CAPÍTULO
11
— ¿Qué tipo de
promesa? —preguntó Jaejoong.
—La promesa de
que te quedarás conmigo —le dijo Yunho.
Ese era un voto
de duración indefinida, y uno que la ataría a él de por vida. Parte de él sabía
que engañarlo estaba mal, pero a la otra no le importaba una mierda. Quería
conservarlo. Para siempre. No quería darle la oportunidad de alejarse como lo
había hecho Tiffany. No quería volver nunca a esa vida de tormento otra vez.
—No puedo
quedarme contigo. Kibum me necesita.
Su rechazo lo
inundó con rabia y resentimiento. Quería rugir que también le necesitaba, pero
contuvo la lengua. Ahora no era momento para perder la cabeza. Tenía que tener
cuidado allí. Precaución. Se había precipitado cuando se había vinculado con
Tiffany, no incurriría en la misma equivocación dos veces. Ahora era más viejo.
Un hombre adulto con más de tres siglos de madurez para mantenerlo estable.
Más de tres
siglos de dolor que le gritaban que lo hiciera funcionar esa vez.
Yunho tomó su
mano en las de él y puso un tono paciente y comprensivo.
—Nunca me
interpondré en la manera en que cuidas de tu hermano. Ya te dije que te ayudaré
a mantenerlo a salvo.
Jaejoong frunció
el ceño como si intentara averiguar algo.
—Pero esto es
una promesa real, ¿verdad? Puedo sentirlo.
Le presionó la
mano contra su pecho.
—Lo que quiera
que prometas sucederá, independientemente de si todavía quiero o no mantenerla
hasta el final.
Así pues,
conocía los riesgos. Él intentó convencerse de que era para mejor, pero falló.
Necesitaba que lo liberara. Que lo salvara.
—Entonces
prométeme lo que puedas. Dame tanto como puedas y me contentaré. —De alguna
manera.
Asintió
lentamente e hizo su promesa con cuidadosas palabras.
—De acuerdo.
Siempre y cuando no interfiera en la manera de mantener a Kibum a salvo, te
prometo quedarme contigo durante tres días.
Tres días. Un
mero parpadeo de tiempo para un hombre que había vivido durante siglos. Incluso
Tiffany se había quedado con él más tiempo.
Las magníficas
visiones de Yunho de un futuro libre de dolor con Jaejoong se convirtieron en
polvo. No habría un para siempre para ellos, sólo unos pocos breves días.
Quería gritarle que eso no era suficiente, que tenía que retirarlo y darle más,
pero era demasiado tarde. El vínculo estaba hecho, el pacto estaba hecho, y
Yunho ya podía sentir la promesa haciéndose parte de él, aunque fuera una
pequeña parte.
El resentimiento
le subió por la garganta, dejando un sabor amargo tras él. Había pasado toda su
vida luchando y sufriendo a través del dolor y la soledad de modo que pudiera
mantener a los humanos a salvo de los Yokai. Ni una sola vez había evadido los
deberes o había intentado evitar las misiones más peligrosas de modo que algún
otro ocupase su lugar. Casi había muerto por las heridas o el veneno más veces
de las que podía contar, pero esa vez, volvería a las primeras filas tan pronto
como fuera capaz, porque lo necesitaban. Y ahora, para sobrevivir, necesitaba
un compañero, lo único que siempre había querido para sí mismo. Finalmente
había encontrado a otra persona que podía salvarle la vida de modo que podría
seguir luchando. Estaba dispuesto a darle todo lo que tenía, incluyendo su
vida, y todo lo que él tenía para ofrecerle a cambio eran tres días.
¿Cómo podía
hacerle eso? ¿Cómo podía traicionarle tan cruelmente sin darle una oportunidad
para demostrar lo mucho que tenía para ofrecer?
¿Podía ser él
igual que Tiffany?
—Estás enfadado
—le dijo, frunciendo el ceño confundido— ¿Qué he hecho mal?
Yunho calmó sus
desenfrenados pensamientos. Ahora podría probablemente ya sentir sus emociones
escapándose a través de la conexión de la luceria, su anillo y el collar.
—No has hecho
nada malo. Sólo esperaba más tiempo. Eso es todo.
Entrecerró los
ojos como si supiera que no le decía toda la verdad.
— ¿No es
suficiente?
No lo entendía,
pero por otra parte, ¿Cómo podía? No era parte de su mundo. No sabía lo que su
voto significaba o cómo afectaba a su vida.
—Estará bien —le
tranquilizó.
Al menos era más
tiempo del que habría vivido probablemente sin él. Debía haber estado feliz por
ello. Pero no lo estaba.
— ¿Entonces qué
sucede? ¿Cuándo termine nuestro tiempo? —le preguntó.
—La luceria
caerá y serás libre. —Y yo volveré a morir de dolor.
— ¿Eso es todo?
Él eligió
entender mal su pregunta. No quería que conociese su debilidad, su poder sobre
él, y la culpa que le causaría si descubría la verdad. Se merecía algo mejor
que eso.
—Eso es todo lo
que estás dispuesto a dar.
— ¿Pero qué
sucede si deseo permanecer contigo más tiempo que ese?
Yunho había
estado tan ultrajado que no se había parado a considerarlo. La esperanza se
alzó otra vez en él. No tenía que morir. Todavía podía salvarle. Todo lo que
tenía que hacer era provocar que le amara antes de que se acabara su tiempo.
Entonces le
prometería quedarse con él para siempre.
Podía hacerlo.
Tenía la habilidad, ahora que estaba conectado con Jaejoong. Podía utilizar la
luceria para invadir su mente y susurrarle a su alma que era el único hombre
para él. Podía convencerlo de que estaría perdido sin él, y que se habían amado
el uno al otro. Funcionaría.
Alzó la barbilla
y le miró a los ojos. Quizás debía empezar ahora, mientras todavía no sabía
nada de lo que él podía hacer. Le había salvado la vida, también la de Kibum.
Ahora confiaba más en él, lo cual iba a hacer más fácil que se deslizara dentro
de sus defensas naturales. Para deslizarse dentro de él. Hacer que su cuerpo lo
necesitara tanto como su mente. Entonces no tendría más opción que quedarse
junto a él.
Parte de ese
plan iba a ser fácil. Ya lo deseaba. Todo lo que tenía que hacer ahora era
mostrarle cuán bueno podía ser eso entre ellos.
Yunho inundó su
nuevo vínculo con el deseo por Jaejoong. No había dejado de desearlo desde que
lo había conocido, y era fácil dejar que esos sentimientos se liberaran y se
hundieran. Dejándole sentir lo que sentía, esa acuciante necesidad de tocarlo.
De saborearlo. De tenerlo desnudo y preparado bajo él, donde podía tenerlo
completamente.
Parpadeó por un
momento, y gimió. Entonces contempló su boca y como su lengua se deslizaba para
mojarse los labios. Oh, sí, definitivamente lo estaba sintiendo ahora.
No había nada
que Yunho pudiera haber hecho para evitar besarlo, así que se rindió. Posó la
boca sobre la de Jae, uniéndolas juntas como si hubiesen sido hechos para ese
único propósito. Él dejó escapar un pequeño jadeo de sorpresa, después se
derritió con el beso. Su boca era cálida, suave y flexible y estiró la punta de
la lengua para acariciarle el labio inferior.
Las manos de
Yunho le cogieron enderezándolo, cerrándose a su espalda. Le sostuvo en el
lugar mientras disfrutaba de su boca, acariciando, probando y jugando hasta que
él le devolvió cada movimiento de la lengua con uno propio.
En algún lugar
de la mente sonaron campanas de advertencia, pero las ignoró. Jaejoong estaba
en sus brazos, dispuesto e impaciente, y nada más importaba.
Deslizó las
manos por sus hombros desnudos, era todo lo que podía hacer para evitar gruñir
de placer. La chispa que había sentido cuando lo había tocado antes se había
magnificado hasta hacerse un glorioso y ardiente fuego en las entrañas. El más
ligero de sus toques lo encendía, haciéndole desear poder arrancarla la ropa y
hundirse en su flexible cuerpo. Jae lo adoraría. Se aseguraría de ello. Besaría
cada extensión de su lisa piel, exploraría cada tentador hueco y curva con la
lengua. Lo despojaría de cualquier reserva que tuviera con tiernas caricias de
las manos y boca. Le quitaría la ropa y adoraría su cuerpo con el suyo hasta
que no hubiese ningún lugar entre ellos que no fuera la resbaladiza pasión.
Entonces sería
suyo. Totalmente. Completamente. No habría vuelta atrás.
Jae estaba
realmente cerca, justo al borde de darle todo lo que quería. No tendría que
empujarlo mucho para ello. Su mente estaba abierta, receptiva y débil ahora
mismo. Sólo tomaría una pequeña brizna de poder sobre sus pensamientos y
estaría de camino a la total devoción.
Su esclavo.
Ese pensamiento
lo detuvo en seco. No quería eso para Jae. Esa era la manera en la que
trabajaban los Yokai. Obligaban a sus sirvientes humanos, los Ningyo, a
amarlos, a trabajar para ellos.
Yunho se alejó
de él, tanto en mente como en cuerpo, antes de que hiciera algo irrevocable.
Imperdonable.
Jaejoong intentó
atraerle de nuevo, pero estaba demasiado débil y no podía hacer nada, por lo
cansado que estaba ahora mismo.
—¿Por qué te
detuviste? —le preguntó en una voz llena de deseo.
—No podemos —le
dijo en un susurro—. Lo deseo, pero… está mal. No es real.
—¿Qué no es
real? —le preguntó. La voz aturdida—. Para mí seguro que se sentía real.
Yunho se apartó
un par de pasos, dejando a Jaejoong allí tendido, todo expuesto y sin
respiración. Tuvo que apartar la mirada y centrarse en el vacío hogar de la
chimenea para recuperar su autodominio.
—Sí. Lo era.
—Porque él era un jodido bastardo.
Haciéndolo que
fuese real para Jae.
El estómago de
Yunho se encogió y tuvo que ajustarse los pantalones y respirar profundamente
sin castrarse a sí mismo.
—Lo siento.
— ¿Por qué?
—preguntó con voz embriagada—. Estaba justo aquí contigo, listo, anhelante e
impaciente.
Los persistentes
efectos de los besos eran todavía visibles. Su piel se había calentado, y un
precioso sonrojo rosado había cubierto sus mejillas. Sus labios estaban
hinchados y separados en invitación, y la desgarbada postura de sus largas
piernas hacía que Yunho apretara los puños dolorosamente para impedirse
estirarse a por él.
—Lo sé. Ninguno
de nosotros estaba pensando correctamente. Kyuhyun y Kibum están a sólo una
puerta de distancia.
—Kibum —jadeó
como si hubiese olvidado que tenía incluso un hermano—. ¿En qué estaba
pensando?
Se cubrió la
cara con las manos y dejó escapar un gruñido de frustración.
La urgencia de
consolarlo tironeaba de él, pero consiguió mantener las distancias.
—Voy a limpiar
ésta sangre antes de que sea un problema. —Se puso de pie, o más bien, esa fue
la intención. En cambio, se tambaleó haciendo una mueca cuando la erección se
pellizcó dolorosamente contra la cremallera y cojeó hacia la cocina.
—Kyuhyun
manipuló la sangre de Kibum como alguna clase de basura tóxica. Me hizo
envolver la intravenosa en una toalla mojada para que los monstruos no pudieran
olerla y dejarlo todo bajo el chorro del agua.
—Probablemente
debí haber tenido más cuidado con la mía, pero no pensaba correctamente.
Lo siguió a la
cocina, pero se mantuvo a una prudente distancia. También había una mancha de
sangre en su camiseta. Él se la indicó con un movimiento de cabeza.
—Vas a tener que
cambiarte. Tengo que quemar esa camiseta, junto con cualquier cosa que tenga
sangre de Kibum.
Jaejoong vio la
sangre, la miró con horror, y se quitó la camiseta, quedándose con el pecho
descubierto. Era precioso, tenía el pecho marcado, pero él era demasiado, no
los suficientemente modesto que tendría que ser para evitar que Yunho lo
deseara.
— ¿Hay algo
limpio por aquí? —preguntó él.
—Al menos uno de
los armarios de los dormitorios está lleno de ropa. Coge lo que quieras.
Se volvió para
hacerlo, cuando un grito atravesó la pequeña casa. El grito de Kibum.
Jaejoong abrió
la puerta del dormitorio de golpe, incapaz de contener el temor por su hermano.
Estaba a sólo veinte pasos del dormitorio, pero en ese momento, la mente de
Jaejoong fue a través de todas las horribles cosas que Kyuhyun podía haberle
hecho. O tal vez no era Kyuhyun después de todo. Quizás los monstruos los
habían encontrado a causa de la sangre.
Cuando llegó a
la habitación, Kibum estaba fuera de la cama pateando y golpeando a Kyuhyun. Él
estaba frente a la ventana abierta, bloqueándole la salida con el cuerpo.
— ¡Él me
necesita! —Gritaba Kibum—. Tengo que ir por él.
—Estoy aquí —le
dijo Jaejoong, apresurándose a entrar—. Estoy bien.
Los ojos de
Kibum se encontraron con los de Jaejoong, pero había poco del hermano que
Jaejoong recordaba ahora mismo en su interior. Todo lo que quedaba era la
aterradora desesperación por el miedo. Jaejoong le había visto demasiadas veces
como para desear que tuviesen algún tipo de tranquilizante con ellos. Esa era
la única cosa que había funcionado en el hospital para calmarlo de modo que no
se hiriera a sí mismo.
—Tú no —gritó
Kibum como si le doliera—. Ren. Le están haciendo daño.
Kibum arañó el
cuerpo de Kyuhyun, pero él ni se movió ni intentó evitar su asalto.
Kyuhyun hizo una
mueca y miró a Jaejoong.
—No quiero
lastimarlo, y si intento detenerlo, lo haré. Tienes que calmarlo.
Kibum gritó con
frustración y cogió el marco de un cuadro de la pared. Lo lanzó contra la cara
de Kyuhyun. Él se agachó a un lado, pero no lo suficiente. El marco se astilló,
el cristal se rompió y algo de eso le golpeó, abriéndole una brecha en la sien.
—Mierda —dijo
Yunho desde detrás de él, y corrió al cuarto de baño.
Kibum cogió un
trozo del dentado cristal del marco roto. Tenía unos veinticinco centímetros de
largo y lo sostenía como un arma que estuviese dispuesta a utilizar. Los brazos
estaban temblando por el esfuerzo de sostenerlo, y temblaba como si estuviese a
punto de caer.
Jaejoong se
adelantó lentamente.
—Kibum, por
favor baja el cristal. Te vas a hacer daño.
Los ojos de
Kibum estaban salvajes, pero abogaron a Jaejoong para que entendiera.
—Tengo que ir.
Ren me necesita.
—Ren se ha ido,
bebé. Nadie va a lastimarle nunca más. —Decir las palabras hizo que a Jaejoong
se le agarrotara la garganta con la necesidad de gritar y maldecir como Kibum
estaba haciendo.
Envidiaba la
habilidad de Kibum para dejarse ir y evadirse del mundo. Pero Jaejoong tenía
que ser más fuerte. Permanecer controlado. Era el único que quedaba para cuidar
de Kibum.
Una delgada
lágrima bajó por la mejilla hundida de Kibum, rompiéndole a Jaejoong el
corazón.
—Le están
haciendo daño ahora. Puedo verlo. Sentirlo. Ayúdalo por favor. Sálvale. —Kibum
se quedó mirando hacia la noche—. Está diciendo tu nombre. ¿No puedes oírlo?
Jaejoong cerró
los ojos otra vez contra la imagen de su hermano pequeño gritando pidiendo
ayuda. Había tenido ocho años, llevaba un pijama rosa, arañando el brazo del
monstruo que lo sujetaba. Eso había sucedido de verdad, e incluso aunque fue
hace años, era todavía tan horrible y devastador en estos momentos como lo
había sido entonces. Jaejoong le había fallado a su hermano y permitió que los
monstruos se lo llevaran.
Y ahora iban a
matar también a Kibum. Lentamente. Horriblemente.
Jaejoong se
tragó el dolor, apretó los dientes para luchar contra las lágrimas, y caminó
hacia Kibum.
—Tienes que
dejarlo ir. Sé que es duro de aceptar. Me ha llevado años hacerlo yo mismo,
pero se ha ido, bebé. Lo busqué durante mucho tiempo —durante años— y nunca lo
encontré.
—Yo lo veo.
—No es Ren. Son
los monstruos mintiéndote, engañando tu mente. Ren no querría que sufrieras de
ésta manera.
Yunho salió del
baño con una toalla mojada. Kyuhyun cambió la camiseta que había estrujado
contra la herida por la toalla.
—Tengo que
marcharme antes de que los conduzca aquí —le dijo a Yunho.
Yunho asintió,
pero mantuvo los ojos sobre Kibum y esa improvisada arma.
—Me alimentaré
de modo que pueda curarme y volveré lo antes posible.
—Si no vuelves
antes de que amanezca, los llevaré al Castillo Matsumoto.
Kyuhyun asintió
y se marchó.
—Dame el cristal
—lo coaccionó Jaejoong.
Kibum agarró con
más fuerza el cristal, su frágil piel solamente a una pulgada de rasgarse con
el filo. No podía soportar más heridas. Estaba demasiado débil.
— ¿Qué demonios
crees que estás haciendo? —Bramó Minho desde el umbral—. Kyuhyun salió de aquí
como si le ardiese el culo. ¿Qué le has hecho? ¿Y por qué demonios no me
dejaste mirar?
Jaejoong se
volvió para decirle que estaba intentando ayudar a su hermano, pero él no
estaba hablando con Jae. Estaba hablándole a Kibum.
Cruzó la
distancia a zancadas, apartó a Jaejoong del camino y dijo:
—Dame ese jodido
cristal y mueve tu culo a la cama antes de que te vengas abajo.
Kibum ladeó el
cuello para mirarle y parpadeó unas pocas veces. Entonces, asombrosamente, le
ofreció a Minho el cristal roto.
Él lo cogió y lo
lanzó sobre el aparador sin mirar dónde caía, rompiéndose. Estaba demasiado
ocupado fulminando a Kibum cuando se movía lentamente hacia la cama. Este se
arrastró de nuevo sobre el colchón.
Minho dio un
tirón a la manta hasta que ésta le cubrió hasta el cuello, entonces asintió una
vez más como si estuviese satisfecho.
Se volvió a
Yunho.
— ¿Ni siquiera
puedes mantener a una escuálido niño en la cama?
—No es culpa de
Yunho —dijo Jaejoong—. Kyuhyun lo estaba vigilando.
—Jodida
sanguijuela —gruñó Minho en voz baja.
Jaejoong se
sentó sobre la cama y comprobó las manos de Kibum en busca de cortes. Estaba
más pálido de lo normal y sudaba, pero parecía que no estaba herido. De hecho,
parecía estar nuevamente calmado y ser él mismo.
— ¿Estás bien?
—le preguntó Jaejoong.
Kibum asintió.
Tenía los ojos rojos de llorar, pero al menos las lágrimas habían dejado de
caer.
—No, no está
bien —escupió Minho—. Está malditamente delgado. El niño necesita una
hamburguesa con queso.
Jaejoong lo
fulminó con la mirada. No le importaba lo enorme que fuera, no iba a hablarle
de Kibum como si lo conociese.
—Tiene problemas
para comer. Regresa al infierno.
Minho rodó los
ojos y se sentó en una silla cerca de la ventana.
— ¿Mejor ahora?
Estoy al otro lado de la habitación.
Kibum poso sus
manos en el pecho de Jaejoong recordándole que no llevaba puesto una camisa.
—Tienes que
encontrarlo. Prométeme que lo encontrarás.
Jaejoong reunió
lo que le quedaba de paciencia.
—No puedo, bebé.
Ren está muerto. Cuando te sientas mejor, te llevaré a ver su tumba de modo que
sepas que es verdad.
—Agujero vacío,
agujero vacío, agujero vacío. —Esa mirada vacía volvió, y Jaejoong quiso gritar
de frustración y rabia.
En vez de eso,
apartó el pelo blanco del rostro de Kibum y se obligó a utilizar un tono
calmado.
—Intenta dormir
algo. Tenemos que irnos pronto, y quiero que intentes comer algo antes de que
nos vayamos.
—Sangre no. No
la beberé. No puedes obligarme. —Kibum se había ido ahora, sólo permanecía una
cáscara vacía de loco terror.
Jaejoong había
visto esa mirada suficientes veces para saber que era inútil intentar razonar
con él. Sin las drogas que le daban en el hospital, probablemente tampoco sería
capaz de dormir. Kibum se estaba consumiendo ante los ojos de Jaejoong y no
había nada que pudiera hacer para detenerlo.
La fuerte mano
de Yunho le apretó el hombro y el toque de su piel desnuda sobre la suya le
ayudó a calmarse. Dándole fuerzas para no perder la esperanza.
—Nada de sangre.
Te lo prometo.
— ¿El polluelo
piensa que lo estás alimentando con sangre? —preguntó Minho.
—Déjalo —le advirtió
Yunho—. No tienes idea de lo que está pasando aquí.
Minho resopló.
—Sé que morirá
si no lo alimentas.
La cólera
emergió dentro de Jaejoong hasta que no tuvo más opción que dejarlo salir. Se
apartó de la cama y se precipitó hacia donde se sentaba Minho.
— ¿Crees que
sabes lo que es mejor para Kibum cuando ni siquiera su hermano o un equipo de
médicos ha podido ayudarlo? Bien. Cuida tú de él entonces. Aparentemente eres
alguna clase de experto.
—Tú lo
consientes.
—Está enfermo.
Necesita ser consentido.
Minho se irguió
en toda su estatura y le miró desde arriba con unos brillantes ojos verdes
desprovistos de misericordia.
—Protegido. No
consentido.
—Lo estoy
protegiendo.
—No de ti mismo.
Jaejoong no
podía soportar más su arrogancia.
—Eres un
estúpido si crees que sabes que es lo mejor para mi hermano.
—Entonces soy un
tonto.
—Bien. Cuida de
Kibum ésta noche, pero lo juro por Dios, si lo lastimas, te mataré tan
lentamente como un hombre pueda morir. —Eso era una promesa, y sintió la pesada
rabia de ésta asentarse en sí mismo.
Se tambaleó y
Yunho le cogió, sosteniéndolo.
Minho le dedicó
una fría y vacía mirada.
—No deberías
hacer promesas que no puedes cumplir. ¿No te lo dijo Yunho cuando te ató?
—Todavía no sabe
la forma en que funcionan las cosas en nuestro mundo —dijo Yunho—. Pero eso no
importa, porque no vas a lastimar a Kibum, ¿verdad?
Minho se encogió
de hombros.
—Supongo que lo
veremos.
—No voy a
dejarle solo con mi hermano—dijo Jaejoong.
—Claro que lo
harás. Tenemos un pacto. Y mientras todos nosotros estemos haciendo esa clase
de promesas… —Minho se arrodilló delante de Jaejoong. Sacó su espada y se hizo
un corte en el pecho, directamente a través de la camisa—. Mi vida por la tuya.
Gracias a Dios
que Yunho todavía le sujetaba por el brazo o se habría caído entonces de culo.
El juramento de Minho cayó igual que una pesada manta sobre Jae. Atrapándolo.
— ¿Qué
infiernos? —exigió con un carraspeo.
Minho le dedicó
otra sonrisa vacía.
—Será mejor que
te acostumbres. Tendrás más de ésta mierda una vez que lleguemos a casa.
Yunho le pasó
una tranquilizadora mano sobre la espalda.
—No te preocupes
por eso. Todo va a estar bien. —Lanzó al pecho de Minho una significativa
mirada—. Límpiate.
—Claro que lo
haré. Así que los dos podéis ir marchándoos al infierno. El niño loco y yo
tenemos trabajo que hacer.
—Él no va a
trabajar de ninguna manera —le dijo Jae a Minho mientras él se iba al cuarto de
baño colindante.
Jaejoong se
movió para seguirlo, listo para golpearle hasta que dejara de ser un
gilipollas. Yunho se le puso delante y chocó con su duro cuerpo.
—Déjalo en paz,
Jaejoong.
—No puedo. Es mi
hermano. Está débil y no puede cuidar de sí mismo.
—Minho no lo
lastimará. Y alguien necesita quedarse con él de modo que no intente escapar
otra vez a través de la ventana.
—Ese debería ser
yo —dijo Jaejoong.
—Le dijiste a él
que podía quedarse. Ahora tienes que vivir con ello. Intentar detenerle, sólo va
a lastimarte y no puedo dejar que eso suceda.
Kibum se había
calmado, pero estaba contemplando el techo, los labios moviéndose una y otra
vez en un silencioso cántico. Jaejoong no había sido capaz de hacer nada por
él, pero Minho parecía al menos ser capaz de hacer que escuchara. Quizás fuese
mejor si dejaba que intentase las cosas a su manera. Nada más había funcionado.
Excepto cuando
Yunho le había ayudado anteriormente a conseguir que comiera. Quizás si podía
convencerle de que le enseñara cómo hacerlo, podría ayudar a Kibum por sí
mismo. Él le dijo que ahora tenía poder, y sabía exactamente cómo quería
utilizarlo.
—De acuerdo
—dijo Jaejoong, sintiendo un brillo de esperanza.
—Tú sabes lo que
le gusta comer —dijo Minho cuando salió del cuarto de baño—. Hazle algo y
déjalo fuera de la puerta. Yo conseguiré que coma.
Jaejoong rogó
que su confianza no fuera en vano.
—Sólo ten
cuidado con él.
Este fic es una adaptación, no es mío,
yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO. ORIGINAL: ENCONTRANDO LO
PERDIDO - SHANNON K. BUTCHER. PAREJA
PRINCIPAL: YUNJAE
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