CAPÍTULO 8
Kibum sintió el hambre de los monstruos. Su
excitación.
No quería ir
con ellos, pero no tenía elección. Una astilla de su mente estaba dentro de
ellos, arrastrándolo a su caza.
Trató de
pensar en algo más, cambiar el canal en la cabeza para quedarse en la camioneta
con Jaejoong, sano y a salvo en el regazo de su hermano. Le gustaba esa parte
de sí mismo. Incluso, a pesar de que había extraños en la camioneta con ellos,
y que uno en particular quería beber su sangre, estaba mejor que en los otros
lugares en que existía ahora mismo.
Tantos
lugares. Tantos monstruos. No podía seguirles la pista. Su mente se rompió en
demasiados pedazos y ya no podía sentir si quedaba algo de su ser real.
Kibum vio a
través de los ojos de un grupo de Orochi cómo cazaban. Sintió la hierba húmeda
bajo sus patas y el cálido aire de la noche agitándole la piel. Sus garras se
clavaban profundamente en la tierra con cada poderosa zancada del cuerpo. La
presa estaba cerca. Podía oler su sangre, rica en poder.
Su vientre
retumbó con hambre y la boca se le hizo agua, chorreando brillante saliva sobre
el suelo a su paso. Estaba cerca. Podía oír el lento latido constante de su
presa.
Su grupo se
abrió paso a través de los árboles y vio entonces lo que cazaban. Tenía una
espada y llevaba el luminiscente collar que le marcaba como un Amaterasu, un
guerrero que quería matarla y librar a la tierra de todos los de su especie.
La parte de Kibum
que sabía que era humana alentaba al hombre, el mismo hombre que antes había
estado cerca de su cama en el hospital. Pero la parte de Kibum que era una
bestia le siseaba con odio. Iba a hundir los dientes en la carne y tragar su
sangre antes de que pudiera ser absorbida por la tierra y se desperdiciara.
Más pedazos de
si mismo se acurrucaban en el interior de tres Orochi más cuando cargaron
contra el hombre. Vio el ataque desde todos los ángulos a la vez y su mente
humana tuvo que luchar para convertir las imágenes en algo que pudiera
traducir. Era demasiada información. Demasiado odio y rabia desde todos los
lados. No quería ver la muerte del hombre, pero si se quedaba entre los Orochi,
temía lo que iba a suceder.
El hombre miró
hacia un par de ojos cuando se abalanzó a su garganta. No lo reconoció. No
sabía que esto no era lo que quería. No quería verle morir.
Él ni siquiera
pareció moverse, pero sintió el metal de su espada deslizarse por su vientre.
Aterrizó fuertemente en el suelo y sus entrañas rezumaron fuera por la
abertura. Sus patas estaban torpes y no podía empujar todos sus órganos de
vuelta al interior. Su propia sangre olía como comida y estaba tan hambriento.
Sabía que era inútil y que se estaba muriendo, pero no podía dejar de lamerl
del suelo mientras se desangraba.
De vuelta al
interior del Kibum real, el estómago se rebeló ante el sabor ácido de la sangre
y el denso olor a podredumbre de la misma. Se empujó fuera de la mente de la
cosa, sólo para encontrarse atrapado dentro de otra. Se estaba escondiendo del
hombre, esperando para golpear tan pronto como le diera la espalda.
Sólo años de
práctica le permitieron retirarse a su cuerpo real.
Dios, estaba
tan débil. Apenas podía levantar la cabeza.
—Él está en
problemas —se las arregló
para decir.
— ¿Quién? —preguntó Jaejoong.
—El Amaterasu
que estaba contigo esta noche.
—No conozco a
ningún Amaterasu, bebé —dijo Jaejoong
con la paciente y gentil voz que siempre utilizaba con su hermano loco.
Kibum tenía
ganas de gritar que no estaba loco ‑su mente estaba sólo rota en mil fragmentos
que vivían dentro de otros‑ pero sabía por experiencia que nunca funcionaría.
Cuando gritaba, los asistentes venían con agujas y ponían su mente real a
dormir para que no tuviera ningún lugar al que retirarse. Ningún lugar para
esconderse.
Soñar era un
horrible collage de sangre, hambre y guerra, con la mente atrapada dentro de
tantos monstruos. Pero eso no era lo peor. No podía soportar estar con Ren más.
Las cosas que le habían hecho eran horribles. Inhumanas. Ni siquiera era
realmente Ren, era el oscuro y retorcido objeto que los Yokai planeaban
utilizar como arma.
Pero Kibum le
había prometido a Ren que no lo abandonaría, así que no podía. Ni una sola vez
en todos esos dolorosos largos años.
—Tienes que
advertirle —dijo Kibum—. Hay un Orochi
escondido cerca. Detrás de él.
— ¿De qué
demonios está hablando? —Preguntó Yunho—. ¿Cómo sabe
sobre los Amaterasu y los Orochi?
—No tengo ni
idea —dijo Jaejoong—. Pero lo que
sé, es que ha estado completamente acertado toda la noche. Te sugiero que lo
escuches.
La camioneta
frenó y después se detuvo. Kibum se obligó a abrir los ojos, a pesar de que el
esfuerzo era casi más de lo que podía soportar. Se sentía como un globo
desinflado, vacío y flojo. Inútil.
— ¿De quién
estás hablando, bebe? —preguntó Jaejoong.
—El hombre.
Contigo.
— ¿Minho?
El nombre
sonaba correcto en su mente, como si el viento que rugía dentro de sí de
repente se calmara y se oyera pensar a sí mismo de nuevo.
—Sí. Minho.
Está en problemas.
— ¿Cómo lo
sabes, hijo? —preguntó una
nueva voz.
Volvió la
cabeza hacia él y vio una débil luz plateada proveniente del interior de sus
ojos.
Conocía esa
luz. Esa hambre. El pánico le dio fuerzas y se revolvió apartándose del
monstruo.
—Él quiere mi
sangre. No le dejes tenerla.
—No voy a
hacerte daño —dijo él.
—Mentiroso,
mentiroso, mentiroso.
Oh, Dios, se
estaba perdiendo a sí mismo, extendiéndose en la noche, de vuelta a las mentes
de los monstruos que perseguían y asesinaban, y empujaban sus pecados en su
alma cada vez que lo hacían.
Llamó a Ren
para que le ayudara, pero no hubo respuesta, y no pudo encontrar la mente de su
hermano pequeño entre todas las demás. Ellos tiraron de si, estirándolo en mil
finas hebras hasta que estuvo seguro que se rompería. No podía soportarlo más.
Tenía que dejar de luchar. Renunciar. Dejar que le tuvieran.
No le
importaba nada más. Haría cualquier cosa para detenerlo, incluso si rompía su
promesa a Ren.
—Lo siento —se oyó
susurrar. Era un buen sonido, su propia voz real saliendo de su propia boca.
Podía tomar ese sonido consigo y estar en paz—. Lo siento.
Kibum se desplomó en
los brazos de Jaejoong. Su respiración era laboriosa, y Jaejoong pudo ver el
rápido latido de su corazón en sus venas a lo largo de la sien.
—Se está muriendo —dijo Kyuhyun.
La indignación
y el rechazo se elevaron en Jaejoong, consumiéndolo.
— ¡No! —gritó—. No lo está.
Va a estar bien. La bolsa de la intravenosa está vacía. Eso es todo.
Necesitamos otra.
Rezaba a Dios
para que fuera verdad. No podía perder a Kibum, también. Si lo hacía, no
tendría a nadie más. Sin familia. Sin amigos.
La mano de Yunho
se puso sobre su brazo, y la calidez y la compasión cayeron como una manta
sobre su piel. Quería meterse en su regazo y quedarse allí, donde se sentía
bien. Protegido. Donde Kibum estaría a salvo.
Pero era
artificial. Lo que quiera que fuera esa cosa entre ellos, no era real. Sólo un
poco de magia, probablemente diseñada para engañarle. E incluso si no lo era,
no podía hacer una maldita cosa por Kibum.
Jaejoong atrajo
a su hermano cerca y lo meció. Intentó pensar una manera de calmarlo, pero nada
le vino, ni siquiera el débil recuerdo de una canción que solieran cantar.
Nada.
—Necesitamos
llegar a un lugar donde pueda descansar y comer —dijo Kyuhyun—. Está
demasiado débil para viajar.
—Hay una casa Pami
no lejos de aquí. Iremos allí.
No sabía lo
que era una casa Pami, pero confiaba en que Yunho supiera lo que estaba
haciendo.
— ¿Qué pasa con
Minho? —Preguntó Jaejoong—. Deberíamos
al menos hacerle saber lo que dijo.
El cuerpo de Yunho
se movió cuando sacó su teléfono móvil y marcó. En el silencio de la cabina de
la camioneta, pudo oír el profundo sonido de la voz de Minho a través del
delgado plástico.
—Un poco
ocupado —jadeó.
—Kibum dijo que
estabas en peligro.
Hubo un
gruñido y un monstruoso grito de dolor.
—No, mierda.
Dime algo que no sepa.
—Dijo que hay un
Orochi allí, escondido detrás de ti.
— ¿Cómo
demonios podría él…? Espera —una serie de salvajes gruñidos llenaron la línea,
después silencio.
— ¿Minho? —Dijo Yunho—. ¿Estás ahí?
Sin respuesta.
— ¿Minho? —miró a Jaejoong
y negó con la cabeza.
Un agudo grito
de dolor llenó la línea. Sonaba como si alguien hubiera dado una patada a un
perro.
—Sí, estoy
aquí. Encontré al cabrón. Lo maté.
—Nos retiramos por esta noche. ¿Puedes
alcanzarnos?
—Sigo sangrando.
—Entonces para
la hemorragia y únete a nosotros.
— ¿Por qué?
—Porque sería
agradable tener otra espada cerca cuidando a las parejas.
Jaejoong casi
dijo que podía cuidarse solo, pero se contuvo con esa estúpida mentira autoindulgente.
Cuantas más espadas tuvieran entre Kibum y esas cosas de ahí afuera, mejor.
—Tenía planes —dijo Minho.
—Los cambias,
¿verdad?
—Joder. Está
bien. Iré a limpiarme al lago y me reuniré con vosotros pronto.
¿Suficientemente bueno?
—Sí. Gracias,
hombre.
Minho no se
molestó en contestar. El tipo no era exactamente señor Amistoso. Jaejoong
estaba contento de que estuviera de su lado.
Yunho los instaló en una de las habitaciones de
la casa Pami. Como tantas otras casas, esta estaba aislada, lejos de vecinos
curiosos. Era un rancho de tres habitaciones, abastecido con alimentos, ropas y
suministros, cualquier cosa que pudieran necesitar para proveerse de
combustible y protegerse a sí mismos o a cualquier humano de lo que podría ser
un largo paseo. Debido a que esos lugares de refugio estaban mantenidos por los
seres humanos pura sangre conocidos como Pami, el término pegaba.
Yunho nunca
había estado tan contento antes de tener un lugar seguro cerca. Kibum no se
veía bien.
Jaejoong
deslizó a Kibum bajo las mantas, entonces se tendió a su lado y la sostuvo con
fuerza. Kibum parecía tan frágil al lado de Jaejoong, como si una palabra dicha
con demasiada dureza quebrara sus frágiles huesos.
Incluso si era
un Amaterasu como Jaejoong, no podría seguir adelante durante mucho más.
Necesitaban introducir algo de comida en él y quitarle la intravenosa del brazo
sin que sangrara por todas partes. Realmente no tenían necesidad de atraer a
más Yokai.
Jaejoong
acarició el pelo de su hermano y le susurró en una voz tan baja que Yunho no lo
escuchó. Independientemente de lo que dijera, su cuerpo estaba rígido con tensa
desesperación.
Jaejoong debía
saber lo mal que estaba Kibum, incluso si no quería admitirlo. Su temor le
delataba. Él podía verlo en el modo en que sus dedos temblaban cuando los pasó
por la cabeza de Kibum, el modo en que sus ojos miraban frenéticamente la
delgada forma de su hermano como si estuviera buscando una manera de restaurarlo.
Yunho tuvo que
apretar los dientes para contenerse de ir a Jaejoong. Quería consolarlo y
meterlo entre los brazos y protegerlo de todas las cosas malas de la vida.
Irónico. En su línea de trabajo, era todo lo que tenía para ofrecer. Nada más
que sólo una ilusión temporal.
Se obligó a
salir de la habitación y cerrar la puerta. Necesitaba que Kyuhyun mirara a Kibum
y viera si había algo que hacer por él, no importaba lo poco que fuera. Ahora
que estaba dormido, al menos, no podía asustarlo.
Kyuhyun estaba
fuera, en el patio delantero de la pequeña casa, olfateando el aire. La
oscuridad parecía cerrarse en torno a él, pero le sentaba bien. Pertenecía al
lugar, fuera, en medio de la noche. Todos los Susano parecían estar más a
gusto en la oscuridad.
Yunho no lo
entendía, pero había llegado a aceptarlo a lo largo de las décadas. Preferiría
mucho más estar tumbado en alguna playa inundada de sol, pero eso no estaba en
las cartas para él. No podía hacer nada más durante el día que un ganadero su
trabajo en mitad de Manhattan. Eso, simplemente, no iba a suceder.
— ¿Estamos
tranquilos? —preguntó Yunho.
—Sí. Por ahora.
—Deberías ir a
ver qué puedes hacer por Kibum mientras está dormido.
Kyuhyun no se
volvió. Continúo mirando hacia la noche.
—No hay nada
que pueda hacer. Se está muriendo.
Los ojos de Yunho
se cerraron de dolor. Pobre Jaejoong. Amaba mucho a su hermano. Podía verlo en
cada movimiento que hacía. Kibum era su mundo, e iba a perderlo.
Lo que fuera,
tenía que ayudarlo a pasar por ello. Estar ahí para él.
— ¿Por qué se
está muriendo?
—No puedo
decírtelo sin tomar su sangre, y está demasiado débil para eso.
— ¿No puedes hacer
nada? ¿Ayudar a mantenerlo durante un poco más de tiempo para que pueda ponerse
más fuerte?
— ¿Por qué
debería importarme lo que le pasa a una sola alma? —preguntó Kyuhyun.
No se molestó
en recordarle que probablemente Kibum no era humano.
— ¿A ti no te
importa?
Kyuhyun se
volvió y miró a Yunho con esos ojos de hielo.
—No. ¿Por qué
debería? Fue criado como un humano. Ellos no se preocupan nada por los de mi
clase. Nos llaman vampiros. ¿Has visto las películas que han hecho sobre mi
gente? ¿Las mentiras que les dicen a sus hijos sobre nosotros, como si fuéramos
a cazar a su especie hasta la extinción?
—Ellos son
vuestro alimento. Eso haría que alguien se sintiera un poco incómodo, ¿no te
parece?
—Sólo tomo su
sangre. Esperaría que ese hecho los tranquilizara si se pararan a pensarlo un
solo momento. ¿Por qué iba yo a matar algo que necesito para sobrevivir? Sería
como un agricultor que talara su huerto para cosechar más fruta ese mismo año.
Una repentina
compresión le llegó a Yunho, una que nunca había considerado incluso.
—Estás
resentido con ellos. Los humanos. ¿Verdad?
—Por supuesto
que no.
—Lo estás,
estás cabreado porque los necesitas. O a nosotros. Tengo que admitirlo, yo
también estaría un poco enfadado, si tuviera que depender tan fuertemente de
alguien más.
Kyuhyun
resopló.
—Dices eso como
si no necesitaras una pareja para vivir.
Tal vez Jaejoong.
Yunho reprimió
un escalofrío de emoción y encadenó sus necesidades hasta que se calmaron. Iba
a tener que averiguar qué era esa cosa entre ellos, pero no era el momento.
Tenía cosas más importantes en qué pensar.
—Necesito una pareja,
pero he vivido por mí mismo durante un largo tiempo. Tú nunca lo harás.
—Basta de esto —Kyuhyun le
empujó pasándole—. Voy a entrar.
—Todo esto hace
que tenga mucho más sentido. Vosotros, los Sanguinar, no sois del todo oscuros
e inquietantes. Estás poniendo mala cara. No te gustan las reglas y no puedes
cambiarlas, así que estás poniendo mala cara.
—No sabes nada
de lo se siente siendo de mi clase. Deja de fingir que lo haces.
— ¿Estoy
equivocado?
Antes de que Yunho
lo viera llegar, Kyuhyun lo había agarrado y empujado contra la puerta. Kyuhyun
estaba débil por el esfuerzo, pero incluso débil, estaba lo suficientemente
fuerte para hacer que Yunho prestara atención.
Podía sentir
los bordes de la pequeña ventana presionándole la espalda así como los huesos
del antebrazo del hombre quitándole el aire.
—No estamos
poniendo mala cara. Nos estamos muriendo. Dos más de mis hermanos murieron
mientras tú dormías. Murieron de hambre porque no hay comida para nosotros y,
sin embargo, tu gente nos mira como si fuéramos buitres, resentidos con
nosotros por la sangre que debemos tomar para vivir.
Yunho mantuvo
las manos apartadas de su espada con un esfuerzo de voluntad. No quería cortar
a la única persona en los alrededores que podría ser capaz de salvar a Kibum.
Decidió ser un hombre más magnánimo que eso y levantó las manos en rendición.
Kyuhyun le
dejó ir, pero Yunho iba a llevar una contusión en el cuello durante días,
estaba seguro.
— ¿Quieres más
sangre? —Graznó Yunho—. Bien, toma
algo de la mía, pero úsala para salvar al chico.
Los ojos de Kyuhyun
se encendieron y un hambre depredadora le dilató las pupilas.
—Dame tu brazo.
Este fic es una adaptación, no es mío,
yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO. ORIGINAL: ENCONTRANDO LO
PERDIDO - SHANNON K. BUTCHER. PAREJA
PRINCIPAL: YUNJAE
unnie gracias muchass graciassssss
ResponderEliminarpor subir estos cap y por adaptarlos .. me encanta la historia me volvi adicta a esto ...
por favor terminala no la dejes a media por fisssss
de jasss
no te preocupes si lo terminaré, me faltan muchas temporadas más... ^^ Espero verte en el próximo capi!! cuídate y gracias por el comentario!!!
Eliminar