CAPÍTULO 7
Jaejoong casi le había
dado toda la comida a Kibum antes de que se tendiera y cerrara los ojos.
Él respiró
dejando salir un suspiro de alivio y limpió la mancha del puré de patatas en la
comisura de la boca de Kibum. Nunca antes había visto nada como esto, pero otra
vez, estaba empezando a pensar que había muchas cosas que nunca había visto. Yunho
y sus amigos encabezaban esa lista.
Juniel entró
en la habitación y miró los cuencos vacíos.
—Conseguiste
que comiera.
—Yunho ayudó
—dijo, justo cuando él volvía a entrar en la habitación.
— ¿Tu
prometido es un hombre encantador y
un buen tío? Eres realmente afortunado de encontrar un hombre así con el que
casarte. Es una vergüenza que no me dijeras que estabas comprometido. Ni
siquiera sabía que estabas saliendo en serio.
¿Prometido? Él
abrió la boca para negarlo, pero antes de que pudiera hacerlo, Yunho dijo:
—Nos hemos
conocido recientemente, pero cuando es amor verdadero, ¿Por qué esperar?
Juniel observó
a Jaejoong cuidadosamente, como si esperase su versión de la historia. Después
de lo que él había hecho por Kibum, no estaba seguro de llamarle mentiroso
frente a Juniel. De hecho, quería lanzarse Jaejoong mismo sobre él en
agradecimiento por lo que había hecho. En vez de eso, se estiró y tomó la mano
de Yunho. Caliente y vibrante el placer le recorrió los miembros y tuvo que esforzarse
para sofocar un temblor.
Su reacción
debió haber sido suficiente para convencer a Juniel, porque ella solo sonrió,
felicitándolos a los dos por su inminente unión, y dejó la habitación con la
bandeja vacía.
Jaejoong
intentó retirar la mano de modo que pudiera pensar correctamente, pero Yunho no
la soltó.
— ¿Prometido?
—le preguntó a él.
—Tenía que
conseguir pasar del mostrador principal de alguna forma. —Él sonrió y ella se
alegró de verlo. Desde que le había pedido el dinero, le había mirado como si
hubiese cometido algún crimen atroz, y hasta ahora, no se había dado cuenta
como su mala opinión le había preocupado.
—Gracias
—dijo—. Parece que te lo estoy diciendo mucho últimamente.
—Es un placer
—miró a donde estaba durmiendo Kibum—. ¿Te importa decirme quien es?
Jaejoong
vaciló. No conocía a este hombre y con todo, él acababa de sufrir para ayudar a
la única persona en la tierra a la que amaba Jaejoong. Le debía más de lo que
nunca podría pagarle.
—Mi hermano.
Los ojos de Yunho
se ensancharon con una especie de desesperada esperanza.
—Perdóname si
esto es una impertinencia, pero, ¿Compartís los mismos padres?
Jaejoong
estaba demasiado sorprendido por la extraña pregunta que no consideró siquiera
el si debía responderle o no.
—Creo que sí.
Mamá tenía un novio que venía a visitarla cada pocos años. Nunca lo conocimos,
pero ella le amaba. Decía que estaba en el ejército y eso era por lo que nunca
llegábamos a verle.
— ¿En el
ejército?
Jaejoong se
encogió de hombros, negándose a dejar que el daño de su infancia rigiera su
vida actual.
—Creo que era
una historia que se inventó Mamá para que no la odiásemos. Lo creí durante
algunos años, pero finalmente empecé a resentirme con él. ¿Qué endemoniado tipo
de padre no podía enviar siquiera una tarjeta de cumpleaños o llamar por
teléfono al menos una vez? Creo que solo era un holgazán que dejó a Mamá
embarazada y se largó dejando que se las arreglara ella misma.
—Suena como un
verdadero triunfador —dijo Yunho, pero no había fuego en su tono, solo
especulación.
—Supongo que
mi vida estuvo mejor sin él, ¿sabes?
—Estoy seguro
que tienes razón —dijo, pero no sonaba como si lo creyese ni por un minuto.
— ¿Sabes algo
que no me estás diciendo? —le preguntó.
— ¿Sobre tu
padre? Creo que no.
Kibum dejó
escapar un murmullo en su sueño y Jaejoong fue a su lado.
—Shh, pequeño.
Duerme.
—Se están
acercando —farfulló Kibum—. Los monstruos se están acercando.
El corazón de Jaejoong
se rompió y cayó por su hermano.
—Aquí estás a
salvo. No dejaré que nadie te haga daño.
La puerta de
la habitación se abrió y Kyuhyun y Minho entraron en ella como si les
perteneciera el lugar. Jaejoong estaba empezando a cuestionarse la seguridad.
— ¿Cómo
conseguisteis entrar?
Kyuhyun ignoró
su pregunta. Estaba demasiado ocupado olisqueando el aire por algo. Minho
encogió los enormes hombros y dijo.
—Una vez se
puso el sol, Kyuhyun ejerció su rutina de El Hombre Invisible y vinimos
directos aquí. Sin problemas.
— ¿Realmente
se volvió invisible? —preguntó Jaejoong.
—No
exactamente —dijo Kyuhyun—. Es más un truco de la mente.
—¿Quién es el
niño? —preguntó Minho. El miraba a Kibum con demasiado interés para comodidad
de Jaejoong.
Jaejoong dio
un paso lateral para bloquear su línea de visión.
—Creo que
deberíais marcharos.
Los pálidos
ojos de Kyuhyun brillaron y se movió hacia Kibum como si fuera flotando.
—Nunca dijiste
que tenías un hermano. —Respiró profundamente por la nariz—. Su sangre es tan
pura como la tuya. Puedo olerlo.
Jaejoong vio
los cercos oscuros de sangre en el camisón de Kibum.
— ¿Puedes oler
que somos hermanos? Eso es demasiado raro para ponerlo en palabras.
—Kyuhyun —dijo
Yunho en tono de advertencia—. Vuelve a apagar ese infierno.
—Él tiene
mucho dolor. Solo quiero aliviar su mente —se estiró hacia Kibum.
El sonido de
metal contra metal llenó el aire cuando ambos Yunho y Minho sacaron sus
espadas, haciéndolas aparecer en el aire. La espada de Yunho fue a la garganta
de Kyuhyun, la de Minho a su entrepierna.
—Tócalo y
morirás de manera muy dolorosa —gruñó Minho.
Kyuhyun alzó
las elegantes manos al aire y la sobrenatural luz en los ojos disminuyó.
—El niño está
sufriendo. Yo puedo ayudarle.
Jaejoong no
estaba seguro de que estaba pasando.
— ¿Puede
ayudarle? —le preguntó Jaejoong a Yunho.
Yunho dedicó a
Jaejoong una rápida mirada.
—Querrá beber
su sangre.
—Es la única
manera de diagnosticarlo —de encontrar la verdadera causa de su ruptura mental
—explicó Kyuhyun.
—No caigas en
ello, Jaejoong —dijo Minho—. Ya ves la manera en que le mira. Quiere su sangre
y está utilizando la excusa de ayudarlo como un modo de conseguirla.
—Eso no es
completamente cierto. Quiero su sangre, pero también quiero ayudarle. Solo
déjame acercarme a él para ver si puedo darle algo de consuelo.
Jaejoong le había
dado al vampiro su sangre y eso no le había lastimado, a parte de un acceso de
mareos. También le había ensamblado el brazo roto. Si podía ayudar a Kibum,
estaba dispuesto a afrontar el riesgo y dejarle acercarse a su hermano.
—Puedes mirarlo,
pero no puedes hacer nada más.
—Como desees
—aceptó Kyuhyun.
Minho no quiso
apartar su espada. Probablemente iba a necesitarla en cualquier segundo de una
manera u otra. Kyuhyun era un jodido depredador, y él parecía ser el único que
lo veía.
A Minho no le
gustaba la idea de Kyuhyun acercándose al niño. No podía verle la cara desde
aquí, pero apenas abultaba en la cama, estaba tan delgado. Solo los huesos de
las rodillas y los dedos de los pies sobresalían lo suficiente para ampliar la
sábana.
Kyuhyun se
deslizó hacia delante y Jaejoong se hizo a un lado para hacerle sitio al lado
de la cama. Minho tuvo un vistazo de la cara del niño y se dio cuenta de que no
era un niño. Era un muchacho, joven, mucho mayor de los diez o doce años que
había pensado por su escuálida figura.
El hombre se
revolvió y Jaejoong le puso la mano sobre el brazo.
—Está bien, Kibum.
Él está aquí para ayudarte.
Minho gruñó
con disgusto. Él no podía ayudar en nada.
—La única
persona a la que Kyuhyun va a ayudar es a si mismo.
—Basta, Minho
—dijo Yunho—. No va a hacerle daño por mirarle.
Kyuhyun puso
las manos sobre la cabeza de Kibum. Justo cuando lo hizo, Kibum abrió los ojos
como si alguien hubiese encendido una lámpara. Su piel estaba mortalmente
pálida, casi tan blanca como su pelo. Sus ojos estaban abiertos
desmesuradamente con temor, los cuales eran de un puro y brillante azul igual
que el cielo de invierno. Y allí había mucho azul, demasiado. Sus pupilas se
habían contraído hasta ser unos puntos.
Él golpeó con
fuerza la mano de Kyuhyun apartándola y se escabulló de él, acurrucándose en un
pequeño espacio contra el pasamanos más alejado de la cama. La bolsa usada para
la intravenosa se sacudió en su soporte cuando pivotó rodeando el tubo.
—Él quiere mi
sangre —susurró, contemplando a Kyuhyun con terror—. Quiere mi sangre,
quiere mi sangre, quiere mi sangre —una y otra vez, sus palabras subían más y
más de volumen.
Jaejoong se
precipitó rodeando la cama para calmar a su hermano. Minho decidió que el
tiempo de Kyuhyun con el muchacho había terminado. Agarró el delgado cuerpo del
Susano alrededor del pecho con un solo brazo y lo arrastró cruzando la
habitación. Lo empujó al cuarto de baño, cerró la puerta y sujetó el pomo de
modo que Kyuhyun no pudiera salir hasta que él le dejara.
La puerta se
movía cuando Kyuhyun luchaba contra el agarre de Minho, pero no se movía. Kyuhyun
no era un enclenque, pero Minho era infernalmente mucho más fuerte.
—Eso no va a
ayudar —dijo él desde el otro lado de la puerta.
De hecho, si
lo hacía. Kibum se había calmado, y ahora se aferraba al cuello de Jaejoong,
sollozando. A Minho nunca le importaron mucho las lágrimas, pero estas sacaban
el infierno a golpes, al verlas en esa asustada mirada en su rostro, lo único
que quería era matar algo cualquier cosa con tal de se detuvieran.
Yunho le lanzó
a Minho una amarga mirada.
—Tiene razón y
lo sabes. No puede ayudarle desde ahí.
—El niño no
quiere su ayuda —dijo Minho—. Solo pregúntale.
Yunho cruzó
hasta Minho y le dijo casi en un susurro:
—Él no está
cuerdo. Kyuhyun le asustó. Eso es todo.
—Él no quiere
que se tome su sangre. En lo que a mí concierne, eso le hace la persona más
cuerda en esta habitación.
Yunho sacudió
la cabeza y se volvió.
— ¿Qué quieres
hacer, Jaejoong?
Él miró por encima
del abrazo. Las lágrimas le corrían por la cara, y los ojos tan parecidos a los
de Kibum estaban llenos de pena.
Algo en eso
tiró de Minho. Él habría pensado que era compasión, pero seguramente no le
quedaba ninguna.
—No soporto
verle así de trastornado. Va a enfermar después de que finalmente hemos
conseguido que comiera algo.
—De acuerdo
—dijo Yunho—. Qué tal si esperamos hasta que se calme y le contamos que está
sucediendo. Quizás si sabe quién es Kyuhyun, no le tenga miedo. Él no me temió
a mí.
—Porque tú no
quieres beber su sangre, idiota —dijo Minho.
Jaejoong
sorbió por la nariz y asintió, ignorándolos a los dos.
—Vale la pena
intentarlo.
—Los monstruos
se acercan —dijo Kibum. Su voz rota cuando hablaba, y Minho tuvo la casi
incontrolable urgencia de hacerle una visita a Kyuhyun en el baño y sacudirlo
un poco.
—Shh, bebé.
Los monstruos no pueden cogerte aquí —dijo Jaejoong.
Kibum alzó el
rostro mojado por las lágrimas. Las mejillas estaban hundidas bajo la piel.
—Ahora saben
dónde estoy. Me ven. Y a ti.
—No, no lo
hacen. Aquí estás a salvo.
—No estoy loco,
Jaejoong. Se están acercando.
El pequeño no
sonaba loco. Triste, asustado, cansado, por supuesto. Pero no loco.
Minho miró por
la ventana hacia el césped verde de abajo. Estaba muy iluminado, y no vio nada,
pero eso no quería decir una mierda.
—Hay sangre en
su camisón —dijo él—. Si es uno de nosotros, ellos quizás sean capaces de olerlo.
Kibum volvió
la cabeza y lo miró por primera vez. Cuando sus ojos encontraron los suyos,
sintió como si le hubieran dado un puñetazo en las tripas. Se agarró al marco
de la puerta para sostenerse.
Quien quiera
que fuera él, tenía poder. Casi podía verlo flotando a su alrededor.
Matándolo.
No estaba
seguro como sabía que ese era el caso, pero lo sabía, profundamente. Hasta sus
huesos; de la misma manera que sabía que su alma se descomponía en un montón de
cenizas más y más con cada día que pasaba, y no había una jodida cosa que
pudiera hacer.
Kyuhyun abrió
la puerta detrás de él. Minho se movió de modo que Kibum no pudiera ver al
chupasangre.
—Su protección
natural debería enmascarar la esencia de su sangre a los Yokai —dijo Yunho.
—No si sabe
acerca de ellos.
Yunho le
preguntó a Jaejoong:
— ¿Kibum sabe
sobre los Yokai?
Jaejoong dio
un tembloroso asentimiento.
—Nos atacaron
cuando éramos niños.
Kyuhyun aspiró
profundamente, oliendo el aire.
—Kibum tiene
razón. Los Yokai se están acercando. Rápidamente.
Minho se
preparó a sí mismo y dejó que la sonrisa le cubriera la cara. Finalmente, algo
que podría matar.
—Tenemos que
salir de aquí —dijo Yunho.
Jaejoong
sostuvo el rostro de su hermano contra el pecho.
—No sin Kibum.
—Claro.
¿Puedes llevarlo? —le preguntó Yunho a Jaejoong.
Él asintió y
sacó la bolsa de suero del soporte.
—Vamos, Kibum.
Tú y yo vamos a dar una vuelta —le tendió la bolsa a su hermano y le cogió con
los fuertes brazos.
Jaejoong
estaba destrozado, y Minho se tomó un momento para disfrutar la visión antes de
sacar su arma.
—Me ocuparé
del frente.
—Yo cerraré la
retaguardia —dijo Yunho—. Kyuhyun. Vas a tener que escudarnos a todos de ser
vistos. ¿Estás lo bastante fuerte?
—Sí —dijo Kyuhyun,
aunque no sonaba convencido. Ahora se estaba quedando cerca de Yunho, como si
le preocupase que él quizás necesitara un guardaespaldas.
Jodida
sanguijuela.
—Tendrá que
dejar el ensangrentado camisón atrás —dijo Kyuhyun.
—Todos, daros
la vuelta —ordenó Jaejoong.
Minho lo hizo,
asegurándose que los otros también lo hacían. Él oyó abrir un cajón y cerrarlo
y el suave roce de la tela. Entonces el aullido de un Orochi atravesó la noche,
lo bastante alto como para que Minho pudiera oírlo a través del cristal.
Los Yokai
estaban cerca.
—Ya estamos
listos —dijo Jaejoong—. Vámonos.
Minho hizo
rodar los hombros y salió por la puerta, listo para patear culos.
Jaejoong sostenía a Kibum
cerca mientras salían corriendo del edificio. Asombrosamente, nadie pareció
advertir su avance. Era como si fueran invisibles, justo como Minho había
dicho. No solo eso, si no que los guardias les habían abierto cada puerta sin
que hubiesen hecho la petición. No tenía idea de que pensar excepto que Kyuhyun
debía estar utilizando algún tipo de truco de control mental. Era mejor si no
pensaba demasiado en lo que podría hacer él con ese tipo de poder.
Kibum se
aferraba a él con débiles brazos, temblando y ocultando su rostro contra el
cuello de Jaejoong. Estaba ahora cubierto con un camisón limpio, pero Jaejoong
había visto en que se había convertido el cuerpo de su hermano cuando le había
ayudado a cambiarse. El pobre cuerpo de Kibum era un esqueleto cubierto por
flácida y pálida piel. Su vientre estaba hundido y sus costillas y huesos de
las caderas eran grotescas protuberancias, que le rompían a Jaejoong el
corazón. Lo único reconocible en su cuerpo era la marca de nacimiento en forma
de anillo sobre su hombro izquierdo, el mismo que tenía Jaejoong.
A Jaejoong le
tomó cada onza de voluntad no romper en lágrimas ante la visión de la silueta
perdida de su hermano. Le hacía preguntarse cómo era que Kibum estaba todavía
vivo. ¿Por qué los médicos no habían hecho algo antes? ¿Por qué habían esperado
hasta que estuviese así de mal antes de amenazarle más drásticamente? ¿Era peor
su estado psicológico que su estado físico para que no lo hubiesen notado?
No tenía
respuestas, pero estaba seguro como el infierno que iba a encontrar alguna.
Ellos se
apresuraron a entrar en el parking, y por el rabillo del ojo, Jaejoong vio un
movimiento. Sostuvo a Kibum con más fuerza y apuró el paso. El aullido de esos
demonios se hacía más alto a medida que se acercaban, y estaba seguro que
prácticamente podía oír los sonidos de sus garras arañando el pavimento.
—Tendremos que
enfrentarlos aquí —dijo Kyuhyun por detrás de él.
—Métete en la
camioneta y vete —le ordenó Yunho a Jaejoong.
Pensó en
decirle que no se iría sin él, pero la verdad era, que haría lo que fuese para
poner a Kibum a salvo. Él era un tipo enorme, y sabía de primera mano que era
capaz de cuidar de sí mismo.
— ¿Qué vais a
hacer?
—Matar a los
jodidos bastardos —dijo Minho.
La voz de Yunho
vino desde detrás, fuerte y lista.
—No te
preocupes. Estaremos justo detrás de ti.
Él presionó su
dedo contra el brazo desnudo por un momento y ella sintió un golpe de energía
saltar a su interior, igual que la electricidad estática, solo que este no dolía.
En vez de eso, una extraña sensación de paz se extendió sobre la piel,
haciéndole sentir a salvo y protegido.
Bajó la mirada
y vio una brillante marca, rojo sangre, sobre la piel donde él la había tocado.
— ¿Qué es eso?
—Una marca de
sangre. Ahora seré capaz de encontrarte, donde quiera que vayas —dijo Yunho.
Algo en su tono, la manera en que dijo las palabras, le comunicó que eso no era
tanto una declaración como una promesa. Él lo encontraría.
—Ellos están
aquí —murmuró Kibum.
Jaejoong no se
paró a preguntarle si estaba seguro. El temblor en su cuerpo le decía a Jaejoong
que lo estaba. Como lo sabía era otra historia, una para la que ahora mismo no
tenían tiempo.
Yunho tomó una
postura de lucha entre ellos y la dirección de los aullidos. Él de dio una
última mirada, entonces se alejo. Jaejoong tuvo que contener la urgencia de
volver y luchar a su lado. Él pertenecía allí. Sabía que era verdad, aunque no
tenía idea de cómo lo sabía. Eso parecía estar pasando mucho esa noche.
Jaejoong
deslizó a Kibum en el interior del coche, saltando al asiento del conductor,
puso el motor en marcha y se alejó. Por el espejo retrovisor, vio media docena
de esas cosas peludas desde las sombras y cargando hacia los hombres. La espada
de Yunho destelló bajo las luces del atestado parking cuando redujo
radicalmente a uno de los demonios, su cuerpo fuerte y fluido mientras se movía
a través del pavimento. Podría quedarse mirándolo durante horas y no aburrirse.
Él hacía que luchar pareciera tan fácil, sin esfuerzo. Casi hermoso.
Jaejoong
golpeó la acera y puso de nuevo toda la atención en conducir. No volvió a mirar
atrás. Kibum estaba a salvo. Eso era suficiente.
Pero no lo
era. Sentía como si estuviera abandonando a las únicas personas sobre la tierra
que le habían dado la más ligera esperanza de salvar a su hermano de la locura.
Por no mencionar que dejaba atrás a un hombre que hacía que el cuerpo cobrara
vida cada vez que le tocaba. Tan egoísta como era considerar siquiera meterlo
en la ecuación, lo hizo. Quería más tiempo con él para descubrir que tenía que
le llamaba y le hacía palpitar el corazón.
—Van a morir
—susurró Kibum—. Hay demasiados monstruos. Y están llegando más.
Jaejoong miró
a los lados.
—No lo sabes.
—Lo sé. Están acercándose,
Jaejoong. Lo siento. —Kibum parecía tan lúcido como lo estaba él, no es que eso
dijera mucho—. Por favor, tenemos que regresar.
La mano de Jaejoong
se cerró con fuerza sobre el volante de modo que no pudiera hacer nada estúpido
y volverse.
—No puedo
arriesgarnos. Tú estás demasiado débil.
—Por favor, Jaejoong.
Volvamos.
—Tú eres más
importante.
—Les
necesitamos.
Mierda. Quizás tuviera razón.
Los nudillos
de Jaejoong estaban blancos y el cuerpo tenso por la indecisión. Había mucho en
juego. La vida de Kibum colgaba en la balanza sin importar lo que hiciera. Si
volvía, quizás le hicieran pedazos los monstruos; pero si Jaejoong no volvía y
los hombres eran masacrados, entonces Kibum quizás pasara el resto de su vida
gritando de temor. Al menos hasta que muriera de hambre.
—Por favor, Jaejoong.
Lo necesito.
El tono de
ruego en su voz decidió finalmente a Jaejoong. No había sido capaz de hacer
mucho por su hermano en ocho años. En todo ese tiempo, Kibum nunca le había
pedido nada a Jaejoong hasta ahora. Esto era algo que podía darle, e incluso si
era la elección equivocada, era mejor que golpear el infierno y dejarle morir
de hambre. ¿No? El cielo sabía que no le gustaba la idea de que los hombres que
habían dejado atrás murieran. Por no mencionar que le sucedería a la gente del
hospital si los monstruos conseguían entrar.
Donde estaba
el camisón ensangrentado de Kibum.
—Ponte el
cinturón y agárrate —dijo Jaejoong.
Estaban en una
larga carretera que llevaba a una calle principal. El único tráfico allí fuera
eran granjeros y gente que se dirigía al hospital. Jaejoong giro ciento ochenta
grados y apretó el acelerador. La furgoneta viró con un rechinar de ruedas y se
dirigió de vuelta a la colina.
—Dame mi
escopeta. Está bajo el asiento.
El atestado
parking estaba delante. La lucha todavía estaba en auge. Parecía que Yunho y Minho
habían derribado a tres de cuatro de esas cosas. No estaba seguro de lo que
estaba haciendo Kyuhyun, pero estaba trabajando con ahínco permaneciendo
totalmente inmóvil con las manos levantadas y algún tipo de luz manando de
esta, esparciéndose contra la pared más cercana del hospital. Alucinante.
Jaejoong tomó
el arma que le ofrecía y le dijo a Kibum:
— ¡Al suelo! y
quédate ahí.
Kibum lo hizo,
pero Jaejoong oyó su aterrador cántico:
—Se están
acercando, se están acercando, se están acercando…
Ya que tenía
las manos ocupadas para bajar la ventanilla, Jaejoong utilizó la culata del
arma para romper el cristal de la ventana del lado del conductor. Despejó lo
suficiente los cristales para sacar el cañón.
Aparecieron
tres de esas cosas como escarabajos, y estaban apiñados en un pequeño
encantador grupo.
Jaejoong apagó
las luces de la camioneta y apretó el acelerador hacia ellos. Ellos no le
vieron venir hasta que fue demasiado tarde. Aceleró y lanzó el frontal de la
camioneta directamente contra ellos. Las cosas se dispersaron igual que bolos.
Uno de ellos pasó bajo las ruedas e hizo que la furgoneta despidiera un
desagradable ruido, el exoesqueleto se destrozó bajo la rueda.
Ejecutó otro
duro giro, casi golpeando un BMW en el atestado parking, y volvió por más, solo
en caso de que ellos no se quedaran abajo.
—¿Estás bien
ahí abajo? —le preguntó a Kibum.
—Sí —dijo,
pero no sonaba bien. Sonaba como si estuviese deseando una bolsa para vomitar.
—Solo aguanta.
Casi estamos allí.
Desde su
ángulo, tenía una fantástica vista de Yunho y Minho rebanando monstruos, sus
fuertes brazos y musculosas espaldas trabajando casi al unísono. Esa era una
hermosa vista que contemplar. Puro combustible para sus propias fantasías.
Apartó la
mirada y se concentró en su trabajo. Una de las cosas a las que había golpeado
se volvía a levantar. Ésta exudaba una materia verde de una brecha en su pecho,
lo cual por lo memos a él le valía. Jaejoong se armó y disparó a esa grieta,
esperando que su disparo fuera capaz de reventarlo. La cosa explotó igual que
un melón de agua lleno de dinamita. Voló en un montón de pedacitos, haciendo
necesarios los limpiaparabrisas. Trozos de carne verde manchaban el cristal, y
el estómago le dio un vuelco.
Jaejoong tragó
para mantener el control. Ahora no tenía tiempo para enfermarse, el estómago
tendría que esperar.
Escaneaba el
área, pero se quedaba sin objetivos. Los hombres habían hecho su trabajo y
ahora estaban cerca de una pequeña montaña de piel negra de la que manaba
sangre negra.
Kibum no podía
ver eso. Todavía estaba demasiado frágil para enfrentar una visión sacada
directamente del horror de su propia mente.
—Permanece
abajo, bebé —le dijo a Kibum—. Estaremos fuera de aquí en un segundo.
Condujo la
furgoneta hacia los hombres que estaban limpiando sus espadas. Kyuhyun parecía
más pálido y delgado que antes, pero por otro lado, parecía estar bien. Yunho
respiraba con fuerza, pero no estaba herido. Minho, por otra parte, tenía una
fea incisión a través del muslo.
—Regresaste
—dijo Yunho. Eso sonaba como una acusación, pero estaba dispuesto a dejarla
pasar.
—No podía
dejar que os quedarais con toda la diversión.
Minho le
gruñó.
—Largaos de
aquí. No es seguro.
—El tiene
razón —dijo Yunho—. Su sangre solo atraerá a otras de esas cosas.
—Están cerca
—susurró Kibum desde donde estaba agachado.
Esta vez, Jaejoong
la creyó.
Minho gruñó
igual que algún tipo de animal salvaje, entonces dijo:
—Vosotros dos
ir con ella. Yo los mantendré entretenidos.
Kibum se
agarró la cabeza y empezó a canturrear.
—No, no, no,
no…
—Ve a cogerle
y cuida de él —ofreció Yunho—. Yo conduciré.
Jaejoong
estaba agradecida por ello. Atrajo a Kibum a su regazo, asegurándose que sus
ojos estaban cubiertos y que su intravenosa permanecía en su lugar. Kyuhyun se
metió en el lado del pasajero. La verdad es que no se veía bien. De hecho,
tenía la misma apariencia que cuando Minho lo había llevado a su apartamento
—delgado, pálido y temblando.
Yunho se
adelantó, dejando a Minho detrás.
— ¿Va a estar
bien? —preguntó Jaejoong.
—Si continua
moviéndose, estará bien. —Algo en su tono decía que deseaba que así fuese—. Kyuhyun,
¿Alguien en el hospital nos vio?
—No —susurró Kyuhyun
en una cansada brizna de aire—. Yo los escudé.
Así que eso
era lo que estaba haciendo ahí fuera. Sagrada alucinante magia. Esto se estaba
volviendo más extraño por momento. Estaba la cosa de saber que los monstruos
eran reales ‑lo había sabido durante años‑ pero ¿magia? Eso era un poco más
difícil de digerir.
Y hacía que
demasiadas cosas tuvieran sentido, considerando las cosas que había estado
viendo en la pasada década.
Toda su
percepción del mundo cambió en ese momento, y fue como si estuviese mirando de
repente entre bastidores todos los mecanismos que sucedían detrás de las
escenas. Había mucho más incluso de lo que sabía. No estaba seguro de que
realmente quisiera saber nada más. Su vida ya era bastante complicada como
estaba.
— ¿Dónde vamos
a ir ahora? —preguntó Jaejoong.
Yunho le
dedicó una rápida mirada, entonces miró a Kibum. La compasión saltó por su ceño
y sacudió la cabeza.
—Si vienes a
casa con nosotros, quizás seamos capaces de ayudarle.
Kibum todavía
estaba canturreando:
—No, no, no…
Jaejoong no
podía soportar verle así. Si tuviera el poder de hacer algo para ayudarle, lo
habría intentado. No importaba cuanto no quería profundizar en ese nuevo mundo
de magia que había descubierto. Era el hermano mayor de Kibum, y haría lo que
tuviera que hacer para que estuviera bien de nuevo.
Jaejoong le
apartó el pelo blanco a Kibum de la cara, esperando consolarlo.
—Esa es una
posibilidad.
Minho se aseguró de
dejar un rastro de sangre agradable y fácil de seguir mientras se alejaba de la
vista del hospital mental. Ninguno de esos trabajadores del interior necesitaba
ver el tipo de cosas con las que él combatía. Entonces sus mentes acabarían
realmente jodidas.
El hospital
era encantador y aislado, lo que quería decir que había un montón de granjas
ahí fuera, todo enmarcado por el crecimiento de los gruesos árboles. Encontró
una oscura y aislada zona para luchar antes de detenerse.
El cuerpo le
canturreaba con poder. Este golpeaba contra los ojos y arañaba las venas
intentando salir. Diablos, se sentía como si fuera a ser hecho pedazos por ello
si no hacía algo pronto, y esa pequeña escaramuza no había sido siquiera un
desafío. Gracias a Dios la noche era joven. Tenía horas de oscuridad antes de que
todos los Yokai se replegaran de vuelta a los agujeros en los que vivían y no
fuera capaz de encontrarlos y matarlos.
Minho se
arrancó la camiseta y la ató alrededor de la herida del muslo para detener la
hemorragia. No quería perder sangre mientras tuviera todavía luchas a las que
enfrentarse. Necesitaba cada onza de esfuerzo que pudiera conseguir para apagar
el jodido dolor que le molía los huesos. Por no mencionar que si lo dejaba
salir, eso sería la última cosa que haría. Literalmente.
Quizás eso no
fuera tan malo. No había manera de que la muerte pudiera doler más que la vida.
De ninguna jodida manera.
Un profundo
gruñido sacudió la tierra. Los demonios se acercaban. Habían encontrado su olor
y estarían aquí en cualquier minuto.
Bien. Apenas
podía esperar.
Este fic es una adaptación, no es mío,
yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO. ORIGINAL: ENCONTRANDO LO
PERDIDO - SHANNON K. BUTCHER. PAREJA
PRINCIPAL: YUNJAE
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