CAPÍTULO 22
Yunho necesitaba asegurar su puesto,
asegurarse de que Jaejoong entendiera que no le dejaría ir con otro hombre. No
mientras él respirara.
No iba a terminar con él del mismo
modo que hizo Tiffany.
Yunho llevaba a Jaejoong de la mano,
tirando de este por el pasillo, más rápido de lo que era cómodo. Se obligó a
reducir la velocidad y tener en cuenta su fatiga. No era culpa suya que Jinki
fuera compatible también.
Podía sentir leves temblores de
preocupación y cansancio cayendo en cascada por el brazo. El Amaterasu dentro
de él exigía que tomara medidas y le obligara a relajarse, pero el hombre
comprendió que había poco que pudiera hacer para que eso sucediera, aparte de
conseguir que Kibum estuviera sano de nuevo.
— ¿Qué fue todo eso? —preguntó—. ¿Por
qué ese tipo dejó una marca en mi mano?
—Así él podrá encontrarte más tarde.
— ¿Por qué necesitaría encontrarme?
Lo último que deseaba hacer era
decirle la verdad, pero le debía por lo menos eso.
—Una vez que nuestro tiempo acabe,
estarás libre para vincularte con otro hombre, si lo deseas. Jinki quiere
asegurarse de que es capaz de encontrarte cuando eso ocurra.
— ¿Qué pasa si no quiero estar unido a
ninguno por un tiempo?
—Me gustaría ser capaz de decirte que
es tu elección, pero el tiempo es desesperado. Jinki hará cualquier cosa que
esté en su poder para convencerte de estar con él —hizo una pausa, debatiéndose
entre decirle o no el resto. Al final, no pudo contenerse—. Yo también.
—Todavía nos queda algún tiempo antes
de tener que pensar en eso. En este momento, tengo suficiente a lo que hacer
frente.
—Primero, necesitas descansar un poco.
Estás agotado, y la ceremonia no puede haber sido fácil para ti.
— ¿Podemos salir y tomar algo de aire
fresco en primer lugar? Sólo quiero sentirme normal otra vez durante unos
minutos.
—Claro. Lo que tú quieras.
Jaejoong asintió y lo siguió a través
de su habitación, para salir fuera por la puerta corredera de cristal. Se
estaba caliente, el aire era cálido y pesado con la humedad. Los terrenos
estaban muy bien cuidados, y las flores florecían cerca, haciendo que el aire
oliera dulce. No había ruidos artificiales, no había tráfico ni aviones volando
por el cielo para arruinar la soledad de su hogar.
Yunho tomó una profunda respiración y
trató de transmitir una sensación de paz a Jaejoong a través del vínculo.
Jae se aferró a su mano y envolvió la
mano libre alrededor de su muñeca, como si le preocupara que él intentara
alejarse. Él podía sentir el rápido latido de su corazón, sutil pero firme
contra la piel.
—Esto es precioso —dijo—. Privado.
Nunca había disfrutado tanto como
ahora, junto a él.
—Siempre serás bienvenido en Castillo
Matsumoto. No importa lo que suceda.
—Creo que a Kibum le gustará esto
cuando se despierte.
No si,
sino cuando. Al menos Jaejoong no
había perdido la esperanza. Eso era bueno.
—Estoy seguro de que le gustará.
Jae se apoyó en su hombro y Yunho
quiso gritar de alegría. No sólo estaba tocándolo, sino que lo buscaba para
mayor comodidad. Lo necesitaba, aunque sólo fuera un poco. No podía
decepcionarlo, de modo que enroscó el brazo a su alrededor y lo abrazó. Le
acarició el brazo y dejó escapar un profundo y satisfecho suspiro, permitiendo
que él palpara su sensación de satisfacción y completa armonía. Si nunca
tuviera nada más de Jae, este regalo de confianza que le ofrecía siempre
estaría con él para aliviarle en sus últimos días.
—Hay una especie de paz en este lugar,
¿verdad? —preguntó.
—La hay. Los Pami hacen un hermoso
hogar para nosotros. Y seguro. Nada puede dañarte aquí con tantos Caballeros de
la Luz alrededor.
Jae lo miró. Tenía los ojos inyectados
en sangre. Era un signo seguro de que había estado usando su poder, forzándose
a sí misma. Él no había sentido el tirón de energía abandonar el cuerpo, por lo
que no debería haber estado usando mucha. Por otra parte, su canalización era
todavía demasiado nueva, por lo que sólo podría obtener un goteo.
Tal vez la confianza que estaba mostrándole
ahora por dejarle verle débil podría ayudar a ese cambio. Él tenía esa
esperanza.
—Cuando Kibum esté mejor, le
permitirás quedarse aquí, ¿no? —preguntó.
—Por supuesto. Queremos ustedes os
quedéis.
Él apartó la mirada entonces, pero no
se retiró. Se quedó presionado contra su cuerpo, dejándole abrazarlo.
—Vendré de visita, pero no puedo vivir
aquí.
— ¿Por qué no?
—Necesito trabajar. No puedo permitir
que más niños terminen como mis hermanos.
—Por eso trabajaremos juntos. Hemos
recuperado a Hyun Woo, ¿no?
Él sintió que algo se alzaba en el
interior, algo que lo asustaba y lo había hecho durante tanto tiempo que ni
siquiera lo notaba. Trató de averiguarlo, pero lo bloqueó, manteniéndolo fuera.
Yunho no creía ni siquiera que se diera cuenta de lo que estaba haciendo. Era
como si estuviera tan acostumbrado a ocultar este aspecto de sí mismo que ni
siquiera tuviera que esforzarse.
— ¿Estás hurgando de nuevo? —preguntó.
Le deslizó los dedos por su pecho jugando con el cuello de su camisa.
—Tal vez un poco.
— ¿Viste algo interesante?
—Siempre. Todo sobre ti me intriga.
Lo sintió suavizarse un poco contra
él, reclinarse un poco más fuerte, confiando en él para mantener el equilibrio.
Yunho cerró los ojos y se deleitó con su confianza, por pequeña que fuera.
— ¿Quién es Chagmin? —preguntó—. El
hombre sobre el que estaba hablando Taemin.
—Es un Amaterasu. Uno de nuestros más
fuertes y más capaces luchadores.
— ¿Qué pasa con él?
El pecho de Yunho se apretó con dolor.
—Fue herido la noche en la que
encontramos a Taemin y a su hermano y los rescatamos de los Yokai.
Jaejoong le dio unas palmaditas en el
brazo, calmándole.
— ¿Qué pasó?
—Fue envenenado por un Yokai que nunca
antes habíamos visto. Ninguno de los Susano’s sabe cómo sanarlo, y ha estado
paralizado del cuello para abajo desde entonces.
—Pobre hombre —dijo Jaejoong
suspirando—. Desearía que hubiera algo que pudiéramos hacer para ayudar.
—Yo también.
— ¿Por qué no quiso Taemin que fueras
a verlo? —preguntó.
Los brazos de Yunho se apretaron
alrededor de Jaejoong. Era más valioso de lo que jamás comprendería.
—Te he encontrado. Viéndome, sólo le
hará la situación más difícil para él.
— ¿Por qué?
—Debido a que está atrapado. No puede
salir y buscar a una pareja como tú para sí mismo. A menos que los Susano’s
encuentren una manera de curarlo, estará encerrado aquí, dependiente del
cuidado de los demás hasta que muera. Es un hombre orgulloso. Eso debe ser una
especie de infierno en vida.
—Tal vez los Susano averiguarán como
ayudarlo al igual que con Kibum.
—Tal vez.
La esperanza era una idea muy
poderosa, pero era malditamente escasa ahora mismo.
Él se dio la vuelta en sus brazos
hasta que estuvo frente a él.
—No crees que puedan ayudarlo,
¿verdad?
Yunho suspiró.
—Le han estado tratando durante
semanas sin éxito. Incluso con todas las donaciones de sangre que han estado
recibiendo, simplemente no son suficientemente poderosos para remediarlo todo.
—Una vez que se encarguen de Kibum,
daré mi sangre a Siwon para él.
Era tan generoso, tan fuerte y bello.
No podía dejar de amarlo.
Yunho no estaba seguro que pudiera
soportar ninguna sincera confesión ahora mismo, así que mantuvo los
sentimientos para sí mismo. Si Jae se molestaba en mirar, vería cómo se sentía.
Él lo tomó de la mejilla, deleitándose
con la suavidad de su piel.
—Eso estaría bien. Gracias.
—Es lo menos que puedo hacer.
Yunho le vio mover los labios y deseó como
el infierno estar besándolo.
—Tu trabajo es peligroso —dijo.
Deslizó los dedos por su cabello y tiró de su cabeza hacia abajo acercándola a
la suya—. Si algo… malo te ocurriera alguna vez, me gustaría que alguien me
avisara para que pudiera regresar y ayudarte a ti también.
Jae ya estaba hablando de marcharse
como si se tratara de una conclusión inevitable. Ni siquiera estaba pensando en
quedarse.
«Oblígalo a
quedarse… Átalo a ti».
Era la orden de Young Woon y exactamente lo que Yunho quería. El quería
atarlo a él con tanta fuerza que no sería capaz de decir dónde empezaba uno y
acababa otro.
Pero ¿y lo que Jae quería?
«Haz que lo desee».
Él podría hacerlo. Simplemente no
estaba seguro de que debiera. Su pueblo lo necesitaba, pero no tenía derecho a
obligarlo a hacer nada. ¿Lo tenía?
Yunho cerró los ojos para bloquear la
vista. Era demasiado tentador para los sentidos. Incluso con los ojos cerrados
aún podía oler su piel, calentado por el aire de la noche. Su propio cuerpo
ardió en respuesta y sintió un fino cordón de sudor a lo largo de la frente.
Nunca haría nada para lastimarle. Ni
siquiera por sus hermanos. Pero ¿cuál era el perjuicio en usar las habilidades
para convencerlo de que debía quedarse? Kibum estaría aquí, así que podría
estar cerca de su hermano. Estaría más seguro aquí que volviendo a Oshima. Él
tenía un montón de dinero a su disposición, por lo que podría darle cosas
materiales, también. No es que eso pareciera ser importante para Jae, pero
podría disfrutar de ellas. Estaría rodeado de amigos, siempre preocupados por su
binestar. Siempre querido.
— ¿Yunho? ¿Estás bien?
Lucía preocupado, pero Yunho no se
atrevió a hablar. Esta decisión era muy importante y él estaba sobrevolando el
límite.
Sus dedos se fijaron sobre la
mandíbula. No se había afeitado hoy y, probablemente, estaba arañándole la piel
con la barba. No pareció importarle.
Se preguntó si le importaría que la
barba raspara contra su vientre y su torso, mientras lo besaba. Tal vez, el
interior de sus muslos.
Jae se estremeció en sus brazos y dejó
escapar un pequeño gemido de excitación.
Entonces, él se dio cuenta de que se
había deslizado en sus pensamientos, tratando de averiguar lo que estaba mal
cuando él no le contestó. Había visto las imágenes que le bailaban en la
cabeza, imágenes de Jae colocado desnudo delante de él, excitado y con la boca
sonrosada.
Yunho se quedó tan quieto como un Caballero
de la Luz de piedra. Si él le sobresaltaba lo más mínimo, podría correr en otra
dirección. Lo quería demasiado, y de una manera que Jae apenas podía empezar a
entender, basada en su educación humana.
Jae acurrucó sus caderas contra él y
estaba seguro de que era capaz de sentir lo que estaba provocándole. Cómo de
duro estaba.
—No estoy corriendo —le dijo.
—Deberías.
—Tal vez. Pero no lo hago. Al menos no
todavía.
Jae lo besó en la comisura de la boca
y Yunho tuvo que resistirse a tomar el control y besarlo como realmente quería.
— ¿Y si es ahora o nunca? ¿Qué pasa si
no te dejo ir? —preguntó él.
Jae solto una
dulce y cantarina risa.
—Supongo que tendremos que ver cómo
funciona para ti. Por ahora, soy tuyo —pasó las manos por su espalda hasta que
estuvo ahuecándole el culo—. Y tú eres mío.
—Sí, lo soy.
Levantó su rostro y le besó, tratando
de decirle sin palabras lo mucho que significaba para él y su pueblo. Lo
precioso que era. Lo mucho que lo amaba.
El anillo zumbaba felizmente,
calentándole el dedo.
Jaejoong se fundió en él, y abrió la boca
bajo la suya. Su pequeña lengua malvada bailando con la suya envió una descarga
de placer por la columna vertebral. Él gimió en su boca y le inclinó la cabeza,
así podría besarlo más profundamente.
Toda la lujuria que Siwon había
sembrado en él como una broma volvió bramando a la vida. Sentía la sangre como
si estuviera en llamas y el corazón le latía con tanta fuerza que estaba seguro
de que podrían oírlo hasta el final del comedor. Yunho trató de mantener el
control, pero era un esfuerzo inútil, una batalla perdida incluso antes de que
comenzara. Lo levantó y le llevó al interior del dormitorio antes de que
perdiera la cabeza y lo tomara ahí fuera, donde cualquiera podría pasar. Por
ahora, Jae era suyo y sólo suyo, y él no quería que nadie más lo viera desnudo.
Y definitivamente iba a estar desnudo
tan pronto como pudiera ingeniárselas.
Jaejoong apartó bruscamente la boca de
la de él, justamente cuando él abría la puerta hacia el dormitorio.
—Aquí no. Taemin nos oirá.
—No me importa.
—A mí sí.
—Entonces, bloquea el sonido. Levanta
una barrera para evitar que salga de la habitación.
— ¿Puedo hacer eso?
Yunho no quería hablar o enseñarle
nada ahora. Quería tomarlo y hacerle correrse tan duro y tantas veces que nunca
fuera capaz de vivir sin él.
—Sí —dijo entre dientes.
Yunho lo dejó en la cama y sintió un
tirón de poder abandonándole el cuerpo. El aire alrededor de ellos cambió y los
oídos se taponaron cuando colocó la barrera en su lugar.
Él empujó a Jae sobre el colchón y lo
cubrió con el cuerpo de manera que no pudiera escapar. Una oscura sonrisa tiró
de su boca.
—Ahora puedes ser tan chillon como
quieras.
— ¿Crees que puedes hacerme gritar?
Era un desafío. Uno que Yunho estaba
más que dispuesto a aceptar.
Las acciones hablaban más que mil
palabras, así que en lugar de responderle, simplemente ató toda la abrasadora
lujuria retorciéndose dentro de él y la empujó a través del enlace. El conducto
de conexión tembló ante la fuerza de su necesidad por Jae.
Lo mismo le hizo a Jaejoong.
Se arqueó sobre la cama y aspiró un
jadeante aliento. Sus ojos se ampliaron en estado de shock y sus uñas se
clavaron en los resistentes brazos lo suficiente como para dejar marcas.
—Oh. Dios. Mío —su voz era áspera por
la insatisfecha lujuria, pero no por mucho tiempo.
Yunho no podía apartar los ojos de Jae.
Le encantaba verlo así, casi indefenso en su necesidad, sabiendo que era el
único hombre que podría aliviarlo y darle lo que quería.
—Nadie más puede hacerte sentir así
—le gruñó—. Sólo yo.
—No te detengas. Por favor.
Yunho montó a horcajadas sobre sus
caderas y deslizó los dedos bajo el dobladillo de su camisa, rozando con los
nudillos a través de su estómago. Jae era suave, flexible, y él nunca tendría
suficiente, ni aunque viviera para siempre.
— ¿Te gusta esto?
Su quedo gemido fue la única
respuesta.
—Quédate quieto y te daré lo que
quieres.
Jae le miró interrogándolo. Sus azules
ojos estaban oscurecidos por el deseo. Su boca ya estaba inflamada por los
besos. Para cuando él hubiera acabado, lo estaría mucho más.
Jaejoong trató de alcanzarlo, pero él
capturó su mano y la colocó sobre la almohada al lado de su cabeza.
—No te muevas o me detendré.
Asintió comprensivo y Yunho deslizó
otra ola de lujuria a través del enlace. Fluyó más fácil esta vez, apenas
llevándole algún esfuerzo para hacerle jadear y retorcerse debajo de él.
Magnífico.
Yunho se desabrochó el cinturón de
cuero de la espada y lo apoyó contra la mesita de noche para que aún estuviera
fácilmente al alcance. Ahora que estaba fuera de su camino, podría moverse con más
facilidad sin temor a arañarlo. Se deslizó por sus piernas lo bastante como
para poderle desabrochar los pantalones. Bajó la cremallera y apartó la tela.
Sus pequeños bóxers negros hicieron que el estómago se le apretase con deseo. Jaejoong
gimió como si lo sintiera, también. Tal vez lo hizo. No le estaba bloqueando.
Estaba abierto y receptivo con él, absorbiendo todo lo que él le daba.
Jae estiró el brazo para agarrarlo,
pero Yunho dijo:
—No, no. No he terminado todavía.
Su brazo cayó al lado, pero apretó el
puño con frustración. Sus ojos le avisaron del desquite, pero a él no le
importó. Apenas podía esperar para ver lo que se le ocurriría. Yunho se inclinó
y sopló una bocanada de aire sobre su ombligo. Jaejoong suspiró y su estómago
se tensó, mostrando los músculos de sus abdominales. Tan bonito. Los dedos
apenas rozaron su piel, sólo agitando el fino vello.
Jae se estremeció y la respiración se
le aceleró. Un caluroso sofoco se extendió por su cuerpo, Yunho tenía que
desnudarlo completamente y ver exactamente lo lejos que llegaba.
Se tomó su tiempo desnudándolo,
besando cada nuevo parche de piel mientras era revelado. Para cuando hubo
acabado, los dos estaban sudando y temblando de excitación. Él podía oler el
aroma de su necesidad y sólo sirvió para aumentar el suyo. No estaba seguro de
cuánto más podría soportar. Tanto como había querido provocarlo, yendo tan
lentamente, se había hecho lo mismo a él. Disfrutó de cada beso, cada golpe de
la lengua sobre su piel, pero no era suficiente. Ni mucho menos. Quería estar
dentro de su dulce cuerpo tan profundamente como estaba dentro de su mente. Llenándolo
hasta que no hubiera espacio para ningún otro hombre, excepto él.
Se desnudó a sí mismo mientras le
miraba.
El anillo estaba caliente con el
reclamo que estaba poniendo sobre la luceria. La conexión era todavía demasiado
nueva y frágil para la cantidad de energía fluyendo entre ellos y, sin embargo,
no podía parar. Necesitaba empujarlo más, atarlos más estrechamente con su
poder.
«Oblígalo a
quedarse».
La piel bajo la gargantilla era de un
rojo brillante. Pasó el dedo a través de la resbaladiza banda y estaba caliente
e hirviendo con ricas nubes de color azul zafiro.
—Me estás matando —suspiró, apretando
las sábanas con el puño.
Yunho le cubrió con el cuerpo y separó
suavemente sus muslos, de manera que hubiera espacio suficiente para él entre
ellos. En respuesta se arqueó, intentando unirlos, pero él lo evadió e inmovilizó
contra la cama, sujetándolo allí con el peso. La erección palpitaba con
urgencia, derramando gotas de líquido contra la cara interna de su muslo.
—Dime que lo deseas —exigió él.
Su fiero y pequeño guerrero le miró
con frustración, lo cual le hizo ponerse más duro.
—Sabes que lo hago, maldita sea.
—Ningún otro hombre alguna vez podría
hacerte sentir de esta manera, hacer que lo desees de la forma en la que yo lo
hago. Lo sabes, ¿no?
Envió una imagen a su mente, junto con
las palabras. Le mostró lo hermoso que se había mostrado cuando se corrió
alrededor de su polla, recordándole lo bien que se sintió cuando lo hizo.
—Dios, sí. Más.
Al final, no pudo negarle nada. Todo lo
que tuviera para dar, le pertenecía. Así que se deslizó en su interior,
disfrutando del resbaladizo calor de su cuerpo rindiéndose al suyo.
—Mírame.
Jae abrió los ojos, que se habían
oscurecido con pasión, hasta que estuvieron del mismo azul zafiro que la
luceria. Cuando esta vez trató de alcanzarlo, él no le detuvo. Sus dedos le
rozaron la frente y las mejillas hasta que se fijaron como la luz a las
mariposas en la mandíbula. Su cuerpo se apretaba alrededor de la erección,
succionándolo en un entrecortado aliento. Al mismo tiempo, le sintió usar el
vínculo para devolver algunos de los deseos que sentía por él, igual que él
había hecho.
Su urgencia era más suave, menos
afilada y dura que la suya, pero no menos exigente. Dejó que lo llenara y se
inflamara dentro de él, calentando todos los lugares oscuros, que habían
permanecido vacíos y fríos durante tanto tiempo. Él nunca había sabido lo sólo
que había estado hasta ahora, hasta que le barrió con todo y lo hizo uno.
—Ahora lo entiendo —murmuró.
—Entiendes ¿qué?
—Intimidad. Los dos juntos, así,
compartir el mismo espacio. Es como una especie de magia.
Eso le hizo sonreír.
—Así es. ¿Quieres ver otro truco?
—Mmm. Casi no puedo esperar.
No lo hizo. Bajó la boca y se ajustó
perfectamente a la suya. Jae sabía a esperanza y silenciosos deseos, y él no
podía tener suficiente.
Deslizó la mano a lo largo de su
costado, absorbiendo su calor mientras se deslizaba dentro de su mente, dejando
que se uniera totalmente con la suya. Jae no se resistió. De hecho, lo recibió
con un suspiro de entrega.
Al instante, las percepciones de Yunho
cambiaron hasta que pudo ver lo que el otro veía, sentir lo que sentía.
A través de su mente, se vio a sí
mismo como se cernía sobre Jae. Tenía el rostro rígido, con el esfuerzo del
autocontrol. Los músculos hinchados en el pecho y brazos, las venas palpitando
con la sangre calentada por la lujuria. La marca de vida estaba en plena
floración, de color verde brillante con el mero indicio de pequeñas hojas
brotando sólo empezando a formarse. El pelo era un desastre, pero a Jae le
resultaba encantador. Tenía la piel tan caliente y sensible al tacto que podía
sentir en el momento que los surcos de las huellas raspaban contra su piel. Su
pecho se contraía por todo el aire que quería abarcar y los pezones le dolían
por el húmedo calor de la boca y el resbaladizo deslizamiento de la lengua. Las
paredes de su entrada se estiraron demasiado al aceptarlo y, sin embargo, no se
había quejado.
—¡Caray! —dijo—. Esto es… ¡Caray!
Así que estaba sintiéndolo también, lo
que significaba que podía sentir que no había nada suave en su necesidad. Le
provocó para que empujara duro y profundo, para tomarlo y correrse en su
interior. Su tono era alto y desesperado.
—Realmente es necesario que te muevas
ahora.
Yunho se movió. Se deslizó dentro y
fuera, dejando que el cuerpo se moviera para complacerlo en sumo grado. Se
inclinó, de manera que pudiera dejar besos en su cuello y amar sus pezones con
la lengua y dientes. Jaejoong se apretó alrededor de él, y ya pudo sentirle
acercándose al orgasmo. Jae le respondió tan rápidamente que le humilló. Nunca
había tenido un amante tan receptivo como él.
—No te atrevas a pensar en alguien más
ahora —le advirtió.
Los celos se apoderaron de Jae,
haciendo que las palabras salieran en un gruñido feroz. Le clavó las uñas en el
cuero cabelludo y envió una corriente de excitación envolviéndose a lo largo de
la columna vertebral.
A este ritmo, no iba a durar mucho,
cualquiera de los dos. No es que le importara. Jae estaba allí con él,
mostrándole lo que necesitaba, y estaba más que dispuesto a dárselo. Lo que
quisiera.
Lo empujó hasta el borde y le mantuvo
ahí suspendido, dirigiéndose más profundamente en su interior con cada poderoso
empuje de las caderas. Sabía exactamente cuándo retirarse para mantenerlo en el
borde, calmándolo con suaves caricias de la mano. Finalmente, después de la
tercera vez que lo hubo hecho, le agarró de los hombros y usó una oleada de
poder mágicamente realzado para girarlo, hasta que Jae estuvo a horcajadas
sobre él.
Echó la cabeza hacia atrás con un
suspiro de placer mientras se dejaba caer sobre la erección. Tenía el cuerpo
enrojecido en los lugares donde le había rosado con la barba, y los pezones
fruncidos y dilatados debido al magnifico trabajo que parecía haber hecho con
su boca. Las costillas se expandían con cada pesada respiración que daba, y el
sudor brillaba sobre la ruborizada piel.
Jaejoong estabilizó sus manos en el
pecho y meció las caderas. Las ramas de la marca de vida se balanceaban en
respuesta a su contacto, arqueándose hacia sus dedos extendidos.
Yunho sentía un estruendo de
sensaciones cada vez que Jae se unía contra él así, de manera perfecta. Si era de
Jae o de él, no podía saberlo. Ya no importaba. Todas las emociones que
sentían, que compartían, ya no las podía separar. Jae lo apretó estrechamente y
ahora él era el único que estaba en el borde, apretando los dientes para
contener el orgasmo sólo un poco más.
No funcionó. Jae aceleró el ritmo y lo
envió volando de cabeza al orgasmo. Yunho estuvo inmediatamente junto a él. El
cuerpo se tensó y dejó escapar un áspero grito de consumación mientras la
primera ola de liberación se estrelló contra él. La voz de Jaejoong se elevó,
junto con la suya, resonando en la barrera que había creado en torno a ellos
dos.
Yunho le atrajo hacia sí y lo besó en
la boca abierta cuando se corrió en su interior. Perdió la vista, pero a él no
le importó. Tenía el tacto de Jae contra el cuerpo y en la mente, el sonido de
su voz cantando en los oídos, su sabor en la lengua y su aroma en los pulmones.
Y, sin embargo, no fue suficiente para saciarle. Nunca tendría bastante.
Sus cuerpos se calmaron hasta que sólo
quedaron pequeños temblores de la culminación. Jae estaba extendido flácidamente
sobre su pecho, respirando duramente. Yunho unió las piernas y lo giró, pero no
se atrevió a salir de su cuerpo. Todavía no.
Colocó los brazos hasta que pareció
cómodo. En el momento en que hubo terminando, se alejó de él, filtrándose fuera
de la mente de manera que sintió el espacio de alguna manera vacío y oscuro.
— ¿Me dejas?
—Pensé que querrías tu espacio ahora
que hemos terminado —dijo.
Jaejoong aún no lo entendía.
—Esta es la forma en la que se supone
que será entre nosotros. No solamente durante el sexo, para cualquiera de los
dos.
—No creo que pueda tratar contigo en
mi cabeza todo el tiempo. Está un poco concurrido ahí arriba.
El comentario le hirió los
sentimientos, pero él trató de no dejar que se notara.
—No lo sentí lleno de mí.
—Estás acostumbrado a todo esto.
Jae le empujó por el pecho y él lo
tomó como una sutil insinuación de que quería alejarse.
Yunho no se movió. Le gustaba
demasiado estar dentro de él. De hecho, probablemente, podría hacer otro par de
rondas antes de que se agotara lo suficiente para detenerse. Con sólo mirarlo,
sabiendo que el rubor de su piel lo provocó él, lo hizo endurecer.
—Te acostumbrarás, también, si lo
dejas.
—Te estoy dando casi una semana. ¿Qué
más quieres?
—Toda una vida —le disparó a su vez—.
Varias, en realidad.
Jae frunció el ceño, como si no
hubiera entendido que decía, para luego abrir más los ojos conmocionado cuando
se dio cuenta de que él estaba hablando literalmente. Jaejoong aguijoneó en su
mente, buscando la verdad; luego empujó completamente y una gruesa pared se
cerró de golpe entre ellos.
Mierda. Lo había perdido. Asustándolo
completamente.
—No puedes querer decir eso.
—Puedo. Eres mío, y estoy reteniéndote
—para enfatizar su propósito, movió las caderas contra las suyas, haciéndole
sentir cada centímetro de la todavía caliente y dura polla en su interior.
Sus ojos fuertemente cerrados se
agitaron y se mordió el labio para contener un suave sonido de placer. Él lo
oyó de todos modos.
—Para. Por favor. Esto es demasiado.
No era suficiente. La urgencia de
poseerlo estaba en su apogeo dentro de él. Tenía que encontrar una manera de
retenerlo para siempre. Tres días no iban a ser suficientes. Maldita sea, para
siempre, no iba a serlo, tampoco.
«Oblígalo a
quedarse».
Era una orden, dada a él por su líder.
Desafiarlo a él era lo mismo que traicionar a su pueblo. Debía obligarlo a
quedarse.
Esa brillante y resplandeciente
piscina de poder dentro de él se inflamó en respuesta. Nunca había sido capaz
de acceder a ella antes de Jaejoong, pero ahora que estaban conectados, podría
utilizar su vínculo para recurrir a ese poder y canalizarlo a través de Jae
durante cortos períodos de tiempo. Podría utilizarlo para hacer su voluntad.
Obligar a Jaejoong a hacer lo mismo.
— ¿Qué estás haciendo? —preguntó con
voz débil, asustado.
Yunho no respondió. En cambio, llamó a
su poder y sintió las hirvientes olas alzarse para hacer cumplir sus deseos.
Arrojó una densa columna hacia el vínculo.
—Yunho —susurró—. No puedes. No puedo
tomar más.
—Puedes. Lo harás.
Ese sonido no parecía suyo. Había una
oscura y discordante nota en sus palabras, como si hubiera otra voz hablando
junto a él, áspera y sin armonía. Cuanto más cerca la columna de candente
energía llegaba al vínculo, más parecía como si él estuviera tratando de
canalizar una cascada a través de una pajita. Tal vez tenía razón. Tal vez era
demasiado.
Pero se sentía tan bien. Estaba muy
cerca de algo importante, algún tipo de avance que cambiaría su vida.
—Por favor —la voz de Jaejoong sonaba
débil y lejana.
—Relájate —dijo él con voz confusa—.
Será más fácil para ti.
Las primeras gotas de energía
golpearon el enlace. El poder tiró de él disparando como un tirachinas hacia Jae
y de regreso a él. La sensación era increíble. Las chispas goteaban de los
dedos y se deslizaban sobre la piel de Jaejoong, dejando un rastro de furiosas
vetas rojas.
Él podría curarlo más tarde, cuando
todo hubiera terminado y le perteneciera para siempre.
—Me haces daño.
Él hizo una pausa. Algo aquí no estaba
bien. Simplemente no podía entender lo que era.
— ¡Yunho! —su nombre fue un grito de
dolor.
Estaba hiriendo a Jaejoong. Matándolo
con su reclamo para que permaneciera a su lado. Lo amaba y estaba matándolo.
No podía hacerlo. Tenía que parar.
Esa colosal columna de poder cayó de
nuevo dentro del resplandeciente océano de su interior. Abrasadora agonía
pasaba como un rayo a través de los miembros, pero él apretó los dientes y lo
recibió. El cuerpo enfrentando cara a cara al dolor.
—Tienes que respirar, maldita sea —oyó
decir a Jaejoong.
Jae estaba tan lejos.
Tenía los pulmones aplastados bajo una
ola de presión. No había espacio para respirar.
Entonces, su boca estuvo sobre la
suya, besándolo, llenándolo con aire. Él deseó poder verlo. Era tan hermoso.
Quería verlo otra vez antes de morir.
—No vas a morirte a menos que sea soy
quien te mate.
Otro aliento lo llenó.
Jaejoong dio un tirón a su poder,
aunque no tenía ni idea de lo que estaba haciendo con él. Fuera lo que fuera,
se sentía bien. Fresco. Limpio. Al igual que Jae.
Mío.
Ese pensamiento rebotó en la cabeza
tan fuerte que estaba seguro de que lo habría oído. Estaba seguro de que a Jae
no iba a gustarle.
Este fic es una adaptación, no es mío,
yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO. ORIGINAL: ENCONTRANDO LO
PERDIDO - SHANNON K. BUTCHER. PAREJA
PRINCIPAL: YUNJAE
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