lunes, 23 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 3


CAPÍTULO 3



Le llevó a Jaejoong más de tres horas reunir a Hyun Woo con sus padres y convencer a las autoridades que quienquiera que lo hubiera raptado había desaparecido en el momento que él le encontró. Les dio la única historia que podía: No tenía ni idea de quién era el secuestrador y si recordaba algo nuevo, se aseguraría de hacérselo saber.
Odiaba mentirle a la policía, pero era mejor que estar encerrado, las setenta y dos horas que mantenían a los psicópatas. Otra vez. La locura está en la sangre. Gracias a Dios que nadie sabía sobre Kibum.
Le dio a la policía la dirección del almacén, a sabiendas que para el momento en que ellos llegaran allí, el sol habría hecho un buen trabajo quemando los restos de los monstruos que había matado. Aparte de las marcas de quemaduras en el suelo, no habría evidencia de que el chico había sido retenido por unos peludos monstruos con garras.
Demonios Yokai. Eso era lo que aquellos hombres les habían llamado.
Normalmente ponerle un nombre a algo lo hacía menos temible, pero no en este caso. Sólo saber que esas cosas eran tan comunes, que tenían un nombre, era suficiente para secarle la boca de miedo. No se permitió pensar en ello, porque no importaba lo cansado que estuviera, algo como eso rondando por la cabeza, le haría imposible dormir.
Y ahora mismo, necesitaba dormir más que nada. Su cuerpo estaba a punto de irse a la huelga. Todo le dolía,  sentía la cabeza como si tuviera una máquina de niebla metida en una de las orejas. Si no podía dormir pronto, las piernas le fallarían y se negarían a impulsarlo más hacia delante. Había estado en ese punto de ni‑un‑paso‑más antes y no era agradable. Tenía quizá otros pocos minutos antes de que lo alcanzara de nuevo. En ese punto, donde quiera que estuviera, era donde se quedaría dormido.
Tal vez sus sueños serian agradables a cambio, llenos de masculinos guerreros  empuñadores de espadas y sus amigos vampiros niños bonitos. Él podría trabajar con esas imágenes. Y tenía debilidad por un hombre al que le gustaban los niños. Yunho había hecho un gran esfuerzo en salvar a Hyun Woo de una vida de gritar de locura, lo que quiera que hubiera hecho había funcionado. Hyun Woo era todas sonrisas y abrazos en el momento que le entregó a los brazos amorosos de su madre. Era como si nada le hubiera pasado.
Tal vez Yunho pudiera de alguna manera ayudar a Kibum, también.
Por otra parte, tal vez estaba sólo engañándose a sí mismo. Cuando llegaba a este cansancio, sus instintos no eran fiables, por lo que no se habría sorprendido de saber que, incluso a pesar de que Yunho había parecido un tío decente, era realmente algún tipo de curandero autoproclamado. Que llevaba una espada. Bonito conjunto.
Jaejoong metió la camioneta en el garaje del complejo de apartamentos, rogando permanecer despierta el tiempo suficiente para lavarse los dientes antes de derrumbarse en la cama.
Tiró el bolso sobre el mostrador de la cocina, ignorando el fregadero lleno de platos sucios y los montones de correo sin abrir. Nada de eso importaba tanto como subirse al colchón.



—Hola —dijo Yunho desde el sofá, haciendo saltar a Jaejoong e inundándole el sistema con un completo nuevo montón de adrenalina.
Se había quitado los zapatos y estaba recostado allí como si tuviera todo el derecho de estar en su casa.
—Espero que no te importe que haya entrado. Dejaste la puerta del balcón abierta.
Jaejoong se detuvo en seco, a pesar de que el nublado cerebro tenía algunos problemas para entender lo que estaba viendo. Le tomó unos pocos segundos encontrar la lengua a través de la conmoción.
—Nunca dejo mi puerta abierta —dijo, como si fuera la cosa más importante a destacar, más que el hecho de que él estuviera dentro de su casa sin permiso—. Y estamos en el tercer piso.
— ¿Cómo más podría haber entrado? —preguntó él, atreviéndose a ofrecerle una encantadora sonrisilla que provocó que sus ojos marrones brillaran.
Era una pregunta lógica, estaba tan terriblemente cansado que no podía imaginarse ningún tipo de respuesta inteligente.
— ¿Qué estás haciendo aquí?
—Esperándote —dijo él, como si debiera haberlo sabido.
— ¿Cómo me encontraste?
—La matrícula de tu camioneta. Tengo un amigo en el Departamento de Vehículos a Motor.
— ¿Un amigo que está trabajando tan temprano esta mañana? No son las ocho todavía.
Yunho se encogió de hombros.
—Pareces agotado.
—Lo estoy. Mira, el problema es que no tiendo a irme a la cama cuando hay extraños en mi salón.
Esa encantadora sonrisilla se amplió a una sonrisa.
—No somos extraños. Lo sé todo sobre ti.
Eso sonaba un poco espeluznante, haciéndolo desear no haber dejado su escopeta en la camioneta.
—Escucha. No sé cómo has entrado y realmente no me importa ahora mismo. Todo lo que quiero es que te vayas para que pueda dormir un poco.
No podía ni siquiera recordar que día era. Eso era una mala señal.
Yunho se levantó y se puso de pie delante de él. Era unos cinco centímetros más alto en botas y desde esa distancia podía ver cálidas astillas de fuego dorado en sus ojos marrones. No se había afeitado la barba en ese día, otorgándole a su mandíbula sombras adicionales que acentuaban los ángulos de su rostro. Una pequeña cicatriz sobre su ceja izquierda resaltaba contra el bronceado de su piel y si los círculos bajo sus ojos eran un indicio, estaba tan cansado como él.
—No puedo irme sin ti. Lo siento.
—No voy a ninguna parte —dijo.
—Bueno, entonces ¿podemos simplemente sentarnos y hablar durante un par de minutos?
Algo acerca en el modo en que habló le dijo que no estaba ni siquiera cerca de lo que quería decir realmente.
—Sea lo que sea, podemos hablar de ello en unas pocas horas. Me reuniré contigo en la cafetería de la esquina a las seis, ¿de acuerdo?
Él apretó la boca.
—Esto no puede esperar.
—Va a tener que hacerlo.
Se volvió y le abrió la puerta, esperado que cogiera la indirecta y saliera.
—Lo siento. Tengo que saber.
Yunho puso una mano sobre el hombro de él y le detuvo en seco. Su palma era cálida, incluso a través del tejido de la camisa. Su cabeza giró por un momento, su toque le trajo una extraña sensación de déjà vu. ¿Tal vez lo había conocido antes en alguna parte? No creía eso, teniendo en cuenta el hecho de que estaba bastante seguro que se acordaría de un hombre como él, una alarmante mezcla de atractivo masculino y la confianza en su competencia para respaldarla. Por no hablar de la parte en que él llevaba una espada.
Se volvió a mirarlo, esperando que eso la ayudara a recordar quién era. Él estaba mirando hacia su mano con una extraña mezcla de esperanza y confusión destellando en sus ojos marrones. Después de un segundo, se aclaró la garganta.
— ¿Sentiste algo?
Oh, sí, pero iba a jugar a hacerse el interesante. Esas cosas eran todas demasiado extrañas.
— ¿Cómo qué?
Se encogió de hombros, distrayéndole durante un segundo con la impresionante anchura de sus hombros.
—No estoy seguro. Tal vez sólo funciona si toco piel desnuda.
Jaejoong había oído hablar de muchas formas diseñadas para tenerlo desnudo antes, pero esta era de lejos la más extraña.
— ¿Qué sólo funciona si tocas la piel desnuda?
Él deslizó su mano hacia abajo por el brazo hasta que justo las puntas de sus dedos contactaron con la piel bajo la manga. El calor se filtró a su interior, junto con algo más. Algo extraño, como una descarga de electricidad estática, pero una que no le hizo daño. De hecho, se sentía muy bien y se sentía mejor a cada segundo.
Una fuerza rugió a través de su sistema, haciendo que su necesidad de dormir se desvaneciera. Su cuerpo cobró vida, volando con un torrente embriagador de placer que lo hizo estar seguro de que podía flotar. Su cansancio se disipó, dejando tras de sí una débil energía zumbante a su estela.
Miró a Yunho, conmocionado por lo que estaba haciendo con él, pero el movimiento súbito le hizo marearse y perder el equilibrio e instintivamente se agarró a él para no caer.
Le atrajo hacia sí, él fue sin luchar, incapaz de hacer nada más en medio del vértigo.
—Tranquilo, ahora —dijo él en voz baja—. Te tengo.
Cuando las palabras se deslizaron a su interior, el suelo del mundo de Jaejoong se detuvo. Tenía la nariz presionada contra su garganta y podía oler el calor de su piel, ver los latidos de su pulso a lo largo de la gruesa columna de su cuello. Una pálida banda luminosa brilló a sólo unos centímetros de los ojos, tuvo el irresistible impulso de alcanzarla y quitársela. Quería eso. Lo necesitaba. Esa gargantilla era suya y siempre lo había sido.
Era suyo. Todo él. Desde el fondo de sus amplios pies calzados con botas hasta lo alto de su despeinado pelo y todos los encantadores lugares duros intermedios.



Se obligo a respirar profundamente, absorbiendo su aroma. Un bajo murmullo de excitación se arremolinaba en su interior, apartando la áspera fatiga que le había gobernado sólo momentos antes. Todavía quería irse a la cama, pero no para dormir. Quería a Yunho allí con él, desnudo y dispuesto para su placer. Iba a tomarse su tiempo aprendiendo lo que a él le gustaba. Montones y montones de tiempo.
Pero la cama estaba demasiado lejos para que esperara. Necesitaba tocarle. Saborearle. Las manos se dirigieron bajo el dobladillo de su camiseta de punto y se deslizaron bajo ella. Firme piel cálida tentaba a los dedos para explorarle más, mientras le presionaba la boca abierta contra un lado de su cuello.
Le oyó hacer incoherentes sonidos de sorpresa, pero no parecía importarle lo que le estaba haciendo. De hecho, él inclinó la cabeza a un lado para darle espacio y que pudiera deslizar la lengua sobre su salada piel.
— ¿Qué infiernos está pasando? —dijo él con la voz áspera.
—Si no lo sabes, voy a tener un infernal buen tiempo para mostrártelo.
Esto era una locura, pero al parecer no podía detenerse, ni le importaba no poder. Le quitó la camiseta por encima de la cabeza para llegar a más piel, necesitando sentir más de él bajo las manos. Estaba muy tatuado, luciendo un gran dibujo de algún tipo de árbol que se extendía desde sus hombros y la parte superior de sus brazos hasta su cinturón. Se moría por ver sólo lo lejos que llegaba.
Las ramas de su tatuaje estaban muy detalladas, casi desnudas excepto por una sola hoja solitaria, y estaba casi seguro que era algún tipo de metáfora de la vida o alguna mierda así. No es que le importara. Podía ser tan filosófico como quisiera, siempre que lo hiciera desnudo.
Le pasó un dedo a lo largo de una rama, hacia abajo por el tronco del árbol donde alcanzaba la cintura baja de sus vaqueros. Sus abdominales se tensaron como si hubieran sido golpeados, marcando sus músculos para su disfrute.
Yunho se estremeció bajo su toque, pero cuando se movió para abrirle el botón de la bragueta, él le agarró las manos y las sostuvo en un fuerte apretón.
—Tenemos que parar —le dijo.
Le miró a los ojos, los cuales estaban oscurecidos de necesidad, todos esos dorados destellos se habían ido ahora, devorados por sus pupilas. Sus mejillas estaban enrojecidas y un sutil sudor había perlado su pelo.
— ¿No me deseas? —preguntó.
—Dios, sí. ¿No puedes sentirme temblar?
Podía y eso le hizo sonreír con una sensación de victoria.
—Mi habitación esta justo detrás de esa puerta.
Yunho gimió y cerró los ojos.
—No eres tú, a pesar de que desearía como el infierno que lo fueras.
— ¿Qué no soy yo?
—Esta… cosa que estamos sintiendo.
Tenía razón. Normalmente no desnudaría a extraños que habían irrumpido en su casa. Algo estaba fuera de lugar aquí.
Jaejoong agitó la cabeza, intentando aclararse o darle algún sentido a la maraña de pensamientos y sentimientos que la pasaban por el cerebro.
Mientras estaba distraído, Yunho le soltó y retrocedió. Su postura decía que pensaba que podría golpearle o algo, porque estaba todo tenso como si estuviera esperando recibir un puñetazo.
No le golpeó, por supuesto, pero la necesidad de tenerle desnudo también estaba desapareciendo. Todavía estaba caliente, especialmente con todos esos músculos en su pecho y el abdomen exhibiéndose, pero al menos ahora podía mantener la lengua para sí mismo.
No estaba seguro si eso era una mejora o no.
Las manos de Jaejoong estaban temblando, así que se las metió en los bolsillos de los vaqueros. El cansancio, profundo hasta los huesos, estaba volviendo rápido, como si nunca se hubiera ido del todo.
— ¿Qué infiernos es esto? —le preguntó a él.
—No estoy seguro.
Su tono era duro, sus palabras cortantes.
— ¿Te hice daño?
—No.
— ¿Por qué lo haces sonar como si eso fuera una mala cosa?
Levantó la mano ‑la que tenía un anillo iridiscente‑ y le miró como si su vida dependiera de ello. Pequeños arco iris atrapados en él bailaban en un vendaval, dando vueltas alrededor como si estuvieran levantados por algún viento invisible.
— ¿Ves el color? —preguntó él.
—Sí, todos. ¿De dónde sacaste eso?
—Es una larga historia. Mira más. ¿Ves algún color más que otro?
Jaejoong miró la banda, le encantaba el fluir de los arco iris sobre la superficie. Era magnético. Hipnotizante. Bello. Pero no veía ningún color dominante.
—No. No realmente.
—Mierda —gruñó.
— ¿Qué pasa?
—Sólo te confundí con otra persona. Eso es todo. Lo siento.



No dolió cuando Yunho dejó de tocar a Jaejoong. Esa era la idea que se mantenía resonando en el cerebro de Yunho, volviéndole loco. Se suponía que iba a doler. Había necesitado que le doliera.
Había querido que Jaejoong fuera el único para él tan arduamente que había comenzado a creer que era cierto.
¡Qué tonto era por pensar que merecía otra oportunidad! Eunhyuk había encontrado a Donghae primero, así que había fallado allí, nunca había sido capaz de hacer feliz a Tiffany, a pesar de que el cielo sabía que lo había intentado todo lo posible. Llevaba muerta doscientos años y todavía no podía entender por qué ella no pudo amarle, ¿qué más podía él haberle dado para hacerla feliz?
Yunho se negó a detenerse en eso. Incluso si Jaejoong no era su caballero, podría ser capaz de salvar a uno de sus hermanos. Evidentemente era un sangre pura. De hecho, basándose en la forma en que reaccionó su luceria, posiblemente era un Amaterasu. Sólo que no el suyo.
Yunho se miró el pecho. La última hoja de su marca de vida se balanceaba al son del tiempo con la brisa veraniega exterior. Parecía un poco más marrón que verde hoy. Realmente no le quedaba mucho tiempo y todavía tenía un trabajo más que hacer: llevar a Jaejoong a Castillo Matsumoto, justo como ordenó Victoria.
—Tenemos que movernos —le dijo a Jaejoong.
—No voy a ir a ninguna parte hasta que haya tenido sobre diez horas de sueño. Además, ¿qué te hace pensar que iría a cualquier parte contigo? —preguntó.
Yunho no tenía paciencia para esto. Había demasiado en juego aquí. Incluso si no hubiera estado obligado por su promesa a Victoria de llevar a Jaejoong a casa, necesitaba llevarlo de vuelta para que pudieran ver si podía ser compatible con alguno de los otros hombres de allí. Estaban todos muriendo, sólo que no tan rápido como él. Podía ser capaz de salvar a uno de sus hermanos en armas. Llevarlo a Castillo Matsumoto era la última cosa que podía hacer por su gente antes de ir a su muerte.
Le agarró por los hombros y le apoyó contra la pared. Se sentía bien bajo sus manos, lo cual le enfadaba. ¿Por qué se sentía tan bien si no era suyo?
—Nos vamos. Vienes con nosotros. Puedes caminar, o te llevaré. Tú decides.
Para su crédito, no se acobardó o se vino abajo, incluso cuando se enfrentaba a un hombre armado de su tamaño. Sus ojos azules brillaron ante el desafío y levantó la punta de su barbilla hasta encontrarse con su mirada.
— ¿Crees que puedes empujarme? —preguntó.
—Empujar, tirar, arrastrar. Lo que sea necesario.
—Tengo responsabilidades. Gente que me necesita. No voy a dejarte decidir a dónde voy. Lo siento por explotar tu burbuja de macho.
Yunho se imaginó que tenía un par de opciones. Podía hacer valer las amenazas y arrastrarlo de allí pataleando y gritando, lo que sin duda atraería la atención de los vecinos, o podría utilizar un poco de delicadeza.
La delicadeza no era su punto fuerte, pero haría lo que fuera para llevárselo a Victoria y los hombres.
Dejó escapar un suspiro lento y largo, retiró las manos de su cuerpo, esperando que lo ayudara a mantener la calma.
— ¿Qué responsabilidades?
Tal vez podía hacerse cargo de ellas, dejándolo libre para volver con él.
—Tengo un trabajo que hacer. Chicos que están siendo secuestrados de sus hogares todo el tiempo. Necesito estar aquí para encontrarlos.
—He oído hablar de tu talento. Simplemente ¿cómo eres capaz de encontrarlos cuando nadie más puede? —preguntó.
Él se apartó de la pared, él notó que su equilibrio estaba un poco inestable. Tal vez estaba más exhausto de lo que pensaba.
Yunho se acercó a ayudarlo, pero le apartó la mano de un manotazo y se hundió en el sofá como si ya no tuviera otra opción.
—Soy bueno en lo que hago. Eso es por qué me pagan con billetes grandes.
—Realmente dudo de que esa sea la historia completa, pero si es dinero lo que estas buscando, puedo pagar. Tengo un montón y te daré lo que quieras si vienes conmigo.
Vio un atisbo de victoria destellar en los ojos de Jaejoong y supo que había encontrado la palanca correcta para usar con él. Dinero.
Él se levantó, revolvió entre algunos papeles que había sobre el mostrador de la cocina y garabateó algo en un block de notas. Arrancó la primera hoja y se la entregó a él.
—Esto es un número de cuenta donde quiero que envíes el dinero. Pon medio millón ahí hoy e iré donde quiera que desees. ¿De acuerdo?
Yunho tomó el papel, algo en él se marchitó. Se la había imaginado como algun gran héroe que hacia todo lo necesario para encontrar a los niños, no importaba cuánto dinero hiciera. Había pensado que era uno de los buenos, como él. Había estado equivocado. No era más que otra persona intentando hacer dinero con el dolor y el sufrimiento de los demás.
¿Cómo podría haber estado tan equivocado? Sus instintos eran normalmente mejores que eso.
Yunho no podía mirarlo a los ojos. No podía soportar ver la codicia que sabía que iba a estar al acecho allí.
—Trato hecho —dijo él, pero no se atrevía a darle la mano.
—Voy a tomar una ducha rápida —dijo—. Si el dinero está cuando salga, podemos irnos.

Jaejoong estaba a punto de llorar de alivio cuando Yunho aceptó sus condiciones. Ya estaba con el teléfono móvil haciendo la transferencia de fondos en su cuenta cuando fue a ducharse. No podía creer lo fácil que había sido.



Finalmente, Jaejoong podría estar seguro de que Kibum siempre iba a tener un lugar para vivir. Entre el medio millón que Yunho le daba y la gran póliza de vida de Jaejoong, si algo le pasaba a Jaejoong, Kibum siempre estaría cuidado. Estaría a salvo.
Jaejoong hizo un rápido trabajo lavándose el sudor del dolor y el temor de la última noche, se puso el primer par de vaqueros más limpios que pudo encontrar. La colada se estaba convirtiendo en un problema, uno que tendría que hacer frente cuando volviera, pero no ahora. Ahora tenía que salir a la carretera con un hombre que apenas conocía. Un hombre que la había hecho puré con un sólo toque.
Jaejoong iba a tener que ir con mucho cuidado para no dejarle tocarlo más.
Fue al salón, presentable pero de ninguna manera glamuroso. El pelo estaba todavía húmedo y no se había tomado la molestia de tomarse tiempo para arreglarse. Estaba demasiado malditamente cansado para que le importara cómo se veía.
—Está hecho —dijo Yunho en un tono sombrío.
La calidez en sus ojos había desaparecido, lo que le hacía menos humano. Más mortífero. Le había visto en una pelea y sabía que el hombre era un oponente formidable, pero nunca se había preocupado de estar en el extremo receptor de su espada.
Hasta ahora.
El dinero había cambiado la forma en que le miraba y no importaba cuanto se dijera que no le importaba, sabía que era una mentira. Quería gustarle. Que la respetara. No tenía ni idea de por qué le importaba. Nunca la había tenido antes. Había cabreado a más que sólo un poco de gente en su determinación por encontrar chicos desaparecidos, pero con Yunho era diferente. Ese ligero desdén elevando su labio cuando la miraba dolía.
Jaejoong no podía hacer que no le importara lo que él pensaba, así que se negó a pensar en ello. Tenían un trato. Kibum estaría a salvo. Era hora de moverse.
—¿Dónde vamos?
—Missouri.
Jaejoong casi gimió. Estaba demasiado cansado para conducir tan lejos. Sabía que lo estaba. Nunca llegaría allí con vida. Por otra parte, si no sobrevivía, Kibum recibiría todo el dinero de su seguro de vida.
Así que decidió poner esa situación bajo el membrete de ganar‑ganar.
Algo de sus pensamientos se debió filtrar a su rostro, porque Yunho dijo:
—Yo conduzco. No querría que chocaras tu camioneta antes de que hayas terminado de darme lo que mi dinero vale.
Jaejoong asintió.
—Bien.
—Empaqueta para un par de días, pero sé rápido.
Jaejoong cogió una de las dos bolsas para pasar la noche que tenía empaquetadas y listas para salir en todo momento en caso de que recibiera una llamada de padres desesperados.
—Estoy listo.
Creyó ver un destello de respeto cruzar sus duros rasgos, pero no podía estar seguro.
Hubo unos fuertes golpes en la puerta, como si alguien estuviera intentando tirarla a patadas.
Yunho desenvainó una espada de ningún sitio ‑lo cual era el mejor truco que había visto‑ y se llevó un dedo a los labios pidiendo silencio.
—Probablemente sea mi repartidor de periódicos queriendo el pago. ¿Te apartarías, infiernos?
Dio un paso para mirar por la mirilla, pero Yunho le detuvo con un grueso brazo musculoso.
Sólo le rozó la piel del brazo, pero fue suficiente para que Jaejoong cerrara los labios para evitar lanzar un gemido de placer. Un hormigueante calor se extendió desde el punto de contacto e la invadió los miembros, haciéndole sentir pesado y lánguido. Quería frotarse contra él como un gato, deseaba que no se hubiese vuelto a poner su camisa mientras estaba en la ducha. Se habría sentido tan bien pasando los dedos por su espalda y conocer todos los rígidos músculos que yacían bajo su carne.
La piel se la calentó hasta que estuvo seguro que estaba roja brillante. Una dolorosa vacía necesidad le roía, presionó sus muslos juntándolos en un esfuerzo por aliviar el dolor. No funcionó. Necesitaba que Yunho le tendiera y lo llenara, deslizándose en su interior una y otra vez hasta que se alejaran del mundo y nada más que ellos dos existieran. Sin preocupaciones. Sin miedos. Sin monstruos. Sólo Yunho y el tacto de su piel sobre la suya.
Se apartó, dejándolo tambaleante, casi balanceándose con la fuerza poderosa de la necesidad. Se agarró a la pared para apoyarse, pero le hizo poco bien. Terminó sentado de culo, temblando como si hubiera pasado la última semana vomitando.
A través de la puerta se oyó:
—Soy Minho. Abrid la jodida puerta.



Vagamente, fue consciente de que Yunho estaba dejando pasar al hosco gigante a su casa. Estaba llevando algo grande y pesado envuelto en una sábana. Unos pies con botas salían de un extremo.
Sagrada mierda. Había llevado un cadáver a su apartamento.
—Está mal —dijo Minho.
—¿Cómo de mal? —preguntó Yunho.
La preocupación volvía ásperos los bordes de sus palabras.
—Comenzó a tensarse hace un par de minutos. Pensaba que el sol podría empeorar las cosas, así que lo traje a dentro.
— ¿No dejarías que ninguna luz le tocara, verdad? —Preguntó Yunho—. No necesitamos ese tipo de problemas ahora mismo.
Minho dejó la carga sobre el sofá y empezó a cerrar las cortinas sobre las ventanas de Jaejoong.
— ¿Parezco un jodido idiota? Tuve cuidado, le envolví bien y apretado. No necesitamos ninguna sonrisa más.
Jaejoong se levantó.
— ¿Qué está pasando? ¿Es ese Kyuhyun?
Yunho ni siquiera le echó una mirada. Estaba demasiado ocupado desenvolviendo el capullo de sábanas de alrededor del cuerpo de Kyuhyun. Cuando terminó, dejó a Kyuhyun sobre el sofá. De alguna manera había perdido más peso y ahora era un esqueleto envuelto en piel. Su piel estaba pálida, casi azul y estaba completamente inmóvil.
— ¿Esta muerto? —preguntó Jaejoong.
—Casi. —Yunho le disparó a Minho una mirada acusadora—. ¿Por qué infiernos no le alimentaste?
—He pasado siglos sin dejar que una de esas sanguijuelas me tocara. No voy a empezar ahora.
A él le pareció oír a Yunho murmurar algo como “Hijo de puta egoísta” por lo bajo.
—Te guste o no, todavía lo necesitamos.
—Habla por ti mismo —dijo Minho—. No necesito una mierda.
El cuerpo de Kyuhyun comenzó a agitarse como si estuviera teniendo un ataque.
Yunho apretó la parte superior del cuerpo contra la de Kyuhyun para sujetarlo. Extendió el brazo hacia Jaejoong y señaló con la cabeza su espada yaciendo en el suelo junto al sofá.
—Córtame la muñeca, luego mantén su boca abierta —le dijo a él.
Vampiro. Ahí estaba de nuevo, esa palabra tirando de las esquinas asustadas de su mente. Había visto suficientes cosas para saber que los monstruos eran reales, pero no le gustaba saber que ese en particular existía. Era demasiado misterioso.
O tal vez fuera el hecho de que uno estaba en su casa lo que le molestaba.
—Vamos, Jaejoong. Corre. Se está muriendo.
Y él había prometido darle su sangre. Yunho ya le había dado mucha. Kyuhyun lo había dicho más temprano. No podía arriesgarse a dejarle que se dañara por algo que él había prometido hacer.
— ¿Cuánta sangre necesita?
—No lo sé, pero no será suficiente para matarme.
Bueno. Entonces no le mataría, tampoco. Jaejoong tomó su espada justo cuando el cuerpo de Kyuhyun se arqueó del sofá en un ataque particularmente feroz. Antes de que Yunho pudiera detenerlo, él usó su espada para abrirse un corte en la muñeca, abrir los labios de Kyuhyun y sangrar en su boca.
Yunho se dio cuenta de lo que había hecho y gritó:
— ¡Jaejoong, no!
El ataque se detuvo al instante. Los misteriosos ojos plateados de Kyuhyun se abrieron ampliamente y le agarró la muñeca con ambas manos, sosteniéndole el brazo contra su absorbente boca con un agarre irrompible.
Se imaginaba que sería doloroso, pero no lo era. Ni siquiera había sentido la espada cortándole el brazo, así era de afilada. Todo lo que podía sentir ahora era un movimiento suave contra la piel y una especie de ingravidez, como si estuviera siendo llenado con helio. Era extraño, pero no desagradable.
En la distancia, podía oír a Yunho gritando y ver a Minho apartándole físicamente de Kyuhyun. Pero nada de eso importaba.
Sintió una presencia exterior tocándole la mente como una caricia caliente. Kyuhyun. Quería saber más de él. Quién era. De donde había venido.
Jaejoong le dejó entrar. Tenerlo en la mente le hacía sentir bien y de todos modos estaba demasiado débil para luchar contra algo tan fuerte como era. Demasiado cansado.
Él quería que se durmiera. Descansara. Y eso también era lo que quería.
Durante un momento, le preocupó haber olvidado hacer algo. ¿Apagar el horno? ¿Lavarse los dientes? No podía recordar qué era y de pronto, no parecía importarle nada más. Fuera lo que fuese, no era importante.
Jaejoong se dejó ir y se alejó, el cuerpo sin peso flotando hacia el sueño.


Jaejoong quedó inerte y una nauseabunda oleada de pánico se elevó por la garganta de Yunho. Se retorcía contra la sujeción de Minho, tratando de llegar a él.
— ¿Qué cojones hiciste con él, chupa sangre?
Kyuhyun le lamió la muñeca, no dejando tras de sí ningún rastro de la herida. Ya no estaba hasta los huesos, tan delgado y pálido. El cuerpo se había llenado y un saludable brillo impregnaba la piel. En un tono calmado, explicó:
—El pobre niño no había dormido en tres días. Se estaba exigiendo demasiado, así que le puse a dormir.
Yunho logró romper el agarre de Minho y empujó a Kyuhyun lejos. Su cuerpo cayó al suelo al lado del sofá, sin huesos y lánguido. Revisó su pulso y lo encontró fuerte y constante.
El alivio le sacó el aliento del cuerpo y bajó la cabeza contra la de él en agradecimiento. El aroma de su piel lo calmó, no podía dejar de apartar el cabello de su cara. Iba a estar bien.
Yunho recogió su largo cuerpo en los brazos y le llevó al dormitorio. El lugar era un desastre, con ropa tirada por todas partes. Las mantas estaban arrugadas, mostrando signos de donde había dormido la última vez.
Hacía tres días.
Yunho debería haber sido más consciente de su fatiga. Tendría que haber insistido en que descansara. No era como si estuviera ciego a la debilidad de las personas que le rodeaban. Eso podía matar a un montón de gente en la guerra contra los Yokai.
—Lo escondió muy bien —dijo Kyuhyun desde la puerta, como si estuviera leyendo sus pensamientos.
Entonces otra vez, su juramento de sangre hacía posible realizar un montón de cosas para que Yunho no se divirtiera.
Yunho todavía quería golpear al Susano, pero no quería apartar los ojos de Jaejoong, no importaba lo bien que le habría sentado tumbar a Kyuhyun.
—Debería haberlo sabido, de todos modos. Si hubiera sido mi caballero, lo habría hecho.
La decepción le dejó un sabor amargo en la boca.
Puso a Jaejoong en la cama, le quitó los zapatos y tiró de las mantas alrededor de su delgado cuerpo. Estaba indefenso ante eso, hacía que sus instintos protectores rugieran a la vida. Nada iba a acercarse a él hasta que tuviera tiempo de recuperarse. Victoria tendría sólo que esperar.
—No necesariamente —dijo Kyuhyun—. Ha pasado largo tiempo desde que los Amaterasu encontraron compañeros. Sabemos tan poco sobre esas parejas. Las cosas pueden ser diferentes ahora. Los signos pueden ser diferentes.
Yunho fue a la puerta donde estaba Kyuhyun, el Susano se apartó. Un hombre inteligente.
—No estoy de humor para otra decepción, así que perdóname si no compro la mierda que estás vendiendo. No es mía.
Decir las palabras hizo que el pecho le ardiera.
Kyuhyun sólo sonrió.
—Creo que podrías estar equivocado.
—No lo estoy.
Yunho se negaba a permitirse sentir incluso la menor agitación de esperanza. Estaba fuera de tiempo e iba a ser un buen jugador y tomar la derrota como un hombre. Había tenido más oportunidades que la mayoría.
Yunho cerró la puerta de Jaejoong y fue a buscar algo de comida, llevando a Kyuhyun con él para que no pudiera verse tentado a entrar en la habitación de Jaejoong.
Su apartamento era pequeño, con la cocina, el salón y el comedor apiñados uno encima del otro. El lugar parecía no haber sido limpiado en meses, excepto por el brillo de un pesado banco de hacer pesas que llenaba lo que debería haber sido el comedor.
El diseño abierto le daba una clara vista de todo el espacio, incluyendo la cocina, la cual necesitaba una limpieza a fondo.
Minho le había golpeado a la caza de alimento, ya estaba revolviendo en los armarios y el frigorífico. Por la escasa oferta en el mostrador ‑un par de latas de sopa y una cuestionable carne del almuerzo‑ no había encontrado mucho.
Kyuhyun seguía acechando tras él. Yunho vio su espada, todavía manchada con la sangre de Jaejoong, y la recogió.
—Es casi seguro que es un Amaterasu —dijo Kyuhyun.
—Supuse un poco esa parte.
Yunho humedeció una toalla de papel y limpió su espada, después tiró la toalla por el inodoro, donde el olor de la sangre no podía traer ningún problema. Estaban bastante seguros durante el día, pero no tomaría ningún riesgo con Jaejoong durmiendo en la habitación de al lado.
Kyuhyun estaba pisándole los talones.
— ¿Qué te hace pensar que no es tuyo?
—Mi anillo no respondió a él como debería. No había color.
—Todavía.
Yunho enfundó su arma antes de decidirse a usarla en Kyuhyun y se dio la vuelta. Se quedaron cara a cara, pero había algo diferente en él ahora. Algo que Yunho no podía emplazar. Era como si Kyuhyun supiera un secreto que no estaba dispuesto a compartir.
—Para ya y vete al infierno. Estoy sin tiempo, eso es todo.
— ¿Quieres ir a buscar el nido esta noche? —preguntó Minho, completamente serio—. Iré y seré tu testigo.
Testigo del último acto heroico de Yunho. Era una peligrosa oferta por parte de Minho, una que podría matarle. Yunho podía meterse en un nido de Yokai, sabiendo que sería la última cosa que hiciera y si Minho estaba cerca de la acción, la espada de Yunho sería llevada de vuelta de forma segura al Salón de los Caídos.
A Yunho no le iba a gustar usar una espada diferente, pero no podía permitirse el lujo de dejar que la suya fuera tomada, y no era como si fuera a salir con vida, de todos modos. El objetivo era eliminar tantos demonios como pudiera antes de que le derribaran.
—Gracias hombre, voy a aceptar tu oferta, pero tengo que llevar a Jaejoong a Victoria primero. Lo he prometido.
Minho asintió con la cabeza y empezó a manosear a través del frigorífico de Jaejoong, sin inmutarse por hablar de suicidio.
—Vete a matarte si quieres —dijo Kyuhyun— pero te estoy diciendo que estás equivocado sobre él.
Yunho iba a lamentar preguntarlo, pero lo hizo de todos modos.
— ¿Qué te hace pensar eso?
—Él sintió algo cuando le tocaste.
Una chispa de esperanza se encendió en su interior, tan frágil y débil que apenas podía sentirla.
— ¿Lo hizo?
—Sí.
—Pero yo no. No hubo dolor. No… nada.
Kyuhyun se encogió de hombros.
—He estado intentando decirte que tu experiencia puede ser diferente de la de Eunhyuk. No sabemos incluso cómo existen estas parejas. No hay manera de que podamos predecir qué tipo de reacción causaran, no después de tantos años de espera.
—Pero yo creí que todos los Susano os habíais juntado después de que Eunhyuk encontrara a Donghae y decidisteis que ese dolor era debido al tiempo en que había cargado con su poder. He estado arrastrando el mío alrededor del mismo tiempo, pero no me dolió cuando rompió el contacto.



—Le dolió a él. En cierto modo.
Yunho sintió un repugnante retortijón de culpabilidad en las entrañas.
— ¿Le hice daño?
—No exactamente. Digamos sólo que se sintió mejor cuando le tocabas.
Le había encendido. Eso estaba claro. Había estado dispuesto a dejar que la tomara. Tal vez era eso lo que Kyuhyun quería decir.
—Ahora lo estás cogiendo —dijo Kyuhyun.
— ¿Qué más viste? —exigió Yunho.
El rayo de esperanza estaba creciendo, y como era tan tonto como era, lo estaba permitiendo. Quería saber todo sobre él así que igual esta vez las cosas serían diferentes. No como con Tiffany.
—No mucho. Estaba demasiado débil para que yo pasara demasiado tiempo en su mente. Sentí que ella no es todo lo que parece. Está pasando a través de una tragedia.
Nunca más. No quería que la tragedia volviera a tocar la vida de él de nuevo.
— ¿Qué tipo?
Kyuhyun se encogió de hombros.
—La misma que todos nosotros. Ha perdido a sus seres queridos. Su madre se fue, lo que es una vergüenza. Esperaba que hubiéramos averiguado una manera de preguntarle y ver si el padre de Jaejoong tenía alguna conexión con el de Donghae.
— ¿Podrían ser hermanos?
Yunho no podía ver similitudes entre el exuberantemente curvado cuerpo de Donghae y la elegante complexión musculosa de Jaejoong. El color de sus melenas era similar, pero eso era todo.
—No. No lo creo. Sus sangres no están lo suficientemente cerca.
— ¿Has aprendido algo más?
—Sólo que él trabaja demasiado duro. No come bien o duerme lo suficiente la mayoría del tiempo.
—En eso tienes razón —gruñó Minho desde la cocina—. No hay mucho aquí que sea comestible y es malditamente demasiado temprano para pedir comida para llevar. Nada está abierto. Voy a hacer una carrera en busca de comida. ¿Alguna solicitud?
—No —dijo Yunho—. Sólo sé rápido. Tan pronto como se levante, estaremos en camino.
—Eso va a tomar un tiempo —dijo Kyuhyun—. Podrías también ponerte cómodo y tomar tu propio descanso.
—Eso no va a pasar. No mientras él sea vulnerable.
Kyuhyun sonrió con satisfacción.
—Hablas como un hombre ya vinculado.
Yunho se miró el anillo. Se veía como lo había hecho durante los últimos dos siglos, sólo decolorándose con el tiempo. Quería creer, pero ¿y si Kyuhyun estaba equivocado?
Minho cerró la puerta a su salida.
—¿Qué si no estoy equivocado? —preguntó Kyuhyun.
—Quédate fuera de mi cabeza —advirtió Yunho—. Estoy a un largo camino de verte sangrando a Jaejoong.
—Él se ofreció.
—La próxima vez, no escuches ninguna oferta que te haga.
—Si no me hubiera alimentado, todavía estarías pensando que tus días habían llegado a su fin. Ciertamente esa esperanza en algo vale la pena.
—Sí, la pena de darte una paliza si estás equivocado.
Kyuhyun sólo se rió.
—Vete a proteger a tu hombre. Te hará menos gruñón.
Fuera o no que Jaejoong pudiera ser de él, estar cerca sonaba como una buena idea, así que tomó el consejo del Susano y fue a su lado.




Este fic es una adaptación, no es mío, yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO.
ORIGINAL: ECONTRANDO LO PERDIDO - SHANNON K. BUTCHER
PAREJA PRINCIPAL: YUNJAE

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