CAPÍTULO 23
Jaejoong retrocedió
conmocionado ante la posesividad de él. No estaba sólo jugando a la actitud de
hombre de las cavernas. Hablaba en serio. Como él para siempre, que para él era
realmente mucho tiempo.
No tenía ni
idea de por qué él querría estar junto a una persona tanto tiempo, mucho menos
alguien que había fallado tan a menudo como lo había hecho él. Tenía que haber
sufrido algún tipo de daño cerebral en algún momento. Era la única explicación
que se le ocurrió.
Lo había visto
por dentro. Sabía que le había fallado horriblemente a su familia cuando el
tener éxito hubiera significado todo para su familia y para sí mismo. Había
visto las consecuencias de su fracaso en cada uno de los delirios terroríficos
de Kibum.
Kibum se
estaba muriendo porque Jaejoong había fallado, y sin embargo Yunho todavía lo
deseaba. ¿No sabía que sólo terminaría consiguiendo que le mataran también?
Estaba
durmiendo ahora. Podía sentir las oleadas de descanso fluyendo de él. Le
calmaba lo suficiente de la frenética necesidad de huir, para permitirle
quedarse a su lado.
Le apartó el
alborotado pelo del rostro. Era un hombre tan sexy, tan guapo de modo rudo, con
lo suficiente de chico malo para hacerlo estar mojado y tener una erección
permanete. Era una fantasía andante. La gruesa erección exigente era sólo un
beneficio adicional.
Él había
culminado, pero seguía estando duro. Por Jae. Lo había visto con suficiente
claridad para saber la verdad. No estaba cerrando los ojos y pensando en
alguien más cuando le tocaba. Lo deseaba sólo a él.
Parte de sí
mismo brillaba por el conocimiento, pero el resto se preguntaba cómo él podía
sentirse así cuando sabía cuan defectuoso era en realidad.
Tal vez no le
importaba cuan cobarde fuera mientras le gustara su cuerpo. Sí, eso era
probable. Tenía perfecto sentido.
Y dolía como
el infierno.
Se frotó la
cara con las manos. Había estado tan confundido desde que lo había conocido.
Todo se había vuelto del revés y siempre estaba un paso por detrás, intentando
frenéticamente ponerse al día y descubrir lo que estaba pasando.
Si eso ayudaba
a Kibum, todo habría valido la pena. Jae continuaría su camino, y tal vez
cuando volviera a visitar a su hermano, también podría ver a Yunho.
Eso estaría
bien. No quería pertenecerle o atarlo, pero tampoco deseaba no volver a verlo
nunca. Podían quedar cuando las cosas no fueran tan perturbadoras y tal vez
conocerse como personas normales. O, al menos tan normal como la gente como
ellos podía ser.
Disfrutaría
acostumbrándose a tener a un guerrero grande y sexy, que blandía una espada con
una erección perpetua alrededor. ¿Quién no lo haría?
Podría
funcionar. Podrían incluso terminar tan cerca como para que estuviera dispuesto
a dar una oportunidad a esa cosa de para siempre, una vez que estuviera seguro
de que él supiera que no era del tipo confiable. Cuando se deshiciera de las
ilusiones acerca de él, estaría dispuesto a intentarlo.
Había
posibilidades de que no funcionara, pero seguro que se divertirían dándole una
oportunidad.
Minho apoyó la
mejilla contra la pared desnuda, deseando deslizarse a través de la desvanecida
pintura. Sabía que los muros de las habitaciones en Castillo Matsumoto estaban
aislados contra el ruido, y no había manera de que pudiera oír el corazón de Kibum
latiendo. Pero podía sentirlo. Justo al otro lado de la pared. Débil, pero
constante. Aún estaba vivo.
El dolor le atormentaba
el cuerpo, pero aún así, algo de la fragilidad en los huesos se filtraba fuera
mientras se apretaba tan cerca como podía para llegar a Kibum.
Las
habitaciones contiguas a la de Yunho, en la que estaba Minho, estaban vacías.
Nadie iba a venir. Los ojos electrónicos de Baekho no podían verle aquí. Eran
solamente él y el latido regular del corazón de Kibum. Juntos, a solas.
No sabía el
porqué estaba aquí. No tenía nada que hacer aquí. Necesitaba estar fuera,
luchando. Jodiendo. Expulsando algo de presión para poder seguir adelante sólo
un poco más. Sólo el tiempo suficiente para saber que Kibum iba a estar bien.
No debería
haberle importado, pero aparentemente quedaba lo suficiente de su alma para que
lo hiciera. Ya no estaba seguro de cuanto de bueno tenía eso, pero lo aceptó,
como aceptaba el dolor latiendo a través de él con cada aliento.
Tan pronto
como despertara, se prometió que se iría. Se iría y nunca volvería. No estaba
seguro de cuánto tiempo podría confiar en sí mismo para permanecer lejos de
Kibum.
Y si Kibum se
vinculaba a uno de los hombres de aquí, estaba bastante seguro que él sería
letal. Era mejor irse antes de que eso pasara. Pero no hasta que estuviera
mejor. No hasta que estuviera a salvo.
Yoochun sacó a Chagmin
fuera donde pudiera ver la puesta de sol. Ambos necesitaban algo de aire fresco
y Yoochun realmente necesitaba un poco de cordura. Todos sus amigos se estaban
largando. Kevin y Thomas estaban muertos, ambos en las últimas semanas. Eunhyuk
tenía a Donghae ahora. Continuaban pasando cada segundo juntos, y aunque estaba
feliz por su amigo, también estaba tan celoso que le ardía el estómago.
Difícilmente podía ya mirar a Eunhyuk sin desear para sí mismo ese tipo de
felicidad con tanta fuerza que le dolía hasta los huesos.
Junsu se había
ido. No podía sentirlo hoy, aunque de vez en cuando, cada pocos días, la marca
de sangre comenzaba de repente a hacer su trabajo y le ponía en la pista de su
dirección. Nunca duraba lo bastante para localizarlo, y cada vez que había
tenido ese pequeño picor, procedía de un lugar diferente.
Siempre estaba
moviéndose. Siempre corriendo.
Ni siquiera
sabía por qué estaba tan asustado de él. Nunca se había detenido lo suficiente
para averiguarlo.
Yoochun aparcó
la silla de ruedas cerca de un banco colocado al lado de la calzada. La tierra
aquí parecía un parque, césped perfectamente cortado intercalado con lechos de
flores y enormes árboles cubrían la tierra. Su nuevo jardinero jefe parecía
tener un don para su trabajo. El lugar nunca se había visto mejor.
Chagmin miraba
fijamente hacia delante, sin molestarse en girarse hacia Yoochun a pesar que
aún podía mover la cabeza. El resto estaba paralizado, y ya, los fuertes
músculos que habían movido el cuerpo estaban disminuyendo y desapareciendo,
dejando sólo un indicio de lo que había sido una vez. El deterioro había sido
tan rápido, que estaba seguro que el hombre ni iba a durar mucho más tiempo.
— ¿Cómo lo
llevas, hombre? —preguntó Yoochun.
Los ojos de
color ámbar de Chagmin brillaban de ira.
— ¿Cómo crees?
¿Cuán bien lo llevarías si tu cuerpo fuera un montón inútil de huesos y
tuvieras un tubo en la polla para no mojarte?
Quería
ofrecerle paz a Chagmin, pero él no tenía nada que perder.
—Lo siento.
—Sí, todos lo
lamentamos jodidamente. Todos nosotros, excepto YoungWoon. Negó mi solicitud de
nuevo. —La ira vibraba en su tono, y un toque de algo más. Algo impotente y
desesperado.
—No va a
dejarte morir aún. No le has dado suficiente tiempo a los Susano’s.
—Si estuvieras
sentado aquí, sabrías que eso es una mentira. Cada día en este cuerpo es una
eternidad. Es hora de abandonar.
Yoochun le
apretó el brazo, aunque sabía que no podía sentirlo.
—No podemos
renunciar a ti aún.
—Así que en su
lugar, ¿me torturáis? Qué amable.
— ¿Cómo te
sentirías si yo estuviera ahí sentado? ¿Renunciarías a mí?
Entonces Chagmin
giró la cabeza. Lo miró fijamente con tanta furia en los ojos que Yoochun casi
apartó la vista. Pero no lo hizo. Le debía a su amigo más que una barata
negación y evasión.
—Si estuvieras
sentado en esta silla, te quiero lo suficiente para cortarte la garganta y
verte morir.
—No, no lo
harías. Estarías por ahí buscando la cosa que te mordió. Estarías sangrando en
la boca de una sanguijuela cada dos días. Estarías luchando para salvar mi
vida.
Chagmin apartó
la mirada y su voz se convirtió en un tono tranquilo y solemne.
—Estas
equivocado, pero te perdono.
Eso sonaba
como si le estuviera diciendo adiós, y Yoochun sintió una punzada de
preocupación.
—No vas a
morir, Chagmin. Vamos a solucionar esto.
—Mejor daros
prisa, entonces.
— ¿Por qué? ¿Por
qué vas a renunciar?
—Ya lo hice.
Si YoungWoon no me mata, yo haré el maldito trabajo.
— ¿Cómo vas a
hacerlo? Nadie te va a ayudar.
—Oí hablar de
las parejas que trajo Yunho aquí. Taemin me dijo que tenía que ir a ayudar porque
uno de ellos se estaba muriendo ya que no puede comer.
Yoochun unió
las piezas.
—De ninguna
jodida manera.
—He dejado de
comer. No sé por qué no pensé en ello antes. Supongo que no estaba pensando con
claridad.
—YoungWoon no va a permitir que eso pase.
—No le voy a
dar la oportunidad. Estoy acabado. Cuatrocientos años es bastante para
cualquier hombre.
No podía dejar
que su amigo renunciara así. Sabía que estaba sufriendo, pero si sólo aguantaba
un poco más, los Susano’s averiguarían algo.
—No lo hagas.
Ven conmigo a encontrar a Junsu.
Chagmin rió
sin humor.
—Claro. ¿Por
qué infiernos no? Solo átame al techo de tu coche y nos iremos de viaje por
carretera.
—Lo digo en
serio. Vamos a sacarte de aquí durante un tiempo. El cambio de escenario podría
hacerte algún bien.
Chagmin apretó
la mandíbula.
—Lo único que
va a hacerme algún bien es una espada en mi corazón.
—No. Hemos
empezado a encontrar a nuestras parejas de nuevo. ¿Qué pasa si la tuya está ahí
fuera, también?
— ¿Y qué si lo
está? No va a hacer una diferencia ahora. No voy a vincularme a alguna persona
que puede ser capaz de salvar a un hombre que pueda realmente hacer algo bueno.
—No puedo
creer que estés renunciando.
— ¿No? Intenta
sentarte aquí durante un tiempo y lo creerás. Estoy acabado. He tenido una
buena trayectoria. Es hora de dejarlo. Tengo que hacerlo.
—No voy a
renunciar a ti aún.
—De acuerdo.
Pierde tu tiempo. Simplemente no me importa.
—Lo hago.
Quiero ayudarte a pasar por esto.
Chagmin miró
fijamente hacia la noche, pero estaba viendo otra cosa.
—Hay una cosa
que puedes hacer por mí.
—No te voy a
matar.
Apretó los
labios con frustración.
—No. Es otra
cosa.
—Nómbralo.
—No quiero que
Taemin me cuide más.
— ¿Por qué no?
¿No te está tratando bien? Pensé que era…
—Ése es el
problema. Es demasiado agradable. Demasiado inocente. No debería tener que ver
lo que me voy a hacer a mí mismo.
—Entonces no
lo hagas.
—Ya he tomado
mi decisión —dijo.
—Lo siento. No
voy a hacer esto más fácil para ti. Por lo que a mí concierne, Taemin se queda.
La cara de Chagmin
se ensombreció de humillación.
—No lo quiero
alrededor, maldita sea.
Yoochun estaba
comenzando a sospechar que había algo más que la preocupación de Chagmin por el
niño.
—Te gusta.
—Lo estoy
protegiendo, como mi voto exige. Es demasiado suave para su propio bien.
Chagmin sentía
algo por el chico. Estaba casi seguro. Casi.
—Me gustan
suaves. Podría quitártelo de las manos durante un tiempo, supongo. Rastrear a Junsu
me ha tenido tan ocupado que ha pasado bastante tiempo desde que me acosté con
alguien.
Las aletas de
la nariz de Chagmin llamearon de ira y su voz le golpeó como un látigo.
—No lo toques,
joder.
Yoochun
sonrió.
—Lo sabía. Te
gusta.
—Eres un hijo
de puta —gruñó—. Mejor reza para que nunca vuelva a caminar, porque la primera
cosa que haría sería patearte el culo.
Cruzó los
brazos sobre el pecho y le brindó una sonrisa burlona. No había conseguido la
prueba de cordura que necesitaba, pero le había encontrado a Chagmin una razón
para vivir. Era lo suficientemente bueno para él.
Jaejoong se había ido
cuando Yunho despertó. Se estiró hacia él antes de recordar lo que había
pasado. Para el momento en que la mano encontró las frías sábanas vacías,
recordó todo lo que había hecho y supo que no estaría allí.
Se levantó de
la cama, se envolvió la sábana alrededor de las caderas, y lo buscó. No podía
mirarlo a la cara ahora mismo, no después de lo que casi había hecho, pero
tenía que saber que estaba a salvo y cerca.
Encontró a Jaejoong
en la habitación de Kibum, acostado junto al pequeño con la espalda hacia la
puerta, acariciando el pelo blanco de Kibum. Suaves palabras de consuelo
dedicadas a su hermano, pero no podía oír lo que decían. Taemin estaba sentado
en una esquina de la habitación, haciendo punto, ganchillo o algo en lo que
participaban gran cantidad de hilos. Tarareaba para sí mismo mientras los dedos
se movían tan rápidos que eran borrosos.
Taemin le
miró, finalmente dándose cuenta de su presencia, y se le tensó el cuerpo como
si estuviera a punto de saltar. No sabía por qué estaba tan nervioso cerca de
él, pero levantó la mano libre y agitó
la cabeza, diciéndole que se quedara donde estaba.
Necesitaba una
ducha y algo de tiempo para recomponerse y encontrar la manera de arreglar lo
que había hecho.
El disgusto le
dejó un sabor amargo en la garganta que no desaparecía. Se había duchado y
vestido y no tenía ni idea de cómo acercarse a Jaejoong con disculpas por su
error de juicio.
Ni siquiera
estaba seguro de que realmente supiera lo que había intentando hacerle. Jae
sabía que le dolía, pero podría no saber el porqué.
Había estado a
punto de esclavizarlo. Incluso el pensamiento le hizo daño.
Un golpe en la
puerta le sacó de la angustia. Terminó de ajustarse la espada alrededor de las
caderas y fue a responder.
JunJin estaba
allí, llenando la puerta con su corpulencia. Los ojos color verde musgo estaban
mates y enrojecidos, como si no hubiera dormido en días. El aroma del combate
se aferraba a su piel, y el polvo le cubría la ropa. Dondequiera que hubiera
estado, no había sido divertido.
—Victoria me
envió —dijo sin preámbulos.
— ¿Aceptó
nuestra petición?
JunJin
asintió, pero no parecía satisfecho.
—Dijo que te
vería a primera hora de la mañana.
—¿Por qué no
ahora? La noche todavía es joven.
—Acabamos de
volver de cazar y estamos exhaustos. La niña necesita su descanso.
— ¿Qué pasó?
JunJin se
frotó las sienes. El cansancio le pesaba en el cuerpo, tirando de él.
—Pregúntale a Eric,
pero probablemente no quieras saberlo. Voy a quebrarme.
—Gracias
—dijo—, Jaejoong se sentirá aliviado de saber que todavía hay esperanza.
JunJin parecía
que le iba a decir algo más, pero atacó:
—No esperéis
ningún milagro. Victoria ha estado actuando de una manera un poco extraña
últimamente.
—Victoria
siempre actúa extrañamente. —Tenía perpetuamente ocho años y podía ver el
futuro. Eso era raro en cualquier escala.
—Más de lo
normal, quiero decir. Sólo dale algo de espacio, ¿De acuerdo?
—La
necesitamos.
JunJin
suspiró.
—Lo sé. Todo
el mundo lo hace. Ése es el problema.
—Juraría que
esto es más duro para ti que para ella.
—Es como una
hija para mí —dijo.
Yunho se
preguntó cómo debería ser eso, tener un niño que pudiera llamar propio.
—Eso suena
bien.
—Algunos días,
sí.
Pero no hoy,
al parecer.
JunJin se
apartó del marco de la puerta.
—Me voy a
dormir. Te veré mañana sobre las ocho de la mañana, ¿De acuerdo?
—Allí
estaremos.
Hyesung no podía
dejar de temblar. Cada gramo de fuerza le había sido arrancado cuando abrió ese
portal. Ni siquiera podía sostenerse mientras Eric lo llevaba de vuelta en
brazos a sus habitaciones. No era como si él necesitara ayuda. Los brazos eran
fuertes y sólidos, rodeándolo, sosteniéndolo tan fácilmente contra el pecho
como si no hubiera pasado las últimas horas luchando sin parar.
La marcha era
un poco inestable debido a la herida que tenía en el muslo izquierdo. No hacía
peligrar su vida, pero la necesidad de repararla era casi abrumadora.
—Más tarde —le
dijo, conociendo sus pensamientos—. Estaré bien dentro de unas pocas horas.
Necesitas descansar.
La idea de
dormir hizo que un grito le burbujeara en la garganta. Cada vez que cerraba los
ojos veía esa… abominación. Todavía no estaba seguro si era real o si se lo
había imaginado.
—Era real
—gruñó Eric. Apretó los brazos un poco a su alrededor como si intentara
protegerlo de eso incluso ahora.
—Necesito
lavarme.
—Un baño puede
esperar. Necesitas descansar.
Todavía podía
oler el hedor de esa cosa ardiendo, oír los gritos que escapaban de los
pequeños pulmones.
Dios, ¿Qué
había hecho? Eso era sólo un niño.
—No era un
niño, era un demonio. Intentó asesinar a Victoria. Hicimos lo que teníamos que
hacer.
—Parecía tan…
humano. ¿Cómo era posible? —Hyesung tragó saliva, intentando evitar las
lágrimas.
Había matado a
un niño está noche. Y mañana, iba a tener que buscar más y matarlos, también.
—No pienses en
eso ahora. Más tarde, después de que hayas descansado, verás las cosas más
claramente.
Se acercaron a
sus habitaciones y la puerta se abrió para Eric. Asintió hacia la recámara de
enfrente de la habitación, un silencioso agradecimiento para Baekho, quien era
sin duda el que estaba al otro lado.
—Nada de esto
tiene sentido —le dijo a su marido mientras lo dejaba en la cama.
—Por supuesto
que no. Estamos todos demasiado cansados para darle algún sentido. Déjalo esta
noche. Mañana averiguaremos lo que hay que hacer.
—Necesito un
baño. —Sonaba desesperado, pero tenía que lavarse el pelo para quitarse el olor
de la carne ardiendo de esos niños.
—De acuerdo,
amor. Prepararé uno para ti. No te muevas.
Hyesung no
podía soportar su peso lo suficiente para quedarse erguido. Se desplomó sobre
las almohadas y sintió las lágrimas deslizándose por las sienes, empapando las
mantas. Le picaban los ojos y sabía que probablemente estaban inyectados en
sangre por la cantidad de poder que había canalizado esa noche.
Al menos Eric
no sabría que había llorado. Le amaba demasiado para hacerle sufrir por sus
lágrimas.
La caída del
agua chapoteando en la bañera la llenó de tranquilidad y le ayudó a bloquear
los ecos de esos pequeños gritando.
No podría
hacerlo de nuevo. Nunca. Había perdido demasiados de sus propios bebes durante
siglos para tomar los de alguna otra madre. Ni siquiera él era tan cruel.
Los Yokai
habían ganado finalmente. Habían encontrado una manera de proteger su progenie
de los Caballeros de la Luz dándoles caras humanas.
Si no lo
hubiera visto por sí mismo, nunca lo hubiera creído.
—El baño está
listo —dijo Eric.
El fuerte
cuerpo estaba delineado por la luz del cuarto de baño. Incluso después de todos
esos siglos, seguía siendo tan fuerte y firme como lo había sido desde que lo
había conocido.
Todavía no
entendía el porqué le quería. Había hecho tantas cosas horribles. Esa noche
sólo era una más.
—Basta ya
—dijo Eric con el tono que usaba para ordenar a los Amaterasu—. Hemos hecho lo
correcto esta noche. No voy a tenerte matándote de culpa.
A pesar del
tono duro, los dedos eran gentiles cuando le desabrochó la fila de botones de
la parte delantera de la túnica. Tendría que quemar la seda gris. Nunca sería
capaz de ponérselo de nuevo sin pensar en lo que había hecho esa noche
vistiéndolo.
Eric lo
desnudó, después hizo lo mismo consigo. El delgado cuerpo estaba acordonado de
músculos, e incluso a pesar que tenía más pelo gris ahora, más cicatrices,
todavía era hermoso.
Le recogió de
nuevo y se dirigió hacia el baño.
—Así es
—susurró—. Piensa en cosas buenas ahora. Estamos juntos. Nos amamos. Estamos a
salvo, sanos y rodeados de amigos.
— ¿Cómo puedes
hacer eso? ¿Cómo puedes siempre ver el lado bueno de las cosas?
Él los puso a
ambos en la gran bañera, sosteniendo el débil cuerpo para que no se deslizara
bajo el agua.
—Porque te
tengo a ti. Todo el resto del mundo puede desmoronarse y mientras te tenga, me
consideraría afortunado.
Era demasiado
bueno para él, pero siempre lo había sabido. Era sólo uno de sus muchos
secretos.
Tal vez era el
momento de hablarle de su traición. Si alguien era capaz de perdonarlo, ese era
Eric.
Sí.
Ese era el problema.
Sin él, estaría perdido. Tan egoísta como era, no podía correr ese riesgo. Le
necesitaba demasiado. Había ahuyentado a todos los demás que quería.
Hyesung
reforzó la puerta de esa parte secreta de la mente, asegurándose que estaba
fuertemente cerrada y atrancada para que él nunca la viera, ni siquiera
sospechara lo que había allí. Haría cualquier cosa para retroceder en lo que
había hecho, pero era demasiado tarde para eso. Iba a tener que vivir con ello,
un error más que añadir a la lista de imperdonables que había cometido. Había
tantos, deseaba perder la cuenta, pero nunca lo hacía. Recordaba cada uno de
ellos.
—Buenas noticias
—dijo Yunho desde la puerta—. Victoria ha accedido a verte.
Jaejoong cerró
los ojos y dio una breve oración de agradecimiento. Besó la cabeza de Kibum y
se levantó de la cama.
Yunho estaba
sin camisa, y la vista de todas esas crestas masculinas le hacía latir el
corazón. No importaba que lo hubiera tenido sólo hacía unas pocas horas. Quería
más. Probablemente siempre lo haría.
— ¿Crees que
ella puede ayudar? —preguntó.
—Es posible.
Taemin había
estado tejiendo en la esquina de la habitación durante horas, pero las agujas
se detuvieron entonces. Mantuvo la mirada baja cuando habló.
—He oído
hablar de algunas de las cosas que Victoria sabe. Es increíble, mi señor. Estoy
seguro que será capaz de ayudar a Kibum.
Jaejoong
quería abrazar a Taemin por ser tan dulce. Podría ser tímido y vergonzoso, pero
no dejaba que eso le impidiera confortar a otra persona.
—Gracias, Taemin.
El chico se
sonrojó y las agujas comenzaron a moverse de nuevo, aunque no tan suavemente
como antes.
—Vamos a dar
un paseo —dijo Yunho, con evidentes ganas de hablar en privado—. Taemin puede
controlar el fuerte, ¿verdad?
—Sí, señor.
Jaejoong
asintió y le siguió afuera. El amanecer estaba justo comenzando a hacer el más
mínimo resplandor en el horizonte este. El resto del cielo estaba lleno de
estrellas.
Yunho estaba
extrañamente tranquilo, casi sombrío. Y no lo tocaba, no era él en absoluto.
— ¿Pasa algo?
—preguntó.
Parecía que él
no quería hablar. La mandíbula estaba apretada, pero finalmente abandonó la
lucha.
—Sí. No
debería hacer hecho lo que te hice la pasada noche. Es imperdonable.
Jaejoong
frunció el ceño, completamente perdido. Incluso trató de mirar en su mente para
averiguar lo que quería decir, pero todo lo que se encontraba era un muro
sólido. No iba a dejarlo pasar y eso lo hacía sentir… Solo. Se había
acostumbrado a compartir los pensamientos con él y se dio cuenta de lo mucho
que iba a perder cuando se fuera.
— ¿No
deberíamos haber tenido sexo?
—No. Por
supuesto que no es eso. Estoy hablando de lo que sucedió después.
Cuando le hizo
daño.
—Olvídalo
—dijo—. Yo lo he hecho.
— ¿Cómo puedes
decir eso? Traté de quitarte el libre
albedrío la pasada noche. Intenté
esclavizarte.
—Y dolió como
el infierno, así que no lo intentes otra vez o tendré que patearte el culo.
Lo atrajo y lo
hizo detenerse bajo un enorme arce. La sensación de su mano sobre el brazo le
calentó. Le gustaba demasiado la manera en que lo tocaba para su propio bien.
—Todavía no lo
entiendes, ¿verdad? —dijo—. Te violé. Intenté hacerte la misma cosa por la que
mato a otros por hacerlo.
Realmente
estaba dándole más importancia de la que tenía.
—Escucha, sé
que no lo harías. No eres así. No está en ti.
— ¿Cómo lo
sabes?
—He estado
hurgando en tu cabeza desde hace un par de días hasta ahora. Eres un buen
chico. Sólo perdiste la cabeza durante un minuto. No es gran cosa.
La boca se le
quedó colgando de conmoción. Jaejoong sonrió y le dio un rápido beso.
Al menos,
intentó que fuera rápido. En cambio, él le agarró por los brazos y se aferró a Jae,
devolviéndole el beso con una desesperación tan fuerte que le sobresaltó.
Cuando
finalmente lo dejó volver a respirar, estaba mareado y se aferró a sus anchos
hombros.
— ¿Qué fue
eso?
—Por ser el hombre
perfecto.
Jaejoong
resopló.
—Creo que
necesitas algo más de sueño. No estás pensando bien.
Él se
arrodilló a sus pies y le apretó las manos entre las suyas. Podía sentir los
callos que la espada había puesto en su piel y eran extrañamente consoladores
para ella. Era un guerrero, capaz de mantenerlos a él y Kibum seguros.
Si se quedaba.
La resolución
de abandonarlo vaciló. No tenía demasiado ahí fuera esperándolo. Él tenía razón
en que podría hacer su trabajo desde dondequiera que estuviera. Y él podía
ayudarle. Estaba seguro de ello. Nunca dejaría a un niño solo y asustado.
Yunho presionó
la mano sobre la tierra y sintió el mismo tipo de zumbido que había sentido
antes está noche. Sólo que esta vez no le dolió. El poder fluyó a través de
ella fácilmente en un gentil goteo que le calentó la piel.
El suelo bajo
ellos tembló. Yunho levantó el puño hacia Jae, y cuando abrió la mano, un
anillo de oro brilló contra su palma.
—Pensé que
podrías sentirte más cómodo estando conmigo a la manera de los humanos, porque
creías que eras una de ellos.
Parpadeó,
inseguro de que sus ojos estuvieran trabajando. Yunho se puso en pie y le
deslizó el anillo de oro en la mano izquierda.
—Cásate
conmigo, Jaejoong. Quédate conmigo.
La conmoción lo
congeló en su lugar y le robó el aliento de los pulmones. Miró hacia abajo, al
anillo en el dedo. Le quedaba perfectamente, brillando sin una mancha o
rasguño. No tenía ni idea de cómo lo había hecho.
No tenía ni
idea de porqué lo quería.
—No puedo
—susurró. Quería decir sí, pero no podía hacerle eso a él. O a sí mismo. Él
quería un compañero, alguien que pudiera estar a su lado y luchar contra los Yokai,
alguien con quien pudiera contar. No era esa persona. Fallaba cuando era más
importante, y no quería eso para Yunho.
No podría ser
lo que quería. Si lo amaba, tenía que dejarle libre para encontrara a otro hombre
que pudiera. Y lo amaba. Sabía que lo hacía porque el corazón se le rompía y sangraba
por tener que dejarle ir.
—Lo siento, Yunho.
No puedo.
Su expresión
se endureció, escondiendo el rechazo que sabía que tenía que estar sintiendo.
Él abrió la boca para decir algo, pero antes de que pudiera, las sirenas
berrearon una alarma en la noche.
—Kibum —Jaejoong
se dio la vuelta y corrió hacia las habitaciones de Yunho, oyendo los pasos
golpeando justo detrás.
Cuando
llegaron a la habitación, Taemin estaba de pie en la puerta y Jaejoong pudo ver
a Kibum detrás de este. No había sangre, ni monstruos. Estaba a salvo.
Yunho alcanzó
el teléfono y marcó.
— ¿Qué está
pasando? —preguntó Taemin.
—No lo sé.
Yunho colgó el
teléfono y fue al armario enfrente de la puerta principal. Sacó una pesada
chaqueta de cuero y se la cerró con cremallera, sacó unas gafas de seguridad
claras del bolsillo, y se las puso también.
—El recinto ha
sido violado —dijo—. Tengo que ir a ayudar a repeler el ataque.
—Voy contigo
—dijo Jaejoong.
El rostro era
de piedra fría cuando lo miró.
—Lo que sea.
Pero no voy a esperar. —Sacó otra chaqueta de cuero del armario y se la lanzó—.
No salgas sin ponerte algo de protección.
Jaejoong
asintió y le preguntó a Taemin:
— ¿Puedes
mantener a Kibum a salvo?
—Sí, mi señor.
Voy a trasladarlo a una de las habitaciones seguras.
Se deslizó la
chaqueta y buscó las gafas de seguridad en el bolsillo.
— ¿Necesitas
ayuda?
Yunho se fue y
no miró atrás.
Taemin sacudió
la cabeza, haciendo que los rizos se balancearan.
—No. Puedo
conseguir que uno de los hombres humanos me ayude a moverlo. Mejor vete. Van a
necesitarte.
Asintió y
corrió detrás de Yunho.
Este fic es una adaptación, no es mío,
yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO. ORIGINAL: ENCONTRANDO LO
PERDIDO - SHANNON K. BUTCHER. PAREJA
PRINCIPAL: YUNJAE