miércoles, 23 de octubre de 2013

CAPÍTULO 11


CAPÍTULO 11


— ¿Qué tipo de promesa? —preguntó Jaejoong.

—La promesa de que te quedarás conmigo —le dijo Yunho.

Ese era un voto de duración indefinida, y uno que la ataría a él de por vida. Parte de él sabía que engañarlo estaba mal, pero a la otra no le importaba una mierda. Quería conservarlo. Para siempre. No quería darle la oportunidad de alejarse como lo había hecho Tiffany. No quería volver nunca a esa vida de tormento otra vez.

—No puedo quedarme contigo. Kibum me necesita.

Su rechazo lo inundó con rabia y resentimiento. Quería rugir que también le necesitaba, pero contuvo la lengua. Ahora no era momento para perder la cabeza. Tenía que tener cuidado allí. Precaución. Se había precipitado cuando se había vinculado con Tiffany, no incurriría en la misma equivocación dos veces. Ahora era más viejo. Un hombre adulto con más de tres siglos de madurez para mantenerlo estable.

Más de tres siglos de dolor que le gritaban que lo hiciera funcionar esa vez.

Yunho tomó su mano en las de él y puso un tono paciente y comprensivo.

—Nunca me interpondré en la manera en que cuidas de tu hermano. Ya te dije que te ayudaré a mantenerlo a salvo.

Jaejoong frunció el ceño como si intentara averiguar algo.

—Pero esto es una promesa real, ¿verdad? Puedo sentirlo.

Le presionó la mano contra su pecho.

—Lo que quiera que prometas sucederá, independientemente de si todavía quiero o no mantenerla hasta el final.

Así pues, conocía los riesgos. Él intentó convencerse de que era para mejor, pero falló. Necesitaba que lo liberara. Que lo salvara.

—Entonces prométeme lo que puedas. Dame tanto como puedas y me contentaré. —De alguna manera.

Asintió lentamente e hizo su promesa con cuidadosas palabras.

—De acuerdo. Siempre y cuando no interfiera en la manera de mantener a Kibum a salvo, te prometo quedarme contigo durante tres días.

Tres días. Un mero parpadeo de tiempo para un hombre que había vivido durante siglos. Incluso Tiffany se había quedado con él más tiempo.

Las magníficas visiones de Yunho de un futuro libre de dolor con Jaejoong se convirtieron en polvo. No habría un para siempre para ellos, sólo unos pocos breves días. Quería gritarle que eso no era suficiente, que tenía que retirarlo y darle más, pero era demasiado tarde. El vínculo estaba hecho, el pacto estaba hecho, y Yunho ya podía sentir la promesa haciéndose parte de él, aunque fuera una pequeña parte.

El resentimiento le subió por la garganta, dejando un sabor amargo tras él. Había pasado toda su vida luchando y sufriendo a través del dolor y la soledad de modo que pudiera mantener a los humanos a salvo de los Yokai. Ni una sola vez había evadido los deberes o había intentado evitar las misiones más peligrosas de modo que algún otro ocupase su lugar. Casi había muerto por las heridas o el veneno más veces de las que podía contar, pero esa vez, volvería a las primeras filas tan pronto como fuera capaz, porque lo necesitaban. Y ahora, para sobrevivir, necesitaba un compañero, lo único que siempre había querido para sí mismo. Finalmente había encontrado a otra persona que podía salvarle la vida de modo que podría seguir luchando. Estaba dispuesto a darle todo lo que tenía, incluyendo su vida, y todo lo que él tenía para ofrecerle a cambio eran tres días.



¿Cómo podía hacerle eso? ¿Cómo podía traicionarle tan cruelmente sin darle una oportunidad para demostrar lo mucho que tenía para ofrecer?

¿Podía ser él igual que Tiffany?

—Estás enfadado —le dijo, frunciendo el ceño confundido— ¿Qué he hecho mal?

Yunho calmó sus desenfrenados pensamientos. Ahora podría probablemente ya sentir sus emociones escapándose a través de la conexión de la luceria, su anillo y el collar.

—No has hecho nada malo. Sólo esperaba más tiempo. Eso es todo.

Entrecerró los ojos como si supiera que no le decía toda la verdad.

— ¿No es suficiente?

No lo entendía, pero por otra parte, ¿Cómo podía? No era parte de su mundo. No sabía lo que su voto significaba o cómo afectaba a su vida.

—Estará bien —le tranquilizó.

Al menos era más tiempo del que habría vivido probablemente sin él. Debía haber estado feliz por ello. Pero no lo estaba.

— ¿Entonces qué sucede? ¿Cuándo termine nuestro tiempo? —le preguntó.

—La luceria caerá y serás libre. —Y yo volveré a morir de dolor.

— ¿Eso es todo?

Él eligió entender mal su pregunta. No quería que conociese su debilidad, su poder sobre él, y la culpa que le causaría si descubría la verdad. Se merecía algo mejor que eso.

—Eso es todo lo que estás dispuesto a dar.

— ¿Pero qué sucede si deseo permanecer contigo más tiempo que ese?

Yunho había estado tan ultrajado que no se había parado a considerarlo. La esperanza se alzó otra vez en él. No tenía que morir. Todavía podía salvarle. Todo lo que tenía que hacer era provocar que le amara antes de que se acabara su tiempo.

Entonces le prometería quedarse con él para siempre.

Podía hacerlo. Tenía la habilidad, ahora que estaba conectado con Jaejoong. Podía utilizar la luceria para invadir su mente y susurrarle a su alma que era el único hombre para él. Podía convencerlo de que estaría perdido sin él, y que se habían amado el uno al otro. Funcionaría.

Alzó la barbilla y le miró a los ojos. Quizás debía empezar ahora, mientras todavía no sabía nada de lo que él podía hacer. Le había salvado la vida, también la de Kibum. Ahora confiaba más en él, lo cual iba a hacer más fácil que se deslizara dentro de sus defensas naturales. Para deslizarse dentro de él. Hacer que su cuerpo lo necesitara tanto como su mente. Entonces no tendría más opción que quedarse junto a él.

Parte de ese plan iba a ser fácil. Ya lo deseaba. Todo lo que tenía que hacer ahora era mostrarle cuán bueno podía ser eso entre ellos.

Yunho inundó su nuevo vínculo con el deseo por Jaejoong. No había dejado de desearlo desde que lo había conocido, y era fácil dejar que esos sentimientos se liberaran y se hundieran. Dejándole sentir lo que sentía, esa acuciante necesidad de tocarlo. De saborearlo. De tenerlo desnudo y preparado bajo él, donde podía tenerlo completamente.

Parpadeó por un momento, y gimió. Entonces contempló su boca y como su lengua se deslizaba para mojarse los labios. Oh, sí, definitivamente lo estaba sintiendo ahora.

No había nada que Yunho pudiera haber hecho para evitar besarlo, así que se rindió. Posó la boca sobre la de Jae, uniéndolas juntas como si hubiesen sido hechos para ese único propósito. Él dejó escapar un pequeño jadeo de sorpresa, después se derritió con el beso. Su boca era cálida, suave y flexible y estiró la punta de la lengua para acariciarle el labio inferior.



Las manos de Yunho le cogieron enderezándolo, cerrándose a su espalda. Le sostuvo en el lugar mientras disfrutaba de su boca, acariciando, probando y jugando hasta que él le devolvió cada movimiento de la lengua con uno propio.

En algún lugar de la mente sonaron campanas de advertencia, pero las ignoró. Jaejoong estaba en sus brazos, dispuesto e impaciente, y nada más importaba.

Deslizó las manos por sus hombros desnudos, era todo lo que podía hacer para evitar gruñir de placer. La chispa que había sentido cuando lo había tocado antes se había magnificado hasta hacerse un glorioso y ardiente fuego en las entrañas. El más ligero de sus toques lo encendía, haciéndole desear poder arrancarla la ropa y hundirse en su flexible cuerpo. Jae lo adoraría. Se aseguraría de ello. Besaría cada extensión de su lisa piel, exploraría cada tentador hueco y curva con la lengua. Lo despojaría de cualquier reserva que tuviera con tiernas caricias de las manos y boca. Le quitaría la ropa y adoraría su cuerpo con el suyo hasta que no hubiese ningún lugar entre ellos que no fuera la resbaladiza pasión.

Entonces sería suyo. Totalmente. Completamente. No habría vuelta atrás.

Jae estaba realmente cerca, justo al borde de darle todo lo que quería. No tendría que empujarlo mucho para ello. Su mente estaba abierta, receptiva y débil ahora mismo. Sólo tomaría una pequeña brizna de poder sobre sus pensamientos y estaría de camino a la total devoción.

Su esclavo.

Ese pensamiento lo detuvo en seco. No quería eso para Jae. Esa era la manera en la que trabajaban los Yokai. Obligaban a sus sirvientes humanos, los Ningyo, a amarlos, a trabajar para ellos.

Yunho se alejó de él, tanto en mente como en cuerpo, antes de que hiciera algo irrevocable.

Imperdonable.

Jaejoong intentó atraerle de nuevo, pero estaba demasiado débil y no podía hacer nada, por lo cansado que estaba ahora mismo.

—¿Por qué te detuviste? —le preguntó en una voz llena de deseo.

—No podemos —le dijo en un susurro—. Lo deseo, pero… está mal. No es real.

—¿Qué no es real? —le preguntó. La voz aturdida—. Para mí seguro que se sentía real.

Yunho se apartó un par de pasos, dejando a Jaejoong allí tendido, todo expuesto y sin respiración. Tuvo que apartar la mirada y centrarse en el vacío hogar de la chimenea para recuperar su autodominio.

—Sí. Lo era. —Porque él era un jodido bastardo.

Haciéndolo que fuese real para Jae.

El estómago de Yunho se encogió y tuvo que ajustarse los pantalones y respirar profundamente sin castrarse a sí mismo.

—Lo siento.

— ¿Por qué? —preguntó con voz embriagada—. Estaba justo aquí contigo, listo, anhelante e impaciente.

Los persistentes efectos de los besos eran todavía visibles. Su piel se había calentado, y un precioso sonrojo rosado había cubierto sus mejillas. Sus labios estaban hinchados y separados en invitación, y la desgarbada postura de sus largas piernas hacía que Yunho apretara los puños dolorosamente para impedirse estirarse a por él.

—Lo sé. Ninguno de nosotros estaba pensando correctamente. Kyuhyun y Kibum están a sólo una puerta de distancia.

—Kibum —jadeó como si hubiese olvidado que tenía incluso un hermano—. ¿En qué estaba pensando?

Se cubrió la cara con las manos y dejó escapar un gruñido de frustración.

La urgencia de consolarlo tironeaba de él, pero consiguió mantener las distancias.

—Voy a limpiar ésta sangre antes de que sea un problema. —Se puso de pie, o más bien, esa fue la intención. En cambio, se tambaleó haciendo una mueca cuando la erección se pellizcó dolorosamente contra la cremallera y cojeó hacia la cocina.

—Kyuhyun manipuló la sangre de Kibum como alguna clase de basura tóxica. Me hizo envolver la intravenosa en una toalla mojada para que los monstruos no pudieran olerla y dejarlo todo bajo el chorro del agua.

—Probablemente debí haber tenido más cuidado con la mía, pero no pensaba correctamente.

Lo siguió a la cocina, pero se mantuvo a una prudente distancia. También había una mancha de sangre en su camiseta. Él se la indicó con un movimiento de cabeza.

—Vas a tener que cambiarte. Tengo que quemar esa camiseta, junto con cualquier cosa que tenga sangre de Kibum.

Jaejoong vio la sangre, la miró con horror, y se quitó la camiseta, quedándose con el pecho descubierto. Era precioso, tenía el pecho marcado, pero él era demasiado, no los suficientemente modesto que tendría que ser para evitar que Yunho lo deseara.

— ¿Hay algo limpio por aquí? —preguntó él.

—Al menos uno de los armarios de los dormitorios está lleno de ropa. Coge lo que quieras.

Se volvió para hacerlo, cuando un grito atravesó la pequeña casa. El grito de Kibum.






Jaejoong abrió la puerta del dormitorio de golpe, incapaz de contener el temor por su hermano. Estaba a sólo veinte pasos del dormitorio, pero en ese momento, la mente de Jaejoong fue a través de todas las horribles cosas que Kyuhyun podía haberle hecho. O tal vez no era Kyuhyun después de todo. Quizás los monstruos los habían encontrado a causa de la sangre.

Cuando llegó a la habitación, Kibum estaba fuera de la cama pateando y golpeando a Kyuhyun. Él estaba frente a la ventana abierta, bloqueándole la salida con el cuerpo.

— ¡Él me necesita! —Gritaba Kibum—. Tengo que ir por él.

—Estoy aquí —le dijo Jaejoong, apresurándose a entrar—. Estoy bien.

Los ojos de Kibum se encontraron con los de Jaejoong, pero había poco del hermano que Jaejoong recordaba ahora mismo en su interior. Todo lo que quedaba era la aterradora desesperación por el miedo. Jaejoong le había visto demasiadas veces como para desear que tuviesen algún tipo de tranquilizante con ellos. Esa era la única cosa que había funcionado en el hospital para calmarlo de modo que no se hiriera a sí mismo.

—Tú no —gritó Kibum como si le doliera—. Ren. Le están haciendo daño.

Kibum arañó el cuerpo de Kyuhyun, pero él ni se movió ni intentó evitar su asalto.

Kyuhyun hizo una mueca y miró a Jaejoong.

—No quiero lastimarlo, y si intento detenerlo, lo haré. Tienes que calmarlo.

Kibum gritó con frustración y cogió el marco de un cuadro de la pared. Lo lanzó contra la cara de Kyuhyun. Él se agachó a un lado, pero no lo suficiente. El marco se astilló, el cristal se rompió y algo de eso le golpeó, abriéndole una brecha en la sien.

—Mierda —dijo Yunho desde detrás de él, y corrió al cuarto de baño.

Kibum cogió un trozo del dentado cristal del marco roto. Tenía unos veinticinco centímetros de largo y lo sostenía como un arma que estuviese dispuesta a utilizar. Los brazos estaban temblando por el esfuerzo de sostenerlo, y temblaba como si estuviese a punto de caer.

Jaejoong se adelantó lentamente.

—Kibum, por favor baja el cristal. Te vas a hacer daño.

Los ojos de Kibum estaban salvajes, pero abogaron a Jaejoong para que entendiera.

—Tengo que ir. Ren me necesita.

—Ren se ha ido, bebé. Nadie va a lastimarle nunca más. —Decir las palabras hizo que a Jaejoong se le agarrotara la garganta con la necesidad de gritar y maldecir como Kibum estaba haciendo.

Envidiaba la habilidad de Kibum para dejarse ir y evadirse del mundo. Pero Jaejoong tenía que ser más fuerte. Permanecer controlado. Era el único que quedaba para cuidar de Kibum.

Una delgada lágrima bajó por la mejilla hundida de Kibum, rompiéndole a Jaejoong el corazón.

—Le están haciendo daño ahora. Puedo verlo. Sentirlo. Ayúdalo por favor. Sálvale. —Kibum se quedó mirando hacia la noche—. Está diciendo tu nombre. ¿No puedes oírlo?

Jaejoong cerró los ojos otra vez contra la imagen de su hermano pequeño gritando pidiendo ayuda. Había tenido ocho años, llevaba un pijama rosa, arañando el brazo del monstruo que lo sujetaba. Eso había sucedido de verdad, e incluso aunque fue hace años, era todavía tan horrible y devastador en estos momentos como lo había sido entonces. Jaejoong le había fallado a su hermano y permitió que los monstruos se lo llevaran.

Y ahora iban a matar también a Kibum. Lentamente. Horriblemente.

Jaejoong se tragó el dolor, apretó los dientes para luchar contra las lágrimas, y caminó hacia Kibum.

—Tienes que dejarlo ir. Sé que es duro de aceptar. Me ha llevado años hacerlo yo mismo, pero se ha ido, bebé. Lo busqué durante mucho tiempo —durante años— y nunca lo encontré.

—Yo lo veo.

—No es Ren. Son los monstruos mintiéndote, engañando tu mente. Ren no querría que sufrieras de ésta manera.

Yunho salió del baño con una toalla mojada. Kyuhyun cambió la camiseta que había estrujado contra la herida por la toalla.

—Tengo que marcharme antes de que los conduzca aquí —le dijo a Yunho.

Yunho asintió, pero mantuvo los ojos sobre Kibum y esa improvisada arma.

—Me alimentaré de modo que pueda curarme y volveré lo antes posible.

—Si no vuelves antes de que amanezca, los llevaré al Castillo Matsumoto.

Kyuhyun asintió y se marchó.

—Dame el cristal —lo coaccionó Jaejoong.

Kibum agarró con más fuerza el cristal, su frágil piel solamente a una pulgada de rasgarse con el filo. No podía soportar más heridas. Estaba demasiado débil.




— ¿Qué demonios crees que estás haciendo? —Bramó Minho desde el umbral—. Kyuhyun salió de aquí como si le ardiese el culo. ¿Qué le has hecho? ¿Y por qué demonios no me dejaste mirar?

Jaejoong se volvió para decirle que estaba intentando ayudar a su hermano, pero él no estaba hablando con Jae. Estaba hablándole a Kibum.

Cruzó la distancia a zancadas, apartó a Jaejoong del camino y dijo:

—Dame ese jodido cristal y mueve tu culo a la cama antes de que te vengas abajo.

Kibum ladeó el cuello para mirarle y parpadeó unas pocas veces. Entonces, asombrosamente, le ofreció a Minho el cristal roto.

Él lo cogió y lo lanzó sobre el aparador sin mirar dónde caía, rompiéndose. Estaba demasiado ocupado fulminando a Kibum cuando se movía lentamente hacia la cama. Este se arrastró de nuevo sobre el colchón.

Minho dio un tirón a la manta hasta que ésta le cubrió hasta el cuello, entonces asintió una vez más como si estuviese satisfecho.

Se volvió a Yunho.


— ¿Ni siquiera puedes mantener a una escuálido niño en la cama?

—No es culpa de Yunho —dijo Jaejoong—. Kyuhyun lo estaba vigilando.

—Jodida sanguijuela —gruñó Minho en voz baja.

Jaejoong se sentó sobre la cama y comprobó las manos de Kibum en busca de cortes. Estaba más pálido de lo normal y sudaba, pero parecía que no estaba herido. De hecho, parecía estar nuevamente calmado y ser él mismo.

— ¿Estás bien? —le preguntó Jaejoong.

Kibum asintió. Tenía los ojos rojos de llorar, pero al menos las lágrimas habían dejado de caer.

—No, no está bien —escupió Minho—. Está malditamente delgado. El niño necesita una hamburguesa con queso.

Jaejoong lo fulminó con la mirada. No le importaba lo enorme que fuera, no iba a hablarle de Kibum como si lo conociese.

—Tiene problemas para comer. Regresa al infierno.

Minho rodó los ojos y se sentó en una silla cerca de la ventana.

— ¿Mejor ahora? Estoy al otro lado de la habitación.

Kibum poso sus manos en el pecho de Jaejoong recordándole que no llevaba puesto una camisa.

—Tienes que encontrarlo. Prométeme que lo encontrarás.

Jaejoong reunió lo que le quedaba de paciencia.

—No puedo, bebé. Ren está muerto. Cuando te sientas mejor, te llevaré a ver su tumba de modo que sepas que es verdad.

—Agujero vacío, agujero vacío, agujero vacío. —Esa mirada vacía volvió, y Jaejoong quiso gritar de frustración y rabia.

En vez de eso, apartó el pelo blanco del rostro de Kibum y se obligó a utilizar un tono calmado.

—Intenta dormir algo. Tenemos que irnos pronto, y quiero que intentes comer algo antes de que nos vayamos.

—Sangre no. No la beberé. No puedes obligarme. —Kibum se había ido ahora, sólo permanecía una cáscara vacía de loco terror.

Jaejoong había visto esa mirada suficientes veces para saber que era inútil intentar razonar con él. Sin las drogas que le daban en el hospital, probablemente tampoco sería capaz de dormir. Kibum se estaba consumiendo ante los ojos de Jaejoong y no había nada que pudiera hacer para detenerlo.

La fuerte mano de Yunho le apretó el hombro y el toque de su piel desnuda sobre la suya le ayudó a calmarse. Dándole fuerzas para no perder la esperanza.

—Nada de sangre. Te lo prometo.

— ¿El polluelo piensa que lo estás alimentando con sangre? —preguntó Minho.

—Déjalo —le advirtió Yunho—. No tienes idea de lo que está pasando aquí.

Minho resopló.

—Sé que morirá si no lo alimentas.

La cólera emergió dentro de Jaejoong hasta que no tuvo más opción que dejarlo salir. Se apartó de la cama y se precipitó hacia donde se sentaba Minho.

— ¿Crees que sabes lo que es mejor para Kibum cuando ni siquiera su hermano o un equipo de médicos ha podido ayudarlo? Bien. Cuida tú de él entonces. Aparentemente eres alguna clase de experto.

—Tú lo consientes.

—Está enfermo. Necesita ser consentido.

Minho se irguió en toda su estatura y le miró desde arriba con unos brillantes ojos verdes desprovistos de misericordia.

—Protegido. No consentido.

—Lo estoy protegiendo.

—No de ti mismo.

Jaejoong no podía soportar más su arrogancia.

—Eres un estúpido si crees que sabes que es lo mejor para mi hermano.

—Entonces soy un tonto.

—Bien. Cuida de Kibum ésta noche, pero lo juro por Dios, si lo lastimas, te mataré tan lentamente como un hombre pueda morir. —Eso era una promesa, y sintió la pesada rabia de ésta asentarse en sí mismo.

Se tambaleó y Yunho le cogió, sosteniéndolo.

Minho le dedicó una fría y vacía mirada.

—No deberías hacer promesas que no puedes cumplir. ¿No te lo dijo Yunho cuando te ató?

—Todavía no sabe la forma en que funcionan las cosas en nuestro mundo —dijo Yunho—. Pero eso no importa, porque no vas a lastimar a Kibum, ¿verdad?

Minho se encogió de hombros.

—Supongo que lo veremos.

—No voy a dejarle solo con mi hermano—dijo Jaejoong.

—Claro que lo harás. Tenemos un pacto. Y mientras todos nosotros estemos haciendo esa clase de promesas… —Minho se arrodilló delante de Jaejoong. Sacó su espada y se hizo un corte en el pecho, directamente a través de la camisa—. Mi vida por la tuya.

Gracias a Dios que Yunho todavía le sujetaba por el brazo o se habría caído entonces de culo. El juramento de Minho cayó igual que una pesada manta sobre Jae. Atrapándolo.

— ¿Qué infiernos? —exigió con un carraspeo.

Minho le dedicó otra sonrisa vacía.

—Será mejor que te acostumbres. Tendrás más de ésta mierda una vez que lleguemos a casa.

Yunho le pasó una tranquilizadora mano sobre la espalda.

—No te preocupes por eso. Todo va a estar bien. —Lanzó al pecho de Minho una significativa mirada—. Límpiate.

—Claro que lo haré. Así que los dos podéis ir marchándoos al infierno. El niño loco y yo tenemos trabajo que hacer.

—Él no va a trabajar de ninguna manera —le dijo Jae a Minho mientras él se iba al cuarto de baño colindante.

Jaejoong se movió para seguirlo, listo para golpearle hasta que dejara de ser un gilipollas. Yunho se le puso delante y chocó con su duro cuerpo.

—Déjalo en paz, Jaejoong.

—No puedo. Es mi hermano. Está débil y no puede cuidar de sí mismo.

—Minho no lo lastimará. Y alguien necesita quedarse con él de modo que no intente escapar otra vez a través de la ventana.

—Ese debería ser yo —dijo Jaejoong.

—Le dijiste a él que podía quedarse. Ahora tienes que vivir con ello. Intentar detenerle, sólo va a lastimarte y no puedo dejar que eso suceda.

Kibum se había calmado, pero estaba contemplando el techo, los labios moviéndose una y otra vez en un silencioso cántico. Jaejoong no había sido capaz de hacer nada por él, pero Minho parecía al menos ser capaz de hacer que escuchara. Quizás fuese mejor si dejaba que intentase las cosas a su manera. Nada más había funcionado.

Excepto cuando Yunho le había ayudado anteriormente a conseguir que comiera. Quizás si podía convencerle de que le enseñara cómo hacerlo, podría ayudar a Kibum por sí mismo. Él le dijo que ahora tenía poder, y sabía exactamente cómo quería utilizarlo.

—De acuerdo —dijo Jaejoong, sintiendo un brillo de esperanza.

—Tú sabes lo que le gusta comer —dijo Minho cuando salió del cuarto de baño—. Hazle algo y déjalo fuera de la puerta. Yo conseguiré que coma.

Jaejoong rogó que su confianza no fuera en vano.

—Sólo ten cuidado con él.




Este fic es una adaptación, no es mío, yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO. ORIGINAL: ENCONTRANDO LO PERDIDO  - SHANNON K. BUTCHER. PAREJA PRINCIPAL: YUNJAE