CAPÍTULO 15
El Príncipe Hee Jun estaba de pie en el
balcón, mirando desde lo alto hacia la ciudad a sus pies. El viento glacial le
azotaba el largo cabello alrededor de la cabeza, produciéndole picazón en los
ojos. Las lunas gemelas se estaban desvaneciendo. Mañana, la puerta a la Tierra
se abriría y a través de ella se encontraría con sus hijos. Allí sería verano,
si su calendario era correcto. El octavo verano desde que había visto por
última vez a sus hijos.
Ni siquiera había pasado un año en Kami
no michi desde el ataque Yokai a su familia de la Tierra. Sin duda, no el
tiempo suficiente para que dejara de afligirse por Jae Won. Para detener la
melancolía con cada aliento que daba.
Pesados pasos sonaron detrás de él en
el suelo de piedra.
Hee Jun ni siquiera necesitó volverse
para ver la expresión de disgusto en el rostro de su hermano mayor. Pudo oírlo
suspendido en el tono serio de voz.
—No irás —dijo Kang Ta.
—Sí. Iré.
—No es seguro. Podrían matarte.
La ira se apoderó de Hee Jun, aunque
trató de controlarla. Si esperaba sobrevivir al viaje a través de la puerta,
necesitaba mantener la calma y centrarse.
—Me está matando igual que a ti no
saber si mis hijos están vivos o muertos.
—Los encontraré por ti y te informaré.
Así es más seguro.
— ¿Y si me necesitan?
Kang Ta colocó la amplia mano sobre el
hombro de Hee Jun. La voz se suavizó con comprensión.
—Ese es el riesgo que todos asumimos
cuando nos decidimos a recorrer este camino. Sabíamos que nuestros hijos
crecerían sin saber de nosotros. Es el precio que debemos pagar.
Hee Jun se dio la vuelta apartando la
mano de su hermanastro. El cuidadoso control hecho pedazos en escombros, sin
posibilidad de reparación.
—Mis hijos pueden estar muertos.
Ninguno de nuestros hermanos ha sido capaz de encontrar algún rastro de ellos.
Tengo que volver. Necesito saber.
Los amarillos y dorados de los ojos de
Kang Ta se agitaron, arremolinando y retorciéndose alrededor de las pupilas. La
compasión le serenó los rasgos, y puso la mano sobre el pecho de Hee Jun.
—Este camino se ha vuelto más difícil
de lo que ninguno de nosotros hubiera imaginado, pero tenemos que seguir
centrados en nuestra misión.
—Sólo quiero ver a mis niños. No voy a
interferir en nuestros planes.
—Sabes que no es tan simple. Sigues
estando débil después de tu último viaje, para librar a Kibum del veneno de los
Orochi. No serás capaz de escudar tu entrada, y advertirás a Padre que
cruzaste.
—Estoy lo suficientemente fuerte.
—No. No lo estás. Todavía no. Padre te
matará y entonces, ¿qué pasará con tus hijos?
Hee Jun inclinó la cabeza sobre el
brazo de Kang Ta. Tenía razón. Estaban tan poco tiempo en la Tierra, que
ninguno de los demás podría conseguir más para cuidar de sus niños.
Tenían los suyos propios que cuidar.
—No puedo seguir haciéndolo —afirmó Hee
Jun—, el precio es demasiado alto.
—Igual que para los demás, pero los
informes muestran que nuestras previsiones eran correctas. Los Yokai son cada
vez más poderosos, y no quedan suficientes Caballero de la Luz para contener la
puerta. Debemos perseverar.
—Así pues, vuelves a empezar.
No era una pregunta. Hee Jun sabía que
Kang Ta era el más entregado de todos ellos, sin importar el coste personal.
Pero por otro lado, si sus planes fracasaban tendría más que perder aquí como
cualquiera de ellos.
—Voy. Solo.
Hee Jun negó con la cabeza.
— ¿Cómo puedes continuar insistiendo,
después de saber lo que mis hijos han sufrido?
Kang Ta miró con cuidado las lunas,
luego hacia abajo, al interior de la campiña salpicada por las luces de las
casas que se extendían a través de ella.
—Voy yo porque es la única manera de
salvar lo que tenemos aquí. La única manera de proteger mi hogar. Mi familia
—se volvió para mirar a Hee Jun con los ojos girando velozmente con el dorado
fuego de la determinación—. No debemos fallar.
Hee Jun suspiró con resignación. Al
principio el camino le había parecido tan glorioso, tan justo.
Pero ahora... Hee Jun sacó su posesión
más preciada de la bolsa que le colgaba sobre el corazón. La fotografía usada y
descolorida del amor de su vida y sus tres hijos, aunque no le hacía falta para
recordar las líneas del rostro de su amado Jae Won, o la dulce curva de las
mejillas de sus bebés. Tenía la imagen grabada en la memoria, donde los felices
rostros y el conocimiento de que les había fallado vivirían para la eternidad.
Con la mano temblorosa le entregó la
fotografía a Kang Ta.
— ¿Los buscarás por mí? ¿Averiguarás
si mi pequeño escapó de la captura?
KangTa miró la imagen e hizo una
solemne inclinación de cabeza.
—Lo intentaré.
— ¿Cuántas horas permanecerás en la Tierra?
—Nueve. No más.
Hee Jun rezó para que fueran
suficientes.
—El verano siempre nos priva de
nuestro tiempo con ellos.
Kang Ta se encogió de hombros.
—Es como debe ser.
—Lo sé. Supongo que no debería seguir
haciéndome más daño por ello. Jae Won está muerto, y mi tiempo con él se acabó.
—Tal vez los humanos tienen razón y su
cielo existe.
—Es una hermosa idea, poder reunirse
con aquellos que amamos para vivir por siempre en paz. Jae Won lo creía.
Si alguien se merecía semejante
destino, esa era el amado de Hee Jun.
Con el agudo golpe de apresurados pasos
por el pasillo, Bada se deslizó bordeando la esquina. El largo y pálido cabello
estaba alborotado por la carrera, y las mejillas sonrojadas en un color rosa
brillante. Los ojos del color de una puesta de sol estaban muy abiertos a causa
del miedo, los suaves labios entreabiertos para facilitar la dificultosa
respiración. Era la más bella de las mujeres en su mundo, e incluso Hee Jun,
cuyo corazón pertenecía a otra, tenía que detenerse por un momento cada vez que
ella entraba en la habitación. Era una sierva, pero como el tesoro más preciado
del Izanagi, conocía más la libertad que la mayoría.
También era su aliada más poderosa.
—El Izanagi viene —susurró.
Kang Ta escondió la fotografía en la
chaqueta.
—Debo irme ahora. La puerta estará
alineada para abrirse dentro de unos momentos.
—Ve, pues. Me quedaré aquí y distraeré
a Padre. Si encuentras a mis hijos, dales mi amor.
—Lo juro —los ojos de Kang Ta
brillaron en la oscuridad, los remolinos de colores activándose en respuesta a
su voto. Ahuecó la mejilla de Bada y le habló en un tranquilizador pero urgente
tono—. El Izanagi no puede saber dónde he ido, o nuestras vidas y las de
nuestros hijos en la Tierra estarán perdidas. No voy a permitir que eso suceda.
Ella bajó la cabeza.
—Sí, Alteza. Entiendo.
KangTa salió a través de una puerta
oculta, y Hee Jun volviéndose hacia Bada le tendió la mano.
—Ven conmigo. Vamos a distraer a Padre
y, al mismo tiempo, cubriremos las señales de su rápida carrera.
Bada fue a sus brazos sin titubear.
Cuando Hee Jun la besó, ella fingió disfrutarlo como un buen siervo haría,
dejando escapar un suave gemido. Hee Jun no sintió nada. Tan bella como era, no
era Jae Won. No olía como su Jae Won, ni tenía su sabor. Pero falseó su respuesta
en el abrazo de todos modos, sabiendo que distraería a su padre como nada más
podría. La vida de los niños de Hee Jun, si todavía vivían, dependía de ello.
Si el Izanagi descubría que sus hijos habían quebrantado la ley, los masacraría
a todos sin hacer caso del hecho que esos niños eran sus nietos también.
Hee Jun lo sabía. Lo había visto
ocurrir antes.
Yunho fue tan dulce que hizo
llorar a Jaejoong, maldita sea. Se secó las lágrimas y se deslizó los arrugados
pantalones vaqueros sobre las caderas. No tenía tiempo para llorar. Tenía un
hermano que salvar. La energía pulsaba en su interior, haciéndole sentir la
piel como si estuviera al rojo vivo. Tal como él dijo, la intimidad que había
compartido con Yunho había funcionado, y ahora quería ver si tenía la capacidad
de ayudar a Kibum. O si tal vez necesitaba otro empuje con Yunho sobre la
hierba.
Ambas opciones eran
atractivas.
El cuerpo le cantaba,
satisfecho y completo. Normalmente se habría sentido como dormir durante medio
día, pero esto no era normal. Ni siquiera cerca. Por un momento, al final,
pensó que podría haber sido capaz de ver a través de los ojos, sentir a través
de la piel.
Seguramente era sólo una
ilusión, un efecto secundario del sexo mágico o algo por el estilo.
— ¿Crees que ahora nuestra
conexión es lo suficientemente fuerte? —le preguntó.
Yunho descansaban desnudo en
la hierba, observándolo vestirse con ojos soñolientos.
—Es posible, pero si no lo
es, no puedes correr este tipo de riesgo. No es seguro.
—Si puedo conseguir que coma
será suficiente. Sólo tengo que mantenerlo con vida el tiempo necesario para
hacerlo más fuerte —lo suficiente para que Jaejoong también fuera más fuerte.
El proceso iba a ser definitivamente divertido.
— ¿Entonces qué? —preguntó
Yunho.
Hubo una extraña nota en su
voz, ¿un indicio de desafío, tal vez? No estaba seguro.
— ¿Qué quieres decir?
—Suponiendo que puedas sanar
a Kibum, ¿después qué?
Jaejoong se puso la camiseta.
—No he llegado tan lejos.
Supongo que se vendrá a vivir conmigo. Terminará la escuela. Ese tipo de cosas.
Tiene un montón de vida para ponerse al día.
—Quiero decir, ¿qué pasará
con nosotros cuando ya no me necesites más?
Jae se peinó el pelo corto
dándose un momento para pensar. Todo se le venía encima demasiado rápido. No
podía mantener el ritmo.
—No lo sé, Yunho. Te conocí
anoche. Eso no es mucho para pensar sobre “nosotros”. Me gustas, pero Kibum va
primero.
Él apartó la mirada, pero
tenía la mandíbula apretada con cólera o frustración. No le conocía lo bastante
bien como para notar la diferencia, lo cual sólo sirvió para demostrar su
punto.
Y sin embargo se había
acostado con él, y disfrutado de cada momento. Disfrutado tanto que ya se
preguntaba si tendría oportunidad de hacerlo de nuevo.
—Estás utilizándome —contestó
Yunho.
No podía negarlo. Después de
lo que había hecho por él, le debía sinceridad.
—Lo hago.
—Por lo menos sé a qué
atenerme. Eso es más de lo que tuve la última vez —se puso de pie y se marchó
todavía desnudo, deteniéndose sólo lo suficiente para recoger la espada.
La última vez. Con Tiffany.
Un ataque de ira se filtró a
través de la conexión antes de que la sintiera cerrarse definitivamente.
Jaejoong se frotó las manos sobre la cara. Era un buen hombre, no se merecía
ser utilizado de esa manera, pero no tenía elección. Había sido honesto con él
desde el principio. Kibum era lo primero. Era de la única manera que Jaejoong
podría vivir consigo mismo.
Yunho resistió la tentación
de cerrar de golpe la puerta trasera de la casa Pami al entrar en la cocina.
No debería haberse sentido
tan herido porque Jaejoong le estuviera usando. Diablos, en cierto modo él
también lo estaba haciendo. Era una relación simbiótica. Jae necesitaba que él
ayudara a Kibum, y él lo necesitaba para sobrevivir. Era un trato justo, uno
donde se beneficiaba más de lo que lo hacía.
Pero si ese era el caso,
entonces, ¿por qué le cabreaba tanto?
Minho estaba en la cocina con
un montón de sándwiches delante de él. No se tomó la molestia de tragar antes
de decir:
— ¿Qué diablos se arrastró
por tu culo?
Yunho realmente deseó haberse
acordado de recoger la ropa antes de volver dentro. No había nada tan incómodo
como hablar del propio culo con uno de tus camaradas mientras estabas de pie
desnudo. Así que hizo caso omiso de la pregunta.
— ¿Cómo está Kibum?
—Durmiendo.
—Bien. ¿Estarás atento de
vigilar a Jaejoong por mí mientras me visto? Estoy seguro de que estará aquí
dentro en un segundo.
—Lo que sea.
Yunho pensó que eso era lo
más cercano a un sí que obtendría de Minho.
—Gracias.
—Las únicas ropas de repuesto
están en la habitación de Kibum, pero si lo despiertas te cortaré las pelotas.
—Sí. Gracias por la
advertencia, hombre —contestó Yunho.
Minho gruñó en respuesta y
volvió al sándwich.
Cuando Yunho deslizó la
puerta del dormitorio para abrirla, Kibum ni siquiera cambió de posición. De
hecho estaba tan quieto que se quedó con la mirada fija, intentando detectar el
leve movimiento de las sábanas sobre el pecho mientras respiraba. Cuando la
manta se movió dejó escapar un suspiro de alivio. Gracias a Dios que todavía
estaba aguantando. Si hubiera muerto mientras Jaejoong y él se encontraban
fuera haciendo el amor, nunca se habría perdonado a sí mismo, aunque no hubiera
nada que pudiera haber hecho para impedirlo.
Yunho se deslizó en silencio
en el vestidor, buscando entre las ropas pulcramente etiquetadas para su
tamaño. Todo era sin estrenar y rígido, pero la ropa estaba limpia, le quedaba
bien, y le cubría completamente.
—Sabes, podrías haber salido
y recoger tu ropa —dijo Jaejoong desde la puerta del vestidor.
No le había oído entrar en el
dormitorio, lo que le hizo preguntarse dónde tenía la cabeza. Tal vez
simplemente era muy silencioso.
Sus mejillas estaban
ruborizadas, y el cabello todavía tenía restos de hierba. Los labios estaban
rojos e hinchados donde le había besado con demasiada fuerza, y la luceria alrededor de la garganta se
había profundizado en un remolino de ricos azules zafiro. El Caballero Zafiro.
Le gustaba.
Infiernos, le encantaba. Sólo
con pensar en conservarlo hizo que la polla se le hinchara de anticipación. De
ninguna manera podían estar juntos mucho tiempo sin repetir lo que había
ocurrido fuera.
—Normalmente no me marcho
furioso y desnudo —aseguró él.
Jae simplemente se encogió de
hombros.
—No me importó. He disfrutado
viendo el espectáculo, tienes un culo estupendo.
Una amplia sonrisa
cosquilleaba en la boca y cedió. Le gustaba cómo Jae lo conseguía, cómo le
podía hacer sonreír cuando no parecía haber ninguna razón para hacerlo.
—El tuyo también es bastante
bonito.
—Entonces, ese es el motivo
por el que has venido aquí enfadado. ¿Quieres hablar de ello?
¿Cómo podía explicarle lo que
sentía sin parecer un hijo de puta necesitado? Sin duda no quería decirle que
moriría sin él. Nadie debería tener que vivir con una presión como esa. No
quería ser una carga. Si iba a quedarse con él, quería que fuera por una razón
verdadera. No por culpabilidad.
—Tal vez más tarde. Creo que
primero deberíamos ver lo qué podemos hacer por Kibum.
Jaejoong asintió.
—Está bien. Entonces en otra
ocasión.
—Claro.
Le vio cambiar el chip hacia
Kibum. Esa familiar mirada de culpable preocupación que había llegado a
reconocer le llenó los ojos, y echó un vistazo por encima del hombro, donde
yacía Kibum.
— ¿Qué hacemos? —le preguntó.
—Ojalá lo supiera con
seguridad. No sé qué le pasa, así que tendremos que improvisar. Ir despacio y
con calma.
— ¿Existe el riesgo de que
puedas hacerle daño?
No podía mentirle.
—Sí. Pero llegados a este
punto, ¿qué opciones tienes? ¿Y Kibum?
—Dijiste que había personas
en tu casa que podrían ser capaces de ayudarle, ¿no? —la voz le tembló con
inseguridad.
Yunho ignoró sus propios
problemas. Ya se preocuparía más tarde. En este momento Jaejoong le necesitaba.
Le agarró de la mano y una sutil ráfaga de calor fluyó entre los dedos. Sería
tan fácil centrarse en lo físico e ignorar los problemas a su alrededor, pero
eso no iba a resolver nada.
—Los Susano's, los hombres
como Kyuhyun, son nuestros sanadores. Podrían ser capaces de ayudar, si lo
podemos recuperar hasta el punto en el que les pueda dar su sangre.
—Por eso no sé si Kibum lo
hará, pero podemos intentarlo.
—Pueden hacerlo indoloro.
Tomar su sangre mientras duerme, asegurándose de que no lo sepa nunca.
—Eso es un poco espeluznante,
¿no te parece? ¿Cómo sabes que nunca te ha pasado?
Yunho había vivido con ello
durante tanto tiempo que ya no le molestaba.
—No lo sé. Sólo elijo no
preocuparme por eso. Tan pronto como estemos allí, estará a salvo. Nunca
permitiré que nadie le haga daño más de lo que tú lo deseas. Pero esa no es
nuestra única opción. Incluso si el Susano no puede ayudarla, Victoria puede
saber qué hacer.
— ¿Quién es Victoria?
—Es una vidente. Sabe cosas
que nadie más sabe. Podría ser capaz de ver lo que tenemos que hacer para sanar
a Kibum. Hay artefactos mágicos alrededor del mundo que pueden hacer cosas
asombrosas. Puede conocer alguno que podría ayudar, y decirnos dónde
encontrarlo.
—Así que hay esperanza —comentó
Jaejoong estrechándole la mano con fuerza.
Yunho deslizó el dedo a lo
largo de su mejilla, deleitándose con la suavidad de la piel.
—Hay muchas esperanzas.
—Si existen todas estas
personas que pueden ayudar, tal vez yo no debería interferir. Podría empeorar
las cosas. Sólo la deberíamos llevar a tu casa, donde esas personas saben lo
que deben hacer.
—Ten un poco de fe en ti
mismo. Conoces a Kibum. Le quieres. No vas a hacer nada que le haga daño.
Además, Kyuhyun dijo que estaba demasiado débil para viajar —no quería decirle
que había temido que estuviera muerto cuando entró en la habitación. No había
ninguna garantía de que incluso sobreviviera a esa noche.
Jaejoong le miró a los ojos,
rogándole silenciosamente que le ayudara.
—No sé qué hacer, Yunho. No
sé cómo ayudarle.
—Está bien. Te lo mostraré.
Este fic es una adaptación, no es mío,
yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO. ORIGINAL: ENCONTRANDO LO
PERDIDO - SHANNON K. BUTCHER. PAREJA
PRINCIPAL: YUNJAE
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