martes, 1 de octubre de 2013

CAPÍTULO 6

CAPÍTULO 6



Jajeoong saltó de la camioneta tan pronto como llegaron al hospital psiquiátrico, dejando a Yunho encontrar un lugar para aparcar. El personal de recepción debía haber sabido que estaba en camino, porque estaban esperándolo con una placa de visitante tan pronto como se cerró la puerta principal.
El olor a desinfectante y el dolor se aferraban a las paredes de ese lugar, pero era mejor que el resto de hospitales mentales que había visto. Cobraban un brazo y una pierna para que Kibum se quedara allí, pero al menos cuidaban muy bien de él. Jaejoong se presentaba de improviso cada par de semanas, además de sus visitas normales, y ni una sola vez en ocho años había visto ningún signo de maltrato en los pacientes. Estaban limpios y tan tranquilos como eran capaces, a pesar de todo.
Juniel se reunió con Jaejoong en la sala fuera de la habitación de Kibum. Estaba en algún lugar en sus tardíos cuarenta años con suave piel oscura y grandes ojos. La mujer nunca sonreía, pero transmitía consuelo con el mínimo contacto de su regordeta mano.
—No sabía que más hacer, así que te llamé —dijo Juniel—. Mi último turno fue hace dos días, pero juro que entonces no estaba tan delgado. Y nadie más parece verlo. Ninguno de los doctores me escucha cuando les digo que necesita ser alimentado mediante el tubo. Es como si ni siquiera vieran que se está consumiendo.
Jaejoong sabía que Kibum tenía tendencia a pasar días sin comer, pero nunca había durado. Los doctores decían que sería más perjudicial forzarlo que dejarlo tener hambre suficiente como para que las necesidades de su cuerpo superara los temores imaginarios de su mente.
Jaejoong se acercó a la puerta, pero Juniel lo detuvo.
—Hemos tenido que atarlo hoy. No ha bebido lo suficiente, y tuvimos que ponerle una vía intravenosa para mantenerle hidratado. Se la quitaba.
—Odia estar sujeto —dijo Jaejoong.
La ira le quemaba en el pecho, un bienvenido alivio de la constante tristeza que sentía por su hermano.
—Lo sé, cariño, pero fue por su propio bien. Seguía lastimándose, abriéndose las venas. Hemos conseguido que deje de sangrar, pero no podemos darle más oportunidades. Ya está muy débil. No estoy segura de que sea capaz de luchar contra una infección ahora mismo.
Juniel tenía razón. El pobre Kibum estaba tan delirante que tenían que hacer lo necesario para protegerlo. Mantenerla a salvo.
En la parte trasera de la mente de Jaejoong, se preguntaba si mantener vivo a Kibum no sería sólo una cruel forma de tortura. Tal vez sería más amable dejarlo ir. Dejarlo escapar del miedo y la miseria que eran su vida.
Si Jaejoong hubiera sido una persona más fuerte, tal vez habría hecho justo eso. Pero no lo era. Era débil y egoísta. Ya había dejado morir a un hermano. No podía dejar que eso sucediera al otro. Necesitaba a Kibum para vivir.
Jaejoong puso la mano sobre la puerta y rezó pidiendo fuerzas.
Juniel le dio a Jaejoong un rápido abrazo.
—Necesitas saber que hay algo de sangre en su camisón. Normalmente le habríamos cambiado, pero le causa tanta angustia que simplemente le dejamos en paz. Las ropas limpias pueden esperar unas pocas horas.
Jaejoong asintió y abrió la puerta de la habitación de Kibum.
Había visto a Kibum angustiado antes, pero nada podía haberoa preparado para la salvaje mirada de miedo en los ojos de su hermano. Estaba luchando contra las ataduras que le mantenían en la cama del hospital. Contusiones inflamadas de color púrpura estropeaban sus brazos donde se había arrancado las intravenosas. Su camisón blanco estaba salpicado con gotas de sangre, y el niño bajo el camisón se había vuelto peligrosamente más delgado de lo que había estado sólo hacia cuatro días. Su cara estaba demacrada, sus pálidos ojos azules estaban hundidos y brillaban como enfebrecidos de terror. Lloraba con lágrimas gordas que empapaban el pelo blanco en sus sienes.
Jaejoong contuvo un gemido de dolor. Pobre Kibum. Tan pérdido en su propio mundo de pesadillas. Nada de lo que Jaejoong había hecho le había ayudado.
Jaejoong se tragó las lágrimas y fue hacia su hermano.





Yunho vio a Kyuhyun y Minho entrar en el aparcamiento detrás de él. Minho estaba en el asiento del conductor, y Yunho fue a su ventanilla.
— ¿Vienes dentro?
Kyuhyun estaba en la parte de atrás, cubierto para evitar que los últimos rayos del sol le tocaran la piel.
— ¿Dónde estamos? —preguntó.
—Hospital Twin Oaks.
—Es una institución psiquiátrica —dijo Kyuhyun.
—Excelente. Jaejoong está ahí con un montón de locos. —A Yunho realmente no le importaba la idea, y se moría de ganas por estar a su lado, donde podía mantenerlo a salvo.
— ¿Alguna idea de por qué estamos aquí? —preguntó Minho.
—Ninguna. No dijo nada mientras veníamos. Excepto para decirme que condujera más rápido.
—Creo que te voy a dejar esto a ti, hombre. Es más probable que asuste a la gente de ahí que otra cosa.
—De acuerdo. No te muevas. Te llamaré cuando sepa qué está pasando.



Le tomó un poco de charla rápida convencer a la mujer al frente de la recepción de que le dejara entrar en el hospital mental, pero Yunho consiguió ganar su paso al interior. Un corpulento bedel le escoltó a la habitación donde Jaejoong había ido, y entró en silencio.
Jaejoong estaba sentado al lado de una cama sosteniendo la mano de un frágil joven, con un llamativo pelo blanco. El chico se agitaba en la cama, luchando contra las ataduras que lo mantenían en su lugar. Una serie de lamentables gemidos llenaban la sala, haciéndose eco en las desnudas paredes.
—Estas bien, Kibum —le tranquilizó Jaejoong, apartando el pálido cabello del chico de la frente—. Estoy aquí ahora. Vas a estar bien.
Lentamente, Kibum comenzó a calmarse, Yunho no tenía ni idea si era por las palabras de Jaejoong o por puro agotamiento.
Tan pronto como Kibum se relajó y vio que Jaejoong estaba allí, la mirada de temor se desvaneció de las delicadas facciones del joven. Tenía tal vez veinte años, y a pesar de que su pelo era blanco donde el de Jaejoong era castaño, no había duda de la semejanza familiar en sus caras. Tenían los mismos labios llenos, pómulos salientes y brillantes ojos azules, como un cielo claro de invierno. Kibum estaba mucho más delgado que Jaejoong, hasta el punto de ser flaco, y tenía una frágil apariencia etérea que contrastaba duramente con la saludable fuerza de Jaejoong.
Yunho se moría de ganas de saber la relación entre ellos, pero no se atrevió a preguntar. Sintió la desesperación en la habitación, un sutil zumbido de frenética energía que no se disipaba. Provenía de Kibum, casi como si hubiera combatido a su manera a través de la locura porque Jaejoong estaba allí. No haría nada para poner en peligro eso.
— ¿Jaejoong? —preguntó. Su voz estaba ronca de gritar y débil de fatiga.
—Estoy aquí, Kibum. Justo aquí.
El cuerpo de Kibum quedó inerte, y se detuvo en su empeño de luchar contra las ataduras.
—Por favor haz que me suelten. No puedo soportar estar encadenado.
—No estás encadenado, cariño. Te ponen éstas restricciones para evitar que te quites la intravenosa.
—No me la voy a quitar. Lo prometo. —Las lágrimas llenaron los ojos de Kibum mientras imploraba su libertad.
Jaejoong miró a la enfermera que estaba discretamente en la esquina de la habitación.
—Le quiero soltar los brazos —le dijo a la enfermera.
—No es una buena idea —dijo la mujer.
Jaejoong ignoró el aviso y comenzó a desatar las ataduras alrededor de los brazos de Kibum.
—No va a luchar más, y no puedo soportar verlo así.
Tan pronto como Kibum estuvo libre, se sentó y agarró a Jaejoong por el cuello en un fuerte abrazo. Parecía pequeño al lado de Jaejoong. Casi infantil.
—Estoy tan contento de que estés aquí. He intentado llamarte, pero no me oíste —dijo Kibum.
Yunho sintió que Jaejoong estaba más tenso de lo que parecía.
—Todo lo que tienes que hacer es usar el teléfono o que una de las enfermeras me llame. Siempre vendré.
—No había teléfonos donde estaba, Jaejoong. Te lo juro. No me lo estoy inventando.
Jaejoong le apartó el blanco cabello de la cara a Kibum y le secó las lágrimas de sus mejillas.
—Sé que no estás mintiendo. Está bien. —Ayudó a Kibum a tenderse y se subió a la cama a su lado, tomando al frágil muchacho en los brazos—. Me dijeron que no estabas comiendo —dijo Jaejoong sin acusar.
Kibum tragó.
—Lo intento, pero no puedo. Todo lo que ella trae para comer es sangre negra. Quema como ácido. ¿Cómo puedo comer alimentos cuando todo lo que trae es sangre?
Yunho no tenía ni idea de quién era “ella”, pero aparentemente Jaejoong sí.
—Nadie te está alimentando con sangre, Kibum. Es sólo un truco de tu mente. Tienes que comer.
Kibum sacudió la cabeza.
—Lo intento, pero todo me sabe a sangre y me pone enfermo.
Jaejoong se quedó en silencio por un tiempo, simplemente pasando una mano tranquilizadora por el pelo de la mujer.
— ¿Quieres que encuentren otra manera de alimentarte? ¿Tal vez poner un tubo en tu estómago no te haría sentir tan enferma?
— ¡No! —Kibum intentó sacudirse, pero el cuerpo más fuerte de Jaejoong fácilmente la contuvo—. No, no, no. ¡No tubos!
—Muy bien —dijo Jaejoong con un tono conciliador—. Nada de tubos. Pero tienes que comer. ¿Lo intentarás por lo menos?
—Pero la sangre…
—No es real. Es un truco. —Jaejoong miró a la enfermera como si decidiera si confiar en ella o no.
La astuta enfermera vio la mirada y dijo:
—Voy a buscar una bandeja. —Cuando se fue, miró curiosamente a Yunho cuando pasó a su lado.
Una vez que la enfermera se había ido, Jaejoong dijo:
—Hemos hablado de esto antes. A los monstruos les gusta jugar a hacerte bromas. Te hacen creer que las cosas son reales. Nadie va a alimentar con sangre a nadie. Estás a salvo.
Kibum tomó la mano de Jaejoong y la apretó con fuerza con sus esqueléticos dedos.
—Estoy a salvo, pero Ren no. Siguen haciéndole daño. Poniéndole cosas en su interior. Cambiándolo. Está tan asustado, Jaejoong.
La mandíbula de Jaejoong tembló durante un momento antes de que lo controlaro. Sólo el brillo de los ojos mostraba su dolor.
—Ren no va a estar más asustado. Está muerto, Kibum. Arriba en el cielo con mamá.
— ¡No, no lo está! Los monstruos lo tienen. Le están haciendo algo para hacerlo… diferente. Tenemos que encontrarlo pronto o será demasiado tarde.
Yunho vio la angustia tensar el cuerpo de Jaejoong, a pesar que su expresión se mantuvo en calma. Sin duda, por el bien de Kibum.
—Por favor, cariño, intenta no preocuparte por Ren. Nada podrá nunca hacerle daño de nuevo.
La enfermera volvió con una bandeja de comida y la puso sobre la mesa junto a la cama.
—Volveré en unos pocos minutos. ¿Necesitas algo más?
—No, estaremos bien, Juniel. Gracias.
La enfermera se fue y Jaejoong quitó la cubierta metálica de la bandeja de comida.
—Parece un poco de sopa de pollo y puré de patatas. ¿Qué suena mejor?
—Las patatas, no. Demasiado espeso. Demasiado parecido…
—Aparta ese pensamiento de tu mente. Enfócate en mí. Dime lo que has estado dibujando últimamente. —Jaejoong comprobó la temperatura de la sopa con los labios antes de llevar la cuchara a la boca de Kibum.


Kibum cerró los ojos, tomó un profundo aliento y abrió la boca. Jaejoong puso una pequeña porción de sopa sobre su lengua, e inmediatamente Kibum comenzó a temblar. Su cuerpo temblaba y las lágrimas corrían por su rostro. Yunho podía ver el esfuerzo que estaba haciendo por tragar la sopa, pero no estaba funcionando. La mente del pobre chico estaba demasiado dañada, y no podía separar la comida real de la sangre negra de sus delirios.
Kibum agarró la servilleta y escupió la sopa.
—Lo siento, Jaejoong. Lo siento.
Jaejoong apartó la mesa y abrazó a Kibum.
—De acuerdo. Lo intentaste. Probaremos de nuevo dentro de unos pocos minutos.
Jaejoong volvió la atención a Yunho. Esperaba que le mirara con rabia por espiarlos, pero en cambio, sus ojos estaban implorando.
— ¿Puedes ayudarlo como hiciste con Hyun Woo? —le preguntó.
Yunho se acercó lentamente para no asustar a Kibum.
— ¿Cuánto tiempo ha estado de ésta manera?
—Ocho años.
Yunho no tenía ni idea de cómo había sobrevivido tanto. La mayoría de la gente no duraba un año después de ser tocado por los Yokai.
—Ha sido demasiado. No creo que pueda ayudar, pero puedo ser capaz de ayudarte a darle de comer. Pero no será fácil.
— ¿Qué puedo hacer?
Yunho miró a Kibum, que le estaba mirando con grandes ojos asustados.
— ¿Puedo acercarme más? —le preguntó a él.
Kibum miró a Jaejoong, que dijo:
—Es un amigo.
Kibum asintió con la cabeza y Yunho se movió lentamente al lado de Jaejoong.
—Dame tu mano —le dijo a Jaejoong, tendiéndole la mano izquierda, que latía con el anillo iridiscente de los Amaterasu.
Jaejoong obedeció y él lo sintió tenso justo antes que una ola de placer rodara a través de ellos desde el punto de contacto. Él vio sus ojos dilatarse y sus pezones endurecerse bajo la delgada tela de su camisa. Tuvo que luchar para contenerse de apretarlo contra él, o incluso mejor, tirarlo en la cama, donde podía extenderlo y pasar el tiempo saboreándolo.
Entonces se acordó que Kibum estaba en la cama y que les necesitaba a ambos enfocados. Yunho apartó todos esos inapropiados pensamientos lujuriosos y se aclaró la garganta.
— ¿Qué puedo hacer? —preguntó Jaejoong.
—Inclínate hacia mí. Pon tu mano sobre la cabeza de Kibum. Concéntrate en la piel que nos une. Ábrete y no luches contra lo que pase. Yo haré el resto.


Yunho no tenía acceso a la tierra, así que se enfocó en el aire. Sacó de allí pequeñas chispas de energía no mayores que motas de polvo. Se había empujado duro recientemente y no había meditado lo suficiente. Su cuerpo intentó rechazar el poder, apartarlo para no tener que sufrir. Yunho tomó el control de sus instintos de auto preservación y los obligó a ceder. A aceptar el dolor. Sabía que no tenía mucha fuerza, y aún menos tiempo, pero rezó para que fuera suficiente para darle a Kibum una oportunidad.
En lugar de intentar establecer una conexión con Kibum, usó la conexión que ya tenía con Jaejoong. Ambos se conocían. Confiaban en uno en el otro. Nada de lo que pudiera decir superaría alguna vez esa confianza. Dejó flotar la energía a través de la mano, al brazo de él, cruzando su pecho, bajando por el otro brazo y hacia Kibum.
Jaejoong se tensó y siseó un aliento dolorido.
—¿Estás bien? —preguntó él, luchando contra su propio dolor.
—Sólo date prisa —le dijo.
Yunho lo hizo. Renunció a la delicadeza y forzó el poder a través de la conexión de piel con piel hasta que tocó la mente de Kibum. Tan pronto como lo hizo, se echó para atrás, tambaleándose por la agonía oscura que el chico había sufrido. Nunca había sentido nada como eso, y esperaba nunca volver a sentirlo. Era humano en el exterior, pero en el interior, era una masa retorciéndose por la tortura infligida por los Yokai. No tenía ni idea de cómo podía soportar el sufrimiento. No era de extrañar que el pobre no pudiera comer. No estaba seguro de que él incluso fuera capaz de estar consciente si tuviera que vivir con ese nivel de tormento. Y Yunho conocía el tormento.
No había manera de que fuera capaz de meterse en su mente con su limitada habilidad. Temía hacerle un daño incluso mayor. Todo lo que podía esperar era encerrar el horror el tiempo suficiente para introducir algo de alimento en él. Así que eso fue lo que hizo. Indujo a su mente a dormir mientras su cuerpo se quedaba despierto. Cerró su conciencia con duras órdenes inflexibles.
Yunho se apartó de Kibum tan rápido como fue posible. Tenía el cuerpo cubierto de una capa de sudor frío y estaba temblando. Incluso con el toque de Jaejoong, había sido una tortura.
Kibum estaba roto. Irrevocablemente.
—Oh, Dios —exclamó Jaejoong—. ¿Cómo puede vivir con eso?
Yunho forzó su cuello cansado a levantar la cabeza.
— ¿Viste el interior de su mente? Eso no es posible.
—No, sentí tu horror. Tu compasión por él.
—Lo siento. No me había dado cuenta de que serías capaz de hacerlo. Si lo hubiera sabido…
—Sobreviviré —dijo Jaejoong, su tono sombrío y aceptándolo—. ¿Funcionó?
—Creo que sí. Intenta alimentarlo ahora, pero despacio. Su mente está dormida, así que no será capaz de prestar atención a lo que estás haciendo. Se ahogará si vas demasiado rápido.
Jaejoong levantó la cuchara de nuevo, y esa vez Kibum tragó la sopa.
—Está funcionando —dijo, ofreciéndole una sonrisa de alivio.
Las entrañas de Yunho se tensaron como reacción. Era la primera vez que había visto su sonrisa, y no podía recordar haber visto nunca algo más hermoso. Habría pasado una eternidad intentando hacerle sonreír de nuevo, si le dieran la oportunidad.
El teléfono móvil de Yunho zumbó, una advertencia a tiempo contra su línea de pensamientos.
—Lo cogeré en la sala —le dijo.
Salió y respondió al teléfono.
— ¿Sí?
—Encontré algo que deberías saber —dijo Baekho.
—Adelante.
— ¿Esa cuenta que me diste para transferir los fondos? Resulta ser parte de un fideicomiso de algún tipo establecido para pagar los gastos médicos de un hombre llamado Kim Kibum. ¿Tiene esto algún sentido?
Yunho miró atrás hacia la puerta de la habitación de Kibum. Una habitación privada en un lugar como ese no podía ser barata. Era un bonito lugar. Tranquilo, elegante, bien gestionado. Oh, sí, ese lugar definitivamente costaría una fortuna.
Una extraña clase de alivio le inundó ante las noticias. Jaejoong no era el hombre hambriento de dinero que había temido. Estaba protegiendo a Kibum.

—Sí —dijo Yunho al teléfono—. Tiene perfecto sentido.


Este fic es una adaptación, no es mío, yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO. ORIGINAL: ENCONTRANDO LO PERDIDO  - SHANNON K. BUTCHER. PAREJA PRINCIPAL: YUNJAE

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