jueves, 26 de diciembre de 2013

CAPÍTULO 16


CAPÍTULO 16



Kibum ni siquiera se movió cuando Jaejoong se deslizó en la cama a su lado. Bajo el peso de Jaejoong, su delgada figura se hundió en el colchón, aunque siquiera parpadeó. Jaejoong presionó la mano sobre la cabeza de Kibum. Estaba fría al tacto. El pulso que revoloteaba en su cuello era débil e inestable.

—Lo haremos como lo hicimos antes, ¿recuerdas? —Preguntó Yunho—. Sólo tienes que abrirte a ti mismo y dejar que te guíe. Primero sólo echaremos un vistazo.

Jaejoong asintió. La mano de Yunho le rodeó la nuca, su anillo trabándose con la gargantilla. Sintió la banda caliente alrededor del cuello. La respiración se aceleró, y una especie de burbujeante presión se acumuló en su interior. La cabeza empezó a latir y el estómago se revolvió con nauseas.

—Estás luchando contra ello —dijo él.
—No es mi intención hacerlo.

Trató de relajarse, apretando la mandíbula contra el dolor y las náuseas. No iba a ser capaz de hacer esto. Iba a ser cómo perder a Ren una vez más. Simplemente iba a levantarse y observar, mientras su hermano se escabullía y…

—Basta ya —gruñó Yunho—. Eso no va a suceder. Céntrate.

Jaejoong tomó una profunda respiración y trató de hacer lo que él decía. La presión se elevó hasta que el sudor irrumpió sobre la piel, estaba temblando por la fuerza de la misma.
Sin embargo, no pasó nada.

Jaejoong abrió los ojos y miró el pequeño cuerpo de Kibum. Estaba tan débil. Indefenso. Su mente era una retorcida masa de locura e imágenes demasiado horribles para ser reales. Aquella noche le había destruido. Tal vez fue el trauma, o tal vez fue algún tipo de infección de la amarilla saliva del monstruo. Le había lamido las heridas, bebiendo a lengüetadas su sangre. Algo podría haber entrado en su cuerpo e infectarlo con esta enfermedad. Tal vez, necesitaba un antibiótico mágico.


La presión dentro de Jaejoong se liberó de pronto, como si una burbuja hubiera estallado. Dejó escapar el aliento que había estado conteniendo y, cuando levantó la vista, ya no estaba en el dormitorio con Kibum. Estaba en algún oscuro lugar.

Se oía el goteo constante de agua rebotando en las duras paredes y el olor a moho de la humedad en el aire. Hacía frío aquí, el tipo de frío que se colaba en la sangre y robaba la voluntad para moverse.

—No deberías estar aquí —dijo Kibum.

Él apareció cerca de una pared de roca, su imagen traslúcida y brillando tenuemente, como una especie de holograma. Era más joven, tal vez dieciséis, y su cabello oscuro y ondulado, como había sido antes de la noche en que Ren y mamá murieran. Llevaba puesto un pijama negro, y aunque estaba delgado, no era flaco.

— ¿En qué lugar estoy? —preguntó Jaejoong, mirando a su alrededor.

Era algún tipo de cueva, pero no aquellas con bonitas formaciones brillantes. Se trataba de un opresivo agujero negro en la profundidad de la tierra.

—Shh —susurró Kibum—. Te van a oír. Tienes que irte.
—No puedo. Tengo que ayudarte.
—No hay nada que puedas hacer por mí. Ya no.
—Por favor, Kibum. Déjame ayudarte.
Kibum frunció el ceño con confusión, ladeando la cabeza.
—Me ves y, sin embargo, todavía no me crees.
— ¿Creer el qué?
Kibum se giró repentinamente, abriendo los ojos de par en par.
—Ya vienen. Tienes que irte. No trates de volver. Te encontrarán y os matarán a ambos.
Antes que Jaejoong pudiera preguntarle quién venía o lo que quiso decir con ambos, fue empujado fuera de la mente de Kibum regresando de nuevo a la habitación.

Kibum se movió agitadamente en la cama con los ojos desorbitados y temerosos.

—Vienen por él.

Jaejoong se tragó un grito de angustia y mantuvo sujeto a Kibum.

— ¿De qué estás hablando, cariño?
—Ren. Vienen por él. Van a hacerle daño otra vez —se cogió de la camisa de Jaejoong con un agarre sorprendentemente fuerte—. Tienes que ir a buscarlo. Salvarlo.

La puerta del dormitorio se abrió tan bruscamente como para hacer un desconchón en la pared. Minho entró a la carga con la espada desenvainada. Tenía la boca torcida en una mueca de furia, y las venas del cuello y los brazos sobresalían totalmente en relieve.

— ¿Qué demonios le hiciste? —exigió.
Yunho se levantó y puso el cuerpo entre Minho y los hermanos.

—Estábamos tratando de ayudarle.

—Menuda ayuda. Estaba durmiendo hace un minuto. Te dije lo que te haría si le despertabas.
La clara invitación a cruzar metal contra metal, hizo que los pelos de la nuca de Jaejoong se erizaran.

—Podrías intentarlo —dijo Yunho.
—Estoy bien —dijo Kibum, luchando por sentarse.

Jaejoong no iba a permitir que estos hombres se mataran el uno al otro por un simple caso de envenenamiento por testosterona. No estaba seguro de lo que estaba haciendo, pero pensó que cualquier cosa era mejor que no hacer nada, así que tiró del poder de Yunho y lo utilizó para apartar de un empujón a ambos hombres con un rígido muro de aire.
Los hombres golpearon las paredes del dormitorio con una sacudida y allí se quedaron, como si estuviesen pegados con cola.

¡Caray! No esperaba que funcionara tan bien.
—Basta ya —les ordenó—. Vosotros dos vais a calmaros y actuar como seres humanos racionales. No me importa si sois grandes y fuertes.
La voz de Kibum tembló desde de la cama.
—Deberías liberarlos, Jaejoong. No creo que esto sea inteligente.
—No me importa lo inteligente que es. No van a ir a ninguna parte hasta que esté seguro de que no van a matarse el uno al otro.

La sobrecarga de energía a través de los miembros le hizo temblar, pero mantendría la presión contra los dos hombres hasta que estuviera seguro de que no era peligroso. Yunho se tranquilizó en primer lugar, su rostro perdiendo rápidamente la rabia. Kibum se deslizó de la cama y se acercó hasta donde estaba clavado Minho gruñendo. Parecía ahora estar más estable sobre sus pies. Más fuerte.

Tal vez lo que había hecho le había ayudado de alguna manera, aunque Jaejoong no tenía ni idea de lo que había hecho para ayudar.

Yunho se frotó el hombro como si le doliera mientras el orgullo brillaba en su rostro.
—Esa fue una maldita hazaña. No sabía que podías hacer eso.
—Ni yo —dijo Jaejoong.


Kibum puso la mano sobre el pecho de Minho y su cuerpo se quedó inmóvil, como si temiera dañarlo si respiraba.


—Vuelve a la cama —le dijo bruscamente.
—No hasta que te calmes.
—Voy a patearte el culo, si no vuelves a la cama.
—No, no lo harás —dijo Kibum con total confianza—. Tú nunca me golpearías.
—Yo no lo provocaría —le advirtió Yunho.
Los ojos verdes de Minho se iluminaron con una promesa de violencia.
—Escucha a los adultos, dulce, o terminarás lamentándolo.
—Soy un adulto —dijo Kibum.
Minho resopló.

Esto no iba a acabar bien. Jaejoong se acercó a su hermano antes de que pinchara demasiadas veces a la fiera enjaulada. Tomó a Kibum por los hombros y le llevó de regreso a la cama.

—Él tiene razón. No deberías estar todavía levantado y caminando. Sigues estando débil.
—Me siento mejor desde que comí —dijo Kibum.
— ¿Comiste? —preguntó Jaejoong. La banda de miedo alrededor del pecho se aflojó un poco, dejándole espacio para respirar—. Esa es una gran noticia, cariño.
Kibum miró hacia donde estaba clavado Minho.
—Él me ayudó.

Tanto Yunho como Jaejoong miraron a Minho en estado de shock. Él tenía razón. Le había obligado a comer. ¿Cómo lo hizo? En agradecimiento, Jaejoong dejó que la fuerza de sujeción contra la pared se disipara. No trató de abalanzarse sobre él o atacarlo, aunque le miraba como si lo deseara ardientemente. Sus grandes puños se abrían y cerraban repetidas veces, haciendo crujir los huesos cuando se movían.

—Ahora voy a irme. Que ninguno de vosotros me sigua —apuntó con el grueso dedo a Kibum—. Especialmente tú.



Salió de la habitación, cerrando la puerta tras él.
Kibum se dejó caer sobre las almohadas. Estaba pálido, pero la fiereza en sus ojos se había desvanecido. Por ahora.
Jaejoong tomaría el regalo sin preguntar y lo atesoraría el tiempo que tuviera con su hermano tanto como durara.

— ¿Crees que podrías comer un poco más?
Kibum sacudió la cabeza. Los párpados caídos.
—Ahora no. Tengo que dormir más. Tal vez más tarde.
Jaejoong le retiró el pelo blanco hacia atrás y sintió que su cuerpo se aflojaba y se deslizaba casi instantáneamente en el sueño.
—No sé lo que hicimos, pero parece haber ayudado —dijo Jaejoong.
Yunho seguía observando el camino por el que Minho se había ido, con mirada especulativa.
—No estoy seguro de que hiciéramos nada —le dijo él—. Quiero decir, me encantaría decir lo contrario, pero estaría mintiendo.

Otro fracaso, pero este casi no escocía tan pésimamente como si hubiera sido de cualquier otra forma. No le importaba cómo Kibum consiguió la ayuda, con tal de que la tuviera.
—Parecía lúcido en este momento.
Yunho seguía mirando la puerta, con el ceño fruncido.
—Sí que lo parecía.
—Y comió. Eso es más de lo que yo esperaba. ¿Crees que ya es seguro moverlo?
Él asintió con la cabeza.
—Vamos a ver cómo se siente cuando se despierte, pero creo que sería más seguro trasladarlo a Castillo Matsumoto que quedarse aquí otra noche. Además, Victoria está esperando. Ella quería que estuvieras allí esta noche, así que ya vamos con retraso.
—Si viajamos durante el día, los monstruos no nos pueden encontrar, ¿verdad?
—Correcto.
—Saldremos por la mañana, entonces —se inclinó y besó la cabeza de Kibum—. ¿Has oído eso, nene? Vas a estar bien. Vamos a conseguir ayuda.





El sol se estaba ocultando en el horizonte en el mismo momento en que Yunho llegó con la camioneta de Jaejoong a la puerta del recinto de Caballero de la Luz, al que él consideraba su hogar. Castillo Matsumoto. La fortaleza de los guerreros.

Jaejoong y Kibum habían dormido la mayor parte del trayecto hacia aquí, y él odiaba tener que despertarlos ahora. Jaejoong se veía tan bonito durmiendo, sus mejillas sonrosadas, el corto pelo alborotado alrededor de su rostro y su exuberante boca separada como si esperara un beso.

Sonrió hacia la cámara, sabiendo que Baekho estaría de servicio, deslizó la tarjeta de identificación en la ranura y esperó a que las puertas se abrieran.

Yunho aparcó la camioneta en su plaza del garaje. El complejo era una extraña combinación de estación de esquí y base militar. Las paredes de piedras del edificio principal brillaban rosadas con la última luz del día, y en este momento, el Castillo Matsumoto se llenaba de actividad. Más de quinientas almas consideraban este lugar su hogar, y entre ellos estaban los Amaterasu, Susano, y algunos de los Pami, los seres humanos que servían a su causa.

Yunho apagó el motor de la furgoneta y acarició la mejilla de Jaejoong para despertarlo. Su piel era tan cálida y suave para las manos llenas de cicatrices de los combates, que el estremecimiento de placer que le corrió por el brazo sólo intensificó la sensación. Todavía no podía creer que fuera suyo al menos durante dos días más.


Jaejoong suspiró y echó atrás la cabeza, ofreciéndole a Yunho más de la suave piel para acariciar. Él sabía cómo aprovecharse de una buena situación, pero el orgullo lo detuvo, aunque sin poder evitar deslizar un dedo sobre la luceria. En las horas que habían necesitado para llegar, los colores se habían definido aún más, sus remolinos cada vez más lentos y relajados.

El golpeteo de nudillos en el cristal sacudió a Yunho fuera de la feliz ensoñación, apartando la mano como si le hubieran pillado haciendo algo indebido.

Kwak Aron estaba de pie, en el exterior de la puerta del conductor, lanzándole a Yunho una conocedora sonrisa burlona. Los blancos dientes destacaban en contraste con la piel morena de Aron. Su herencia egipcia era evidente en la remarcada boca y los rasgados ojos castaños. Mujeres y hombres adoraban a Aron. Yunho había oído murmurar acerca de su resistencia y destreza en la cama, y lo último que quería era que Aron fuera lo primero que Jaejoong viera cuando se despertara. No necesitaba ese tipo de competencia.

Yunho bajó la ventanilla.
— ¿Qué quieres? —preguntó un poco más bruscamente de lo que su amigo se merecía.
Kibum se movió de su sueño, dejando escapar un sonido suave, gimoteando. Aron se inclinó para así poder ver mejor.
—Young Woon  está buscándote. Está molesto porque ayer no informaste.
—Sí, bueno, él puede estar molesto. Yo estaba ocupado.
Aron atisbó la forma durmiente de Jaejoong, y Yunho interpuso el cuerpo para bloquearle la visión.
—Ocupado. Ya veo. Dos parejas sin duda le harán eso a un hombre.
—Necesitan nuestra ayuda. Kibum estaba demasiado débil para viajar ayer, si no hubiéramos estado aquí antes.
Como Victoria le había pedido. No estaba deseando enfrentarse a su disgusto.
—Es mejor que se lo digas a Young Woon  antes de que ponga tu culo haciendo guardia en el perímetro durante la temporada de lluvias.
—Creo que hará una excepción esta vez.
Aron sacudió la cabeza con asombro, los ojos deslizándose sobre la luceria que adornaba el cuello de Jaejoong.
—Otra pareja Amaterasu. Este lugar ya se ha vuelto loco desde que Donghae llegó. Una vez que los hombres se enteren de que hay otro…
—Les dará esperanzas —dijo Yunho.
—Enviará a los pocos que quedan aquí corriendo a los cuatro vientos, en busca de sus propias parejas.
— ¿Significa eso que te quedarás aquí mientras todos los demás van de búsqueda?
La puerta de un coche se cerró con fuerza, seguida de cerca por una segunda. El sonido hizo eco en las gruesas paredes de hormigón del gigantesco garaje. Minho debía haber llegado justo detrás de ellos.
—Diablos, no. No, a menos que a alguno se le ocurra aparecer por casualidad antes de que termine de hacer el equipaje —Aron señaló con la cabeza hacia Kibum—. ¿Está bien?
—Espero que sí.
— ¿Quieres que lo lleve al interior? Seré verdaderamente suave para que no se despierte.



—Tócalo y muere, Romeo —dijo Minho detrás de Aron.
Kyuhyun estaba junto a él, con semblante un poco verde.
—Nos alcanzaste rápido —dijo Yunho.
Minho había esperado a que Kyuhyun se alimentara antes de seguir a Yunho y las parejas. Tenían que haber llegado, al menos, una hora después de Yunho.
—Conduces como un viejo —dijo Minho.
—No —argumentó Kyuhyun—. Tú conduces como un loco.


—Yo, felizmente te hubiera dejado en cualquier lugar que tú quisieras, sanguijuela.
— ¿A la luz del día? Que caballeroso eres —dijo Kyuhyun.
Minho le dedicó una sonrisa llena de dientes afilados.
—Por mucho que me encante tu compañía, me voy adentro. Tengo trabajo que hacer —Kyuhyun se marchó hacia la entrada de la sala principal.

Jaejoong cambió de posición al lado de Yunho, frotándose contra el muslo. Se despertó lentamente, el cuerpo al principio, y Yunho no podía hacer nada excepto mirar. Estiró las largas piernas, luego los brazos, luego se enderezó tanto como la cabina de la furgoneta se lo permitía antes de molestarse en abrir los ojos. El espectáculo que, sin saberlo, presentaba con ese encantador estiramiento hizo que cada hombre allí le mirara fijamente. Él se movió para que no estuviera a la vista, al menos para nadie que no fuera él.

— ¿Dónde estamos? —preguntó en un bostezo.
—En casa.
Él no dijo de quién. Esperaba más de lo debido que fuera su casa también, tanto como él sería suyo muy pronto.
— ¿Ya? ¡Qué rápido! —miró a Kibum y apretó la mano contra la frente de su hermano. Kibum no se movió—. ¿Ha estado durmiendo todo el tiempo?
—Sí. Pero, ha estado haciendo algunos ruidos.
Minho rodeó la furgoneta, el sonido de sus ruidosas y pesadas botas retumbando sobre el cemento.
— ¿Qué clase de ruidos? —preguntó Jaejoong.
—Nada horrible —dijo Yunho cuando Minho abrió la puerta lateral de los pasajeros.
Los gemidos habían estado partiéndole el corazón, pero no sentía la necesidad de compartir esa información con Jaejoong.
—Jaejoong, este es Kwak Aron.
—Encantado de conocerlo —dijo a través de la ventanilla abierta.
Aron sonrió, bajó la cabeza en una pequeña reverencia formal, y le ofreció la mano.
—Es un placer, mi lord.

Jae le dio la mano con un breve apretón y los ojos de Yunho se fijaron en la luceria de Aron, buscando la más mínima señal de que pudieran ser compatibles. Nada cambió, y Yunho dejó escapar en silencio un suspiro de alivio.
La sonrisa de Aron se desvaneció cuando se dio cuenta de lo mismo. Él no podía salvarlo.
— ¿Cuándo es su ceremonia? —preguntó Aron.
—Todavía no estoy seguro.
—¿Qué ceremonia? —preguntó Jaejoong, frunciendo el ceño.
—Algo que hacemos para las parejas como tú. No te preocupes por nada.
Minho desabrochó el cinturón de seguridad de Kibum y deslizó los brazos por debajo de su cuerpo.
— ¿Adónde lo llevo? —preguntó él.
—Lo puedo llevar yo —dijo Jaejoong, frotándose la cara con las manos como si tratara de despertarse—. No tienes que molestarte.
Minho resopló.
—Kibum no pesa lo suficiente como para ser una molestia. ¿Por dónde?
Jaejoong dejó escapar un suspiro de resignación.
—Donde quiera que estén las instalaciones médicas, supongo.
—Nuestros médicos visitan a domicilio —dijo Yunho—. Tenemos una enfermería, pero no creo que le gustara. Demasiado estéril y fría. Se sentirá más cómodo si tú estás cerca.
— ¿Dónde me quedaré?
Yunho bajó la voz.
—Yo esperaba que te quedaras en mi habitación —preferentemente desnudo, pero aceptaría lo que pudiera conseguir.
Jae se sonrojó como si le hubiera leído el pensamiento, lo que hizo que Yunho soltara una carcajada. Tal vez tenía una veta de timidez en algún lugar después de todo.
Jaejoong inspiró y expiró con aire de indiferencia.
—Vamos a la habitación de Yunho. ¿Sabes el camino?
Minho no respondió, pero cambió de dirección llevándose en brazos a Kibum hacia la puerta.
—Le haré saber a Young Woon  que has llegado —dijo Aron—. Pero iré despacio para que tengas ocasión de… instalarte —le guiñó un ojo a Jaejoong y corrió tras Minho, abriéndole la puerta para que no tuviera que empujar a Kibum.
Jaejoong todavía estaba ruborizado, lo cual decidió Yunho, era una buena apariencia para él. Especialmente cuando su rubor se extendiera por su increíble torso y abdomen, siendo él la causa de ello.
La puerta del edificio principal se cerró detrás de los hombres, dejándolos a solas.
Yunho le tomó de la mano y deslizó la punta de los dedos por la sedosa piel.
—Aquí habrá un montón de gente que quiera conocerte. Especialmente nuestros hombres. Todos ellos querrán hacerte su juramento. Esa es la ceremonia de la que Aron estaba hablando.
—Me reuniré con quien quieras, y dejaré que todos ellos se golpeen el pecho o se corten a sí mismos o lo que sea necesario para conseguir ayuda para Kibum.
—Me imaginé que era eso lo que sentías. Simplemente, no quería que te cogiera por sorpresa. Te ha sucedido muchas cosas en un tiempo realmente corto.
Jae giró la mano y entrelazó los dedos con los de él. Su agarre era apretado, casi desesperado.
—Soy duro. No te preocupes por mí.
—Lo siento. Es mi trabajo. Además, alguien tiene que hacerlo.
Le apartó la mirada, pero no antes de que él pudiera ver el brillo de las lágrimas iluminándole los ojos.
—Debemos irnos. No me gusta dejar solo a Kibum.
—No está solo. Minho está con él —dijo Yunho, y después de sus palabras, se dio cuenta de la connotación—. Correcto. Debemos irnos.


Este fic es una adaptación, no es mío, yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO. ORIGINAL: ENCONTRANDO LO PERDIDO  - SHANNON K. BUTCHER. PAREJA PRINCIPAL: YUNJAE

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