martes, 17 de diciembre de 2013

CAPÍTULO 15

CAPÍTULO 15


El Príncipe Hee Jun estaba de pie en el balcón, mirando desde lo alto hacia la ciudad a sus pies. El viento glacial le azotaba el largo cabello alrededor de la cabeza, produciéndole picazón en los ojos. Las lunas gemelas se estaban desvaneciendo. Mañana, la puerta a la Tierra se abriría y a través de ella se encontraría con sus hijos. Allí sería verano, si su calendario era correcto. El octavo verano desde que había visto por última vez a sus hijos.
Ni siquiera había pasado un año en Kami no michi desde el ataque Yokai a su familia de la Tierra. Sin duda, no el tiempo suficiente para que dejara de afligirse por Jae Won. Para detener la melancolía con cada aliento que daba.
Pesados pasos sonaron detrás de él en el suelo de piedra.
Hee Jun ni siquiera necesitó volverse para ver la expresión de disgusto en el rostro de su hermano mayor. Pudo oírlo suspendido en el tono serio de voz.
—No irás —dijo Kang Ta.
—Sí. Iré.
—No es seguro. Podrían matarte.
La ira se apoderó de Hee Jun, aunque trató de controlarla. Si esperaba sobrevivir al viaje a través de la puerta, necesitaba mantener la calma y centrarse.
—Me está matando igual que a ti no saber si mis hijos están vivos o muertos.
—Los encontraré por ti y te informaré. Así es más seguro.
— ¿Y si me necesitan?
Kang Ta colocó la amplia mano sobre el hombro de Hee Jun. La voz se suavizó con comprensión.
—Ese es el riesgo que todos asumimos cuando nos decidimos a recorrer este camino. Sabíamos que nuestros hijos crecerían sin saber de nosotros. Es el precio que debemos pagar.
Hee Jun se dio la vuelta apartando la mano de su hermanastro. El cuidadoso control hecho pedazos en escombros, sin posibilidad de reparación.
—Mis hijos pueden estar muertos. Ninguno de nuestros hermanos ha sido capaz de encontrar algún rastro de ellos. Tengo que volver. Necesito saber.
Los amarillos y dorados de los ojos de Kang Ta se agitaron, arremolinando y retorciéndose alrededor de las pupilas. La compasión le serenó los rasgos, y puso la mano sobre el pecho de Hee Jun.
—Este camino se ha vuelto más difícil de lo que ninguno de nosotros hubiera imaginado, pero tenemos que seguir centrados en nuestra misión.
—Sólo quiero ver a mis niños. No voy a interferir en nuestros planes.
—Sabes que no es tan simple. Sigues estando débil después de tu último viaje, para librar a Kibum del veneno de los Orochi. No serás capaz de escudar tu entrada, y advertirás a Padre que cruzaste.
—Estoy lo suficientemente fuerte.
—No. No lo estás. Todavía no. Padre te matará y entonces, ¿qué pasará con tus hijos?
Hee Jun inclinó la cabeza sobre el brazo de Kang Ta. Tenía razón. Estaban tan poco tiempo en la Tierra, que ninguno de los demás podría conseguir más para cuidar de sus niños.
Tenían los suyos propios que cuidar.
—No puedo seguir haciéndolo —afirmó Hee Jun—, el precio es demasiado alto.
—Igual que para los demás, pero los informes muestran que nuestras previsiones eran correctas. Los Yokai son cada vez más poderosos, y no quedan suficientes Caballero de la Luz para contener la puerta. Debemos perseverar.
—Así pues, vuelves a empezar.
No era una pregunta. Hee Jun sabía que Kang Ta era el más entregado de todos ellos, sin importar el coste personal. Pero por otro lado, si sus planes fracasaban tendría más que perder aquí como cualquiera de ellos.


—Voy. Solo.
Hee Jun negó con la cabeza.
— ¿Cómo puedes continuar insistiendo, después de saber lo que mis hijos han sufrido?
Kang Ta miró con cuidado las lunas, luego hacia abajo, al interior de la campiña salpicada por las luces de las casas que se extendían a través de ella.
—Voy yo porque es la única manera de salvar lo que tenemos aquí. La única manera de proteger mi hogar. Mi familia —se volvió para mirar a Hee Jun con los ojos girando velozmente con el dorado fuego de la determinación—. No debemos fallar.
Hee Jun suspiró con resignación. Al principio el camino le había parecido tan glorioso, tan justo.


Pero ahora... Hee Jun sacó su posesión más preciada de la bolsa que le colgaba sobre el corazón. La fotografía usada y descolorida del amor de su vida y sus tres hijos, aunque no le hacía falta para recordar las líneas del rostro de su amado Jae Won, o la dulce curva de las mejillas de sus bebés. Tenía la imagen grabada en la memoria, donde los felices rostros y el conocimiento de que les había fallado vivirían para la eternidad.
Con la mano temblorosa le entregó la fotografía a Kang Ta.
— ¿Los buscarás por mí? ¿Averiguarás si mi pequeño escapó de la captura?
KangTa miró la imagen e hizo una solemne inclinación de cabeza.
—Lo intentaré.
— ¿Cuántas horas permanecerás en la Tierra?
—Nueve. No más.
Hee Jun rezó para que fueran suficientes.
—El verano siempre nos priva de nuestro tiempo con ellos.
Kang Ta se encogió de hombros.
—Es como debe ser.
—Lo sé. Supongo que no debería seguir haciéndome más daño por ello. Jae Won está muerto, y mi tiempo con él se acabó.
—Tal vez los humanos tienen razón y su cielo existe.
—Es una hermosa idea, poder reunirse con aquellos que amamos para vivir por siempre en paz. Jae Won lo creía.
Si alguien se merecía semejante destino, esa era el amado de Hee Jun.
Con el agudo golpe de apresurados pasos por el pasillo, Bada se deslizó bordeando la esquina. El largo y pálido cabello estaba alborotado por la carrera, y las mejillas sonrojadas en un color rosa brillante. Los ojos del color de una puesta de sol estaban muy abiertos a causa del miedo, los suaves labios entreabiertos para facilitar la dificultosa respiración. Era la más bella de las mujeres en su mundo, e incluso Hee Jun, cuyo corazón pertenecía a otra, tenía que detenerse por un momento cada vez que ella entraba en la habitación. Era una sierva, pero como el tesoro más preciado del Izanagi, conocía más la libertad que la mayoría.
También era su aliada más poderosa.
—El Izanagi viene —susurró.
Kang Ta escondió la fotografía en la chaqueta.
—Debo irme ahora. La puerta estará alineada para abrirse dentro de unos momentos.
—Ve, pues. Me quedaré aquí y distraeré a Padre. Si encuentras a mis hijos, dales mi amor.

—Lo juro —los ojos de Kang Ta brillaron en la oscuridad, los remolinos de colores activándose en respuesta a su voto. Ahuecó la mejilla de Bada y le habló en un tranquilizador pero urgente tono—. El Izanagi no puede saber dónde he ido, o nuestras vidas y las de nuestros hijos en la Tierra estarán perdidas. No voy a permitir que eso suceda.
Ella bajó la cabeza.
—Sí, Alteza. Entiendo.
KangTa salió a través de una puerta oculta, y Hee Jun volviéndose hacia Bada le tendió la mano.
—Ven conmigo. Vamos a distraer a Padre y, al mismo tiempo, cubriremos las señales de su rápida carrera.
Bada fue a sus brazos sin titubear. Cuando Hee Jun la besó, ella fingió disfrutarlo como un buen siervo haría, dejando escapar un suave gemido. Hee Jun no sintió nada. Tan bella como era, no era Jae Won. No olía como su Jae Won, ni tenía su sabor. Pero falseó su respuesta en el abrazo de todos modos, sabiendo que distraería a su padre como nada más podría. La vida de los niños de Hee Jun, si todavía vivían, dependía de ello. Si el Izanagi descubría que sus hijos habían quebrantado la ley, los masacraría a todos sin hacer caso del hecho que esos niños eran sus nietos también.
Hee Jun lo sabía. Lo había visto ocurrir antes.




Yunho fue tan dulce que hizo llorar a Jaejoong, maldita sea. Se secó las lágrimas y se deslizó los arrugados pantalones vaqueros sobre las caderas. No tenía tiempo para llorar. Tenía un hermano que salvar. La energía pulsaba en su interior, haciéndole sentir la piel como si estuviera al rojo vivo. Tal como él dijo, la intimidad que había compartido con Yunho había funcionado, y ahora quería ver si tenía la capacidad de ayudar a Kibum. O si tal vez necesitaba otro empuje con Yunho sobre la hierba.

Ambas opciones eran atractivas.
El cuerpo le cantaba, satisfecho y completo. Normalmente se habría sentido como dormir durante medio día, pero esto no era normal. Ni siquiera cerca. Por un momento, al final, pensó que podría haber sido capaz de ver a través de los ojos, sentir a través de la piel.
Seguramente era sólo una ilusión, un efecto secundario del sexo mágico o algo por el estilo.
— ¿Crees que ahora nuestra conexión es lo suficientemente fuerte? —le preguntó.
Yunho descansaban desnudo en la hierba, observándolo vestirse con ojos soñolientos.
—Es posible, pero si no lo es, no puedes correr este tipo de riesgo. No es seguro.
—Si puedo conseguir que coma será suficiente. Sólo tengo que mantenerlo con vida el tiempo necesario para hacerlo más fuerte —lo suficiente para que Jaejoong también fuera más fuerte. El proceso iba a ser definitivamente divertido.
— ¿Entonces qué? —preguntó Yunho.
Hubo una extraña nota en su voz, ¿un indicio de desafío, tal vez? No estaba seguro.
— ¿Qué quieres decir?
—Suponiendo que puedas sanar a Kibum, ¿después qué?
Jaejoong se puso la camiseta.
—No he llegado tan lejos. Supongo que se vendrá a vivir conmigo. Terminará la escuela. Ese tipo de cosas. Tiene un montón de vida para ponerse al día.
—Quiero decir, ¿qué pasará con nosotros cuando ya no me necesites más?
Jae se peinó el pelo corto dándose un momento para pensar. Todo se le venía encima demasiado rápido. No podía mantener el ritmo.

—No lo sé, Yunho. Te conocí anoche. Eso no es mucho para pensar sobre “nosotros”. Me gustas, pero Kibum va primero.
Él apartó la mirada, pero tenía la mandíbula apretada con cólera o frustración. No le conocía lo bastante bien como para notar la diferencia, lo cual sólo sirvió para demostrar su punto.
Y sin embargo se había acostado con él, y disfrutado de cada momento. Disfrutado tanto que ya se preguntaba si tendría oportunidad de hacerlo de nuevo.
—Estás utilizándome —contestó Yunho.
No podía negarlo. Después de lo que había hecho por él, le debía sinceridad.
—Lo hago.
—Por lo menos sé a qué atenerme. Eso es más de lo que tuve la última vez —se puso de pie y se marchó todavía desnudo, deteniéndose sólo lo suficiente para recoger la espada.
La última vez. Con Tiffany.
Un ataque de ira se filtró a través de la conexión antes de que la sintiera cerrarse definitivamente. Jaejoong se frotó las manos sobre la cara. Era un buen hombre, no se merecía ser utilizado de esa manera, pero no tenía elección. Había sido honesto con él desde el principio. Kibum era lo primero. Era de la única manera que Jaejoong podría vivir consigo mismo.



Yunho resistió la tentación de cerrar de golpe la puerta trasera de la casa Pami al entrar en la cocina.
No debería haberse sentido tan herido porque Jaejoong le estuviera usando. Diablos, en cierto modo él también lo estaba haciendo. Era una relación simbiótica. Jae necesitaba que él ayudara a Kibum, y él lo necesitaba para sobrevivir. Era un trato justo, uno donde se beneficiaba más de lo que lo hacía.
Pero si ese era el caso, entonces, ¿por qué le cabreaba tanto?
Minho estaba en la cocina con un montón de sándwiches delante de él. No se tomó la molestia de tragar antes de decir:
— ¿Qué diablos se arrastró por tu culo?
Yunho realmente deseó haberse acordado de recoger la ropa antes de volver dentro. No había nada tan incómodo como hablar del propio culo con uno de tus camaradas mientras estabas de pie desnudo. Así que hizo caso omiso de la pregunta.
— ¿Cómo está Kibum?
—Durmiendo.
—Bien. ¿Estarás atento de vigilar a Jaejoong por mí mientras me visto? Estoy seguro de que estará aquí dentro en un segundo.
—Lo que sea.
Yunho pensó que eso era lo más cercano a un sí que obtendría de Minho.
—Gracias.
—Las únicas ropas de repuesto están en la habitación de Kibum, pero si lo despiertas te cortaré las pelotas.
—Sí. Gracias por la advertencia, hombre —contestó Yunho.


Minho gruñó en respuesta y volvió al sándwich.
Cuando Yunho deslizó la puerta del dormitorio para abrirla, Kibum ni siquiera cambió de posición. De hecho estaba tan quieto que se quedó con la mirada fija, intentando detectar el leve movimiento de las sábanas sobre el pecho mientras respiraba. Cuando la manta se movió dejó escapar un suspiro de alivio. Gracias a Dios que todavía estaba aguantando. Si hubiera muerto mientras Jaejoong y él se encontraban fuera haciendo el amor, nunca se habría perdonado a sí mismo, aunque no hubiera nada que pudiera haber hecho para impedirlo.
Yunho se deslizó en silencio en el vestidor, buscando entre las ropas pulcramente etiquetadas para su tamaño. Todo era sin estrenar y rígido, pero la ropa estaba limpia, le quedaba bien, y le cubría completamente.
—Sabes, podrías haber salido y recoger tu ropa —dijo Jaejoong desde la puerta del vestidor.
No le había oído entrar en el dormitorio, lo que le hizo preguntarse dónde tenía la cabeza. Tal vez simplemente era muy silencioso.
Sus mejillas estaban ruborizadas, y el cabello todavía tenía restos de hierba. Los labios estaban rojos e hinchados donde le había besado con demasiada fuerza,  y la luceria alrededor de la garganta se había profundizado en un remolino de ricos azules zafiro. El Caballero Zafiro. Le gustaba.
Infiernos, le encantaba. Sólo con pensar en conservarlo hizo que la polla se le hinchara de anticipación. De ninguna manera podían estar juntos mucho tiempo sin repetir lo que había ocurrido fuera.
—Normalmente no me marcho furioso y desnudo —aseguró él.
Jae simplemente se encogió de hombros.
—No me importó. He disfrutado viendo el espectáculo, tienes un culo estupendo.
Una amplia sonrisa cosquilleaba en la boca y cedió. Le gustaba cómo Jae lo conseguía, cómo le podía hacer sonreír cuando no parecía haber ninguna razón para hacerlo.
—El tuyo también es bastante bonito.
—Entonces, ese es el motivo por el que has venido aquí enfadado. ¿Quieres hablar de ello?
¿Cómo podía explicarle lo que sentía sin parecer un hijo de puta necesitado? Sin duda no quería decirle que moriría sin él. Nadie debería tener que vivir con una presión como esa. No quería ser una carga. Si iba a quedarse con él, quería que fuera por una razón verdadera. No por culpabilidad.
—Tal vez más tarde. Creo que primero deberíamos ver lo qué podemos hacer por Kibum.
Jaejoong asintió.
—Está bien. Entonces en otra ocasión.
—Claro.
Le vio cambiar el chip hacia Kibum. Esa familiar mirada de culpable preocupación que había llegado a reconocer le llenó los ojos, y echó un vistazo por encima del hombro, donde yacía Kibum.
— ¿Qué hacemos? —le preguntó.
—Ojalá lo supiera con seguridad. No sé qué le pasa, así que tendremos que improvisar. Ir despacio y con calma.
— ¿Existe el riesgo de que puedas hacerle daño?
No podía mentirle.
—Sí. Pero llegados a este punto, ¿qué opciones tienes? ¿Y Kibum?
—Dijiste que había personas en tu casa que podrían ser capaces de ayudarle, ¿no? —la voz le tembló con inseguridad.
Yunho ignoró sus propios problemas. Ya se preocuparía más tarde. En este momento Jaejoong le necesitaba. Le agarró de la mano y una sutil ráfaga de calor fluyó entre los dedos. Sería tan fácil centrarse en lo físico e ignorar los problemas a su alrededor, pero eso no iba a resolver nada.
—Los Susano's, los hombres como Kyuhyun, son nuestros sanadores. Podrían ser capaces de ayudar, si lo podemos recuperar hasta el punto en el que les pueda dar su sangre.
—Por eso no sé si Kibum lo hará, pero podemos intentarlo.
—Pueden hacerlo indoloro. Tomar su sangre mientras duerme, asegurándose de que no lo sepa nunca.
—Eso es un poco espeluznante, ¿no te parece? ¿Cómo sabes que nunca te ha pasado?
Yunho había vivido con ello durante tanto tiempo que ya no le molestaba.
—No lo sé. Sólo elijo no preocuparme por eso. Tan pronto como estemos allí, estará a salvo. Nunca permitiré que nadie le haga daño más de lo que tú lo deseas. Pero esa no es nuestra única opción. Incluso si el Susano no puede ayudarla, Victoria puede saber qué hacer.
— ¿Quién es Victoria?
—Es una vidente. Sabe cosas que nadie más sabe. Podría ser capaz de ver lo que tenemos que hacer para sanar a Kibum. Hay artefactos mágicos alrededor del mundo que pueden hacer cosas asombrosas. Puede conocer alguno que podría ayudar, y decirnos dónde encontrarlo.
—Así que hay esperanza —comentó Jaejoong estrechándole la mano con fuerza.
Yunho deslizó el dedo a lo largo de su mejilla, deleitándose con la suavidad de la piel.
—Hay muchas esperanzas.
—Si existen todas estas personas que pueden ayudar, tal vez yo no debería interferir. Podría empeorar las cosas. Sólo la deberíamos llevar a tu casa, donde esas personas saben lo que deben hacer.
—Ten un poco de fe en ti mismo. Conoces a Kibum. Le quieres. No vas a hacer nada que le haga daño. Además, Kyuhyun dijo que estaba demasiado débil para viajar —no quería decirle que había temido que estuviera muerto cuando entró en la habitación. No había ninguna garantía de que incluso sobreviviera a esa noche.
Jaejoong le miró a los ojos, rogándole silenciosamente que le ayudara.
—No sé qué hacer, Yunho. No sé cómo ayudarle.
—Está bien. Te lo mostraré.



Este fic es una adaptación, no es mío, yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO. ORIGINAL: ENCONTRANDO LO PERDIDO  - SHANNON K. BUTCHER. PAREJA PRINCIPAL: YUNJAE

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