sábado, 5 de octubre de 2013

CAPÍTULO 7

CAPÍTULO 7





Jaejoong casi le había dado toda la comida a Kibum antes de que se tendiera y cerrara los ojos.
Él respiró dejando salir un suspiro de alivio y limpió la mancha del puré de patatas en la comisura de la boca de Kibum. Nunca antes había visto nada como esto, pero otra vez, estaba empezando a pensar que había muchas cosas que nunca había visto. Yunho y sus amigos encabezaban esa lista.
Juniel entró en la habitación y miró los cuencos vacíos.
—Conseguiste que comiera.
—Yunho ayudó —dijo, justo cuando él volvía a entrar en la habitación.
— ¿Tu prometido es un hombre encantador y un buen tío? Eres realmente afortunado de encontrar un hombre así con el que casarte. Es una vergüenza que no me dijeras que estabas comprometido. Ni siquiera sabía que estabas saliendo en serio.
¿Prometido? Él abrió la boca para negarlo, pero antes de que pudiera hacerlo, Yunho dijo:
—Nos hemos conocido recientemente, pero cuando es amor verdadero, ¿Por qué esperar?
Juniel observó a Jaejoong cuidadosamente, como si esperase su versión de la historia. Después de lo que él había hecho por Kibum, no estaba seguro de llamarle mentiroso frente a Juniel. De hecho, quería lanzarse Jaejoong mismo sobre él en agradecimiento por lo que había hecho. En vez de eso, se estiró y tomó la mano de Yunho. Caliente y vibrante el placer le recorrió los miembros y tuvo que esforzarse para sofocar un temblor.
Su reacción debió haber sido suficiente para convencer a Juniel, porque ella solo sonrió, felicitándolos a los dos por su inminente unión, y dejó la habitación con la bandeja vacía.
Jaejoong intentó retirar la mano de modo que pudiera pensar correctamente, pero Yunho no la soltó.
— ¿Prometido? —le preguntó a él.
—Tenía que conseguir pasar del mostrador principal de alguna forma. —Él sonrió y ella se alegró de verlo. Desde que le había pedido el dinero, le había mirado como si hubiese cometido algún crimen atroz, y hasta ahora, no se había dado cuenta como su mala opinión le había preocupado.
—Gracias —dijo—. Parece que te lo estoy diciendo mucho últimamente.
—Es un placer —miró a donde estaba durmiendo Kibum—. ¿Te importa decirme quien es?
Jaejoong vaciló. No conocía a este hombre y con todo, él acababa de sufrir para ayudar a la única persona en la tierra a la que amaba Jaejoong. Le debía más de lo que nunca podría pagarle.
—Mi hermano.
Los ojos de Yunho se ensancharon con una especie de desesperada esperanza.
—Perdóname si esto es una impertinencia, pero, ¿Compartís los mismos padres?
Jaejoong estaba demasiado sorprendido por la extraña pregunta que no consideró siquiera el si debía responderle o no.
—Creo que sí. Mamá tenía un novio que venía a visitarla cada pocos años. Nunca lo conocimos, pero ella le amaba. Decía que estaba en el ejército y eso era por lo que nunca llegábamos a verle.
— ¿En el ejército?
Jaejoong se encogió de hombros, negándose a dejar que el daño de su infancia rigiera su vida actual.
—Creo que era una historia que se inventó Mamá para que no la odiásemos. Lo creí durante algunos años, pero finalmente empecé a resentirme con él. ¿Qué endemoniado tipo de padre no podía enviar siquiera una tarjeta de cumpleaños o llamar por teléfono al menos una vez? Creo que solo era un holgazán que dejó a Mamá embarazada y se largó dejando que se las arreglara ella misma.
—Suena como un verdadero triunfador —dijo Yunho, pero no había fuego en su tono, solo especulación.
—Supongo que mi vida estuvo mejor sin él, ¿sabes?
—Estoy seguro que tienes razón —dijo, pero no sonaba como si lo creyese ni por un minuto.
— ¿Sabes algo que no me estás diciendo? —le preguntó.
— ¿Sobre tu padre? Creo que no.
Kibum dejó escapar un murmullo en su sueño y Jaejoong fue a su lado.
—Shh, pequeño. Duerme.
—Se están acercando —farfulló Kibum—. Los monstruos se están acercando.
El corazón de Jaejoong se rompió y cayó por su hermano.
—Aquí estás a salvo. No dejaré que nadie te haga daño.
La puerta de la habitación se abrió y Kyuhyun y Minho entraron en ella como si les perteneciera el lugar. Jaejoong estaba empezando a cuestionarse la seguridad.


— ¿Cómo conseguisteis entrar?
Kyuhyun ignoró su pregunta. Estaba demasiado ocupado olisqueando el aire por algo. Minho encogió los enormes hombros y dijo.
—Una vez se puso el sol, Kyuhyun ejerció su rutina de El Hombre Invisible y vinimos directos aquí. Sin problemas.
— ¿Realmente se volvió invisible? —preguntó Jaejoong.
—No exactamente —dijo Kyuhyun—. Es más un truco de la mente.
—¿Quién es el niño? —preguntó Minho. El miraba a Kibum con demasiado interés para comodidad de Jaejoong.
Jaejoong dio un paso lateral para bloquear su línea de visión.
—Creo que deberíais marcharos.
Los pálidos ojos de Kyuhyun brillaron y se movió hacia Kibum como si fuera flotando.
—Nunca dijiste que tenías un hermano. —Respiró profundamente por la nariz—. Su sangre es tan pura como la tuya. Puedo olerlo.
Jaejoong vio los cercos oscuros de sangre en el camisón de Kibum.
— ¿Puedes oler que somos hermanos? Eso es demasiado raro para ponerlo en palabras.
—Kyuhyun —dijo Yunho en tono de advertencia—. Vuelve a apagar ese infierno.
—Él tiene mucho dolor. Solo quiero aliviar su mente —se estiró hacia Kibum.
El sonido de metal contra metal llenó el aire cuando ambos Yunho y Minho sacaron sus espadas, haciéndolas aparecer en el aire. La espada de Yunho fue a la garganta de Kyuhyun, la de Minho a su entrepierna.
—Tócalo y morirás de manera muy dolorosa —gruñó Minho.
Kyuhyun alzó las elegantes manos al aire y la sobrenatural luz en los ojos disminuyó.
—El niño está sufriendo. Yo puedo ayudarle.
Jaejoong no estaba seguro de que estaba pasando.
— ¿Puede ayudarle? —le preguntó Jaejoong a Yunho.
Yunho dedicó a Jaejoong una rápida mirada.
—Querrá beber su sangre.
—Es la única manera de diagnosticarlo —de encontrar la verdadera causa de su ruptura mental —explicó Kyuhyun.
—No caigas en ello, Jaejoong —dijo Minho—. Ya ves la manera en que le mira. Quiere su sangre y está utilizando la excusa de ayudarlo como un modo de conseguirla.
—Eso no es completamente cierto. Quiero su sangre, pero también quiero ayudarle. Solo déjame acercarme a él para ver si puedo darle algo de consuelo.
Jaejoong le había dado al vampiro su sangre y eso no le había lastimado, a parte de un acceso de mareos. También le había ensamblado el brazo roto. Si podía ayudar a Kibum, estaba dispuesto a afrontar el riesgo y dejarle acercarse a su hermano.
—Puedes mirarlo, pero no puedes hacer nada más.
—Como desees —aceptó Kyuhyun.




Minho no quiso apartar su espada. Probablemente iba a necesitarla en cualquier segundo de una manera u otra. Kyuhyun era un jodido depredador, y él parecía ser el único que lo veía.
A Minho no le gustaba la idea de Kyuhyun acercándose al niño. No podía verle la cara desde aquí, pero apenas abultaba en la cama, estaba tan delgado. Solo los huesos de las rodillas y los dedos de los pies sobresalían lo suficiente para ampliar la sábana.
Kyuhyun se deslizó hacia delante y Jaejoong se hizo a un lado para hacerle sitio al lado de la cama. Minho tuvo un vistazo de la cara del niño y se dio cuenta de que no era un niño. Era un muchacho, joven, mucho mayor de los diez o doce años que había pensado por su escuálida figura.
El hombre se revolvió y Jaejoong le puso la mano sobre el brazo.
—Está bien, Kibum. Él está aquí para ayudarte.
Minho gruñó con disgusto. Él no podía ayudar en nada.
—La única persona a la que Kyuhyun va a ayudar es a si mismo.
—Basta, Minho —dijo Yunho—. No va a hacerle daño por mirarle.
Kyuhyun puso las manos sobre la cabeza de Kibum. Justo cuando lo hizo, Kibum abrió los ojos como si alguien hubiese encendido una lámpara. Su piel estaba mortalmente pálida, casi tan blanca como su pelo. Sus ojos estaban abiertos desmesuradamente con temor, los cuales eran de un puro y brillante azul igual que el cielo de invierno. Y allí había mucho azul, demasiado. Sus pupilas se habían contraído hasta ser unos puntos.
Él golpeó con fuerza la mano de Kyuhyun apartándola y se escabulló de él, acurrucándose en un pequeño espacio contra el pasamanos más alejado de la cama. La bolsa usada para la intravenosa se sacudió en su soporte cuando pivotó rodeando el tubo.
—Él quiere mi sangre —susurró, contemplando a Kyuhyun con terror—. Quiere mi sangre, quiere mi sangre, quiere mi sangre —una y otra vez, sus palabras subían más y más de volumen.


Jaejoong se precipitó rodeando la cama para calmar a su hermano. Minho decidió que el tiempo de Kyuhyun con el muchacho había terminado. Agarró el delgado cuerpo del Susano alrededor del pecho con un solo brazo y lo arrastró cruzando la habitación. Lo empujó al cuarto de baño, cerró la puerta y sujetó el pomo de modo que Kyuhyun no pudiera salir hasta que él le dejara.
La puerta se movía cuando Kyuhyun luchaba contra el agarre de Minho, pero no se movía. Kyuhyun no era un enclenque, pero Minho era infernalmente mucho más fuerte.
—Eso no va a ayudar —dijo él desde el otro lado de la puerta.
De hecho, si lo hacía. Kibum se había calmado, y ahora se aferraba al cuello de Jaejoong, sollozando. A Minho nunca le importaron mucho las lágrimas, pero estas sacaban el infierno a golpes, al verlas en esa asustada mirada en su rostro, lo único que quería era matar algo cualquier cosa con tal de se detuvieran.
Yunho le lanzó a Minho una amarga mirada.
—Tiene razón y lo sabes. No puede ayudarle desde ahí.
—El niño no quiere su ayuda —dijo Minho—. Solo pregúntale.
Yunho cruzó hasta Minho y le dijo casi en un susurro:
—Él no está cuerdo. Kyuhyun le asustó. Eso es todo.
—Él no quiere que se tome su sangre. En lo que a mí concierne, eso le hace la persona más cuerda en esta habitación.
Yunho sacudió la cabeza y se volvió.
— ¿Qué quieres hacer, Jaejoong?
Él miró por encima del abrazo. Las lágrimas le corrían por la cara, y los ojos tan parecidos a los de Kibum estaban llenos de pena.
Algo en eso tiró de Minho. Él habría pensado que era compasión, pero seguramente no le quedaba ninguna.
—No soporto verle así de trastornado. Va a enfermar después de que finalmente hemos conseguido que comiera algo.
—De acuerdo —dijo Yunho—. Qué tal si esperamos hasta que se calme y le contamos que está sucediendo. Quizás si sabe quién es Kyuhyun, no le tenga miedo. Él no me temió a mí.
—Porque tú no quieres beber su sangre, idiota —dijo Minho.
Jaejoong sorbió por la nariz y asintió, ignorándolos a los dos.
—Vale la pena intentarlo.
—Los monstruos se acercan —dijo Kibum. Su voz rota cuando hablaba, y Minho tuvo la casi incontrolable urgencia de hacerle una visita a Kyuhyun en el baño y sacudirlo un poco.
—Shh, bebé. Los monstruos no pueden cogerte aquí —dijo Jaejoong.
Kibum alzó el rostro mojado por las lágrimas. Las mejillas estaban hundidas bajo la piel.
—Ahora saben dónde estoy. Me ven. Y a ti.
—No, no lo hacen. Aquí estás a salvo.
—No estoy loco, Jaejoong. Se están acercando.
El pequeño no sonaba loco. Triste, asustado, cansado, por supuesto. Pero no loco.
Minho miró por la ventana hacia el césped verde de abajo. Estaba muy iluminado, y no vio nada, pero eso no quería decir una mierda.
—Hay sangre en su camisón —dijo él—. Si es uno de nosotros, ellos quizás sean capaces de olerlo.
Kibum volvió la cabeza y lo miró por primera vez. Cuando sus ojos encontraron los suyos, sintió como si le hubieran dado un puñetazo en las tripas. Se agarró al marco de la puerta para sostenerse.
Quien quiera que fuera él, tenía poder. Casi podía verlo flotando a su alrededor.
Matándolo.
No estaba seguro como sabía que ese era el caso, pero lo sabía, profundamente. Hasta sus huesos; de la misma manera que sabía que su alma se descomponía en un montón de cenizas más y más con cada día que pasaba, y no había una jodida cosa que pudiera hacer.
Kyuhyun abrió la puerta detrás de él. Minho se movió de modo que Kibum no pudiera ver al chupasangre.
—Su protección natural debería enmascarar la esencia de su sangre a los Yokai —dijo Yunho.
—No si sabe acerca de ellos.
Yunho le preguntó a Jaejoong:
— ¿Kibum sabe sobre los Yokai?
Jaejoong dio un tembloroso asentimiento.
—Nos atacaron cuando éramos niños.
Kyuhyun aspiró profundamente, oliendo el aire.
—Kibum tiene razón. Los Yokai se están acercando. Rápidamente.
Minho se preparó a sí mismo y dejó que la sonrisa le cubriera la cara. Finalmente, algo que podría matar.
—Tenemos que salir de aquí —dijo Yunho.
Jaejoong sostuvo el rostro de su hermano contra el pecho.
—No sin Kibum.
—Claro. ¿Puedes llevarlo? —le preguntó Yunho a Jaejoong.
Él asintió y sacó la bolsa de suero del soporte.
—Vamos, Kibum. Tú y yo vamos a dar una vuelta —le tendió la bolsa a su hermano y le cogió con los fuertes brazos.
Jaejoong estaba destrozado, y Minho se tomó un momento para disfrutar la visión antes de sacar su arma.
—Me ocuparé del frente.
—Yo cerraré la retaguardia —dijo Yunho—. Kyuhyun. Vas a tener que escudarnos a todos de ser vistos. ¿Estás lo bastante fuerte?
—Sí —dijo Kyuhyun, aunque no sonaba convencido. Ahora se estaba quedando cerca de Yunho, como si le preocupase que él quizás necesitara un guardaespaldas.
Jodida sanguijuela.
—Tendrá que dejar el ensangrentado camisón atrás —dijo Kyuhyun.
—Todos, daros la vuelta —ordenó Jaejoong.
Minho lo hizo, asegurándose que los otros también lo hacían. Él oyó abrir un cajón y cerrarlo y el suave roce de la tela. Entonces el aullido de un Orochi atravesó la noche, lo bastante alto como para que Minho pudiera oírlo a través del cristal.
Los Yokai estaban cerca.
—Ya estamos listos —dijo Jaejoong—. Vámonos.
Minho hizo rodar los hombros y salió por la puerta, listo para patear culos.




Jaejoong sostenía a Kibum cerca mientras salían corriendo del edificio. Asombrosamente, nadie pareció advertir su avance. Era como si fueran invisibles, justo como Minho había dicho. No solo eso, si no que los guardias les habían abierto cada puerta sin que hubiesen hecho la petición. No tenía idea de que pensar excepto que Kyuhyun debía estar utilizando algún tipo de truco de control mental. Era mejor si no pensaba demasiado en lo que podría hacer él con ese tipo de poder.
Kibum se aferraba a él con débiles brazos, temblando y ocultando su rostro contra el cuello de Jaejoong. Estaba ahora cubierto con un camisón limpio, pero Jaejoong había visto en que se había convertido el cuerpo de su hermano cuando le había ayudado a cambiarse. El pobre cuerpo de Kibum era un esqueleto cubierto por flácida y pálida piel. Su vientre estaba hundido y sus costillas y huesos de las caderas eran grotescas protuberancias, que le rompían a Jaejoong el corazón. Lo único reconocible en su cuerpo era la marca de nacimiento en forma de anillo sobre su hombro izquierdo, el mismo que tenía Jaejoong.
A Jaejoong le tomó cada onza de voluntad no romper en lágrimas ante la visión de la silueta perdida de su hermano. Le hacía preguntarse cómo era que Kibum estaba todavía vivo. ¿Por qué los médicos no habían hecho algo antes? ¿Por qué habían esperado hasta que estuviese así de mal antes de amenazarle más drásticamente? ¿Era peor su estado psicológico que su estado físico para que no lo hubiesen notado?
No tenía respuestas, pero estaba seguro como el infierno que iba a encontrar alguna.
Ellos se apresuraron a entrar en el parking, y por el rabillo del ojo, Jaejoong vio un movimiento. Sostuvo a Kibum con más fuerza y apuró el paso. El aullido de esos demonios se hacía más alto a medida que se acercaban, y estaba seguro que prácticamente podía oír los sonidos de sus garras arañando el pavimento.
—Tendremos que enfrentarlos aquí —dijo Kyuhyun por detrás de él.
—Métete en la camioneta y vete —le ordenó Yunho a Jaejoong.
Pensó en decirle que no se iría sin él, pero la verdad era, que haría lo que fuese para poner a Kibum a salvo. Él era un tipo enorme, y sabía de primera mano que era capaz de cuidar de sí mismo.
— ¿Qué vais a hacer?
—Matar a los jodidos bastardos —dijo Minho.
La voz de Yunho vino desde detrás, fuerte y lista.
—No te preocupes. Estaremos justo detrás de ti.
Él presionó su dedo contra el brazo desnudo por un momento y ella sintió un golpe de energía saltar a su interior, igual que la electricidad estática, solo que este no dolía. En vez de eso, una extraña sensación de paz se extendió sobre la piel, haciéndole sentir a salvo y protegido.
Bajó la mirada y vio una brillante marca, rojo sangre, sobre la piel donde él la había tocado.
— ¿Qué es eso?
—Una marca de sangre. Ahora seré capaz de encontrarte, donde quiera que vayas —dijo Yunho. Algo en su tono, la manera en que dijo las palabras, le comunicó que eso no era tanto una declaración como una promesa. Él lo encontraría.
—Ellos están aquí —murmuró Kibum.
Jaejoong no se paró a preguntarle si estaba seguro. El temblor en su cuerpo le decía a Jaejoong que lo estaba. Como lo sabía era otra historia, una para la que ahora mismo no tenían tiempo.
Yunho tomó una postura de lucha entre ellos y la dirección de los aullidos. Él de dio una última mirada, entonces se alejo. Jaejoong tuvo que contener la urgencia de volver y luchar a su lado. Él pertenecía allí. Sabía que era verdad, aunque no tenía idea de cómo lo sabía. Eso parecía estar pasando mucho esa noche.
Jaejoong deslizó a Kibum en el interior del coche, saltando al asiento del conductor, puso el motor en marcha y se alejó. Por el espejo retrovisor, vio media docena de esas cosas peludas desde las sombras y cargando hacia los hombres. La espada de Yunho destelló bajo las luces del atestado parking cuando redujo radicalmente a uno de los demonios, su cuerpo fuerte y fluido mientras se movía a través del pavimento. Podría quedarse mirándolo durante horas y no aburrirse. Él hacía que luchar pareciera tan fácil, sin esfuerzo. Casi hermoso.
Jaejoong golpeó la acera y puso de nuevo toda la atención en conducir. No volvió a mirar atrás. Kibum estaba a salvo. Eso era suficiente.
Pero no lo era. Sentía como si estuviera abandonando a las únicas personas sobre la tierra que le habían dado la más ligera esperanza de salvar a su hermano de la locura. Por no mencionar que dejaba atrás a un hombre que hacía que el cuerpo cobrara vida cada vez que le tocaba. Tan egoísta como era considerar siquiera meterlo en la ecuación, lo hizo. Quería más tiempo con él para descubrir que tenía que le llamaba y le hacía palpitar el corazón.
—Van a morir —susurró Kibum—. Hay demasiados monstruos. Y están llegando más.
Jaejoong miró a los lados.
—No lo sabes.
—Lo sé. Están acercándose, Jaejoong. Lo siento. —Kibum parecía tan lúcido como lo estaba él, no es que eso dijera mucho—. Por favor, tenemos que regresar.
La mano de Jaejoong se cerró con fuerza sobre el volante de modo que no pudiera hacer nada estúpido y volverse.
—No puedo arriesgarnos. Tú estás demasiado débil.
—Por favor, Jaejoong. Volvamos.
—Tú eres más importante.
—Les necesitamos.
Mierda. Quizás tuviera razón.
Los nudillos de Jaejoong estaban blancos y el cuerpo tenso por la indecisión. Había mucho en juego. La vida de Kibum colgaba en la balanza sin importar lo que hiciera. Si volvía, quizás le hicieran pedazos los monstruos; pero si Jaejoong no volvía y los hombres eran masacrados, entonces Kibum quizás pasara el resto de su vida gritando de temor. Al menos hasta que muriera de hambre.



—Por favor, Jaejoong. Lo necesito.
El tono de ruego en su voz decidió finalmente a Jaejoong. No había sido capaz de hacer mucho por su hermano en ocho años. En todo ese tiempo, Kibum nunca le había pedido nada a Jaejoong hasta ahora. Esto era algo que podía darle, e incluso si era la elección equivocada, era mejor que golpear el infierno y dejarle morir de hambre. ¿No? El cielo sabía que no le gustaba la idea de que los hombres que habían dejado atrás murieran. Por no mencionar que le sucedería a la gente del hospital si los monstruos conseguían entrar.
Donde estaba el camisón ensangrentado de Kibum.
—Ponte el cinturón y agárrate —dijo Jaejoong.
Estaban en una larga carretera que llevaba a una calle principal. El único tráfico allí fuera eran granjeros y gente que se dirigía al hospital. Jaejoong giro ciento ochenta grados y apretó el acelerador. La furgoneta viró con un rechinar de ruedas y se dirigió de vuelta a la colina.
—Dame mi escopeta. Está bajo el asiento.
El atestado parking estaba delante. La lucha todavía estaba en auge. Parecía que Yunho y Minho habían derribado a tres de cuatro de esas cosas. No estaba seguro de lo que estaba haciendo Kyuhyun, pero estaba trabajando con ahínco permaneciendo totalmente inmóvil con las manos levantadas y algún tipo de luz manando de esta, esparciéndose contra la pared más cercana del hospital. Alucinante.
Jaejoong tomó el arma que le ofrecía y le dijo a Kibum:
— ¡Al suelo! y quédate ahí.
Kibum lo hizo, pero Jaejoong oyó su aterrador cántico:
—Se están acercando, se están acercando, se están acercando…
Ya que tenía las manos ocupadas para bajar la ventanilla, Jaejoong utilizó la culata del arma para romper el cristal de la ventana del lado del conductor. Despejó lo suficiente los cristales para sacar el cañón.
Aparecieron tres de esas cosas como escarabajos, y estaban apiñados en un pequeño encantador grupo.
Jaejoong apagó las luces de la camioneta y apretó el acelerador hacia ellos. Ellos no le vieron venir hasta que fue demasiado tarde. Aceleró y lanzó el frontal de la camioneta directamente contra ellos. Las cosas se dispersaron igual que bolos. Uno de ellos pasó bajo las ruedas e hizo que la furgoneta despidiera un desagradable ruido, el exoesqueleto se destrozó bajo la rueda.
Ejecutó otro duro giro, casi golpeando un BMW en el atestado parking, y volvió por más, solo en caso de que ellos no se quedaran abajo.
—¿Estás bien ahí abajo? —le preguntó a Kibum.
—Sí —dijo, pero no sonaba bien. Sonaba como si estuviese deseando una bolsa para vomitar.
—Solo aguanta. Casi estamos allí.
Desde su ángulo, tenía una fantástica vista de Yunho y Minho rebanando monstruos, sus fuertes brazos y musculosas espaldas trabajando casi al unísono. Esa era una hermosa vista que contemplar. Puro combustible para sus propias fantasías.
Apartó la mirada y se concentró en su trabajo. Una de las cosas a las que había golpeado se volvía a levantar. Ésta exudaba una materia verde de una brecha en su pecho, lo cual por lo memos a él le valía. Jaejoong se armó y disparó a esa grieta, esperando que su disparo fuera capaz de reventarlo. La cosa explotó igual que un melón de agua lleno de dinamita. Voló en un montón de pedacitos, haciendo necesarios los limpiaparabrisas. Trozos de carne verde manchaban el cristal, y el estómago le dio un vuelco.
Jaejoong tragó para mantener el control. Ahora no tenía tiempo para enfermarse, el estómago tendría que esperar.
Escaneaba el área, pero se quedaba sin objetivos. Los hombres habían hecho su trabajo y ahora estaban cerca de una pequeña montaña de piel negra de la que manaba sangre negra.
Kibum no podía ver eso. Todavía estaba demasiado frágil para enfrentar una visión sacada directamente del horror de su propia mente.
—Permanece abajo, bebé —le dijo a Kibum—. Estaremos fuera de aquí en un segundo.
Condujo la furgoneta hacia los hombres que estaban limpiando sus espadas. Kyuhyun parecía más pálido y delgado que antes, pero por otro lado, parecía estar bien. Yunho respiraba con fuerza, pero no estaba herido. Minho, por otra parte, tenía una fea incisión a través del muslo.
—Regresaste —dijo Yunho. Eso sonaba como una acusación, pero estaba dispuesto a dejarla pasar.
—No podía dejar que os quedarais con toda la diversión.
Minho le gruñó.
—Largaos de aquí. No es seguro.
—El tiene razón —dijo Yunho—. Su sangre solo atraerá a otras de esas cosas.
—Están cerca —susurró Kibum desde donde estaba agachado.
Esta vez, Jaejoong la creyó.
Minho gruñó igual que algún tipo de animal salvaje, entonces dijo:
—Vosotros dos ir con ella. Yo los mantendré entretenidos.
Kibum se agarró la cabeza y empezó a canturrear.
—No, no, no, no…
—Ve a cogerle y cuida de él —ofreció Yunho—. Yo conduciré.
Jaejoong estaba agradecida por ello. Atrajo a Kibum a su regazo, asegurándose que sus ojos estaban cubiertos y que su intravenosa permanecía en su lugar. Kyuhyun se metió en el lado del pasajero. La verdad es que no se veía bien. De hecho, tenía la misma apariencia que cuando Minho lo había llevado a su apartamento —delgado, pálido y temblando.
Yunho se adelantó, dejando a Minho detrás.
— ¿Va a estar bien? —preguntó Jaejoong.
—Si continua moviéndose, estará bien. —Algo en su tono decía que deseaba que así fuese—. Kyuhyun, ¿Alguien en el hospital nos vio?
—No —susurró Kyuhyun en una cansada brizna de aire—. Yo los escudé.
Así que eso era lo que estaba haciendo ahí fuera. Sagrada alucinante magia. Esto se estaba volviendo más extraño por momento. Estaba la cosa de saber que los monstruos eran reales ‑lo había sabido durante años‑ pero ¿magia? Eso era un poco más difícil de digerir.
Y hacía que demasiadas cosas tuvieran sentido, considerando las cosas que había estado viendo en la pasada década.
Toda su percepción del mundo cambió en ese momento, y fue como si estuviese mirando de repente entre bastidores todos los mecanismos que sucedían detrás de las escenas. Había mucho más incluso de lo que sabía. No estaba seguro de que realmente quisiera saber nada más. Su vida ya era bastante complicada como estaba.
— ¿Dónde vamos a ir ahora? —preguntó Jaejoong.
Yunho le dedicó una rápida mirada, entonces miró a Kibum. La compasión saltó por su ceño y sacudió la cabeza.
—Si vienes a casa con nosotros, quizás seamos capaces de ayudarle.
Kibum todavía estaba canturreando:
—No, no, no…
Jaejoong no podía soportar verle así. Si tuviera el poder de hacer algo para ayudarle, lo habría intentado. No importaba cuanto no quería profundizar en ese nuevo mundo de magia que había descubierto. Era el hermano mayor de Kibum, y haría lo que tuviera que hacer para que estuviera bien de nuevo.
Jaejoong le apartó el pelo blanco a Kibum de la cara, esperando consolarlo.
—Esa es una posibilidad.



Minho se aseguró de dejar un rastro de sangre agradable y fácil de seguir mientras se alejaba de la vista del hospital mental. Ninguno de esos trabajadores del interior necesitaba ver el tipo de cosas con las que él combatía. Entonces sus mentes acabarían realmente jodidas.
El hospital era encantador y aislado, lo que quería decir que había un montón de granjas ahí fuera, todo enmarcado por el crecimiento de los gruesos árboles. Encontró una oscura y aislada zona para luchar antes de detenerse.
El cuerpo le canturreaba con poder. Este golpeaba contra los ojos y arañaba las venas intentando salir. Diablos, se sentía como si fuera a ser hecho pedazos por ello si no hacía algo pronto, y esa pequeña escaramuza no había sido siquiera un desafío. Gracias a Dios la noche era joven. Tenía horas de oscuridad antes de que todos los Yokai se replegaran de vuelta a los agujeros en los que vivían y no fuera capaz de encontrarlos y matarlos.
Minho se arrancó la camiseta y la ató alrededor de la herida del muslo para detener la hemorragia. No quería perder sangre mientras tuviera todavía luchas a las que enfrentarse. Necesitaba cada onza de esfuerzo que pudiera conseguir para apagar el jodido dolor que le molía los huesos. Por no mencionar que si lo dejaba salir, eso sería la última cosa que haría. Literalmente.
Quizás eso no fuera tan malo. No había manera de que la muerte pudiera doler más que la vida. De ninguna jodida manera.
Un profundo gruñido sacudió la tierra. Los demonios se acercaban. Habían encontrado su olor y estarían aquí en cualquier minuto.
Bien. Apenas podía esperar.


Este fic es una adaptación, no es mío, yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO. ORIGINAL: ENCONTRANDO LO PERDIDO  - SHANNON K. BUTCHER. PAREJA PRINCIPAL: YUNJAE



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