CAPÍTULO 6
Jajeoong saltó de la
camioneta tan pronto como llegaron al hospital psiquiátrico, dejando a Yunho
encontrar un lugar para aparcar. El personal de recepción debía haber sabido
que estaba en camino, porque estaban esperándolo con una placa de visitante tan
pronto como se cerró la puerta principal.
El olor a
desinfectante y el dolor se aferraban a las paredes de ese lugar, pero era
mejor que el resto de hospitales mentales que había visto. Cobraban un brazo y
una pierna para que Kibum se quedara allí, pero al menos cuidaban muy bien de él.
Jaejoong se presentaba de improviso cada par de semanas, además de sus visitas
normales, y ni una sola vez en ocho años había visto ningún signo de maltrato
en los pacientes. Estaban limpios y tan tranquilos como eran capaces, a pesar
de todo.
Juniel se
reunió con Jaejoong en la sala fuera de la habitación de Kibum. Estaba en algún
lugar en sus tardíos cuarenta años con suave piel oscura y grandes ojos. La
mujer nunca sonreía, pero transmitía consuelo con el mínimo contacto de su
regordeta mano.
—No sabía que
más hacer, así que te llamé —dijo Juniel—. Mi último turno fue hace dos días,
pero juro que entonces no estaba tan delgado. Y nadie más parece verlo. Ninguno
de los doctores me escucha cuando les digo que necesita ser alimentado mediante
el tubo. Es como si ni siquiera vieran que se está consumiendo.
Jaejoong sabía
que Kibum tenía tendencia a pasar días sin comer, pero nunca había durado. Los
doctores decían que sería más perjudicial forzarlo que dejarlo tener hambre
suficiente como para que las necesidades de su cuerpo superara los temores
imaginarios de su mente.
Jaejoong se
acercó a la puerta, pero Juniel lo detuvo.
—Hemos tenido
que atarlo hoy. No ha bebido lo suficiente, y tuvimos que ponerle una vía
intravenosa para mantenerle hidratado. Se la quitaba.
—Odia estar
sujeto —dijo Jaejoong.
La ira le
quemaba en el pecho, un bienvenido alivio de la constante tristeza que sentía por
su hermano.
—Lo sé,
cariño, pero fue por su propio bien. Seguía lastimándose, abriéndose las venas.
Hemos conseguido que deje de sangrar, pero no podemos darle más oportunidades.
Ya está muy débil. No estoy segura de que sea capaz de luchar contra una infección
ahora mismo.
Juniel tenía
razón. El pobre Kibum estaba tan delirante que tenían que hacer lo necesario
para protegerlo. Mantenerla a salvo.
En la parte
trasera de la mente de Jaejoong, se preguntaba si mantener vivo a Kibum no
sería sólo una cruel forma de tortura. Tal vez sería más amable dejarlo ir.
Dejarlo escapar del miedo y la miseria que eran su vida.
Si Jaejoong
hubiera sido una persona más fuerte, tal vez habría hecho justo eso. Pero no lo
era. Era débil y egoísta. Ya había dejado morir a un hermano. No podía dejar
que eso sucediera al otro. Necesitaba a Kibum para vivir.
Jaejoong puso
la mano sobre la puerta y rezó pidiendo fuerzas.
Juniel le dio
a Jaejoong un rápido abrazo.
—Necesitas
saber que hay algo de sangre en su camisón. Normalmente le habríamos cambiado,
pero le causa tanta angustia que simplemente le dejamos en paz. Las ropas
limpias pueden esperar unas pocas horas.
Jaejoong
asintió y abrió la puerta de la habitación de Kibum.
Había visto a Kibum
angustiado antes, pero nada podía haberoa preparado para la salvaje mirada de
miedo en los ojos de su hermano. Estaba luchando contra las ataduras que le
mantenían en la cama del hospital. Contusiones inflamadas de color púrpura
estropeaban sus brazos donde se había arrancado las intravenosas. Su camisón
blanco estaba salpicado con gotas de sangre, y el niño bajo el camisón se había
vuelto peligrosamente más delgado de lo que había estado sólo hacia cuatro
días. Su cara estaba demacrada, sus pálidos ojos azules estaban hundidos y
brillaban como enfebrecidos de terror. Lloraba con lágrimas gordas que
empapaban el pelo blanco en sus sienes.
Jaejoong
contuvo un gemido de dolor. Pobre Kibum. Tan pérdido en su propio mundo de
pesadillas. Nada de lo que Jaejoong había hecho le había ayudado.
Jaejoong se
tragó las lágrimas y fue hacia su hermano.
Yunho vio a Kyuhyun
y Minho entrar en el aparcamiento detrás de él. Minho estaba en el asiento del
conductor, y Yunho fue a su ventanilla.
— ¿Vienes
dentro?
Kyuhyun estaba
en la parte de atrás, cubierto para evitar que los últimos rayos del sol le
tocaran la piel.
— ¿Dónde
estamos? —preguntó.
—Hospital Twin
Oaks.
—Es una
institución psiquiátrica —dijo Kyuhyun.
—Excelente. Jaejoong
está ahí con un montón de locos. —A Yunho realmente no le importaba la idea, y
se moría de ganas por estar a su lado, donde podía mantenerlo a salvo.
— ¿Alguna idea
de por qué estamos aquí? —preguntó Minho.
—Ninguna. No
dijo nada mientras veníamos. Excepto para decirme que condujera más rápido.
—Creo que te
voy a dejar esto a ti, hombre. Es más probable que asuste a la gente de ahí que
otra cosa.
—De acuerdo.
No te muevas. Te llamaré cuando sepa qué está pasando.
Le tomó un
poco de charla rápida convencer a la mujer al frente de la recepción de que le
dejara entrar en el hospital mental, pero Yunho consiguió ganar su paso al
interior. Un corpulento bedel le escoltó a la habitación donde Jaejoong había
ido, y entró en silencio.
Jaejoong
estaba sentado al lado de una cama sosteniendo la mano de un frágil joven, con
un llamativo pelo blanco. El chico se agitaba en la cama, luchando contra las
ataduras que lo mantenían en su lugar. Una serie de lamentables gemidos
llenaban la sala, haciéndose eco en las desnudas paredes.
—Estas bien, Kibum
—le tranquilizó Jaejoong, apartando el pálido cabello del chico de la frente—.
Estoy aquí ahora. Vas a estar bien.
Lentamente, Kibum
comenzó a calmarse, Yunho no tenía ni idea si era por las palabras de Jaejoong
o por puro agotamiento.
Tan pronto
como Kibum se relajó y vio que Jaejoong estaba allí, la mirada de temor se
desvaneció de las delicadas facciones del joven. Tenía tal vez veinte años, y a
pesar de que su pelo era blanco donde el de Jaejoong era castaño, no había duda
de la semejanza familiar en sus caras. Tenían los mismos labios llenos, pómulos
salientes y brillantes ojos azules, como un cielo claro de invierno. Kibum
estaba mucho más delgado que Jaejoong, hasta el punto de ser flaco, y tenía una
frágil apariencia etérea que contrastaba duramente con la saludable fuerza de Jaejoong.
Yunho se moría
de ganas de saber la relación entre ellos, pero no se atrevió a preguntar.
Sintió la desesperación en la habitación, un sutil zumbido de frenética energía
que no se disipaba. Provenía de Kibum, casi como si hubiera combatido a su
manera a través de la locura porque Jaejoong estaba allí. No haría nada para
poner en peligro eso.
— ¿Jaejoong?
—preguntó. Su voz estaba ronca de gritar y débil de fatiga.
—Estoy aquí, Kibum.
Justo aquí.
El cuerpo de Kibum
quedó inerte, y se detuvo en su empeño de luchar contra las ataduras.
—Por favor haz
que me suelten. No puedo soportar estar encadenado.
—No estás
encadenado, cariño. Te ponen éstas restricciones para evitar que te quites la
intravenosa.
—No me la voy
a quitar. Lo prometo. —Las lágrimas llenaron los ojos de Kibum mientras
imploraba su libertad.
Jaejoong miró
a la enfermera que estaba discretamente en la esquina de la habitación.
—Le quiero
soltar los brazos —le dijo a la enfermera.
—No es una
buena idea —dijo la mujer.
Jaejoong
ignoró el aviso y comenzó a desatar las ataduras alrededor de los brazos de Kibum.
—No va a
luchar más, y no puedo soportar verlo así.
Tan pronto
como Kibum estuvo libre, se sentó y agarró a Jaejoong por el cuello en un
fuerte abrazo. Parecía pequeño al lado de Jaejoong. Casi infantil.
—Estoy tan
contento de que estés aquí. He intentado llamarte, pero no me oíste —dijo Kibum.
Yunho sintió
que Jaejoong estaba más tenso de lo que parecía.
—Todo lo que
tienes que hacer es usar el teléfono o que una de las enfermeras me llame.
Siempre vendré.
—No había
teléfonos donde estaba, Jaejoong. Te lo juro. No me lo estoy inventando.
Jaejoong le
apartó el blanco cabello de la cara a Kibum y le secó las lágrimas de sus
mejillas.
—Sé que no
estás mintiendo. Está bien. —Ayudó a Kibum a tenderse y se subió a la cama a su
lado, tomando al frágil muchacho en los brazos—. Me dijeron que no estabas
comiendo —dijo Jaejoong sin acusar.
Kibum tragó.
—Lo intento,
pero no puedo. Todo lo que ella trae para comer es sangre negra. Quema como
ácido. ¿Cómo puedo comer alimentos cuando todo lo que trae es sangre?
Yunho no tenía
ni idea de quién era “ella”, pero
aparentemente Jaejoong sí.
—Nadie te está
alimentando con sangre, Kibum. Es sólo un truco de tu mente. Tienes que comer.
Kibum sacudió
la cabeza.
—Lo intento,
pero todo me sabe a sangre y me pone enfermo.
Jaejoong se
quedó en silencio por un tiempo, simplemente pasando una mano tranquilizadora
por el pelo de la mujer.
— ¿Quieres que
encuentren otra manera de alimentarte? ¿Tal vez poner un tubo en tu estómago no
te haría sentir tan enferma?
— ¡No! —Kibum
intentó sacudirse, pero el cuerpo más fuerte de Jaejoong fácilmente la
contuvo—. No, no, no. ¡No tubos!
—Muy bien
—dijo Jaejoong con un tono conciliador—. Nada de tubos. Pero tienes que comer.
¿Lo intentarás por lo menos?
—Pero la
sangre…
—No es real.
Es un truco. —Jaejoong miró a la enfermera como si decidiera si confiar en ella
o no.
La astuta
enfermera vio la mirada y dijo:
—Voy a buscar
una bandeja. —Cuando se fue, miró curiosamente a Yunho cuando pasó a su lado.
Una vez que la
enfermera se había ido, Jaejoong dijo:
—Hemos hablado
de esto antes. A los monstruos les gusta jugar a hacerte bromas. Te hacen creer
que las cosas son reales. Nadie va a alimentar con sangre a nadie. Estás a
salvo.
Kibum tomó la
mano de Jaejoong y la apretó con fuerza con sus esqueléticos dedos.
—Estoy a
salvo, pero Ren no. Siguen haciéndole daño. Poniéndole cosas en su interior.
Cambiándolo. Está tan asustado, Jaejoong.
La mandíbula
de Jaejoong tembló durante un momento antes de que lo controlaro. Sólo el
brillo de los ojos mostraba su dolor.
—Ren no va a
estar más asustado. Está muerto, Kibum. Arriba en el cielo con mamá.
— ¡No, no lo
está! Los monstruos lo tienen. Le están haciendo algo para hacerlo… diferente.
Tenemos que encontrarlo pronto o será demasiado tarde.
Yunho vio la
angustia tensar el cuerpo de Jaejoong, a pesar que su expresión se mantuvo en
calma. Sin duda, por el bien de Kibum.
—Por favor,
cariño, intenta no preocuparte por Ren. Nada podrá nunca hacerle daño de nuevo.
La enfermera
volvió con una bandeja de comida y la puso sobre la mesa junto a la cama.
—Volveré en
unos pocos minutos. ¿Necesitas algo más?
—No, estaremos
bien, Juniel. Gracias.
La enfermera
se fue y Jaejoong quitó la cubierta metálica de la bandeja de comida.
—Parece un
poco de sopa de pollo y puré de patatas. ¿Qué suena mejor?
—Las patatas,
no. Demasiado espeso. Demasiado parecido…
—Aparta ese
pensamiento de tu mente. Enfócate en mí. Dime lo que has estado dibujando
últimamente. —Jaejoong comprobó la temperatura de la sopa con los labios antes
de llevar la cuchara a la boca de Kibum.
Kibum cerró
los ojos, tomó un profundo aliento y abrió la boca. Jaejoong puso una pequeña
porción de sopa sobre su lengua, e inmediatamente Kibum comenzó a temblar. Su
cuerpo temblaba y las lágrimas corrían por su rostro. Yunho podía ver el
esfuerzo que estaba haciendo por tragar la sopa, pero no estaba funcionando. La
mente del pobre chico estaba demasiado dañada, y no podía separar la comida
real de la sangre negra de sus delirios.
Kibum agarró
la servilleta y escupió la sopa.
—Lo siento, Jaejoong.
Lo siento.
Jaejoong
apartó la mesa y abrazó a Kibum.
—De acuerdo.
Lo intentaste. Probaremos de nuevo dentro de unos pocos minutos.
Jaejoong
volvió la atención a Yunho. Esperaba que le mirara con rabia por espiarlos,
pero en cambio, sus ojos estaban implorando.
— ¿Puedes
ayudarlo como hiciste con Hyun Woo? —le preguntó.
Yunho se
acercó lentamente para no asustar a Kibum.
— ¿Cuánto
tiempo ha estado de ésta manera?
—Ocho años.
Yunho no tenía
ni idea de cómo había sobrevivido tanto. La mayoría de la gente no duraba un
año después de ser tocado por los Yokai.
—Ha sido
demasiado. No creo que pueda ayudar, pero puedo ser capaz de ayudarte a darle
de comer. Pero no será fácil.
— ¿Qué puedo
hacer?
Yunho miró a Kibum,
que le estaba mirando con grandes ojos asustados.
— ¿Puedo
acercarme más? —le preguntó a él.
Kibum miró a Jaejoong,
que dijo:
—Es un amigo.
Kibum asintió
con la cabeza y Yunho se movió lentamente al lado de Jaejoong.
—Dame tu mano
—le dijo a Jaejoong, tendiéndole la mano izquierda, que latía con el anillo
iridiscente de los Amaterasu.
Jaejoong
obedeció y él lo sintió tenso justo antes que una ola de placer rodara a través
de ellos desde el punto de contacto. Él vio sus ojos dilatarse y sus pezones endurecerse
bajo la delgada tela de su camisa. Tuvo que luchar para contenerse de apretarlo
contra él, o incluso mejor, tirarlo en la cama, donde podía extenderlo y pasar
el tiempo saboreándolo.
Entonces se
acordó que Kibum estaba en la cama y que les necesitaba a ambos enfocados. Yunho
apartó todos esos inapropiados pensamientos lujuriosos y se aclaró la garganta.
— ¿Qué puedo
hacer? —preguntó Jaejoong.
—Inclínate
hacia mí. Pon tu mano sobre la cabeza de Kibum. Concéntrate en la piel que nos
une. Ábrete y no luches contra lo que pase. Yo haré el resto.
Yunho no tenía
acceso a la tierra, así que se enfocó en el aire. Sacó de allí pequeñas chispas
de energía no mayores que motas de polvo. Se había empujado duro recientemente
y no había meditado lo suficiente. Su cuerpo intentó rechazar el poder,
apartarlo para no tener que sufrir. Yunho tomó el control de sus instintos de auto
preservación y los obligó a ceder. A aceptar el dolor. Sabía que no tenía mucha
fuerza, y aún menos tiempo, pero rezó para que fuera suficiente para darle a Kibum
una oportunidad.
En lugar de
intentar establecer una conexión con Kibum, usó la conexión que ya tenía con Jaejoong.
Ambos se conocían. Confiaban en uno en el otro. Nada de lo que pudiera decir
superaría alguna vez esa confianza. Dejó flotar la energía a través de la mano,
al brazo de él, cruzando su pecho, bajando por el otro brazo y hacia Kibum.
Jaejoong se tensó
y siseó un aliento dolorido.
—¿Estás bien?
—preguntó él, luchando contra su propio dolor.
—Sólo date
prisa —le dijo.
Yunho lo hizo.
Renunció a la delicadeza y forzó el poder a través de la conexión de piel con
piel hasta que tocó la mente de Kibum. Tan pronto como lo hizo, se echó para
atrás, tambaleándose por la agonía oscura que el chico había sufrido. Nunca
había sentido nada como eso, y esperaba nunca volver a sentirlo. Era humano en
el exterior, pero en el interior, era una masa retorciéndose por la tortura
infligida por los Yokai. No tenía ni idea de cómo podía soportar el
sufrimiento. No era de extrañar que el pobre no pudiera comer. No estaba seguro
de que él incluso fuera capaz de estar consciente si tuviera que vivir con ese
nivel de tormento. Y Yunho conocía el tormento.
No había
manera de que fuera capaz de meterse en su mente con su limitada habilidad.
Temía hacerle un daño incluso mayor. Todo lo que podía esperar era encerrar el
horror el tiempo suficiente para introducir algo de alimento en él. Así que eso
fue lo que hizo. Indujo a su mente a dormir mientras su cuerpo se quedaba
despierto. Cerró su conciencia con duras órdenes inflexibles.
Yunho se
apartó de Kibum tan rápido como fue posible. Tenía el cuerpo cubierto de una
capa de sudor frío y estaba temblando. Incluso con el toque de Jaejoong, había
sido una tortura.
Kibum estaba
roto. Irrevocablemente.
—Oh, Dios
—exclamó Jaejoong—. ¿Cómo puede vivir con eso?
Yunho forzó su
cuello cansado a levantar la cabeza.
— ¿Viste el
interior de su mente? Eso no es posible.
—No, sentí tu
horror. Tu compasión por él.
—Lo siento. No
me había dado cuenta de que serías capaz de hacerlo. Si lo hubiera sabido…
—Sobreviviré
—dijo Jaejoong, su tono sombrío y aceptándolo—. ¿Funcionó?
—Creo que sí.
Intenta alimentarlo ahora, pero despacio. Su mente está dormida, así que no
será capaz de prestar atención a lo que estás haciendo. Se ahogará si vas
demasiado rápido.
Jaejoong
levantó la cuchara de nuevo, y esa vez Kibum tragó la sopa.
—Está
funcionando —dijo, ofreciéndole una sonrisa de alivio.
Las entrañas
de Yunho se tensaron como reacción. Era la primera vez que había visto su
sonrisa, y no podía recordar haber visto nunca algo más hermoso. Habría pasado
una eternidad intentando hacerle sonreír de nuevo, si le dieran la oportunidad.
El teléfono
móvil de Yunho zumbó, una advertencia a tiempo contra su línea de pensamientos.
—Lo cogeré en
la sala —le dijo.
Salió y
respondió al teléfono.
— ¿Sí?
—Encontré algo
que deberías saber —dijo Baekho.
—Adelante.
— ¿Esa cuenta
que me diste para transferir los fondos? Resulta ser parte de un fideicomiso de
algún tipo establecido para pagar los gastos médicos de un hombre llamado Kim Kibum.
¿Tiene esto algún sentido?
Yunho miró
atrás hacia la puerta de la habitación de Kibum. Una habitación privada en un
lugar como ese no podía ser barata. Era un bonito lugar. Tranquilo, elegante,
bien gestionado. Oh, sí, ese lugar definitivamente costaría una fortuna.
Una extraña
clase de alivio le inundó ante las noticias. Jaejoong no era el hombre
hambriento de dinero que había temido. Estaba protegiendo a Kibum.
—Sí —dijo Yunho
al teléfono—. Tiene perfecto sentido.
Este fic es una adaptación, no es mío,
yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO. ORIGINAL: ENCONTRANDO LO
PERDIDO - SHANNON K. BUTCHER. PAREJA
PRINCIPAL: YUNJAE
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