CAPÍTULO 12
Yunho se encargó de quemar la ropa que él y
Minho habían manchado de sangre en sus juramentos a Jaejoong. Mientras la tela
se quemaba, él encontró una camisa limpia para cubrir el tentador torso
totalmente blanco de Jae.
Cuando regresó a la cocina, Jaejoong
había hecho una montaña de comida para Kibum.
—No hay manera de que sea capaz de
comer todo esto —le dijo.
—Lo sé, pero se vuelve demasiado loco
con ciertas texturas y colores. De esta manera tendrá donde escoger. Además, no
me vendría mal una comida y pensé que a todos vosotros, tampoco.
Sus movimientos eran bruscos y torpes,
él pudo ver un parche de piel de color rojo intenso donde se había quemado la
mano con algo. A través de la luceria, sintió su frustración. Su temor por la
vida de Kibum. Su determinación de no dejar a su hermano.
No se atrevió a decirle que iba a
estar bien. A menudo la vida le había enseñado lo contrario. Las personas
morían cada día. Al final, Kibum, también.
—Quiero tratar de llegar a él —dijo Jaejoong—.
De la misma manera que lo hiciste con Hyun Woo.
—Podemos intentarlo —le contestó.
La esperanza iluminó su rostro, pero
él levantó la mano antes de que pudiera entusiasmarse.
—No te hagas demasiadas ilusiones.
—La esperanza es lo único que tengo ahora.
—Lo entiendo. Créeme. Pero hay
bastantes probabilidades de que no funcione dado que el daño que ocurrió hace
tanto tiempo.
—No me importa lo pequeña que sea la
posibilidad. Tengo que intentarlo. Sólo dime qué hacer.
—Tienes que aprender a controlar mi
poder para que puedas usarlo.
— ¿Cómo puedo hacer eso? —preguntó.
—Práctica. Salgamos fuera, donde no
podamos hacer explotar nada y empezar a probar cosas para ver lo que funciona.
Con el tiempo, le cogerás el truco.
—Con el tiempo no es suficiente. Voy a
tener que esforzarme, hasta que yo sea capaz de hacer lo que sea necesario para
salvar a Kibum.
Yunho no iba a dejar que se lastimara,
pero la idea de que lo necesitara era un pensamiento embriagador. Si lo
necesitaba, se quedaría con él.
—No te haré ningún tipo de promesa,
pero haremos lo que podamos.
Jaejoong se volvió y le miró con una
especie de frenética desesperación.
—Esto tiene que funcionar, Yunho.
Simplemente tiene que hacerlo.
En ese momento, Yunho supo la verdad.
Si Kibum moría, Jaejoong lo haría, también. Él nunca sería capaz de perdonarse
a sí mismo o dejar ir el dolor y seguir adelante. Los destinos de los dos hermanos
estaban unidos. Si Yunho le quería vivo, entonces tenía que encontrar una
manera de salvar a Kibum.
Así que eso era lo que él haría. No
importa lo que le llevara.
Por la noche Jaejoong siguió a Yunho.
La casa estaba situada junto a un lateral de un campo de maíz, escondida detrás
de un grupo de altos árboles y espesos matorrales. No podía ver la carretera, o
ninguna otra casa desde aquí, pero había un débil resplandor lejano en el cielo
que supuso pertenecía a Oshima.
Lo llevó fuera de la casa, hasta el
borde del maizal. Su mano era cálida y firme, se aferró a la suya como a un
salvavidas. Si esto fallaba…
No podía fallar. Esto tenía que
funcionar.
—Entonces, ¿qué hacemos? —preguntó.
—En primer lugar, tienes que conseguir
utilizar el poder dentro de mí. Piensa en ello como en una gran piscina llena
de energía y que puedes desviar tanto de ella como desees.
— ¿Cómo puedo llegar a ella?
Él deslizó un dedo sobre la banda
alrededor de su cuello.
—La luceria nos conecta. —Levantó la
mano y le mostró el anillo a juego—. El poder puede fluir a través de ellos, de
mi anillo a tu gargantilla.
Jaejoong casi podía ver lo que
sucedería, mientras él lo explicaba. Era como si hubiera nacido con el
conocimiento instintivo de lo que debía hacer, y ese conocimiento se acabara de
despertar en su interior.
—Prueba con algo sencillo al
principio. —Señaló un madero que sobresalía del suelo—. Intenta prenderle
fuego.
— ¿Cómo?
—Cierra los ojos y relájate.
Jaejoong lo hizo y sintió su cuerpo
moverse hasta que él estuvo de pie detrás de él. Su voz era tranquila en la
oscuridad, fluyéndo sobre la piel como una brisa. Los grillos cantaban
alrededor y un suave viento le susurraba a través del maizal. Podía oler la
riqueza de la tierra alzándose desde el cálido suelo, sintiendo el fuerte
cuerpo de Yunho apretándose contra la espalda.
Sus manos le acariciaron los brazos en
un lento y perezoso ritmo que la calmaba los latidos del corazón. La piel de
sus palmas era un poco áspera, totalmente varonil.
—Eso es —le dijo en el oído—. Lo estás
haciendo muy bien. Ahora, quiero que te enfoques en la luceria. Siente su peso
contra tu piel, su calidez, como mantiene su calor junto a tu cuerpo.
Lo hizo. Podía sentir eso y mucho más.
Emitía una sutil vibración, tan débil que no se había percatado antes. Era como
si la gargantilla estuviera temblando, a punto de estallar por la energía. La
mente de Jaejoong tocó esa energía y como un choque de electricidad, le dio una
aguda sacudida. Retrocedió y dejó escapar un pequeño aullido.
Las manos de Yunho se apretaron en sus
brazos y la mantuvo en su lugar.
—Es mucho, lo sé. Lo siento, pero no
hay otra manera. Probablemente va a doler un poco.
Como perder la virginidad. Lo mejor es
simplemente apretar los dientes y acabar de una vez para poder llegar a la
mejor parte.
Jaejoong se obligó a llegar hasta el
flujo de la energía una vez más. Se preparó para el choque, esta vez no fue tan
malo. Aceptó el dolor y dejó que fluyera sobre sí, dejando que le llenara.
—Bien. Ahora vamos por ello. Libera el
poder para que puedas quemar el madero.
Jaejoong no estaba muy segura de cómo
hacerlo, pero supuso que sería mejor que apuntara correctamente. No deseaba
prender fuego a la casa o chamuscarse los dedos del pie.
Miró el madero y se imaginó que era Supermán,
enviando un rayo de calor con los ojos. Eso no estaba ni siquiera cerca de lo
que pasó. No hubo ningún rayo de luz y el madero no estalló en llamas, pero
empezó a humear mientras sentía disiparse el poder en su interior, haciéndolo
sentir más ligero.
La victoria se apoderó de él y saltó
de la emoción por ello, sólo para encontrarse que caía en el camino, las
piernas ya no podían sostenerlo.
Los gruesos brazos de Yunho le
agarraran y lo bajaron al suelo.
—Con calma, ahora.
A Jaejoong le daba vueltas la cabeza y
sentía el cuerpo diluido, pero a pesar de eso lo había hecho. Había golpeado
ligeramente una fuente de poder que podría salvar a Kibum.
Yunho lo tenía en el regazo como si
fuera demasiado delicado para acomodarse, lo cual le hizo sonreír. Nunca había
conocido a un hombre que le hiciera sentir tan querido como lo hacía él. Había
trabajado y desarrollado los músculos porque necesitaba la fuerza para luchar
contra los monstruos. De hecho, sería bastante agradable no tener que levantar
pesas durante horas cada semana sólo para sentir que tenía una oportunidad para
luchar por la supervivencia. Con Yunho y su mortal espada alrededor, tal vez no
tendría que hacerlo.
Sólo eran tres días, se recordó. Nada
más. No debería emocionarse tanto por cambiar su estilo de vida sólo porque un
hombre estuviera hoy alrededor. Eso no significaría casi nada mañana.
Tenía que mantenerse fuerte y seguir
presionando. Kibum lo necesitaba.
—Vamos otra vez —dijo Jaejoong.
—Tómate un minuto —contestó él
mientras deslizaba el dedo pulgar sobre su brazo.
Su toque se sentía agradable. Quizá
demasiado agradable. Estaba casi complacido de sentarse aquí toda la noche y
dejar que lo tocara. Lo abrazara.
¿Y quién sostendría a Kibum? Seguro
como el infierno que no sería Minho.
—Estoy bien para seguir —le dijo—.
¿Qué es lo próximo?
— ¿Qué tal acerca de enseñarte a ver
en la oscuridad?
—Preferiría aprender cómo ayudar a Kibum.
Él sacudió la cabeza.
—Eso es complejo. Va a llevar tiempo.
—Yo no tengo tiempo. Kibum no tiene
tiempo. Se está muriendo.
—Lo sé, pero no hay mucho que puedas
hacer. No puedes empezar lanzando alrededor la clase de poder que vas a recibir
para ayudarlo. Todavía no. Nuestra conexión es demasiado nueva y pequeña.
Podrías terminar perjudicándolo.
—Entonces vamos a expandirla.
—No es tan simple. Estas cosas llevan
su tiempo.
Estaba ocultándole algo. Podía
sentirlo.
—Hay algo que no me estás diciendo.
¿Qué es?
—Estoy protegiéndote.
—No necesito que me protejas. Te
necesito para proteger a Kibum.
Le puso la mano en la mejilla, su
tacto se sentía tan bien. Correcto. Un zumbido de fuerza fluyó hacia él y quiso
más.
—Primero tienes que llegar.
—Entonces enséñame como obtener
suficiente poder para ayudarlo. Sin Kibum, no tengo nada.
Apretó la boca en una sombría, lisa
línea.
—Es demasiado pronto. No podemos
forzarlo.
—A la mierda con eso. Quiero forzarlo.
No podía continuar sentado en su
regazo. Tenía que levantarse y poner algo de distancia entre ellos antes de que
hiciera algo que lamentaría, como darle un puñetazo por no cooperar.
Yunho le siguió. Sus ojos oscurecidos
de un rico, marrón chocolate, como si la idea de ir demasiado rápido, le
atrajera.
—No es inteligente. No voy a aceptar
el riesgo de que puedas herirte a ti mismo.
—No es tu elección. Voy a hacer lo que
sea necesario para ayudar a Kibum. No importa lo peligroso que sea. Si no puedo
salvarlo, nada importa. ¿No lo entiendes?
—Lo hago. Más de lo crees.
—Entonces ayúdame.
Yunho dio un paso hacia adelante.
Apoyó la palma de la mano contra su pecho, justo debajo de la luceria y exactamente
sobre uno de sus pezones.
— ¿Qué estás haciendo? —preguntó.
—Te estoy dando lo que quieres. Más
poder.
—Esto parece una manera extraña de…
Una sacudida de caliente energía rasgó
a través de él, pasando como un rayo desde donde el anillo se mantenía cerca de
su piel con sólo el tejido de la camisa entre ellos. La sacudida no era
exactamente dolorosa, pero era un infierno muy cercano.
Jaejoong estaba respirando con
dificultad, temblando. Débil. Se sentía como si acabara de correr kilómetro y
medio cuesta arriba después de un ataque de gripe estomacal.
— ¿Decías? —preguntó Yunho, con una
presumida y amplia sonrisa levantando su voz.
— ¿Fue suficiente? —preguntó él,
rezando porque así fuera—. Claro que no me siento más fuerte.
—Difícilmente. Se trata de una mera
chispa. Si quieres ayudar a Kibum, vas a necesitar tomar mucho más que eso.
Además, tendrás que aprender a canalizarla.
Jaejoong no estaba seguro de cuánto
más podría tomar, pero sabía cuánto más necesitaba tomar de él, lo suficiente
para recomponer a Kibum.
—Entonces enséñame.
Le miró a los ojos, con una expresión
muy seria.
—Asegúrate, Jaejoong.
—Estoy seguro.
—Coloca tu palma en el suelo —dijo Yunho.
Se arrodilló en el suelo y clavó los
dedos a través de la hierba seca para poder sentir el camino de tierra. Él se
arrodilló a su lado y su mano cubrió la suya en su lugar.
—Ahora, cierra los ojos. ¿Qué sientes?
—Rastrojos. Es cálida. Un poco húmeda.
Hay una roca debajo de mi dedo.
—Eso es sólo la superficie. Ve más
profundo.
—No puedo tocar nada más profundo.
—Tampoco podrás tocar la mente de Kibum,
pero tienes que aprender como sentir el camino en su interior.
Jaejoong tenía sus motivos. No le dijo
que había estado fisgoneando en el interior de los pensamientos de los niños
perdidos durante años. Todo lo que era capaz de hacer con ellos no funcionaba
con Kibum ‑lo había intentado‑ por lo que se obligó a concentrarse. El cuerpo
de él estaba caliente y duro contra el suyo. Era más fácil sentir su musculoso
muslo rozándolo de lo que era sentir el interior de la tierra, pero seguía
intentándolo. Pensó sobre cómo sería estando dentro de la tierra, todo oscuro y
pesado, pero sentía que todavía no estaba bien.
—Lo siento. No siento nada.
—Eso es porque lo estás haciendo por
tu cuenta. Tienes que usar mi poder. Extráemelo.
—No sé cómo.
—Yo te ayudaré —dijo Yunho.
Ahuecó la mano en la nuca de su cuello
y sintió el anillo golpear contra el collar, se adhirieron como un imán. Se
inclinó sobre él hasta que pudo sentir su aliento abanicarle la mejilla, puso
su mano libre junto a la suya en el suelo. El cuello se calentó bajo la banda y
esa calidez se extendió por el brazo y por cada dedo. No era como en la
sacudida anterior. Era más suave, o tal vez sólo lo sentía de esa manera porque
el poder estaba drenando de él al suelo.
— ¿Puedes sentir el suelo justo debajo
de la punta de tus dedos?
Jaejoong asintió. Esa parte fue fácil.
—Debajo de eso hay una capa de roca
agrietada. Las raíces de las plantas han excavado su camino a través de
pequeñas grietas, absorbiendo el agua que queda atrapada allí cada vez que
llueve.
Jaejoong cerró los ojos y trató de ver
lo que él describía.
—Unos treinta metros más abajo hay una
gruesa capa de piedra. Piedra antigua que ha estado aquí desde antes de que mis
abuelos hubieran nacido.
Con cada palabra, el poder que fluía
en su interior parecía aumentar. Podía sentirlo expandiéndose para llenar el
brazo y que vibraba más rápido con cada segundo que pasaba.
— ¿Lo ves? —preguntó en un susurro.
—Me lo puedo imaginar, pero no puedo
verlo.
—No lo estás reteniendo. Mi poder está
fluyendo a través de ti, pero no lo estás usando.
—Lo siento, pero no sé lo que estoy
haciendo mal.
—Nada. La falta de adecuación es mía,
pero puedo arreglarlo. —Tomó una profunda respiración—. No te resistas. Será
más fácil si lo aceptas.
No sabía lo que quería decir hasta que
sintió una presión dentro del cráneo como si algo intentara abrirse paso en el
interior. Los instintos luchaban contra la invasión, pero trató de dejar que
sucediera.
—Relájate —le oyó rechinar con un tono
de dolor.
Dejó escapar el aire que estaba
reteniendo y se instó a aflojar los tensos músculos. No iba a hacerle daño. Yunho
nunca le haría daño.
La presión en la cabeza se liberó
repentinamente y pudo sentir un trocito de él dentro de la mente.
—Sólo déjame tomar el timón —dijo.
Las palabras le resonaron en la
cabeza, así como en los oídos. Era extraño, pero agradable, también. Se sentía
rodeado. A salvo.
Jaejoong hizo lo que le pidió y dejó
vagar la mente.
—Dios, eres hermoso —susurró en sus
pensamientos—. Desinteresado. Fuerte. Valiente. Me siento abrumado.
No tenía ni idea de lo que estaba
viendo, pero comenzó a sentirse incómodo con la idea de que pudiera mirar en su
interior.
—No. No pelees conmigo. Dejaré de
fisgonear, te lo juro.
Su presencia en la mente retrocedió y
lo sintió mantener su palabra. Jaejoong se relajó de nuevo y le dejó al timón.
— ¿Preparado? —le preguntó.
Lo estaba, pero no tenía que decir las
palabras. Él formaba parte de sí mismo y ya lo sabía.
—Aquí vamos.
Sintió otra terrible sacudida, sólo
que ésta era menos dolorosa, más como una onda de presión al pasar por él.
Sentía los ojos como si hubieran sido empujados desde la cabeza, pero se
produjo un extraño zumbido en ellos, también. Tenía los párpados cerrados, pero
vio algo enorme que acechaba frente a ella.
La roca.
—Puedo verlo —susurró.
—Bien. Dime lo que ves.
No estaba seguro de qué camino seguir,
por lo que bajó más, penetrando en el sendero a través de la sólida roca hasta
que llegó a la parte inferior.
—Agua —le dijo—. Hay gran cantidad de
agua aquí abajo. Y algo brillante. —O al menos sería brillante si hubiera
alguna luz—. ¿Cómo puedo ver sin luz?
—No estás viendo realmente; sin
embargo, lo percibes como si estuvieras viéndolo, dado que el estímulo visual
es lo que tu mente utiliza para la interpretación.
—Esto es tan tranquilo.
Lo sentía sonreír en la oreja, notando
su presencia relucir con calidez dentro de la mente.
—Ahora, quiero que retrocedas hasta
que estés cerca de la tierra otra vez, casi en la superficie, pero no del todo.
Poco a poco, Jaejoong hizo lo que le
pidió.
—Ahora, ¿sientes todas las semillas en
el suelo?
— ¿Sentir las semillas? —Jaejoong
escarbó alrededor, tratando de averiguar lo que quería decir, cuando se tropezó
con una. Vida. El potencial de vida dentro de la pequeña mancha era increíble.
Poderosa y decidida, esperando pacientemente el momento adecuado.
—Eso es todo —dijo en voz baja. —Ahora
dile que crezca.
— ¿Qué?
—Dile a la semilla que germine. Trae
el agua desde el suelo y convéncela de que crezca.
— ¿Cómo puedo hablar con ella?
—Sólo inténtalo. Te guiaré.
Jaejoong hurgó en la pequeña cosa con
la mente, pinchó en ella, como para despertarla. No pasó nada.
—No está funcionando.
—Eso es porque no estás usándome. Saca
de mí la fuerza necesaria para hacerle escuchar.
No sabía cómo hacerlo, tampoco, salvo
que sentía como si debiera saber.
Un cálido aro de poder brillaba
alrededor del cuello, así que fue allí primero. La luceria podría desviar su
poder. Eso era lo que le había dicho. Se concentró en el aro y se imaginó
conectándole un cable como hizo a su TV. Al principio, no creía que hubiera
pasado nada, pero luego sintió otra de esas olas bañándolo.
Dejó escapar un gemido y agradeció a
Dios que ya estuviera en el suelo. Le ahorró algo de tiempo, ya que era donde
tenía que haber terminado de todos modos. La cabeza le daba vueltas como si
alguien la hubiera dado un buen giro al cerebro, pero se había conectado al
poder de Yunho y se quedó de esa manera. Podía sentir el enorme océano de
fuerza profundamente dentro de él, solo esperando por él.
Y lo quería. Lo ansiaba. Ese océano
podría salvar a Kibum y si pudiera haber encontrado una manera, habría drenado
cada pedacito de él.
El problema era que no parecía poder
llegar a él, o al menos no demasiado.
—No estamos lo suficientemente cerca
—le dijo— No estamos unidos de la forma que necesitamos estar para que consigas
lo que quieres. Todavía.
Si era una promesa o una advertencia,
no estaba seguro, pero lo sentía deslizarse fuera de la mente, dejándolo
extrañamente solo de nuevo.
Abrió los ojos para mirarlo y
preguntarle qué quería decir, pero no llegó tan lejos. La exuberante y rica
alfombra de hierba y flores bajo sus cuerpos lo distrajo. Incluso en la
oscuridad, pudo ver los colores vibrantes de las flores silvestres que no
habían estado allí unos momentos antes.
— ¿Yo hice eso? —Le preguntó.
—Claro que sí —se puso de pie y puso
mucha distancia entre ellos.
— ¿Así que ahora estoy preparado?
—preguntó—. ¿Puedo ayudar a Kibum?
—Todavía no, pero pronto.
— ¿Cómo de pronto?
Se encogió de hombros y apartó los
ojos.
—Depende.
— ¿De qué?
Él se metió las manos por el revuelto
pelo y se alejó. Se trataba de una maniobra evasiva y lo sabía.
Jaejoong lo agarró del hombro y lo
hizo girar.
— ¿Depende de qué, Yunho?
—Estamos precipitando cosas. Tenemos
que reducir la velocidad.
—No. No hay tiempo. Soy un alumno
rápido. Vamos a terminar con esto.
La boca se le retorció como si hubiera
probado algo asqueroso.
—Esa no es la manera en que funciona.
No puedes simplemente abrirte camino, como explotar a través de una escopeta.
Se necesita tiempo.
—Tenemos tres días. ¿Es eso
suficiente?
—Probablemente no —dijo mientras se
alejaba de nuevo, con los ojos deslizándose hacia la tierra.
— ¿Qué estás ocultándome?
Yunho la miró por encima del hombro y
le lanzó una sombría y resignada mirada.
—Lo siento. No te ayudaré a hacer
esto. No dejaré que te hagas daño.
La frustración se levantó dentro de sí
y le empujó con cólera en él. Tan infantil como era, quería que sufriera tanto
como lo hacía, quería que él supiera cómo era tener tan cerca los medios para
ayudar a Kibum y a la vez tan lejos.
Jaejoong sintió la frustración y la
ira deslizarse a través de su conexión y vio como su cara se oscurecía,
mientras él sufría por el remordimiento, con el sentimiento de impotencia que Jae
le había obligado a soportar.
Segundos después de que lo hubiera
hecho, ya se sentía mal. No era culpa de él que no pudiera hacer esto. Era la
suya. Siempre había sido su culpa cuando fallaba.
Instintivamente, se extendió por su
mente, con ganas de pedirle perdón, con la esperanza de calmarlo. Le dejó
entrar y los ojos se cerraron como si le gustara la sensación de tenerle en su
interior.
Jaejoong rozó sus pensamientos. Había
tantos sentimientos intensos, tantos, que apenas podía darle sentido a nada.
Vio su necesidad de mantenerlo seguro brillando como un faro, sombreando todo
lo demás. Esa devoción era humillante y no tenía ni idea de por qué él se
preocupaba tanto por su supervivencia. Tenía algo que ver con la energía
pulsando dentro de él, pero no podía catalogar lo suficiente el nudo de
pensamientos y sentimientos, para averiguarlo.
También había algo más inminente
dentro de él. Algo más oscuro que escondía detrás de ese faro. Jaejoong se
estiró para alcanzarlo y sintió un atisbo de conocimiento parpadeando, conocimiento
que estaba escondiendole.
Curioso, Jaejoong se acercó a él y lo
estudió. Sintió a Yunho tratar de empujarle a salir de su mente, pero se
afianzó y se negó a marcharse. Necesitaba enterarse que era esta cosa que
estaba escondiendo y por qué era tan importante para él mantenerle alejado de ello.
—Eso es suficiente —le oyó decir, pero
no le hizo caso.
Jaejoong se protegió los ojos de la
resplandeciente luz y tomó el control de los ocultos conocimientos con mano
inquebrantable.
Su poder. Él podría tenerlo todo si
estuviera lo suficientemente cerca de él. Eso era lo que él había estado
ocultando.
—No estás preparado —rechinó a través
de los apretados dientes—. Es demasiado pronto.
Confianza, amor, intimidad. Eso era lo
que necesitaba tener para fortalecer lo suficiente la conexión para que pudiera
salvara a Kibum. No es de extrañar que dijera que llevaría tiempo. Esas cosas
no se podían conseguir de la noche a la mañana. Al menos, no todas ellas.
Intimidad. Sexo. Podía compartir eso
con él.
Jaejoong sintió otro fuerte impulso en
su contra cuando trató de llevarla a la verdad.
—Yo no quiero que te prostituyas de
esa manera.
—No es como si yo no lo deseara —dijo,
aunque si estaba hablando con voz o la mente, no podría decirlo—. Normalmente
no tengo relaciones sexuales con hombres a los que acabo de conocer, pero voy a
hacer una excepción contigo. —Por Kibum.
—El sexo y la intimidad no son
necesariamente la misma cosa.
—Tal vez no —dijo—, pero sólo hay una
manera de averiguar si están lo suficientemente cerca.
Yunho gimió y sintió una ola de deseo
elevándose en su interior, eclipsando a ese faro que brillaba intensamente.
—Yo no quiero que sea así entre
nosotros. Quería hacer lo correcto esta vez.
—Correcto es todo lo que funciona.
—Cualquier cosa por salvar a Kibum.
—Yo no quiero tener sexo contigo
porque pienses que salvará a tu hermano —dijo.
—Entonces, no lo hagas por eso. Ten
sexo conmigo, porque yo quiero. Porque tú lo deseas, también.
Y para estar seguro de que lo hiciera,
anidó el cuerpo contra el de él. Si bien encerrado dentro de su mente, no podía
verlo con claridad, pero podía sentir el calor de su cuerpo, sentir sus
poderosos músculos temblando mientras luchaba contra sí mismo.
Con una casi violenta fuerza de
voluntad, Yunho le empujó fuera de sus pensamientos y aterrizó duramente de
regreso al interior del cuerpo. Por un breve momento, el lugar se sentía
extraño para él, no se parecía al hogar que siempre había sido. Pero tan pronto
como lo sintió, la sensación desapareció y todo volvió a la normalidad.
Yunho, de pie ante él, con las manos
cerradas alrededor de sus bíceps. Podía sentir sus brazos temblando como si no
pudiera decidir si atraerle más cerca o apartarse de su lado.
Jaejoong no necesitaba ninguna ayuda
para decidir lo que quería. Estaba de pie delante de sí, una embriagadora
combinación de noble sacrificio y bruta potencia física. Era el tipo de hombre
con el que cualquier persona sólo podía soñar, de los que sólo existían en la
fantasía y sin embargo él estaba de pie allí delante de él, sólido y real, y
con la respuesta a cada una de sus oraciones.
Extendió la mano y entrelazó los dedos
alrededor de su cuello. Él dejó caer las manos a los lados y apretó los puños.
Tenía sus brazos rígidos e inamovibles, pero Jaejoong no cedió. Se acercó de
puntillas y le dio un suave beso en la comisura de su boca.
Él apretó los labios, aunque sintió su
abdomen tensarse y supo que estaba luchando contra sí mismo. Lo deseaba.
—Todo lo que tienes que hacer es
rendirte. Dame lo que quiero —le susurró.
Yunho apretó los cerrados ojos y
aspiró un rápido aliento.
Jaejoong se desplazaba lentamente,
besando el camino a lo largo de su angular mandíbula hasta que llegó a su
cuello, justo debajo de la oreja. La lengua daba golpecitos, apenas rozando la
piel.
—Sé que tú lo deseas, también.
—Lo que deseo no es importante.
Estaba sin aliento y juró que podía
oír su decisión debilitarse con cada latido del corazón.
—Es para mí. Sé que tendrás cuidado
conmigo.
Jaejoong le cogió el puño entre las
manos y le aflojó los dedos. Besó la palma de su mano, luego se instaló la mano
sobre el corazón para que sus dedos ahuecaran la redondez del pecho.
—Confío en ti.
Esas tres palabras le quebraron.
Sintió que él se desmoronaba y su rostro cambió de una máscara de acerada
determinación a un semblante de implacable hambre. Cogió un puñado de su corto
pelo y ladeándole la cabeza hacia atrás le obligó a mirarle a los ojos. No
había piedad allí. Ya no.
Su voz era un murmullo, casi
amenazador en su ferocidad.
—No digas que no te lo advertí.
Jaejoong iba a conseguir lo que
quería. Sólo esperaba que fuera suficientemente hombre como para tomarlo.
Este fic es una adaptación, no es mío,
yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO. ORIGINAL: ENCONTRANDO LO
PERDIDO - SHANNON K. BUTCHER. PAREJA
PRINCIPAL: YUNJAE
unnie .. estoy al borde de la locura ...
ResponderEliminarporfa unnie sube el cap esta buenisimo porfis ..