sábado, 28 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 5

CAPÍTULO 5

Jaejoong se sintió como si acabara de quedarse dormido, pero echándole una mirada al reloj vio que lo había hecho durante casi doce horas. Al menos, se sentía mejor. Más fuerte y capaz de hacer todas las cosas que estaban esperándole. Como el niño, que sin duda, sería raptado esta noche. Y si no esta noche, entonces pronto. Los secuestros nunca paraban.
Estaba justo empezando a oscurecer afuera. Los monstruos estaban probablemente preparándose, planeando dónde atacar.
Era hora de trabajar.


Se sentó lentamente, sintiéndose un poco mareado. No estaba seguro de cuánta sangre había tomado Kyuhyun, pero no había comido desde entonces, y estaba bastante seguro de que eso no era bueno para la recuperación del volumen de sangre. Bajó las piernas por el costado de la cama y casi pisó a Yunho. Estaba arrodillado en el suelo entre pilas de ropa sucia, magníficamente con el pecho desnudo y con su espada frente a él. Sus ojos estaban cerrados, pero sentía que no estaba dormido. Su respiración era demasiado profunda y controlada para estar dormido. Parecía como si estuviera meditando.
No queriendo molestarle, cuidadosamente caminó rodeándolo dirigiéndose al baño, tratando de ser silencioso. Estuvo en el servicio durante unos minutos, y cuando salió, aún no se había movido.
Casi había logrado llegar a la puerta cuando los dedos de Yunho le aferraron el tobillo desnudo, justo por encima del calcetín. Ese estremecedor zumbido se deslizó a lo largo de la pierna y la calentó el cuerpo. Dejó salir un ronco gemido, incapaz de retener el revelador sonido.
Dios, su toque se sentía bien. Se quedó allí, absorbiéndolo, dejando que se hundiera hasta los huesos y se convirtiera en parte de sí.  Era más que un simple placer físico, aunque era eso. Era también un sentimiento de satisfacción, de apropiado. Cuando le tocaba, todas las cosas malas de su vida desaparecían durante un momento, dejándole el sentimiento de limpio y contento. Ninguno de sus errores le perseguía aquí. Ninguno de sus miedos. Ninguna de sus penas. Era libre. Feliz.
Sus largos dedos le frotaron el tobillo, deslizándose algunos centímetros por  debajo del dobladillo de los vaqueros. Otro sonido de satisfacción escapó de él, y deseó que moviera esos dedos arrastrándose hasta arriba del todo. Si él podía hacerlo sentir así de bien tocándole el tobillo, sólo podía imaginarse cuánto mejor sería si él se centrara en los lugares más sensibles.
Realmente quería descubrirlo.

—Kyuhyun tenía razón —dijo Yunho en una tranquila y casi reverencial voz—. Sí sientes algo, ¿verdad?
—Sí —la palabra siseó saliendo de él.
Quizás no debería haberle dejado saber la clase de poder que tenía sobre él, pero no le importaba. No ahora. Estaba deseando darle casi cualquier cosa y, la verdad, era fácil de dar.
Él tomó su mano y se elevó de la posición arrodillada. Extrañaba su toque en el tobillo, pero lo perdonó tan pronto como sus dedos la trazaron una gentil línea por la mejilla.
Jaejoong se estremeció e hizo que los ojos marrones de Yunho se oscurecieran con satisfacción. Él se inclinó ante su toque, incapaz de detenerse.
— ¿Qué me estás haciendo?
— ¿Te agrada? —le preguntó sonando complacido, como si ya supiera la respuesta.
Jaejoong observó su boca. Era una bonita boca, se veía suave, con un lleno labio inferior que le hacía desear mordisquearlo.
—Sabes que sí.
—Entonces no me detendré. Cuanto más cerca estemos, más fácil será para ti.
Jaejoong no entendía lo que quería decir. Estaba demasiado ocupado decidiendo si iba a besarlo. Seguro, realmente no lo conocía, y sí, él llevaba una espada y mataba monstruos, pero eso no era parte de la ecuación si decidía besarlo. Era un simple asunto de necesitar ver si él sabía tan bien como lo percibía.
Le enredó las manos en su suave y sedoso cabello y se elevó sobre las puntas de los pies. Él no trató de detenerlo. De hecho, le encontró a mitad de camino.
Los labios tocaron los de él y el resto del mundo cesó de existir. Su boca era suave y firme. Perfecta. No trató de apresurarlo o de meterla la lengua en la boca como tantos hombres hacían. En cambio, le permitió tomarse su tiempo mientras aprendía la sensación de él. Le deslizó fuera la lengua y probó la comisura de su boca.
Yunho dejó salir un bajo gruñido de apreciación y atrajo su cuerpo contra el suyo. Podía sentir los músculos de su pecho y abdominales, tan bellamente definidos. Pero incluso más distracción, era poder sentir su erección a través de los vaqueros, grande, dura y lista por él.


—Esto no puede estar pasando —inhaló —. Nada así de bueno puede ser real.
Él deslizó los dedos bajo la camiseta y los extendió por la desnuda espalda.
—Se siente bastante real para mí.
Lo volvió a besar, succionando su lleno labio inferior en la boca. Sus dedos se tensaron en la espalda, revelando cuánto le gustaba.
Bien, porque no estaba ni de cerca dispuesto a acabar con él. Había una cama a sólo medio metro de distancia y estaba ya deshecha de todos modos. Podía también hacer buen uso de ella.
Jaejoong lo empujó hacia atrás, hasta que sus piernas golpearon el costado de la cama, pero él no se sentó, como esperaba. Era demasiado fuerte y sólido para que lo intimidara a menos que él lo permitiera, y ahora mismo, no lo estaba haciendo.
Se separó de su boca y le miró.
—No estás interesado.
Simplemente decir las palabras casi le hizo gritar. Tenía el cuerpo excitado, resbaladizo y listo para ser tomado.
—Estoy más que interesado. Simplemente no estoy seguro de que esto sea inteligente.
—Claro que no es inteligente. Ni siquiera te conozco. Normalmente no me tiro a extraños.
—Exactamente. Este no eres tú.
Él tenía razón. Quienquiera que estuviera en el asiento del conductor de su cuerpo, no era él. Algo más estaba ocurriendo aquí. Algo loco.
Aún así, tenía el cuerpo excitado y caliente por él, y no creía ser lo suficiente fuerte para apaciguarlo. No, cuando sabía que la sombría realidad estaba allí afuera, esperandole. Esto estaba mucho mejor.
Lo volvió a besar, a probarlo, permitiéndole a él hacer lo mismo. Sus lenguas se entrelazaron, haciéndola marearse. Se dejó caer contra él, pero Yunho le elevó, sosteniendo su peso fácilmente.
Cuando él apartó la boca él estaba respirando dificultosamente.
—Voy a detener esto ahora. Antes de que ya no pueda hacerlo. No quiero asustarte.
Lo sentó sobre la cama, pero no se fue muy lejos, como si estuviera asustado de que él pudiera desmayarse o algo así.
Cuando otra oleada de mareos le atravesó, no pensó que eso fuera tan mala idea. Ese necesitado ofuscamiento estaba desvaneciéndose, pero esta vez no desapareció. No del todo. Los ojos estaban a la altura del impresionante bulto de sus vaqueros, y no había ninguna persona con sangre en la cara allí afuera que no hubiera estado un poco admirado por una vista como esa.
Él lo deseaba, y la prueba de ello le estremecía hasta los pies.
Jaejoong tenía que dejar de mirar. Se dejó caer en la cama y se cubrió los ojos con el antebrazo. El repentino movimiento hizo que la cabeza girara hasta que creyó que podría vomitar.
¿No lo excitaría eso?
Ahora que ya no le estaba tocando, no se sentía tan caliente. De hecho, se sentía más que un poco enfermo. Las articulaciones dolían y los ojos ardían como si estuviera con fiebre. Qué mal. No era momento para estar enfermo.
—Debo tomar un poco de agua o algo. Creo que Kyuhyun pudo haber tomado un poco más que un vaso.
No podía verlo, pero podía prácticamente sentir la vibración de su enfado llenando la habitación.
—No ocurrirá nuevamente.
Jaejoong ondeó la mano.
—Estaré bien. Sólo necesito un poco de zumo y galletas.
—Minho pidió pizza. ¿Estás interesado?
La idea de la comida le agitó el estómago, pero sabía que se sentiría mejor si se las arreglaba para tragar algo.
—La pizza me viene tan bien como cualquier otra cosa. Dame un segundo y estaré listo.
No tomó la mano de Yunho cuando se la ofreció para ayudarlo a levantarse de la cama. Él frunció el ceño, pero podía seguir haciéndolo. Por mucho que disfrutaba con la manera en la que lo hacía sentir, tenía cosas más importantes de las que preocuparse. Igual que él.
Estaba anocheciendo.
El teléfono de Jaejoong sonó y agradeció la distracción. Se levantó de la cama sin ninguna ayuda y descolgó.
—Hola.
—Jaejoong, soy Juniel del Hospital Twin Oaks. Creo que deberías venir aquí inmediatamente —la voz de la mujer era alta y aguda, casi frenética.
Algo terrible había pasado.
Jaejoong enderezó las rodillas para evitar caerse al suelo de miedo. Muchas cosas horribles le destellaron en la mente. Kibum era tan frágil. Podía ser herido tan fácilmente.
— ¿Qué ocurre, Juniel?
—El doctor dijo que no te molestáramos, que se las arreglaría, pero creo que querrías saberlo.
— ¿Saber qué?
Por favor, Dios, permite que Kibum esté bien. Jaejoong no creía que pudiera soportar perder a otro hermano.
—Kibum se ha puesto peor. Mucho peor.
Parte de Jaejoong estaba aliviado de que estuviera aún vivo, aunque el resto estaba hirviendo de furia. ¿Por qué no la habían llamado antes?
— ¿Ocurrió algo?
—No lo sé. Su deterioro parece demasiado repentino —dijo Juniel—. Realmente, creo que deberías venir. Te necesita.



Yunho observaba que el rostro de Jaejoong palidecía. Quienquiera que estuviera al teléfono le había asustado más que unos demonios atacándolo con las garras extendidas y los dientes desnudos. No podía escuchar lo que estaban diciendo al otro lado, pero no tenía que oírlo para saber que era malo.
Acortó la distancia entre ellos, asegurándose de estar lo bastante cerca como para atraparlo si se desmayaba o algo así. Se veía como si estuviera a punto de hacer justamente eso.
—Está bien —dijo—. Estaré allí en veinte minutos.
El teléfono cayó de los dedos de Jaejoong. Se le veía vulnerable. Asustado.
Yunho se movió para poner los brazos a su alrededor, pero se escabulló del toque.
Igual que Tiffany había hecho tantas veces.
No iba a pasar de nuevo. No con Jaejoong.
Él salió de la habitación con él tras los talones, negándose a dejarle alejarse de él.
—Dime qué está ocurriendo —le urgió.
Kyuhyun estaba durmiendo en el sofá y se despertó ante el ruido. Minho estaba viendo lucha profesional y estaba levantando pesas del impresionante mini gimnasio de Jaejoong. Le dirigió a Yunho una mirada interrogativa y Yunho le contestó con un encogimiento de hombros de infiernos‑si‑lo‑sé.
Jaejoong se detuvo en la cocina y comenzó a hurgar entre papeles y correspondencia. Un resplandeciente brillo de lagrimas la llenaba los ojos, pero parpadeó varias veces para limpiárselas.
—Yo, uh, necesito irme. Es una emergencia.
— ¿Qué emergencia?
Los movimientos se volvieron más frenéticos y comenzó a arrojar la correspondencia al suelo como si buscara algo.
—Sólo necesito irme —dijo—. Cierra con llave cuando salgas.
Él estaba temblando. Pálido. Esa confianza, dura como una piedra, que había visto antes había desaparecido ahora, dejándolo viéndose hecho añicos y asustado. Yunho quería atraerlo a los brazos, pero no se atrevía a tocarlo. Tenía que recordar que sólo estaba cooperando con él porque se había ofrecido a pagarle.
—No voy a abandonarte —le dijo.
No creía que estuviera, de ninguna manera, bien para conducir con seguridad. Además, fuera lo que fuera, quería estar allí para él. Sólo en caso de que necesitara ayuda. Él trabajaba gratis.
—Déjame conducir.
—No, gracias. Puedes quedarte aquí si quieres. No me importa. Volveré lo más rápido que pueda —cortó un trozo de rollo de papel de cocina y se frotó los húmedos ojos.
— ¿Puedo hacer algo? —preguntó Minho, viéndose un poco demasiado esperanzado para la tranquilidad mental de Yunho.
— ¿Habéis visto mis llaves?
—No, lo siento.
Sin tener nada más que hacer para ayudarlo, Yunho comenzó a buscar sus llaves también.
—Dime qué está ocurriendo. Quizás pueda ayudar.
—Aprecio el gesto, pero no hay nada que puedas hacer salvo salir de mi camino para que así pueda encontrar mis malditas llaves —su voz quedó atrapada en un sollozo, uno que trató y falló en esconder.
Yunho no pudo soportarlo más. Tenía que consolarlo. Ayudarlo. Algo.
Lo tomó por el brazo y lo giró, y en el segundo en que la palma tocó su piel se vio invadido por sensaciones de placer físico. Inspiró por la fuerza de ello. El cuerpo se estremeció. Cantaba de alegría. Cada célula dentro de él estaba realizando un feliz pequeño baile que lo hacía querer romper a carcajadas. Gran parte de su vida la había pasado con dolor y se había olvidado lo que era vivir sin él.
Los ojos azules de Jaejoong se abrieron de par en par y comenzó a observarlo estupefacto. Las pupilas se dilataron y la mirada descendió a su boca.
Y luego lo golpeó, una oleada de lujuria que chocó contra él y lo recorrió por completo. El cuerpo se endureció tan rápido que dolía, pero incluso ese dolor era una clase de placer. La piel se calentó y la sangre se espesó en las venas. Se le hizo la boca agua por probarlo, y los dedos se tensaron alrededor de su piel, buscando un contacto más cercano.
Los labios de Jaejoong se abrieron al tiempo que aspiraba un sobresaltado aliento y él supo que tenía que besarlo. Iba a forzarlo a abrir la boca y que le dejara probarlo, y no iba a detenerse allí. Iba a acostarlo en el suelo e iba a probar cada pulgada de suave piel, cada dulce hueco y curva. Iba a desnudarlo y hacerlo suyo en la más básica y primitiva de las maneras que conocía.



Mío, gritaba su alma, y sabía que si se movía incluso un centímetro hacía sus labios, estaría perdido, incapaz de detenerse sin importar lo que él quisiera, sin importar qué emergencia tenía que enfrentar. Nada más en la vida de Jaejoong podría, posiblemente, ser más importante que su necesidad por él.
Y esa verdad penetró en él como agua helada, extinguiendo su lujuria hasta que sólo quedó una pila de cenizas de deseo.
Con cuidadosos movimientos, Yunho soltó el agarre sobre Jaejoong y apartó la mano. Perder el contacto con él lo dejó ardiendo y con picazón por todas partes, pero él se regocijaba en ese dolor. Significaba que había esperanza, esperanza de que Jaejoong fuera la pareja que pudiera salvarlo.
Ahora Yunho era el que estaba temblando.
Jaejoong frotó las manos sobre el lugar donde él la había sostenido por los hombros y lo miró con una mezcla de confusión y temor.
—Nunca más —le dijo—. Nunca vuelvas a tocarme.
Jodidamente imposible, pero mantuvo la boca prudentemente cerrada y continuó con la búsqueda de las llaves. Las encontró escondidas debajo de la tapa de una caja abierta de pizza y las ondeó delante de él.
—No estás bien como para conducir. Al menos, déjame llevarte a donde sea que te dirijas.
Él vaciló y él pudo sentir su indecisión, así que utilizó la última munición.
—Sea lo que sea, no podrás arreglarlo si te estrellas en el camino.
Cuando sus hombros se derrumbaron, supo que había ganado.

—Bien —dijo—. Pero si no conduces lo suficientemente rápido, te tiraré de mi camioneta.


Este fic es una adaptación, no es mío, yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO. ORIGINAL: ENCONTRANDO LO PERDIDO  - SHANNON K. BUTCHER. PAREJA PRINCIPAL: YUNJAE

martes, 24 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 4

CAPÍTULO 4


Zillah odiaba ser convocado por un niño, pero le siguió el juego, porque le convenía.
Mi señora —saludó a Amber haciendo una leve reverencia, suficiente para calmar su ego—. ¿En qué puedo servirle?


El pálido cabello de Amber resplandecía en contraste con el resto de su entorno. Todo en sus aposentos personales era de un profundo y rico rojo, el color de la sangre fresca. Cortinas de terciopelo revestían la cámara y una espesa y mullida alfombra sobre el suelo ayudaba a silenciar el sonido de su voz para que no hiciera eco en las paredes de la cueva. Sentía claustrofobia aquí, aunque ninguna de las habitaciones más pequeñas parecía tener efecto sobre él. Extraño.
Tal vez era la compañía lo que encontraba tan asfixiante.
Su pequeña y redondeada cara adoptó un aire despectivo con ira hacia él.
—Él lo ha hecho de nuevo —dijo Amber.
Zillah resistió el impulso de zarandear a la chica. La necesitaban demasiado como para matarla justo ahora. Sería pronto, pero no todavía.
— ¿Quién ha hecho qué? —preguntó con un tono paciente, como si él no tuviera un centenar de asuntos más apremiantes que exigían su atención.
Sus rizos se agitaron furiosamente cuando ella se giró sobre sus talones.
— Kim Jaejoong. Robó al niño que necesitaba antes incluso de que tuviéramos la oportunidad de traerlo aquí y saber si era el adecuado.
—Encontraremos a otro —la tranquilizó Zillah—. No debe alterarse.
— ¿Alterarme? —preguntó, aparentemente con la voz tranquila.
Amber caminó hacia él y aunque sólo pesaba casi tanto como su pierna, a pesar de eso, ella le aterrorizaba. Había algo dentro de esos negros ojos que le hizo sentir frío. Miedo. No importaba que gobernara un ejército de miles de personas. No importaba que ejerciera más poder que todos los desatados Amaterasu combinados. Ni siquiera importaba que ella fuera una pequeña cosa que podía romper con un descuidado gesto de la mano.
Amber era poderosa de una forma que no podía comenzar a entender. Ella sabía… cosas. Podría destruirlo, con nada más y nada menos que el esfuerzo de sonarse su delicada nariz y él ni siquiera lo vería venir.
Por todo lo que él sabía, ella ya le había sellado el destino.
—No tenía intención de darle poca importancia a su sufrimiento, mi señora. Sólo quería decir que todo estará bien. Vamos a encontrar a otro niño.
—No con su linaje. No ha habido un niño humano tan fuerte como él nacido en dos siglos. Necesitamos esa fuerza si queremos tener éxito.
—Todavía hay tiempo. La chica sólo tiene catorce años.
—Por eso es por lo que quería al niño ahora. Aún estamos a tiempo de alterarlo para ser apropiado para ella —dijo como si él fuera el niño.
Zillah resistió la tentación de abofetearla, y mantuvo su voz firme.
— ¿Debo enviar a otra unidad para recuperarlo?
—No. Este hombre es el único que debe ser detenido. Jaejoong. Es el único que sigue robando mis juguetes. Quiero matarlo.
—Por supuesto, mi señora. Será como usted desee. Voy a enviar tropas inmediatamente —Zillah hizo una pequeña reverencia, despidiéndose a sí mismo, más que listo para estar lejos de su compañía.
Su táctica para irse no surtió efecto. Los ojos de Amber tenían esa vidriada mirada, lo que significaba que estaba teniendo una visión.
El momento era inconveniente, pero no tenía más remedio que quedarse y enterarse qué estaba viendo ella. Estas visiones era la única razón para soportar pacientemente su petulancia. La única razón de que no hubiera alimentado a sus mascotas con ella.
Ella se desplomó en el suelo, pero Zillah no se atrevió a ayudarla. Nadie tocaba a Amber. Nunca. Ella se levantó, jadeando y temblándole todo el cuerpo. Si él hubiera tenido algún instinto paternal, le habría estado retumbando en los oídos en este momento. Pero no lo tenía. Preferiría verla morir que prestarle ayuda. Desde que había venido aquí, cada criatura que la había tocado moría a los pocos días, gritando en agonía.
Si no hubiera sido tan frágil, hubiera sido un arma formidable contra los Caballeros de la Luz. Enviándola, dejándola interpretar el papel de niña y abrazándolos a todos. Un complejo entero podría ser destruido en cuestión de días.
— ¿Qué habéis visto? —preguntó él, ansioso por saber y escapar de su presencia.
Amber estaba pálida, y si no hubiera sabido que ella era incapaz de ello, habría pensado que parecía asustada.
—Olvida al chico. Hay otro al que debemos encontrar y traer aquí.
— ¿Otro? ¿Quién?
—No quién. Qué.
— ¿Qué, entonces?
Se apartó los rizos lejos de la cara de muñeca.
—Cebo. Cebo irresistible.
—No lo entiendo —dijo él.
—Lo sé —respondió Amber con torpe y discordante desprecio en la voz de niña—. Nunca lo haces.


Tan pronto como Kyuhyun estuvo seguro de que Yunho estaba ocupado con Jaejoong, llamó a Siwon, el líder de los Susano's.


—Sí —respondió Siwon.
— ¿Puedes hablar?
—Sí.
—Hyun Woo fue secuestrado por los Yokai anoche.
—Lo siento, Kyuhyun. Sé que era uno de tus éxitos más recientes. Debes estar desolado. ¿Has encontrado el cuerpo?
—Lo tenemos con vida.
Un atónito silencio llenó la línea.
— ¿Cómo?
—Un hombre llamado Kim Jaejoong. Busca hasta dar con niños perdidos. Lo encontró.
— ¿Dónde está ahora?
—Con sus padres.
— ¿Y el hombre? —preguntó Siwon.
—Estoy en su apartamento. Con Yunho. Creo que es su pareja.
— ¿Otra pareja? —Dijo Siwon con temor—. ¿De dónde viene?
—Todavía estoy trabajando en eso. Su educación fue bastante normal, pero es fuerte. Tal vez incluso tan fuerte como Donghae.
— ¿Puedes localizar a sus padres?
—Su madre ha muerto. No creo que sepa mucho acerca de su padre. No fui capaz de buscar demasiado profundamente en su mente, con dos Amaterasu de pie haciendo guardia sobre él. Tal vez si puedo sorprenderlo solo.
— ¿Puedes llevarlo al Castillo Matsumoto?
—Sí. Esta noche. Victoria le ha ordenado a Yunho que se la presente.
—Bien —dijo Siwon—. Mientras tanto, averigua lo que puedas sobre Hyun Woo. Voy a visitar a sus padres y a consolarlos. No queremos que se preocupen de que esto vaya a suceder con el niño que están esperando.
— ¿Ella está embarazada de nuevo?
—Sí, pero no lo sabe todavía. Vamos a dejar que lo descubran por sí mismos. Nuestra intervención será menos evidente de esta manera.
Otro éxito. Kyuhyun no podía creer que su plan estuviera funcionando. Tal vez había merecido la pena todo el sufrimiento y el hambre que habían pasado.
—Se tendrán que mudar, para estar seguros.
—Yo me ocuparé de ello. Voy a ver si puedo convencer a alguno de los Tsukuyomis para vigilar a la familia, también.
Esa idea aprisionó el pecho de Kyuhyun.
— ¿Por qué? ¿Crees que los Tsukuyomis estarán de acuerdo?
Hubo una larga pausa, como si Siwon estuviera decidiendo qué decir. O si no decir nada.
—Tal vez. He estado... negociando con ellos. Esto va bien.
El shock congeló el cuerpo de Kyuhyun. Ninguno de su especie había tenido tratos con los Tsukuyomis desde que los Amaterasu les declararon la guerra. Eran una raza violenta, orgullosa y mortal de cambia formas que hacía tiempo que habían dado la espalda a los humanos. Ellos se protegían y se mantenían a sí mismos.
—¿Y si los Amaterasu averiguan que estamos tratando con los Tsukuyomis? No les gustará saber que nos hemos aliado con sus enemigos.
—Es por eso que nunca lo sabrán. Esta guerra es ridícula, de todos modos. Me niego a tomar partido.
—Ya lo hicimos. Elegimos el bando de los Amaterasu.
—Sólo porque su sangre era más pura. No porque ellos tuvieran razón.
Algo en lo que dijo Siwon disparó una alarma en la mente de Kyuhyun.
—Dijiste que las negociaciones iban bien. ¿Qué posible oferta podrías hacer a los Tsukuyomis?
—Quieren participar en el proyecto E.L.F.
— ¿Les hablaste sobre eso? ¿Estás loco?
—No se lo dirán a los Amaterasu. Están más interesados en mantener nuestros secretos. A ellos les hace tanta falta reforzar su linaje como a nosotros. Sus poderes prácticamente han desaparecido.
—Pensé que eso era lo que querían. Detener la lucha contra los Yokai y sentarse a vivir como los humanos.
—Entre ellos ha habido un cambio en el gobierno. Kim Min Seok ha llegado al poder y ha exigido a su pueblo regresar a las viejas costumbres o abandonar la manada.
—Él era sólo un niño cuando lo vi por última vez.
—Las cosas han cambiado. Para mejor.
Kyuhyun no estaba tan seguro, pero no tenía otra opción que confiar en el liderazgo de Siwon, hasta que pudiera averiguar la verdad por sí mismo. Además, ya era demasiado tarde. Los Tsukuyomis ya sabían demasiado, y no eran fáciles de matar.
—Ten cuidado —advirtió Kyuhyun—. Hay demasiado en juego como para arriesgar tantos años de esfuerzo.
—Siempre tengo cuidado —Siwon parecía cansado. Débil.
—Tendré sangre para compartir cuando regrese —dijo Kyuhyun.
Prefería mantener toda la fuerza que Jaejoong le había dado para sí mismo, pero no podía ser tan egoísta. La supervivencia de su raza le exigía que no lo fuera. Las cosas cambiarían pronto para su pueblo. El Proyecto E.L.F. se encargaría de eso.
—Gracias, hermano. Es penosamente esencial.
Kyuhyun oyó los pesados pasos de Minho venir por el corredor hacia el apartamento de Jaejoong.
—Tengo que irme.
Colgó el teléfono justo antes de que Minho entrara llevando dos grandes bolsas de comida. Le lanzó a Kyuhyun una sospechosa mirada, como si supiera sobre la conversación que acababa de tener. Por otra parte, Minho siempre parecía desconfiado.
— ¿Qué has estado haciendo, sanguijuela?
Kyuhyun odiaba el término despectivo, pero se negó a dar evidencia de ello.
—Sólo descansando. Siempre me siento débil cuando el sol está levantado.
—Sí, claro. Doy fe de ello.
— ¿Qué trajiste?
—Desayuno. Mucho. Espero que tengas hambre.
—Siempre —dijo Kyuhyun.



Minho no estaba seguro de cuánto tiempo más podía esperar a que la mujer apareciera. Se había quedado con Kyuhyun maldiciendo siempre que caía adormecido, y Minho no quería que el chupasangre supiera cómo de grave estaba. Nadie podía saberlo.
Se apoyó en la puerta del apartamento de Jaejoong, donde había estado esperando durante los últimos veinte minutos. La madera fresca le alivió el ardor en la piel, pero no hizo nada por el resto de él. El dolor pulsaba en su interior, creciendo cada vez más con cada latido del corazón. Las chispas de energía en el aire, lo encontraron y lo bombardearon, haciéndole desear gritar. No podía recibir más poder. Tenía que desviar alguno. Correcto. Ahora. Minho estaba bastante seguro de que hoy era el día en el que iba a morir. Y si no lo era, estaba totalmente seguro de que no quería saber cuánto peor podía herirse.
Si sólo hubiera sido capaz de conseguir más combates en los últimos días, habría purgado parte del poder de esa manera. O al menos, no añadirlos a la gigante piscina de energía que amenazaba con destruirlo en un sangriento caos. Pero no había sido capaz de luchar hasta la noche anterior. Habían gastado demasiados días conduciendo de aquí para allá en busca de Jaejoong para que Yunho pudiera sentirse mejor.
Maldito pensamiento.
Por supuesto, si Jaejoong hubiera sido la pareja de Minho, hubiera merecido la pena. Él daba por hecho que cuando su alma comenzara a morir, no sentiría esperanza alguna. Gracioso lo equivocado que había estado. No estaba seguro de si todavía podía ser salvado o no, pero sabía qué era lo que quería: poner fin a su sufrimiento, de una manera u otra.
En el fondo de la mente de Minho, seguía sufriendo por el hecho de que no sentía conexión alguna con Jaejoong.
Una vez más, su alma había comenzado a morir hacía meses, y era cada vez más difícil sentir nada. Era uno de los de la Banda de los Áridos, el grupo secreto de Amaterasu que ya no llevaba las hojas en sus marcas de vida. Sus almas estaban muertas, pero se ayudaban unos a otros a esconderlo de los otros Caballeros de la Luz, fingiendo ser normales. Si algún otro Caballero de la Luz lo supiera, serían marginados. O peor aún, enviados a los Tsukuyomis.
Minho se apretó la palma de la mano contra el pecho, donde la presión era peor. La Banda era un tipo de grupo de sólo‑con‑invitación, pero uno de los hermanos lo había reclutado a tiempo para frenar la caída de su última hoja. Ahora colgaba medio caída en la piel, moviéndose demasiado lentamente para que el ojo lo viera. Los otros hombres decían que la desaceleración de la caída le ayudaría a aferrarse a sus principios. O al menos lo suficiente como para pretender engañar al resto de Caballeros de la Luz.
Minho no estaba convencido de que estuviera funcionando. Todavía estaba empeorando día a día. Otra ola de presión explotó dentro de él, casi rasgándole en trozos. Se deslizó hasta el suelo y se arrastró a sí mismo en una apretada pelota, con la esperanza de mantener las tripas sin vomitar el ombligo. Un grito de dolor crecía dentro de él, pero había aprendido hacía mucho tiempo a no hacer ruido. Nadie fuera de la Banda de los Áridos podía saber que estaba perdido, que ya no pertenecía a ellos.
Un suave golpe en la puerta hizo le eco en los oídos como su salvación. Ella finalmente estaba aquí. Minho encontró la fuerza para darse empuje a ponerse de pie y abrir la puerta. La mujer al otro lado parecía ser cuarentona, pero probablemente era una década más joven. Tenía pelo rubio rizado, y el maquillaje de anoche todavía rodeaba sus apagados ojos marrones. No era bonita, pero llevaba puesta una corta falda y eso era suficiente para él.
—Soy Hwang Bo —dijo con una falsa sonrisa.
Minho tiró de ella al interior del apartamento y cerró la puerta.
—No importa —dijo él rechinando los dientes.
Su voz era áspera, con dolor, pero no importaba, tampoco.
No había verdadera privacidad en el pequeño apartamento, por lo que llevó a Hwang Bo a la cocina, que era tan adecuada como lo que él podía conseguir. Kyuhyun estaba aletargado en el sofá, no muy lejos, pero normalmente los Susano dormían como los muertos durante el día.
—Bueno, ¿no eres del tipo conversador? —dijo Hwang Bo.
— ¿Cuánto? —exigió él.
—Depende de lo que quieras.
—Joderte. ¿Cuánto?
—Cien para una jodida auténtica. Las perversiones te costarán un extra.
Minho sacó algunos billetes de la cartera y se los lanzó a ella. No estaba seguro de cuánto había, pero era más que suficiente, basándose en la manera en la que sus apagados ojos se iluminaron.
—Cuidaré bien de ti, querido —ronroneó.
Minho no podía esperar mucho más. Debía tener algún tipo de liberación para toda la presión rechinando en su interior. El sexo funcionaba mejor que cualquier cosa además de exterminar demonios Yokai. La agarró de las caderas y le dio la vuelta, de espaldas a él. Realmente no quería mirarla mientras la utilizaba, aunque no estaba seguro de por qué le importaba.
Ella se agarró del mostrador para no caerse, diciéndole que estaba siendo un poco rudo. Así la jodería. Era una profesional. Podía soportarlo.
Minho empujó su corta falda y bajó sus bragas con una mano mientras se liberaba la polla con la otra. Olía a drogas y a desesperación, lo que le habría molestado en algún momento de su vida. Ya no. Ahora, simplemente le importaba que no lo jodieran.
—Cálmate, muchachote. Debes protegerte primero —Hwang Bo sujetó un condón por encima del hombro.
Minho aborreció la interrupción. El dolor estaba golpeándole sólidamente para follarla duro y rápido, pero sabía por experiencia que ponerse la cosa era la manera más rápida de conseguir lo que quería. No quería que gritara y despertara a Kyuhyun o Yunho.
Se cubrió y usó una mano para forzar sus hombros hasta el mostrador de la cocina. Ella lanzó un gruñido, pero no se quejó. Minho metió la polla dentro de ella y se puso a trabajar. Ella empezó a hacer ruiditos como si lo estuviera disfrutando.
—Cierra la maldita boca —le gruñó a ella.
Hwang Bo lo hizo.
A Minho no le llevó mucho tiempo. Unos cuarenta y cinco segundos. Eyaculó sin hacer un sonido, pero Hwang Bo era un profesional y sabía cuando un hombre había terminado.
Ella se enderezó, pero Minho empujó su espalda hacia abajo.
—No he terminado todavía.
—Odio discutir, pero sentí que…
—Dame otra goma o lo haré a pelo.
Hwang Bo enganchó otro condón de su sujetador y se lo entregó. Minho se quitó el usado y lo arrojó a la basura antes de colocarse uno limpio.
La prostituta intentó moverse, pero Minho la mantenía las caderas clavadas. Todavía estaba duro, palpitante, como si no hubiera tenido una mujer en un año. El orgasmo no había hecho mucho, pero al menos no sentía como si el cuerpo fuera a destrozársele más.

Tal vez, las próximas tres o cuatro veces le harían sentirse normal de nuevo. Al menos por un corto tiempo. 


Su alma está llorando pero él no lo nota. Ya no siente nada. Sólo dolor.

Este fic es una adaptación, no es mío, yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO. ORIGINAL: ENCONTRANDO LO PERDIDO - SHANNON K. BUTCHER
PAREJA PRINCIPAL: YUNJAE