intentar cortarme el pene con el borde de la galleta?
Esta vez fue Kibum el que lo miró como si fuese él el loco.
—Esa no es mi primera elección, no. Prefiero comérmela.
Había llegado un paquete de galletas junto con toda la otra comida. Minho lo encontró bajo un bol de macarrones con queso y limpió la mayoría del desastre con su camiseta, añadiéndolo a la mezcla de comida que ya estaba seca en ella. Rompió el plástico para abrirlo y se lo tendió.
Kibum se estiró por él, pero le temblaba tanto la mano, que Minho lo hizo a un lado.
—Lo haré yo —le dijo, sonando disgustado.
Sacó una galleta salada y se la acercó a la boca. El niño le dio un mordisco, masticó, y sus ojos se cerraron con un dichoso gemido.
—Dios, esto está bueno.
Minho frunció el ceño ante el paquete y lo miró, buscando el ingrediente secreto que le había hecho tan feliz. Fuera lo que fuera, le habría gustado cubrirse él mismo con ello y dejarlo lamerlo…
Sagrado infierno. No iba a ir por ese camino con Kibum. Ni en un millón de años. Ni siquiera si todas las putas sobre la faz de la tierra caían redondas y él no tenía a nadie con quien joder.
Kibum era puro. Precioso. Frágil. Y no era suyo.
Además, no le gustaban los polluelos huesudos. Al menos, creía que no le gustaban. El pene pensaba de forma diferente, pero es que siempre había tenido una mente propia.
— ¿Más? —pidió él.
Minho le alimentó con otro mordisco y le observó comer. Era bastante bonito, aunque se imaginaba que con unos nueve o trece kilos más sería realmente maravilloso. Quedando fuera de su alcance.
Además, incluso si Kibum estuviera fuerte, probablemente todavía sería demasiado frágil para la clase de sexo que le gustaba tener: duro, rápido y a menudo. Infiernos, probablemente era el tipo de chico que querría que después se pegara a él y lo abrazara, también. No podía soportar esa mierda. Él solo quería meterla y sacarla.
La línea de pensamientos hizo que su pene palpitara y los restos de la galleta se convirtieron en polvo en el puño. Él cambió de posición las caderas de modo que no pudiera ver su erección y cogió otra galleta.
Después de comer seis galletas, suspiró como si estuviera lleno.
— ¿Crees que podría convencerte de darme un baño? —Preguntó, mirando las manchas de comida de la ropa—. Estoy hecho un desastre.
— ¿Estás seguro que te mantendrás en pie?
—Lo que sé, es que no dormiré con esta inmundicia toda la noche.
—Sí, lo que digas.
—Si no tienes tiempo, estoy seguro de que Jaejoong me ayudará.
Como el infierno. Este era su trabajo por esta noche y lo estaba haciendo malditamente bien.
—Jaejoong está ocupado.
Kibum le dedicó un ceño herido que le hizo querer besarlo para borrarlo.
Whoa. Realmente estaba perdiendo la cabeza. ¿Desde cuándo quería besar a alguien? Ni siquiera podía soportar besar a la puta que jodía.
Una esperanzada sospecha se iluminó en él y bajó la mirada hacia su anillo otra vez buscando algún tipo de señal. Nada. Ni una jodida cosa.
La esperanza murió con rapidez, que era exactamente como debería ser.




No digas que no te lo advertí.
Jaejoong estaba teniendo serios pensamientos acerca de seducir a Yunho, persuadirlo para que se atreviese a tener sexo con él. Algo en él había cambiado en el momento en que le había dado esa advertencia. Lo veía en sus ojos era un tipo de brillo depredador que encendía las virutas doradas. Incluso su postura había cambiado. Ya no le estaba ofreciendo comodidad. Su agarre sobre él era caliente y duro. Posesivo.

Jaejoong intentó cambiar de posición, solo para que su apretón se hiciera más fuerte. Su grueso brazo le envolvía y le sostenía en el lugar. Tenía la otra mano todavía enterrada en el pelo, sosteniéndolo tan fuerte que casi le lastimaba. Probablemente habría podido escaparse si realmente hubiese puesto la mente en ello, pero no estaba seguro de que su huída pudiera durar. Él emitía con fuerza esa predatoria ansiedad, advirtiéndole de que si huía, iría tras él. Y esas piernas largas y poderosas no tendrían problemas en alcanzarlo.
— ¿Qué estás haciendo? —le preguntó.
Su voz fue baja, así que tuvo que esforzarse en oírle sobre los cantos de los grillos.
—Dándote lo que quieres. El poder para ayudar a Kibum.
—Bueno. Vale. Puedo encargarme de eso.
— ¿Lo que quiera que conlleve? —dijo él, y le acarició la oreja con la boca, sus palabras vertiéndose igual que una oscura seducción.
El estómago de Jaejoong se encogió y se le secó la boca. Asintió.

Él soltó su pelo y movió la mano alrededor de su cuerpo hasta que le rodeó la garganta con los dedos, cubriendo la luceria. Las chispas saltaron de las yemas de los dedos y se hundieron en su interior, resbalando por su cuerpo hasta caer en la tierra. Todo su cuerpo se tensó ante la intensidad, pero Yunho le calmó con pequeños movimientos del pulgar.
—Shhh. Lo detendré si quieres, e iremos a dentro. Podemos intentarlo otro día.
A Kibum no le quedaban muchos días si las cosas no cambiaban.
—Sólo hazlo. Yo puedo con ello.
Él se rió entre dientes y pudo sentir la vibración hasta los dedos de los pies. Este hombre se le subía rápidamente a la cabeza y no estaba seguro como guardarse eso para si mismo.
Su pulgar continuó acariciándolo en una perezosa trayectoria sobre el cuello. Luchó con el impulso de retorcerse, para que de algún modo, él se moviera más abajo.
—Tan valiente en el exterior. Pero yo sé cómo te sientes realmente. Tu corazón está desbocado —le dijo—. Casi pensaría que tienes miedo.
El orgullo se elevó en su interior, haciéndole enderezar la espalda.
—No estoy asustado. Simplemente no sé lo que estás haciendo.
—Sí, lo sabes —dijo bajando la cabeza hacia la de él.
Este no fue un amable y engatusador beso como antes. Este era caliente y exigente, y le robó todo el aire de los pulmones. Él empujó la lengua en su interior y presionó el cuerpo sobre el suyo, obligándolo a separar las piernas para hacerse sitio.
Probablemente debería haberle empujado para que se detuviera, pero no quería, que dios lo ayudara. Quería lo que le daba y más aún.
Un momento después, una ola de energía acometió a través de él y lo dejó temblando a su paso. Sentía el cuerpo como si estuviera en llamas, ardiendo desde el interior hacia fuera. Un hambriento hoyo se asentó en su bajo vientre y necesitaba encontrar la manera de detenerlo. Al no estar acostumbrado a relaciones a largo plazo, Jaejoong conocía la frustración sexual, pero esto iba más allá de cualquiera cosa que hubiese sentido antes. Esto no era un deseo, sino una necesidad, como la de respirar.
No estaba seguro de si quería sentir esta desesperación por alguien, pero no tenía mucha elección. Ya no.
Se apretó a si mismo contra su muslo, intentando encontrar algún tipo de alivio, pero allí no había nada que hacer. Había demasiadas ropas bloqueando la piel. Necesitaba más contacto. Más fricción.
Un áspero quejido se elevó saliendo de si mismo, sobresaltándolo con el frenético sonido de necesidad.
—Eso está bien —murmuró Yunho contra su boca—. Ahora nos vamos acercando.
No sabía exactamente lo que quería decir con eso, pero la verdad es que no le importaba. Le necesitaba desnudo, duro y dentro de él. Ahora mismo.
Jaejoong tiró de su camiseta y oyó el desgarrón de la tela bajo la fuerza de su desesperación. La tela desapareció de su pecho, revelando el tatuaje del árbol que había visto antes, solo que ahora ya no estaba desnudo. Pequeños brotes se habían formado a lo largo de las ramas, haciéndolo parecer casi frondoso.
Pasó el dedo delicadamente sobre ello, distrayendo a su cuerpo del propósito principal.
— ¿Más magia? —preguntó.

—Nada comparado a lo que está almacenado para ti.

Este fic es una adaptación, no es mío, yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO. ORIGINAL: ENCONTRANDO LO PERDIDO  - SHANNON K. BUTCHER. PAREJA PRINCIPAL: YUNJAE

domingo, 10 de noviembre de 2013

CAPÍTULO 12

CAPÍTULO 12

Yunho se encargó de quemar la ropa que él y Minho habían manchado de sangre en sus juramentos a Jaejoong. Mientras la tela se quemaba, él encontró una camisa limpia para cubrir el tentador torso totalmente blanco de Jae.
Cuando regresó a la cocina, Jaejoong había hecho una montaña de comida para Kibum.
—No hay manera de que sea capaz de comer todo esto —le dijo.
—Lo sé, pero se vuelve demasiado loco con ciertas texturas y colores. De esta manera tendrá donde escoger. Además, no me vendría mal una comida y pensé que a todos vosotros, tampoco.
Sus movimientos eran bruscos y torpes, él pudo ver un parche de piel de color rojo intenso donde se había quemado la mano con algo. A través de la luceria, sintió su frustración. Su temor por la vida de Kibum. Su determinación de no dejar a su hermano.
No se atrevió a decirle que iba a estar bien. A menudo la vida le había enseñado lo contrario. Las personas morían cada día. Al final, Kibum, también.
—Quiero tratar de llegar a él —dijo Jaejoong—. De la misma manera que lo hiciste con Hyun Woo.
—Podemos intentarlo —le contestó.
La esperanza iluminó su rostro, pero él levantó la mano antes de que pudiera entusiasmarse.
—No te hagas demasiadas ilusiones.
—La esperanza es lo único que tengo ahora.
—Lo entiendo. Créeme. Pero hay bastantes probabilidades de que no funcione dado que el daño que ocurrió hace tanto tiempo.
—No me importa lo pequeña que sea la posibilidad. Tengo que intentarlo. Sólo dime qué hacer.
—Tienes que aprender a controlar mi poder para que puedas usarlo.
— ¿Cómo puedo hacer eso? —preguntó.
—Práctica. Salgamos fuera, donde no podamos hacer explotar nada y empezar a probar cosas para ver lo que funciona. Con el tiempo, le cogerás el truco.
—Con el tiempo no es suficiente. Voy a tener que esforzarme, hasta que yo sea capaz de hacer lo que sea necesario para salvar a Kibum.
Yunho no iba a dejar que se lastimara, pero la idea de que lo necesitara era un pensamiento embriagador. Si lo necesitaba, se quedaría con él.
—No te haré ningún tipo de promesa, pero haremos lo que podamos.
Jaejoong se volvió y le miró con una especie de frenética desesperación.
—Esto tiene que funcionar, Yunho. Simplemente tiene que hacerlo.
En ese momento, Yunho supo la verdad. Si Kibum moría, Jaejoong lo haría, también. Él nunca sería capaz de perdonarse a sí mismo o dejar ir el dolor y seguir adelante. Los destinos de los dos hermanos estaban unidos. Si Yunho le quería vivo, entonces tenía que encontrar una manera de salvar a Kibum.
Así que eso era lo que él haría. No importa lo que le llevara.



Por la noche Jaejoong siguió a Yunho. La casa estaba situada junto a un lateral de un campo de maíz, escondida detrás de un grupo de altos árboles y espesos matorrales. No podía ver la carretera, o ninguna otra casa desde aquí, pero había un débil resplandor lejano en el cielo que supuso pertenecía a Oshima.
Lo llevó fuera de la casa, hasta el borde del maizal. Su mano era cálida y firme, se aferró a la suya como a un salvavidas. Si esto fallaba…
No podía fallar. Esto tenía que funcionar.
—Entonces, ¿qué hacemos? —preguntó.
—En primer lugar, tienes que conseguir utilizar el poder dentro de mí. Piensa en ello como en una gran piscina llena de energía y que puedes desviar tanto de ella como desees.
— ¿Cómo puedo llegar a ella?
Él deslizó un dedo sobre la banda alrededor de su cuello.
—La luceria nos conecta. —Levantó la mano y le mostró el anillo a juego—. El poder puede fluir a través de ellos, de mi anillo a tu gargantilla.
Jaejoong casi podía ver lo que sucedería, mientras él lo explicaba. Era como si hubiera nacido con el conocimiento instintivo de lo que debía hacer, y ese conocimiento se acabara de despertar en su interior.
—Prueba con algo sencillo al principio. —Señaló un madero que sobresalía del suelo—. Intenta prenderle fuego.
— ¿Cómo?
—Cierra los ojos y relájate.


Jaejoong lo hizo y sintió su cuerpo moverse hasta que él estuvo de pie detrás de él. Su voz era tranquila en la oscuridad, fluyéndo sobre la piel como una brisa. Los grillos cantaban alrededor y un suave viento le susurraba a través del maizal. Podía oler la riqueza de la tierra alzándose desde el cálido suelo, sintiendo el fuerte cuerpo de Yunho apretándose contra la espalda.
Sus manos le acariciaron los brazos en un lento y perezoso ritmo que la calmaba los latidos del corazón. La piel de sus palmas era un poco áspera, totalmente varonil.
—Eso es —le dijo en el oído—. Lo estás haciendo muy bien. Ahora, quiero que te enfoques en la luceria. Siente su peso contra tu piel, su calidez, como mantiene su calor junto a tu cuerpo.
Lo hizo. Podía sentir eso y mucho más. Emitía una sutil vibración, tan débil que no se había percatado antes. Era como si la gargantilla estuviera temblando, a punto de estallar por la energía. La mente de Jaejoong tocó esa energía y como un choque de electricidad, le dio una aguda sacudida. Retrocedió y dejó escapar un pequeño aullido.
Las manos de Yunho se apretaron en sus brazos y la mantuvo en su lugar.
—Es mucho, lo sé. Lo siento, pero no hay otra manera. Probablemente va a doler un poco.
Como perder la virginidad. Lo mejor es simplemente apretar los dientes y acabar de una vez para poder llegar a la mejor parte.
Jaejoong se obligó a llegar hasta el flujo de la energía una vez más. Se preparó para el choque, esta vez no fue tan malo. Aceptó el dolor y dejó que fluyera sobre sí, dejando que le llenara.
—Bien. Ahora vamos por ello. Libera el poder para que puedas quemar el madero.
Jaejoong no estaba muy segura de cómo hacerlo, pero supuso que sería mejor que apuntara correctamente. No deseaba prender fuego a la casa o chamuscarse los dedos del pie.
Miró el madero y se imaginó que era Supermán, enviando un rayo de calor con los ojos. Eso no estaba ni siquiera cerca de lo que pasó. No hubo ningún rayo de luz y el madero no estalló en llamas, pero empezó a humear mientras sentía disiparse el poder en su interior, haciéndolo sentir más ligero.
La victoria se apoderó de él y saltó de la emoción por ello, sólo para encontrarse que caía en el camino, las piernas ya no podían sostenerlo.
Los gruesos brazos de Yunho le agarraran y lo bajaron al suelo.
—Con calma, ahora.
A Jaejoong le daba vueltas la cabeza y sentía el cuerpo diluido, pero a pesar de eso lo había hecho. Había golpeado ligeramente una fuente de poder que podría salvar a Kibum.
Yunho lo tenía en el regazo como si fuera demasiado delicado para acomodarse, lo cual le hizo sonreír. Nunca había conocido a un hombre que le hiciera sentir tan querido como lo hacía él. Había trabajado y desarrollado los músculos porque necesitaba la fuerza para luchar contra los monstruos. De hecho, sería bastante agradable no tener que levantar pesas durante horas cada semana sólo para sentir que tenía una oportunidad para luchar por la supervivencia. Con Yunho y su mortal espada alrededor, tal vez no tendría que hacerlo.
Sólo eran tres días, se recordó. Nada más. No debería emocionarse tanto por cambiar su estilo de vida sólo porque un hombre estuviera hoy alrededor. Eso no significaría casi nada mañana.
Tenía que mantenerse fuerte y seguir presionando. Kibum lo necesitaba.
—Vamos otra vez —dijo Jaejoong.
—Tómate un minuto —contestó él mientras deslizaba el dedo pulgar sobre su brazo.
Su toque se sentía agradable. Quizá demasiado agradable. Estaba casi complacido de sentarse aquí toda la noche y dejar que lo tocara. Lo abrazara.
¿Y quién sostendría a Kibum? Seguro como el infierno que no sería Minho.

—Estoy bien para seguir —le dijo—. ¿Qué es lo próximo?
— ¿Qué tal acerca de enseñarte a ver en la oscuridad?
—Preferiría aprender cómo ayudar a Kibum.
Él sacudió la cabeza.
—Eso es complejo. Va a llevar tiempo.
—Yo no tengo tiempo. Kibum no tiene tiempo. Se está muriendo.
—Lo sé, pero no hay mucho que puedas hacer. No puedes empezar lanzando alrededor la clase de poder que vas a recibir para ayudarlo. Todavía no. Nuestra conexión es demasiado nueva y pequeña. Podrías terminar perjudicándolo.
—Entonces vamos a expandirla.
—No es tan simple. Estas cosas llevan su tiempo.
Estaba ocultándole algo. Podía sentirlo.
—Hay algo que no me estás diciendo. ¿Qué es?
—Estoy protegiéndote.
—No necesito que me protejas. Te necesito para proteger a Kibum.
Le puso la mano en la mejilla, su tacto se sentía tan bien. Correcto. Un zumbido de fuerza fluyó hacia él y quiso más.
—Primero tienes que llegar.
—Entonces enséñame como obtener suficiente poder para ayudarlo. Sin Kibum, no tengo nada.
Apretó la boca en una sombría, lisa línea.
—Es demasiado pronto. No podemos forzarlo.
—A la mierda con eso. Quiero forzarlo.
No podía continuar sentado en su regazo. Tenía que levantarse y poner algo de distancia entre ellos antes de que hiciera algo que lamentaría, como darle un puñetazo por no cooperar.
Yunho le siguió. Sus ojos oscurecidos de un rico, marrón chocolate, como si la idea de ir demasiado rápido, le atrajera.
—No es inteligente. No voy a aceptar el riesgo de que puedas herirte a ti mismo.
—No es tu elección. Voy a hacer lo que sea necesario para ayudar a Kibum. No importa lo peligroso que sea. Si no puedo salvarlo, nada importa. ¿No lo entiendes?
—Lo hago. Más de lo crees.
—Entonces ayúdame.
Yunho dio un paso hacia adelante. Apoyó la palma de la mano contra su pecho, justo debajo de la luceria y exactamente sobre uno de sus pezones.
— ¿Qué estás haciendo? —preguntó.
—Te estoy dando lo que quieres. Más poder.
—Esto parece una manera extraña de…
Una sacudida de caliente energía rasgó a través de él, pasando como un rayo desde donde el anillo se mantenía cerca de su piel con sólo el tejido de la camisa entre ellos. La sacudida no era exactamente dolorosa, pero era un infierno muy cercano.
Jaejoong estaba respirando con dificultad, temblando. Débil. Se sentía como si acabara de correr kilómetro y medio cuesta arriba después de un ataque de gripe estomacal.
— ¿Decías? —preguntó Yunho, con una presumida y amplia sonrisa levantando su voz.
— ¿Fue suficiente? —preguntó él, rezando porque así fuera—. Claro que no me siento más fuerte.
—Difícilmente. Se trata de una mera chispa. Si quieres ayudar a Kibum, vas a necesitar tomar mucho más que eso. Además, tendrás que aprender a canalizarla.
Jaejoong no estaba seguro de cuánto más podría tomar, pero sabía cuánto más necesitaba tomar de él, lo suficiente para recomponer a Kibum.
—Entonces enséñame.
Le miró a los ojos, con una expresión muy seria.
—Asegúrate, Jaejoong.
—Estoy seguro.
—Coloca tu palma en el suelo —dijo Yunho.
Se arrodilló en el suelo y clavó los dedos a través de la hierba seca para poder sentir el camino de tierra. Él se arrodilló a su lado y su mano cubrió la suya en su lugar.
—Ahora, cierra los ojos. ¿Qué sientes?
—Rastrojos. Es cálida. Un poco húmeda. Hay una roca debajo de mi dedo.
—Eso es sólo la superficie. Ve más profundo.
—No puedo tocar nada más profundo.
—Tampoco podrás tocar la mente de Kibum, pero tienes que aprender como sentir el camino en su interior.
Jaejoong tenía sus motivos. No le dijo que había estado fisgoneando en el interior de los pensamientos de los niños perdidos durante años. Todo lo que era capaz de hacer con ellos no funcionaba con Kibum ‑lo había intentado‑ por lo que se obligó a concentrarse. El cuerpo de él estaba caliente y duro contra el suyo. Era más fácil sentir su musculoso muslo rozándolo de lo que era sentir el interior de la tierra, pero seguía intentándolo. Pensó sobre cómo sería estando dentro de la tierra, todo oscuro y pesado, pero sentía que todavía no estaba bien.
—Lo siento. No siento nada.
—Eso es porque lo estás haciendo por tu cuenta. Tienes que usar mi poder. Extráemelo.
—No sé cómo.
—Yo te ayudaré —dijo Yunho.

Ahuecó la mano en la nuca de su cuello y sintió el anillo golpear contra el collar, se adhirieron como un imán. Se inclinó sobre él hasta que pudo sentir su aliento abanicarle la mejilla, puso su mano libre junto a la suya en el suelo. El cuello se calentó bajo la banda y esa calidez se extendió por el brazo y por cada dedo. No era como en la sacudida anterior. Era más suave, o tal vez sólo lo sentía de esa manera porque el poder estaba drenando de él al suelo.
— ¿Puedes sentir el suelo justo debajo de la punta de tus dedos?
Jaejoong asintió. Esa parte fue fácil.
—Debajo de eso hay una capa de roca agrietada. Las raíces de las plantas han excavado su camino a través de pequeñas grietas, absorbiendo el agua que queda atrapada allí cada vez que llueve.
Jaejoong cerró los ojos y trató de ver lo que él describía.
—Unos treinta metros más abajo hay una gruesa capa de piedra. Piedra antigua que ha estado aquí desde antes de que mis abuelos hubieran nacido.
Con cada palabra, el poder que fluía en su interior parecía aumentar. Podía sentirlo expandiéndose para llenar el brazo y que vibraba más rápido con cada segundo que pasaba.
— ¿Lo ves? —preguntó en un susurro.
—Me lo puedo imaginar, pero no puedo verlo.
—No lo estás reteniendo. Mi poder está fluyendo a través de ti, pero no lo estás usando.
—Lo siento, pero no sé lo que estoy haciendo mal.
—Nada. La falta de adecuación es mía, pero puedo arreglarlo. —Tomó una profunda respiración—. No te resistas. Será más fácil si lo aceptas.
No sabía lo que quería decir hasta que sintió una presión dentro del cráneo como si algo intentara abrirse paso en el interior. Los instintos luchaban contra la invasión, pero trató de dejar que sucediera.
—Relájate —le oyó rechinar con un tono de dolor.
Dejó escapar el aire que estaba reteniendo y se instó a aflojar los tensos músculos. No iba a hacerle daño. Yunho nunca le haría daño.
La presión en la cabeza se liberó repentinamente y pudo sentir un trocito de él dentro de la mente.
—Sólo déjame tomar el timón —dijo.
Las palabras le resonaron en la cabeza, así como en los oídos. Era extraño, pero agradable, también. Se sentía rodeado. A salvo.
Jaejoong hizo lo que le pidió y dejó vagar la mente.
Dios, eres hermoso —susurró en sus pensamientos—. Desinteresado. Fuerte. Valiente. Me siento abrumado.
No tenía ni idea de lo que estaba viendo, pero comenzó a sentirse incómodo con la idea de que pudiera mirar en su interior.

—No. No pelees conmigo. Dejaré de fisgonear, te lo juro.
Su presencia en la mente retrocedió y lo sintió mantener su palabra. Jaejoong se relajó de nuevo y le dejó al timón.
— ¿Preparado? —le preguntó.
Lo estaba, pero no tenía que decir las palabras. Él formaba parte de sí mismo y ya lo sabía.
—Aquí vamos.
Sintió otra terrible sacudida, sólo que ésta era menos dolorosa, más como una onda de presión al pasar por él. Sentía los ojos como si hubieran sido empujados desde la cabeza, pero se produjo un extraño zumbido en ellos, también. Tenía los párpados cerrados, pero vio algo enorme que acechaba frente a ella.
La roca.
—Puedo verlo —susurró.
—Bien. Dime lo que ves.
No estaba seguro de qué camino seguir, por lo que bajó más, penetrando en el sendero a través de la sólida roca hasta que llegó a la parte inferior.
—Agua —le dijo—. Hay gran cantidad de agua aquí abajo. Y algo brillante. —O al menos sería brillante si hubiera alguna luz—. ¿Cómo puedo ver sin luz?
—No estás viendo realmente; sin embargo, lo percibes como si estuvieras viéndolo, dado que el estímulo visual es lo que tu mente utiliza para la interpretación.
—Esto es tan tranquilo.
Lo sentía sonreír en la oreja, notando su presencia relucir con calidez dentro de la mente.
—Ahora, quiero que retrocedas hasta que estés cerca de la tierra otra vez, casi en la superficie, pero no del todo.
Poco a poco, Jaejoong hizo lo que le pidió.
—Ahora, ¿sientes todas las semillas en el suelo?
— ¿Sentir las semillas? —Jaejoong escarbó alrededor, tratando de averiguar lo que quería decir, cuando se tropezó con una. Vida. El potencial de vida dentro de la pequeña mancha era increíble. Poderosa y decidida, esperando pacientemente el momento adecuado.
—Eso es todo —dijo en voz baja. —Ahora dile que crezca.
— ¿Qué?
—Dile a la semilla que germine. Trae el agua desde el suelo y convéncela de que crezca.
— ¿Cómo puedo hablar con ella?
—Sólo inténtalo. Te guiaré.
Jaejoong hurgó en la pequeña cosa con la mente, pinchó en ella, como para despertarla. No pasó nada.
—No está funcionando.
—Eso es porque no estás usándome. Saca de mí la fuerza necesaria para hacerle escuchar.
No sabía cómo hacerlo, tampoco, salvo que sentía como si debiera saber.
Un cálido aro de poder brillaba alrededor del cuello, así que fue allí primero. La luceria podría desviar su poder. Eso era lo que le había dicho. Se concentró en el aro y se imaginó conectándole un cable como hizo a su TV. Al principio, no creía que hubiera pasado nada, pero luego sintió otra de esas olas bañándolo.
Dejó escapar un gemido y agradeció a Dios que ya estuviera en el suelo. Le ahorró algo de tiempo, ya que era donde tenía que haber terminado de todos modos. La cabeza le daba vueltas como si alguien la hubiera dado un buen giro al cerebro, pero se había conectado al poder de Yunho y se quedó de esa manera. Podía sentir el enorme océano de fuerza profundamente dentro de él, solo esperando por él.
Y lo quería. Lo ansiaba. Ese océano podría salvar a Kibum y si pudiera haber encontrado una manera, habría drenado cada pedacito de él.
El problema era que no parecía poder llegar a él, o al menos no demasiado.
—No estamos lo suficientemente cerca —le dijo— No estamos unidos de la forma que necesitamos estar para que consigas lo que quieres. Todavía.
Si era una promesa o una advertencia, no estaba seguro, pero lo sentía deslizarse fuera de la mente, dejándolo extrañamente solo de nuevo.
Abrió los ojos para mirarlo y preguntarle qué quería decir, pero no llegó tan lejos. La exuberante y rica alfombra de hierba y flores bajo sus cuerpos lo distrajo. Incluso en la oscuridad, pudo ver los colores vibrantes de las flores silvestres que no habían estado allí unos momentos antes.
— ¿Yo hice eso? —Le preguntó.
—Claro que sí —se puso de pie y puso mucha distancia entre ellos.
— ¿Así que ahora estoy preparado? —preguntó—. ¿Puedo ayudar a Kibum?
—Todavía no, pero pronto.
— ¿Cómo de pronto?
Se encogió de hombros y apartó los ojos.
—Depende.
— ¿De qué?
Él se metió las manos por el revuelto pelo y se alejó. Se trataba de una maniobra evasiva y lo sabía.
Jaejoong lo agarró del hombro y lo hizo girar.
— ¿Depende de qué, Yunho?
—Estamos precipitando cosas. Tenemos que reducir la velocidad.
—No. No hay tiempo. Soy un alumno rápido. Vamos a terminar con esto.
La boca se le retorció como si hubiera probado algo asqueroso.
—Esa no es la manera en que funciona. No puedes simplemente abrirte camino, como explotar a través de una escopeta. Se necesita tiempo.
—Tenemos tres días. ¿Es eso suficiente?
—Probablemente no —dijo mientras se alejaba de nuevo, con los ojos deslizándose hacia la tierra.
— ¿Qué estás ocultándome?
Yunho la miró por encima del hombro y le lanzó una sombría y resignada mirada.
—Lo siento. No te ayudaré a hacer esto. No dejaré que te hagas daño.
La frustración se levantó dentro de sí y le empujó con cólera en él. Tan infantil como era, quería que sufriera tanto como lo hacía, quería que él supiera cómo era tener tan cerca los medios para ayudar a Kibum y a la vez tan lejos.


Jaejoong sintió la frustración y la ira deslizarse a través de su conexión y vio como su cara se oscurecía, mientras él sufría por el remordimiento, con el sentimiento de impotencia que Jae le había obligado a soportar.
Segundos después de que lo hubiera hecho, ya se sentía mal. No era culpa de él que no pudiera hacer esto. Era la suya. Siempre había sido su culpa cuando fallaba.
Instintivamente, se extendió por su mente, con ganas de pedirle perdón, con la esperanza de calmarlo. Le dejó entrar y los ojos se cerraron como si le gustara la sensación de tenerle en su interior.
Jaejoong rozó sus pensamientos. Había tantos sentimientos intensos, tantos, que apenas podía darle sentido a nada. Vio su necesidad de mantenerlo seguro brillando como un faro, sombreando todo lo demás. Esa devoción era humillante y no tenía ni idea de por qué él se preocupaba tanto por su supervivencia. Tenía algo que ver con la energía pulsando dentro de él, pero no podía catalogar lo suficiente el nudo de pensamientos y sentimientos, para averiguarlo.
También había algo más inminente dentro de él. Algo más oscuro que escondía detrás de ese faro. Jaejoong se estiró para alcanzarlo y sintió un atisbo de conocimiento parpadeando, conocimiento que estaba escondiendole.
Curioso, Jaejoong se acercó a él y lo estudió. Sintió a Yunho tratar de empujarle a salir de su mente, pero se afianzó y se negó a marcharse. Necesitaba enterarse que era esta cosa que estaba escondiendo y por qué era tan importante para él mantenerle alejado de ello.
—Eso es suficiente —le oyó decir, pero no le hizo caso.
Jaejoong se protegió los ojos de la resplandeciente luz y tomó el control de los ocultos conocimientos con mano inquebrantable.
Su poder. Él podría tenerlo todo si estuviera lo suficientemente cerca de él. Eso era lo que él había estado ocultando.
—No estás preparado —rechinó a través de los apretados dientes—. Es demasiado pronto.
Confianza, amor, intimidad. Eso era lo que necesitaba tener para fortalecer lo suficiente la conexión para que pudiera salvara a Kibum. No es de extrañar que dijera que llevaría tiempo. Esas cosas no se podían conseguir de la noche a la mañana. Al menos, no todas ellas.
Intimidad. Sexo. Podía compartir eso con él.
Jaejoong sintió otro fuerte impulso en su contra cuando trató de llevarla a la verdad.
—Yo no quiero que te prostituyas de esa manera.
—No es como si yo no lo deseara —dijo, aunque si estaba hablando con voz o la mente, no podría decirlo—. Normalmente no tengo relaciones sexuales con hombres a los que acabo de conocer, pero voy a hacer una excepción contigo. —Por Kibum.
—El sexo y la intimidad no son necesariamente la misma cosa.
—Tal vez no —dijo—, pero sólo hay una manera de averiguar si están lo suficientemente cerca.

Yunho gimió y sintió una ola de deseo elevándose en su interior, eclipsando a ese faro que brillaba intensamente.
—Yo no quiero que sea así entre nosotros. Quería hacer lo correcto esta vez.
—Correcto es todo lo que funciona. —Cualquier cosa por salvar a Kibum.
—Yo no quiero tener sexo contigo porque pienses que salvará a tu hermano —dijo.
—Entonces, no lo hagas por eso. Ten sexo conmigo, porque yo quiero. Porque tú lo deseas, también.
Y para estar seguro de que lo hiciera, anidó el cuerpo contra el de él. Si bien encerrado dentro de su mente, no podía verlo con claridad, pero podía sentir el calor de su cuerpo, sentir sus poderosos músculos temblando mientras luchaba contra sí mismo.
Con una casi violenta fuerza de voluntad, Yunho le empujó fuera de sus pensamientos y aterrizó duramente de regreso al interior del cuerpo. Por un breve momento, el lugar se sentía extraño para él, no se parecía al hogar que siempre había sido. Pero tan pronto como lo sintió, la sensación desapareció y todo volvió a la normalidad.
Yunho, de pie ante él, con las manos cerradas alrededor de sus bíceps. Podía sentir sus brazos temblando como si no pudiera decidir si atraerle más cerca o apartarse de su lado.
Jaejoong no necesitaba ninguna ayuda para decidir lo que quería. Estaba de pie delante de sí, una embriagadora combinación de noble sacrificio y bruta potencia física. Era el tipo de hombre con el que cualquier persona sólo podía soñar, de los que sólo existían en la fantasía y sin embargo él estaba de pie allí delante de él, sólido y real, y con la respuesta a cada una de sus oraciones.
Extendió la mano y entrelazó los dedos alrededor de su cuello. Él dejó caer las manos a los lados y apretó los puños. Tenía sus brazos rígidos e inamovibles, pero Jaejoong no cedió. Se acercó de puntillas y le dio un suave beso en la comisura de su boca.
Él apretó los labios, aunque sintió su abdomen tensarse y supo que estaba luchando contra sí mismo. Lo deseaba.
—Todo lo que tienes que hacer es rendirte. Dame lo que quiero —le susurró.
Yunho apretó los cerrados ojos y aspiró un rápido aliento.
Jaejoong se desplazaba lentamente, besando el camino a lo largo de su angular mandíbula hasta que llegó a su cuello, justo debajo de la oreja. La lengua daba golpecitos, apenas rozando la piel.
—Sé que tú lo deseas, también.
—Lo que deseo no es importante.
Estaba sin aliento y juró que podía oír su decisión debilitarse con cada latido del corazón.
—Es para mí. Sé que tendrás cuidado conmigo.
Jaejoong le cogió el puño entre las manos y le aflojó los dedos. Besó la palma de su mano, luego se instaló la mano sobre el corazón para que sus dedos ahuecaran la redondez del pecho.
—Confío en ti.
Esas tres palabras le quebraron. Sintió que él se desmoronaba y su rostro cambió de una máscara de acerada determinación a un semblante de implacable hambre. Cogió un puñado de su corto pelo y ladeándole la cabeza hacia atrás le obligó a mirarle a los ojos. No había piedad allí. Ya no.
Su voz era un murmullo, casi amenazador en su ferocidad.
—No digas que no te lo advertí.

Jaejoong iba a conseguir lo que quería. Sólo esperaba que fuera suficientemente hombre como para tomarlo.



Este fic es una adaptación, no es mío, yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO. ORIGINAL: ENCONTRANDO LO PERDIDO  - SHANNON K. BUTCHER. PAREJA PRINCIPAL: YUNJAE