CAPÍTULO 14
Yunho tenía que
controlarse a sí mismo o iba a herirlo. Lo quería demasiado. Le necesitaba.
Pensaba que había sido malo antes, pero ahora que había visto en el interior de
su mente, era mucho, mucho peor.
Jaejoong era
hermoso por dentro. Tan cuidadoso y generoso. Tan asustado de estar solo. Tan
asustado de fallarle a Kibum de nuevo. Ese miedo hizo que todos los
sobredimensionados instintos protectores de Yunho se pusieran en pie y
rugieran. Iba a asegurarse de que nunca estuviera solo de nuevo, de que su
familia estuviera a salvo. Independientemente de lo que le llevara, fuera lo
que fuera lo que costase, Yunho iba a protegerlo de la única cosa que más
temía. Perder a Kibum.
No tenía ni
idea de cómo iba a hacerlo, pero encontraría un modo. Encontrarían un modo,
juntos.
E iba a
comenzar asegurándose de que pudiera usar tanto de su poder como pudiera
soportar. Era lo que ambos querían. Todo lo que tenía que hacer era asegurarse
de reservarse lo suficiente para que no terminara haciéndose daño.
Abrió los ojos
y lo miró. Era tan hermoso bajo la luz de la luna que difícilmente podía creer
que fuera real. Tenía las mejillas encendidas y su boca estaba abierta, el
aliento la llegaba en rápidas ráfagas jadeantes. Juraría que casi podía ver el
resplandor del calor elevándose de su piel.
Mío.
Jaejoong había
aceptado su luceria, y eso lo hacía suyo. Lo unía a él.
—Abre la boca —ordenó él.
Se había
estado muriendo por besarlo toda la noche y no se había aproximado lo
suficiente para apaciguarlo. Ni siquiera de cerca.
Una mirada de
preocupación cruzó su rostro.
—Yunho,
¿estás…?
—Abre. La.
Boca.
Jae lo hizo,
sólo un poco, y Yunho lo besó profunda y duramente. No la había abierto lo
suficiente para él, así que instó a que le diera más. Tomar más.
Sabía tan
condenadamente bien, nunca tendría suficiente. Le pasó la lengua por los labios
y le inclinó la cabeza hacia atrás para poder obtener un ángulo mejor, más
profundo. Su suave suspiro le dijo que no le importaba en absoluto. De hecho,
le pasó los brazos alrededor del cuello y le apretó fuertemente, como si
tratara de evitar que escapara.
Como si él
quisiera parar ahora. No tenía oportunidad. Le había advertido que esto podría
no ser seguro, pero no le había escuchado, y ahora se merecía todo lo que le
pasara.
El calor se
derramó en él hasta que pensó que había ardido. La polla estaba tensa contra
los vaqueros, rogando por la liberación. El corazón latía fuerte y rápido, y el
poder dentro de él creció y pulsó como si supiera qué había planeado para Jae y
no pudiera esperar para ser dejado en libertad.
Yunho empujó
hacia arriba su camisa, exponiendo su torso delgado a la luz de la luna. Era
hermos ahí, también. Su pecho marcado duro y fuerte como si toda la vida se la
hubiera pasado entrenando, suave y terso al tacto como si el esfuerzo no le
hubiera maltratado la piel, tan puro. Sus pezones estaban arrugados y
apretados. No hacía frío fuera, lo que dejaba sólo otra razón. Jae le deseaba,
también. Tal vez no tanto como él lo hacía, pero iba a arreglar eso.
Sus manos
acariciaron su torso, gimiendo ante la intoxicante sensación de su piel desnuda
contra él. El tenso pezón se alzaba contra la mano, volviéndolo loco. Sabía que
las manos estaban ásperas por años de combate, pero no le importaba. Tenía que
tocarlo, sentir la piel desnuda contra la suya. Frotó la palma contra él,
haciéndolo inspirar un afilado aliento. La mente de él estaba demasiado nublada
para averiguar si ese sonido era bueno o malo, pero sabía una cosa que a Jae le
gustaría seguro, un lugar que no era demasiado áspero.
Apartó la boca
de la suya y se movió lentamente por su cuerpo, apartando las amontonadas ropas
fuera de su camino, sobre su cabeza y brazos. Yunho le pasó la lengua por el
pezón. Las caderas de Jaejoong corcovearon y se arrancó las ropas de los brazos
y le agarró el pelo con los puños, sujetándolo.
—Más —ordenó.
Yunho obedeció
felizmente y le cubrió con la boca, tirando con fuerza.
Jae le clavó
las uñas en el cuero cabelludo y dejó escapar el más hermoso sonido de placer
que jamás había oído.
Muy dentro de
él, algo estaba pasando ‑algo verdaderamente maravilloso‑ pero no sabía qué
era. No podía pensar con claridad. No con la boca pegada al pezon y el cuerpo
retorciéndose bajo el suyo. No con la luz de la luna bañando su piel y el aroma
de su excitación flotando fuertemente en el aire nocturno.
El poder fluyó
fuera de él, goteando por todas las partes donde las pieles desnudas se
tocaban. Era erótico sentir absorberlo, sentir aceptar lo que necesitaba darle.
—Oh —respiró hondo y
la sintió contener el aliento durante un momento—. Eso es lo
que querías decir.
Yunho no podía
hablar. La garganta estaba demasiado tensa por la necesidad de empujar más
poder dentro de Jae y forzarlo a tomarlo todo. Sólo su necesidad de protegerlo
le contuvo y le permitió una valiosa medida de control.
La feroz
necesidad de tomarlo se apoderó de él. Si no podía tomar más poder,
malditamente bien iba a tomar su polla en su interior tan profundo como pudiera
entrar.
Los dedos
fueron a la cinturilla de los vaqueros, desesperado por tenerle desnudo. Quería
sentir su piel contra él y averiguar si estaba tan húmedo y listo para él como
necesitaba que estuviera. No creía que pudiera ser suave más. No la primera
vez. Tal vez después de unas cuantas rondas, después de derribar los aspectos
más ásperos de su necesidad.
Se puso rígido
y se movió para detenerle la mano, pero Yunho se sacudió el intento. Jae lo
intentó de nuevo y él gruñó de frustración mientras le capturaba las manos y se
las ponía por encima de la cabeza contra la descartada camiseta.
—Yunho —susurró su
nombre como si estuviera asustado.
Él no quería
parar, pero se vio obligado ante su promesa de mirar y descubrir lo que lo
asustaba. Una vez lo hubiera matado, podría volver a su dulce cuerpo firme.
Cuando miró
alrededor, no vio nada.
— ¿Qué? —le preguntó
con la voz turbia de necesidad.
—Me estás
sujetando.
— ¿Y?
Estaba
intentando detenerlo. ¿Qué esperaba que hiciera?
—Suéltame —los ojos estaban
muy abiertos y brillantes, con franco miedo.
Yunho miró
donde la mano encadenaba las muñecas. Su presión era suficiente para magullar.
Suficientemente apretado como para hacerle daño.
—Mierda —gruñó Yunho.
Le soltó y se
empujó apartándose. Estaba yendo demasiado rápido en su desesperación.
Forzándolo. Esa no había sido su intención.
¿Lo había
sido?
La erección
palpitaba al ritmo del pulso acelerado y tenía la piel enfebrecida. En su
interior, estaba temblando de necesidad, pero se las arregló para permanecer
quieto tendido sobre la tierra seca y no asaltarlo.
El rostro de Jae
entró en su línea de visión y tenía un tentativo ceño preocupado.
— ¿Estás bien?
Yunho cerró
los ojos. Ni siquiera podía mirar sin luchar contra la necesidad de establecer
su reclamo. E incluso con los ojos cerrados, todavía podía sentir su piel bajo
las manos y su pezón contra la lengua. Eso no era el tipo de cosas que una
persona olvidaba.
Jae le tocó la
cara, y él apretó los dientes contra la tentación de echarlo hacia atrás y
tomarlo fuerte y rápido, antes de que tuviera oportunidad de detenerle.
—No tenemos que
parar, pero más lento es mejor —dijo—. ¿Puedes ir más despacio?
—Probablemente
no. No sé que me haces, pero me estoy muriendo por ti. Necesito estar dentro de
ti —sólo decirlo
casi le volvió del revés de lujuria.
Jaejoong
exhaló un aliento tembloroso. Su cabello
le rozó el brazo, y pudo sentir la suavidad sedosa de las hebras. Lo que le
recordó que todavía estaba sin camisa.
Yunho abrió
los ojos para mirar porque no tenía otra opción. Tenía que ver su glorioso
torso desnudo.
Jae le miró fijamente
y se puso de rodillas.
—Más lento, ¿de
acuerdo?
Yunho asintió,
incapaz de hablar. No estaba seguro de si podía reducir la marcha, pero sabía
que lo intentaría. Haría cualquier cosa para conseguir tenerlo de espaldas
debajo de él, donde pertenecía.
Antes de que
pudiera encontrar la voluntad para moverse, Jaejoong se puso a horcajadas sobre
sus caderas.
—Funcionó —le dijo.
— ¿Qué
funcionó?
—La intimidad —tomó su mano y
se la presionó contra el pecho—. Cuando me besaste aquí, sentí… sentí que nuestra conexión
se hacía más fuerte.
—Tal vez
debería hacerlo de nuevo, sólo para estar seguros.
Jae le dedicó
una sensual sonrisa que le hizo querer sentir sus labios rodeándole la polla
mientras le chupaba. Todo el cuerpo se estremeció con el esfuerzo de permanecer
inmóvil y no obligarlo a hacer precisamente eso.
—Eres hermoso —dijo.
—Soy tú hombre.
Jae pasó los
dedos por la marca de vida, arrastrándolos hacia los vaqueros.
—Sigues siendo
hermoso. Todo duro y musculoso. Es realmente excitante.
—Si estás tan
excitado, entonces no te importará dejarme sentirte. ¿Estás mojado, Jaejoong?
Jae le sostuvo
la mirada mientras desabrochaba los vaqueros y deslizaba la cremallera tan
lentamente que le hizo doler las pelotas. En lugar de dejarle a él hacer el
trabajo, se introdujo la mano dentro de los boxers. Sus ojos se volvieron
lánguidos y la cabeza le cayó hacia atrás cuando movió los dedos contra la
cabeza de su erección.
Yunho no podía
aguantar más. Ni un sólo segundo. Le agarró la muñeca y le sacó la mano. Sus
dedos brillaban con su excitación a la luz de la luna. Le había provocado eso a
Jae. Le había hecho mojarse y ahora iba a saborearlo.
Tomó los dedos
de Jae en la boca y estuvo cerca de correrse ahí mismo. Sabía a sal, a menta y
a necesidad insatisfecha. Pero no por mucho tiempo. Lo haría sentirse satisfecho
y lo llenaría con su semilla para que no hubiera más dudas de que era suyo. Jae
olería a él. Sabría a a él. Sería suyo.
Jaejoong le
miró con los parpados pesados y él pudo sentir sus vaqueros ásperos contra el estómago
cuando sus caderas se movieron como si tuvieran mente propia.
—Quítatelos —ordenó Yunho—. Te quiero
desnudo.
Jaejoong
levantó una ceja en desafío.
—Tú también.
Cualquier cosa
que lo desnudara valdría para él. Yunho se quitó el cinturón de la espada y lo
dejó al alcance. Tan pronto como se separó del cuerpo, el arma se volvió
visible, mostrando los intrincados grabados de vides en la vaina. Se quitó los
vaqueros y las botas justo a tiempo de verlo hacer lo mismo.
Todavía
llevaba los bóxers, su pequeña erección se insinuaba por encima de estos podía ver
las pequeñas gotas de preseminal manchando los vellos que sobresalían de la ropa
interior, lanzó el resto de sus ropas a un lado y sus ojos se clavaron en la
dura erección. Ésta corcoveó en respuesta a su ansiosa mirada.
—Si sigues
mirando, voy a deshonrarme.
Una sonrisa de
pura codicia curvó la boca.
—Oh, ¿sí? —Se acercó y
envolvió los dedos alrededor de él, haciéndole aspirar un duro—. Creo que me gustaría ver eso.
—Tal vez mas
tarde —le dijo, y lo
puso de espaldas en el suave y espeso césped—. Ahora mismo,
tengo otros planes.
Jae le
acarició con el puño. Sus dedos eran lo suficientemente largos para hacer bien
el trabajo, y lo sentía como el cielo. Yunho tuvo que apretar los dientes para
contenerse de correrse sobre su mano.
Le separó la
mano y su polla dio un latido de resentimiento, que él ignoró.
—Todavía llevas
la ropa interior —dijo él.
—Soy tímido.
Yunho dejó
escapar una carcajada que no pudo contener. No tenía un solo hueso tímido en el
cuerpo. Se estaba burlando de él y eso estaba bien. Dos podían jugar a ese
juego.
Le besó en la
boca hasta que lo dejó sin aliento, y luego se trasladó por su cuello y sobre
sus clavículas. Amó cada pezon con la boca y la lengua, provocando dulces
gemidos de placer hasta que no pudo aguantar más. Arrastró besos por sus
costillas y sobre su tenso vientre, deslizando los boxers mientras bajaba.
Sus piernas
eran largas y musculosas, como el resto de él. Pero incluso con todos esos músculos,
todavía era suave. Tenía que tocarlo y disfrutar de la sensación de su piel
bajo él. No estaba seguro de si iba alguna vez a ser lo suficiente, pero estaba
malditamente bien yendo a intentarlo.
Volvió hacia
arriba por su cuerpo, abriéndole las piernas mientras lo acariciaba. Cada
centímetro que subía enviaba un nuevo escalofrío, otro suave gemido. Contenerse
casi le mata. Habría sido tan fácil simplemente deslizarse derecho en su
interior. Pero le había pedido que fuera más lento, así que lo haría.
Cuando deslizó
los dedos por su sexo despacio mientras subia y bajaba por toda la longitud delicadamente
poso sus dedos suavemente hasta llegar a su entrada y depacio deslizo un par de
dedos dentro moviéndolos suavemente mientras se abria paso, Jae saltó ante el contacto.
—Oh —exhaló en un
largo suspiro mientras el cuerpo quedó inerte.
Yunho no
estaba esperando una invitación. Le separó las piernas lo suficiente para hacer
espacio para los hombros y se estableció entre ellas. La hierba le hizo
cosquillas en el cuerpo, pero era lo suficientemente suave que no se preocupó
por la espalda de Jaejoong. Podría montarlo tan fuerte como quisiera y no temer
hacerle daño. Lo cual era bueno. No confiaba en su contención una vez sintiera
de cerca su cuerpo rodeándole la polla.
El aroma de su
cuerpo caliente le hizo girar la cabeza y la boca agua. Separó su carne, y el
cuerpo de Jaejoong se tensó. No sabía si era porque estaba impaciente o ansioso,
pero le presionó suaves y blandos besos a lo largo del interior de sus muslos
para tranquilizarlo y que le dejara darle placer.
No funcionó.
Estaba nerviosamente apretado, vibrando de tensión.
La mente
quería relajarlo y aliviar su ansiedad, pero el cuerpo tenía otras ideas.
Necesitaba saborearlo de nuevo, hacerle correrse. Después de un orgasmo o dos,
estaría plenamente relajado.
La idea era
demasiado potente para resistirse, así que lo hizo. Abrió sus piernas, las alzó
y las sostuvo allí mientras se la chupaba.
Jaejoong le
agarró el pelo en sus puños y dejó escapar un agudo grito de necesidad. Sus
caderas se movieron debajo y él las sostuvo inmóviles mientras se tragaba todo de
una sola vez. Entonces él lo sintió. Jae estaba empujando en su mente
frenéticamente, intentando encontrar la manera de entrar.
Tiffany nunca
había querido esa cercanía con él. Siempre había mantenido la distancia. Fría y
distante. Nunca le había permitido más que besarla.
Pero no Jaejoong.
Estaba intentando acercarse a él, tratando de convertirse en una parte de él.
El alma de Yunho se llenó de satisfacción y le dejó entrar, sintiendo una
oscura sonrisa en la boca. No tenía nada que esconder ‑ya no‑ pero le orientó
hacia lo que él más quería que viera. Iba a verlo todo de él, sentir el deseo que
le provocaba y eso aumentaría el suyo.
En su inocencia,
no se daba cuenta que él estaba canalizándolo a través de los pensamientos,
dirigiéndolo hacia la vibrante y consumidora necesidad de tenerlo y mantenerlo
para siempre. Le siguió fácilmente y él le dejó sentirlo, lo liberó del control
y le permitió sentir cuánto lo deseaba.
Un crudo
gemido se escapó de los labios de Jae, y se arqueó, sosteniendo la cabeza de él
apretada contra sí. Como si él necesitara algún estimulo. Podía sentir lo cerca
que estaba, cuánto lo deseaba. Lo necesitaba. Su cuerpo estaba temblando en el
borde, y todo lo que necesitaba era el mínimo empujón para enviarle sobre él.
La polla de Yunho
palpitó cuando deslizó un par de dedos dentro de su apretado cuerpo caliente. Jae
dejó escapar un quejido casi doloroso, así que lo chupó con fuerza, dándole lo
que necesitaba. Eso fue todo lo que necesitó.
Sintió barrer
su orgasmo atravesándolo y sintió sus músculos contraerse cuando estalló contra
él, se trago todo de golpe. Dejó salir un alto grito de liberación que hizo que
el mundo de Yunho cambiara bajo él. El eco ni siquiera había cesado todavía y
ya quería que volviera a hacerlo de nuevo. Y otra vez.
Su cuerpo se
relajó bajo él, volviéndose suave y flexible. Todavía estaba flotando dentro de
la mente de él, pero su presencia era débil y contenida. Sus piernas estaban
ampliamente extendidas, su sexo brillando con la luz de la luna.
Si hubiera
sido un hombre mejor, se habría apartado y lo habría dejado descansar. Pero no
era bueno. Le necesitaba demasiado. El sudor le cubrió la piel y los músculos
estaban anudados de dolor. Tenía que tenerlo. Ahora, antes de que tuviera la
oportunidad de negarse.
Ascendió por
su cuerpo besando el camino, rezando para que comprendiera su necesidad.
—Lo siento —dijo
crispadamente cuando alineó el cuerpo para adaptarse a él.
Jae abrió los
ojos. Yunho esperaba ver conmoción o tal vez rechazo, pero en cambio, le abrazó
y tiró de él. Las caderas de él se movieron por propia voluntad, facilitando la
entrada a la erección. Estaba ajustado, pero relajado y trato de deslizarse sin
hacerle daño. Gracias a Dios.
Los brazos se
sacudieron en contención mientras apuntalaba el peso sobre el cuerpo de Jae. Se
estaba muriendo por empujar más profundamente y clavarse en su interior, pero
se contuvo.
— ¿Estás bien? —encontró la fuerza
para preguntar.
Él ronroneó y
arqueó la espalda para que se deslizara más profundamente. Yunho tomó aire y
apretó los dientes para evitar el orgasmo sólo un poco más. Por mucho que
necesitara correrse, necesitaba estar seguro de que esta no sería la única vez.
Tenía que ser bueno para él. Solo tenía unos pocos días para demostrarle que no
podría vivir sin él, y eyacular en su interior a los treinta segundos escasos
no era el modo de hacerlo.
Calmó su
cuerpo y se concentró en su rostro perfecto y angelical, la suave curva de sus
mejillas, el blando abultamiento de su boca, el modo en que sus parpados
aleteaban cuando la polla se contraía dentro de él.
—No te estás
moviendo —susurró, y
apretó los músculos a su alrededor.
Yunho jadeó
por aire.
—Estoy
intentando mantener un poco de control aquí. No estás ayudando.
—No quiero tu
control. Te quiero a ti.
—Sería demasiado
rudo ahora mismo.
Él le devolvió
una sexy sonrisa conocedora.
—Rudo es
agradable de vez en cuando —cogió el labio inferior de él entre los dientes y
deslizó la lengua por él antes de dejarle ir—. Además, soy
resistente. Puedo tomarlo.
No sólo podía
tomarlo, lo quería. Él podía ver el deseo brillando en sus ojos, sentirlo
parpadear a través de la conexión.
El control de Yunho
se rompió. Se deslizó de su cuerpo y se sumergió dentro de nuevo, forzándolo a
tomarlo todo de él. Podía sentir como su entrada se apretaba dura contra su polla.
Los ojos de Jaejoong se abrieron ampliamente y sus pupilas se dilataron cuando
se quedó profundamente en su interior y encajó las caderas contra él.
—Oh, Dios —exhaló y se
aferró a su trasero—. Otra vez.
Él obedeció,
pero no porque se lo hubiera pedido. No tenía otra opción. Los instintos eran
violentos ahora, el cuerpo moviéndose fuerte y rápido en respuesta. En algún
lugar en el fondo de la mente, pensó que debería hacer algo más. ¿Besarlo,
acariciarle? Ya no estaba seguro. Nada importaba excepto el férreo control de
su sexo contra la polla y el calor resbaladizo formado entre ellos. Estaba
estrecho y resbaladizo, y su cuerpo amortiguaba sus embates, aceptando lo que
él le diera.
La base de la
columna vertebral se tensó y chispas se formaron en su vista. Estaba cerca y
quería a Jae allí mismo con él,
hundiéndose en el borde.
Yunho forzó el
paso al interior de su mente y le dejó sentir lo que estaba sintiendo. Canalizó
el poder hacia su cuerpo, estrechando los límites del vínculo tan fuerte como
pudo, obligándolo a tomar más de lo que nunca había tomado antes. Jaejoong
gritó contra la presión, pero él no cedió. Esto era lo que ambos querían ‑lo
que necesitaba para ayudar a Kibum‑ y él iba a dárselo.
Él arqueó el
cuerpo, elevando las caderas juntas. Eso le enterró más profundamente en su
interior, y Yunho se perdió, deleitándose en las sensaciones de su cuerpo y
mente cuando le llenaron. Su orgasmo le agarrotó la garganta y le estranguló el
aire del cuerpo. Lo empujó de vuelta a la tierra y se introdujo hasta la
empuñadura mientras disparaba la semilla en su interior.
Los pulsos de
energía le llenaron a la vez que los de su cuerpo hasta que él pudo sentir sus
esfuerzos contra la sensación. Era demasiado, y cuando Jae le siguió, gritando,
cuando llegó al clímax sacudió las caderas contra él. Su estómago se tensó
rítmicamente y una luz resplandeciente fluyó de sus brazos y salió de la punta
de sus dedos, hundiéndose en la tierra.
Lentamente, la
luz se desvaneció y el silencio descendió sobre ellos. Incluso los grillos
estaban silenciosos. Una suave brisa le refrescó la piel mientras luchaba para frenar la respiración
irregular.
Había tenido
siglos de sexo y nunca había sido así. O bien tenía algo que ver con la
relación que compartían, o había estado haciendo algo realmente mal durante un
tiempo muy largo.
—Creo que me
has matado —dijo. La voz
estaba ronca y áspera.
—Tal vez, pero
es una buena manera de morir.
Yunho se
apartó de su cuerpo, pero no fue lejos. La cruda necesidad salvaje que había
sentido se había ido ahora, pero cuando miró su agotado cuerpo húmedo yaciendo
allí y vio la prueba de la unión brillando en la polla de ambos, sabía que no
se apartaría mucho tiempo. Él era suyo ahora y no iba a dejarlo olvidarlo.
—Eres sólo un
poco posesivo, ¿huh? —le preguntó
sin abrir los ojos.
Él percibía
sus pensamientos. Yunho se deleitó con el conocimiento de que eran lo
suficientemente cercanos como para que Jae pudiera sentirlos.
—Absolutamente.
Te sugiero que te acostumbres.
Una pequeña
sonrisa elevó un lado de su boca.
—Un chico puede
acostumbrarse a este tipo de sexo realmente rápido.
Y sólo con
eso, Yunho estuvo duro y listo para empezar de nuevo.
—Nunca sería
igual con nadie más —le dijo. La
voz sonaba áspera, casi enfadada, pero tenía que hacerle saber que no era
reemplazable.
Jae abrió un
ojo.
—Abajo, chico.
No soy de salir corriendo. Puedes relajarte.
No, no podía,
pero si no daba marcha atrás, iba a asustarlo o enfadarlo tanto que nunca le
dejaría tenerlo así de nuevo. Y eso no podía pasar. Tenía que calmarlo. Rápido.
Jae se levantó
y se miró entre los muslos. Una mirada conmocionada le cruzó la cara, después
se convirtió en aflicción.
—No puedo creer
que olvidara hacerte cubrir.
— ¿Cubrir?
No sabía lo
que quería decir, pero parecía tan disgustado que necesitaba solucionarlo. Lo
que quiera que fuera.
—No usaste un
condón. Por favor, dime que no estás sufriendo algún tipo de mágica podredumbre
de entrepierna.
Yunho
parpadeó, completamente perdido. El cuerpo todavía le estaba tarareando, la
mente aún no se había puesto al día y tenía que obtener la cuota de suministro
de sangre.
— ¿Mágica qué?
—ETS —dijo, como si
debiera saber que quería decir—. Ya sabes, enfermedades de transmisión sexual.
Finalmente, lo
cogió.
—Oh, lo
entiendo. Enfermedades humanas. No, no tienes que preocuparte. Nuestra especie
no enferma, al menos no así.
Jae levantó la
mano.
—No quiero
saber nada más ahora mismo. Tal vez más tarde.
—No puedo darte
un niño, tampoco —le dijo por
obligación.
Sabía que
podría significar que le abandonara por un hombre que pudiera ser el padre de
sus hijos, pero tenía que correr ese riesgo. Era algo demasiado grande para pasarlo
por alto.
Él se quedó
quieto e inclinó la cabeza a un lado.
— ¿Hablas en
serio o simplemente lo estás diciendo para que te deje hacerlo sin condón de
nuevo? Porque eso no va a pasar.
—Me pondría un
traje de materiales peligrosos y un tutú si eso es lo que se necesita para
volver dentro de tu dulce cuerpo. Lo que quieras. Pero lo digo en serio.
Nuestros hombres no pueden engendrar hijos. Nos hicieron algo. No sabemos qué,
pero todos somos estériles ahora.
Jae frunció el
ceño y le alcanzó. Tal vez había sentido la ira que le había robado la alegría,
o tal vez algo en la cara se lo había dado a entender. No estaba seguro. Pero
lo que fuera, él le acariciaba la mano como si le ofreciera condolencias, lo
que supuso era apropiado. La ausencia de vida era casi tan desoladora como la
pérdida de la misma.
—Lo siento.
Quiero decir, no estoy buscando tener hijos ahora mismo, y con el loco camino
que lleva mi vida, probablemente nunca, pero al menos tengo la opción. Lamento
que tú no.
—Yo también lo
lamento. Pero son viejas noticias. No tiene sentido preocuparse por ello. Sólo
pensé que deberías saberlo.
Estuvo
extrañamente tranquilo durante un momento mientras recogía su ropa. Cuando se
dio la vuelta, tenía los ojos brillantes, como si hubiera estado conteniendo
las lágrimas.
—Sabes, de
algún modo, eres afortunado. Nunca tendrás que preocuparte de que tu hijo te
será arrebatado en mitad de la noche, o que se vuelva una babeante cáscara
aterrorizada en lugar de lo que fue una vez. Nunca tendrás que preocuparte de
si eres lo suficientemente bueno para mantenerlos a salvo y protegerlos del
peligro. Nunca conocerás la angustia de fallarles.
Ahora estaba
hablando de su hermano Ren, aquel que había sido secuestrado esa noche hacia
ocho años. Lo sabía porque lo había visto pasar, y sentía la culpabilidad de él
por no haber sido lo suficientemente fuerte como para detenerlo.
Yunho lo tomó
en los brazos porque no podía dejar de abrazarlo. Le necesitaba ahora, y era su
deber ‑su honor‑ darle lo que necesitara.
—No le fallaste
a tus hermanos —le dijo.
—Sí. Lo hice.
Todavía estoy fallándole a Kibum.
—Tal vez no —dijo Yunho—. Eres más
fuerte ahora. Somos más fuertes
ahora. Podemos intentarlo de nuevo.
Jae dejó
escapar un tembloroso suspiro y se aferró a él con desesperada fuerza.
— ¿Y si fallo
otra vez?
—Entonces lo
haces, pero no puedes perder la esperanza. Conozco gente que puede ser capaz de
ayudar incluso si nosotros no podemos. Haremos lo que sea necesario, ¿de
acuerdo?
Sintió su
gesto de asentimiento contra la mejilla.
—No estoy seguro
de cuánta esperanza queda en mí.
—No te
preocupes —dijo,
apretando el abrazo—. Tengo
suficiente esperanza por ambos.
Este fic es una adaptación, no es mío,
yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO. ORIGINAL: ENCONTRANDO LO
PERDIDO - SHANNON K. BUTCHER. PAREJA
PRINCIPAL: YUNJAE
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