CAPÍTULO 3
Le llevó a Jaejoong más de tres horas reunir a Hyun Woo con sus padres y convencer a las autoridades que quienquiera que lo hubiera raptado había desaparecido en el momento que él le encontró. Les dio la única historia que podía: No tenía ni idea de quién era el secuestrador y si recordaba algo nuevo, se aseguraría de hacérselo saber.
Odiaba
mentirle a la policía, pero era mejor que estar encerrado, las setenta y dos
horas que mantenían a los psicópatas. Otra vez. La locura está en la sangre.
Gracias a Dios que nadie sabía sobre Kibum.
Le dio a la
policía la dirección del almacén, a sabiendas que para el momento en que ellos
llegaran allí, el sol habría hecho un buen trabajo quemando los restos de los
monstruos que había matado. Aparte de las marcas de quemaduras en el suelo, no
habría evidencia de que el chico había sido retenido por unos peludos monstruos
con garras.
Demonios Yokai.
Eso era lo que aquellos hombres les habían llamado.
Normalmente
ponerle un nombre a algo lo hacía menos temible, pero no en este caso. Sólo
saber que esas cosas eran tan comunes, que tenían un nombre, era suficiente
para secarle la boca de miedo. No se permitió pensar en ello, porque no
importaba lo cansado que estuviera, algo como eso rondando por la cabeza, le
haría imposible dormir.
Y ahora mismo,
necesitaba dormir más que nada. Su cuerpo estaba a punto de irse a la huelga.
Todo le dolía, sentía la cabeza como si
tuviera una máquina de niebla metida en una de las orejas. Si no podía dormir
pronto, las piernas le fallarían y se negarían a impulsarlo más hacia delante.
Había estado en ese punto de ni‑un‑paso‑más antes y no era agradable. Tenía
quizá otros pocos minutos antes de que lo alcanzara de nuevo. En ese punto,
donde quiera que estuviera, era donde se quedaría dormido.
Tal vez sus
sueños serian agradables a cambio, llenos de masculinos guerreros empuñadores de espadas y sus amigos vampiros
niños bonitos. Él podría trabajar con esas imágenes. Y tenía debilidad por un
hombre al que le gustaban los niños. Yunho había hecho un gran esfuerzo en
salvar a Hyun Woo de una vida de gritar de locura, lo que quiera que hubiera
hecho había funcionado. Hyun Woo era todas sonrisas y abrazos en el momento que
le entregó a los brazos amorosos de su madre. Era como si nada le hubiera
pasado.
Tal vez Yunho
pudiera de alguna manera ayudar a Kibum, también.
Por otra
parte, tal vez estaba sólo engañándose a sí mismo. Cuando llegaba a este
cansancio, sus instintos no eran fiables, por lo que no se habría sorprendido
de saber que, incluso a pesar de que Yunho había parecido un tío decente, era
realmente algún tipo de curandero autoproclamado. Que llevaba una espada.
Bonito conjunto.
Jaejoong metió
la camioneta en el garaje del complejo de apartamentos, rogando permanecer
despierta el tiempo suficiente para lavarse los dientes antes de derrumbarse en
la cama.
Tiró el bolso
sobre el mostrador de la cocina, ignorando el fregadero lleno de platos sucios
y los montones de correo sin abrir. Nada de eso importaba tanto como subirse al
colchón.
—Hola —dijo Yunho
desde el sofá, haciendo saltar a Jaejoong e inundándole el sistema con un
completo nuevo montón de adrenalina.
Se había
quitado los zapatos y estaba recostado allí como si tuviera todo el derecho de
estar en su casa.
—Espero que no
te importe que haya entrado. Dejaste la puerta del balcón abierta.
Jaejoong se
detuvo en seco, a pesar de que el nublado cerebro tenía algunos problemas para
entender lo que estaba viendo. Le tomó unos pocos segundos encontrar la lengua
a través de la conmoción.
—Nunca dejo mi
puerta abierta —dijo, como si fuera la cosa más importante a destacar, más que
el hecho de que él estuviera dentro de su casa sin permiso—. Y estamos en el
tercer piso.
— ¿Cómo más
podría haber entrado? —preguntó él, atreviéndose a ofrecerle una encantadora
sonrisilla que provocó que sus ojos marrones brillaran.
Era una
pregunta lógica, estaba tan terriblemente cansado que no podía imaginarse
ningún tipo de respuesta inteligente.
— ¿Qué estás
haciendo aquí?
—Esperándote
—dijo él, como si debiera haberlo sabido.
— ¿Cómo me
encontraste?
—La matrícula
de tu camioneta. Tengo un amigo en el Departamento de Vehículos a Motor.
— ¿Un amigo
que está trabajando tan temprano esta mañana? No son las ocho todavía.
Yunho se
encogió de hombros.
—Pareces
agotado.
—Lo estoy.
Mira, el problema es que no tiendo a irme a la cama cuando hay extraños en mi
salón.
Esa
encantadora sonrisilla se amplió a una sonrisa.
—No somos
extraños. Lo sé todo sobre ti.
Eso sonaba un
poco espeluznante, haciéndolo desear no haber dejado su escopeta en la
camioneta.
—Escucha. No
sé cómo has entrado y realmente no me importa ahora mismo. Todo lo que quiero
es que te vayas para que pueda dormir un poco.
No podía ni
siquiera recordar que día era. Eso era una mala señal.
Yunho se levantó
y se puso de pie delante de él. Era unos cinco centímetros más alto en botas y
desde esa distancia podía ver cálidas astillas de fuego dorado en sus ojos
marrones. No se había afeitado la barba en ese día, otorgándole a su mandíbula
sombras adicionales que acentuaban los ángulos de su rostro. Una pequeña
cicatriz sobre su ceja izquierda resaltaba contra el bronceado de su piel y si
los círculos bajo sus ojos eran un indicio, estaba tan cansado como él.
—No puedo irme
sin ti. Lo siento.
—No voy a
ninguna parte —dijo.
—Bueno,
entonces ¿podemos simplemente sentarnos y hablar durante un par de minutos?
Algo acerca en
el modo en que habló le dijo que no estaba ni siquiera cerca de lo que quería
decir realmente.
—Sea lo que
sea, podemos hablar de ello en unas pocas horas. Me reuniré contigo en la
cafetería de la esquina a las seis, ¿de acuerdo?
Él apretó la
boca.
—Esto no puede
esperar.
—Va a tener
que hacerlo.
Se volvió y le
abrió la puerta, esperado que cogiera la indirecta y saliera.
—Lo siento.
Tengo que saber.
Yunho puso una
mano sobre el hombro de él y le detuvo en seco. Su palma era cálida, incluso a
través del tejido de la camisa. Su cabeza giró por un momento, su toque le
trajo una extraña sensación de déjà vu. ¿Tal vez lo había conocido antes en
alguna parte? No creía eso, teniendo en cuenta el hecho de que estaba bastante
seguro que se acordaría de un hombre como él, una alarmante mezcla de atractivo
masculino y la confianza en su competencia para respaldarla. Por no hablar de
la parte en que él llevaba una espada.
Se volvió a
mirarlo, esperando que eso la ayudara a recordar quién era. Él estaba mirando
hacia su mano con una extraña mezcla de esperanza y confusión destellando en
sus ojos marrones. Después de un segundo, se aclaró la garganta.
— ¿Sentiste
algo?
Oh, sí, pero
iba a jugar a hacerse el interesante. Esas cosas eran todas demasiado extrañas.
— ¿Cómo qué?
Se encogió de
hombros, distrayéndole durante un segundo con la impresionante anchura de sus
hombros.
—No estoy
seguro. Tal vez sólo funciona si toco piel desnuda.
Jaejoong había
oído hablar de muchas formas diseñadas para tenerlo desnudo antes, pero esta
era de lejos la más extraña.
— ¿Qué sólo
funciona si tocas la piel desnuda?
Él deslizó su
mano hacia abajo por el brazo hasta que justo las puntas de sus dedos
contactaron con la piel bajo la manga. El calor se filtró a su interior, junto
con algo más. Algo extraño, como una descarga de electricidad estática, pero
una que no le hizo daño. De hecho, se sentía muy bien y se sentía mejor a cada
segundo.
Una fuerza
rugió a través de su sistema, haciendo que su necesidad de dormir se
desvaneciera. Su cuerpo cobró vida, volando con un torrente embriagador de
placer que lo hizo estar seguro de que podía flotar. Su cansancio se disipó,
dejando tras de sí una débil energía zumbante a su estela.
Miró a Yunho,
conmocionado por lo que estaba haciendo con él, pero el movimiento súbito le
hizo marearse y perder el equilibrio e instintivamente se agarró a él para no
caer.
Le atrajo
hacia sí, él fue sin luchar, incapaz de hacer nada más en medio del vértigo.
—Tranquilo,
ahora —dijo él en voz baja—. Te tengo.
Cuando las
palabras se deslizaron a su interior, el suelo del mundo de Jaejoong se detuvo.
Tenía la nariz presionada contra su garganta y podía oler el calor de su piel,
ver los latidos de su pulso a lo largo de la gruesa columna de su cuello. Una
pálida banda luminosa brilló a sólo unos centímetros de los ojos, tuvo el
irresistible impulso de alcanzarla y quitársela. Quería eso. Lo necesitaba. Esa
gargantilla era suya y siempre lo había sido.
Era suyo. Todo él. Desde el fondo de sus
amplios pies calzados con botas hasta lo alto de su despeinado pelo y todos los
encantadores lugares duros intermedios.
Se obligo a
respirar profundamente, absorbiendo su aroma. Un bajo murmullo de excitación se
arremolinaba en su interior, apartando la áspera fatiga que le había gobernado
sólo momentos antes. Todavía quería irse a la cama, pero no para dormir. Quería
a Yunho allí con él, desnudo y dispuesto para su placer. Iba a tomarse su
tiempo aprendiendo lo que a él le gustaba. Montones y montones de tiempo.
Pero la cama
estaba demasiado lejos para que esperara. Necesitaba tocarle. Saborearle. Las
manos se dirigieron bajo el dobladillo de su camiseta de punto y se deslizaron
bajo ella. Firme piel cálida tentaba a los dedos para explorarle más, mientras le
presionaba la boca abierta contra un lado de su cuello.
Le oyó hacer
incoherentes sonidos de sorpresa, pero no parecía importarle lo que le estaba
haciendo. De hecho, él inclinó la cabeza a un lado para darle espacio y que
pudiera deslizar la lengua sobre su salada piel.
— ¿Qué
infiernos está pasando? —dijo él con la voz áspera.
—Si no lo
sabes, voy a tener un infernal buen tiempo para mostrártelo.
Esto era una
locura, pero al parecer no podía detenerse, ni le importaba no poder. Le quitó
la camiseta por encima de la cabeza para llegar a más piel, necesitando sentir
más de él bajo las manos. Estaba muy tatuado, luciendo un gran dibujo de algún
tipo de árbol que se extendía desde sus hombros y la parte superior de sus brazos
hasta su cinturón. Se moría por ver sólo lo lejos que llegaba.
Las ramas de
su tatuaje estaban muy detalladas, casi desnudas excepto por una sola hoja
solitaria, y estaba casi seguro que era algún tipo de metáfora de la vida o
alguna mierda así. No es que le importara. Podía ser tan filosófico como
quisiera, siempre que lo hiciera desnudo.
Le pasó un
dedo a lo largo de una rama, hacia abajo por el tronco del árbol donde
alcanzaba la cintura baja de sus vaqueros. Sus abdominales se tensaron como si
hubieran sido golpeados, marcando sus músculos para su disfrute.
Yunho se
estremeció bajo su toque, pero cuando se movió para abrirle el botón de la
bragueta, él le agarró las manos y las sostuvo en un fuerte apretón.
—Tenemos que
parar —le dijo.
Le miró a los
ojos, los cuales estaban oscurecidos de necesidad, todos esos dorados destellos
se habían ido ahora, devorados por sus pupilas. Sus mejillas estaban
enrojecidas y un sutil sudor había perlado su pelo.
— ¿No me
deseas? —preguntó.
—Dios, sí. ¿No
puedes sentirme temblar?
Podía y eso le
hizo sonreír con una sensación de victoria.
—Mi habitación
esta justo detrás de esa puerta.
Yunho gimió y
cerró los ojos.
—No eres tú, a
pesar de que desearía como el infierno que lo fueras.
— ¿Qué no soy
yo?
—Esta… cosa
que estamos sintiendo.
Tenía razón.
Normalmente no desnudaría a extraños que habían irrumpido en su casa. Algo
estaba fuera de lugar aquí.
Jaejoong agitó
la cabeza, intentando aclararse o darle algún sentido a la maraña de
pensamientos y sentimientos que la pasaban por el cerebro.
Mientras
estaba distraído, Yunho le soltó y retrocedió. Su postura decía que pensaba que
podría golpearle o algo, porque estaba todo tenso como si estuviera esperando
recibir un puñetazo.
No le golpeó,
por supuesto, pero la necesidad de tenerle desnudo también estaba
desapareciendo. Todavía estaba caliente, especialmente con todos esos músculos
en su pecho y el abdomen exhibiéndose, pero al menos ahora podía mantener la
lengua para sí mismo.
No estaba
seguro si eso era una mejora o no.
Las manos de Jaejoong
estaban temblando, así que se las metió en los bolsillos de los vaqueros. El
cansancio, profundo hasta los huesos, estaba volviendo rápido, como si nunca se
hubiera ido del todo.
— ¿Qué
infiernos es esto? —le preguntó a él.
—No estoy
seguro.
Su tono era
duro, sus palabras cortantes.
— ¿Te hice
daño?
—No.
— ¿Por qué lo
haces sonar como si eso fuera una mala cosa?
Levantó la
mano ‑la que tenía un anillo iridiscente‑ y le miró como si su vida dependiera
de ello. Pequeños arco iris atrapados en él bailaban en un vendaval, dando
vueltas alrededor como si estuvieran levantados por algún viento invisible.
— ¿Ves el
color? —preguntó él.
—Sí, todos.
¿De dónde sacaste eso?
—Es una larga
historia. Mira más. ¿Ves algún color más que otro?
Jaejoong miró
la banda, le encantaba el fluir de los arco iris sobre la superficie. Era
magnético. Hipnotizante. Bello. Pero no veía ningún color dominante.
—No. No
realmente.
—Mierda
—gruñó.
— ¿Qué pasa?
—Sólo te
confundí con otra persona. Eso es todo. Lo siento.
No dolió cuando
Yunho dejó de tocar a Jaejoong. Esa era la idea que se mantenía resonando en el
cerebro de Yunho, volviéndole loco. Se suponía que iba a doler. Había
necesitado que le doliera.
Había querido
que Jaejoong fuera el único para él tan arduamente que había comenzado a creer
que era cierto.
¡Qué tonto era
por pensar que merecía otra oportunidad! Eunhyuk había encontrado a Donghae
primero, así que había fallado allí, nunca había sido capaz de hacer feliz a Tiffany,
a pesar de que el cielo sabía que lo había intentado todo lo posible. Llevaba
muerta doscientos años y todavía no podía entender por qué ella no pudo amarle,
¿qué más podía él haberle dado para hacerla feliz?
Yunho se negó
a detenerse en eso. Incluso si Jaejoong no era su caballero, podría ser capaz
de salvar a uno de sus hermanos. Evidentemente era un sangre pura. De hecho,
basándose en la forma en que reaccionó su luceria, posiblemente era un Amaterasu.
Sólo que no el suyo.
Yunho se miró
el pecho. La última hoja de su marca de vida se balanceaba al son del tiempo
con la brisa veraniega exterior. Parecía un poco más marrón que verde hoy.
Realmente no le quedaba mucho tiempo y todavía tenía un trabajo más que hacer:
llevar a Jaejoong a Castillo Matsumoto, justo como ordenó Victoria.
—Tenemos que
movernos —le dijo a Jaejoong.
—No voy a ir a
ninguna parte hasta que haya tenido sobre diez horas de sueño. Además, ¿qué te
hace pensar que iría a cualquier parte contigo? —preguntó.
Yunho no tenía
paciencia para esto. Había demasiado en juego aquí. Incluso si no hubiera
estado obligado por su promesa a Victoria de llevar a Jaejoong a casa,
necesitaba llevarlo de vuelta para que pudieran ver si podía ser compatible con
alguno de los otros hombres de allí. Estaban todos muriendo, sólo que no tan
rápido como él. Podía ser capaz de salvar a uno de sus hermanos en armas.
Llevarlo a Castillo Matsumoto era la última cosa que podía hacer por su gente
antes de ir a su muerte.
Le agarró por
los hombros y le apoyó contra la pared. Se sentía bien bajo sus manos, lo cual
le enfadaba. ¿Por qué se sentía tan bien si no era suyo?
—Nos vamos.
Vienes con nosotros. Puedes caminar, o te llevaré. Tú decides.
Para su
crédito, no se acobardó o se vino abajo, incluso cuando se enfrentaba a un
hombre armado de su tamaño. Sus ojos azules brillaron ante el desafío y levantó
la punta de su barbilla hasta encontrarse con su mirada.
— ¿Crees que
puedes empujarme? —preguntó.
—Empujar,
tirar, arrastrar. Lo que sea necesario.
—Tengo
responsabilidades. Gente que me necesita. No voy a dejarte decidir a dónde voy.
Lo siento por explotar tu burbuja de macho.
Yunho se
imaginó que tenía un par de opciones. Podía hacer valer las amenazas y
arrastrarlo de allí pataleando y gritando, lo que sin duda atraería la atención
de los vecinos, o podría utilizar un poco de delicadeza.
La delicadeza
no era su punto fuerte, pero haría lo que fuera para llevárselo a Victoria y
los hombres.
Dejó escapar
un suspiro lento y largo, retiró las manos de su cuerpo, esperando que lo
ayudara a mantener la calma.
— ¿Qué
responsabilidades?
Tal vez podía
hacerse cargo de ellas, dejándolo libre para volver con él.
—Tengo un
trabajo que hacer. Chicos que están siendo secuestrados de sus hogares todo el
tiempo. Necesito estar aquí para encontrarlos.
—He oído
hablar de tu talento. Simplemente ¿cómo eres capaz de encontrarlos cuando nadie
más puede? —preguntó.
Él se apartó
de la pared, él notó que su equilibrio estaba un poco inestable. Tal vez estaba
más exhausto de lo que pensaba.
Yunho se
acercó a ayudarlo, pero le apartó la mano de un manotazo y se hundió en el sofá
como si ya no tuviera otra opción.
—Soy bueno en
lo que hago. Eso es por qué me pagan con billetes grandes.
—Realmente
dudo de que esa sea la historia completa, pero si es dinero lo que estas
buscando, puedo pagar. Tengo un montón y te daré lo que quieras si vienes
conmigo.
Vio un atisbo
de victoria destellar en los ojos de Jaejoong y supo que había encontrado la palanca
correcta para usar con él. Dinero.
Él se levantó,
revolvió entre algunos papeles que había sobre el mostrador de la cocina y
garabateó algo en un block de notas. Arrancó la primera hoja y se la entregó a
él.
—Esto es un
número de cuenta donde quiero que envíes el dinero. Pon medio millón ahí hoy e
iré donde quiera que desees. ¿De acuerdo?
Yunho tomó el
papel, algo en él se marchitó. Se la había imaginado como algun gran héroe que
hacia todo lo necesario para encontrar a los niños, no importaba cuánto dinero
hiciera. Había pensado que era uno de los buenos, como él. Había estado
equivocado. No era más que otra persona intentando hacer dinero con el dolor y
el sufrimiento de los demás.
¿Cómo podría
haber estado tan equivocado? Sus instintos eran normalmente mejores que eso.
Yunho no podía
mirarlo a los ojos. No podía soportar ver la codicia que sabía que iba a estar
al acecho allí.
—Trato hecho
—dijo él, pero no se atrevía a darle la mano.
—Voy a tomar
una ducha rápida —dijo—. Si el dinero está cuando salga, podemos irnos.
Jaejoong estaba a
punto de llorar de alivio cuando Yunho aceptó sus condiciones. Ya estaba con el
teléfono móvil haciendo la transferencia de fondos en su cuenta cuando fue a
ducharse. No podía creer lo fácil que había sido.
Finalmente, Jaejoong
podría estar seguro de que Kibum siempre iba a tener un lugar para vivir. Entre
el medio millón que Yunho le daba y la gran póliza de vida de Jaejoong, si algo
le pasaba a Jaejoong, Kibum siempre estaría cuidado. Estaría a salvo.
Jaejoong hizo
un rápido trabajo lavándose el sudor del dolor y el temor de la última noche,
se puso el primer par de vaqueros más limpios que pudo encontrar. La colada se
estaba convirtiendo en un problema, uno que tendría que hacer frente cuando
volviera, pero no ahora. Ahora tenía que salir a la carretera con un hombre que
apenas conocía. Un hombre que la había hecho puré con un sólo toque.
Jaejoong iba a
tener que ir con mucho cuidado para no dejarle tocarlo más.
Fue al salón,
presentable pero de ninguna manera glamuroso. El pelo estaba todavía húmedo y
no se había tomado la molestia de tomarse tiempo para arreglarse. Estaba
demasiado malditamente cansado para que le importara cómo se veía.
—Está hecho
—dijo Yunho en un tono sombrío.
La calidez en
sus ojos había desaparecido, lo que le hacía menos humano. Más mortífero. Le
había visto en una pelea y sabía que el hombre era un oponente formidable, pero
nunca se había preocupado de estar en el extremo receptor de su espada.
Hasta ahora.
El dinero había
cambiado la forma en que le miraba y no importaba cuanto se dijera que no le
importaba, sabía que era una mentira. Quería gustarle. Que la respetara. No
tenía ni idea de por qué le importaba. Nunca la había tenido antes. Había
cabreado a más que sólo un poco de gente en su determinación por encontrar
chicos desaparecidos, pero con Yunho era diferente. Ese ligero desdén elevando
su labio cuando la miraba dolía.
Jaejoong no
podía hacer que no le importara lo que él pensaba, así que se negó a pensar en
ello. Tenían un trato. Kibum estaría a salvo. Era hora de moverse.
—¿Dónde vamos?
—Missouri.
Jaejoong casi
gimió. Estaba demasiado cansado para conducir tan lejos. Sabía que lo estaba.
Nunca llegaría allí con vida. Por otra parte, si no sobrevivía, Kibum recibiría
todo el dinero de su seguro de vida.
Así que
decidió poner esa situación bajo el membrete de ganar‑ganar.
Algo de sus
pensamientos se debió filtrar a su rostro, porque Yunho dijo:
—Yo conduzco.
No querría que chocaras tu camioneta antes de que hayas terminado de darme lo
que mi dinero vale.
Jaejoong
asintió.
—Bien.
—Empaqueta
para un par de días, pero sé rápido.
Jaejoong cogió
una de las dos bolsas para pasar la noche que tenía empaquetadas y listas para
salir en todo momento en caso de que recibiera una llamada de padres
desesperados.
—Estoy listo.
Creyó ver un
destello de respeto cruzar sus duros rasgos, pero no podía estar seguro.
Hubo unos
fuertes golpes en la puerta, como si alguien estuviera intentando tirarla a
patadas.
Yunho
desenvainó una espada de ningún sitio ‑lo cual era el mejor truco que había
visto‑ y se llevó un dedo a los labios pidiendo silencio.
—Probablemente
sea mi repartidor de periódicos queriendo el pago. ¿Te apartarías, infiernos?
Dio un paso
para mirar por la mirilla, pero Yunho le detuvo con un grueso brazo musculoso.
Sólo le rozó
la piel del brazo, pero fue suficiente para que Jaejoong cerrara los labios
para evitar lanzar un gemido de placer. Un hormigueante calor se extendió desde
el punto de contacto e la invadió los miembros, haciéndole sentir pesado y
lánguido. Quería frotarse contra él como un gato, deseaba que no se hubiese
vuelto a poner su camisa mientras estaba en la ducha. Se habría sentido tan
bien pasando los dedos por su espalda y conocer todos los rígidos músculos que
yacían bajo su carne.
La piel se la
calentó hasta que estuvo seguro que estaba roja brillante. Una dolorosa vacía
necesidad le roía, presionó sus muslos juntándolos en un esfuerzo por aliviar
el dolor. No funcionó. Necesitaba que Yunho le tendiera y lo llenara,
deslizándose en su interior una y otra vez hasta que se alejaran del mundo y
nada más que ellos dos existieran. Sin preocupaciones. Sin miedos. Sin
monstruos. Sólo Yunho y el tacto de su piel sobre la suya.
Se apartó,
dejándolo tambaleante, casi balanceándose con la fuerza poderosa de la
necesidad. Se agarró a la pared para apoyarse, pero le hizo poco bien. Terminó
sentado de culo, temblando como si hubiera pasado la última semana vomitando.
A través de la
puerta se oyó:
Vagamente, fue
consciente de que Yunho estaba dejando pasar al hosco gigante a su casa. Estaba
llevando algo grande y pesado envuelto en una sábana. Unos pies con botas
salían de un extremo.
Sagrada mierda. Había llevado un cadáver a su apartamento.
—Está mal
—dijo Minho.
—¿Cómo de mal?
—preguntó Yunho.
La
preocupación volvía ásperos los bordes de sus palabras.
—Comenzó a
tensarse hace un par de minutos. Pensaba que el sol podría empeorar las cosas,
así que lo traje a dentro.
— ¿No dejarías
que ninguna luz le tocara, verdad? —Preguntó Yunho—. No necesitamos ese tipo de
problemas ahora mismo.
Minho dejó la
carga sobre el sofá y empezó a cerrar las cortinas sobre las ventanas de Jaejoong.
— ¿Parezco un
jodido idiota? Tuve cuidado, le envolví bien y apretado. No necesitamos ninguna
sonrisa más.
Jaejoong se
levantó.
— ¿Qué está
pasando? ¿Es ese Kyuhyun?
Yunho ni
siquiera le echó una mirada. Estaba demasiado ocupado desenvolviendo el capullo
de sábanas de alrededor del cuerpo de Kyuhyun. Cuando terminó, dejó a Kyuhyun
sobre el sofá. De alguna manera había perdido más peso y ahora era un esqueleto
envuelto en piel. Su piel estaba pálida, casi azul y estaba completamente
inmóvil.
— ¿Esta
muerto? —preguntó Jaejoong.
—Casi. —Yunho
le disparó a Minho una mirada acusadora—. ¿Por qué infiernos no le alimentaste?
—He pasado
siglos sin dejar que una de esas sanguijuelas me tocara. No voy a empezar
ahora.
A él le
pareció oír a Yunho murmurar algo como “Hijo
de puta egoísta” por lo bajo.
—Te guste o
no, todavía lo necesitamos.
—Habla por ti
mismo —dijo Minho—. No necesito una mierda.
El cuerpo de Kyuhyun
comenzó a agitarse como si estuviera teniendo un ataque.
Yunho apretó
la parte superior del cuerpo contra la de Kyuhyun para sujetarlo. Extendió el
brazo hacia Jaejoong y señaló con la cabeza su espada yaciendo en el suelo
junto al sofá.
—Córtame la
muñeca, luego mantén su boca abierta —le dijo a él.
Vampiro. Ahí estaba de nuevo, esa palabra tirando de las
esquinas asustadas de su mente. Había visto suficientes cosas para saber que
los monstruos eran reales, pero no le gustaba saber que ese en particular
existía. Era demasiado misterioso.
O tal vez
fuera el hecho de que uno estaba en su casa lo que le molestaba.
—Vamos, Jaejoong.
Corre. Se está muriendo.
Y él había
prometido darle su sangre. Yunho ya le había dado mucha. Kyuhyun lo había dicho
más temprano. No podía arriesgarse a dejarle que se dañara por algo que él
había prometido hacer.
— ¿Cuánta
sangre necesita?
—No lo sé,
pero no será suficiente para matarme.
Bueno.
Entonces no le mataría, tampoco. Jaejoong tomó su espada justo cuando el cuerpo
de Kyuhyun se arqueó del sofá en un ataque particularmente feroz. Antes de que Yunho
pudiera detenerlo, él usó su espada para abrirse un corte en la muñeca, abrir
los labios de Kyuhyun y sangrar en su boca.
Yunho se dio
cuenta de lo que había hecho y gritó:
— ¡Jaejoong,
no!
El ataque se
detuvo al instante. Los misteriosos ojos plateados de Kyuhyun se abrieron
ampliamente y le agarró la muñeca con ambas manos, sosteniéndole el brazo
contra su absorbente boca con un agarre irrompible.
Se imaginaba
que sería doloroso, pero no lo era. Ni siquiera había sentido la espada
cortándole el brazo, así era de afilada. Todo lo que podía sentir ahora era un
movimiento suave contra la piel y una especie de ingravidez, como si estuviera
siendo llenado con helio. Era extraño, pero no desagradable.
En la
distancia, podía oír a Yunho gritando y ver a Minho apartándole físicamente de Kyuhyun.
Pero nada de eso importaba.
Sintió una
presencia exterior tocándole la mente como una caricia caliente. Kyuhyun.
Quería saber más de él. Quién era. De donde había venido.
Jaejoong le
dejó entrar. Tenerlo en la mente le hacía sentir bien y de todos modos estaba
demasiado débil para luchar contra algo tan fuerte como era. Demasiado cansado.
Él quería que
se durmiera. Descansara. Y eso también era lo que quería.
Durante un
momento, le preocupó haber olvidado hacer algo. ¿Apagar el horno? ¿Lavarse los
dientes? No podía recordar qué era y de pronto, no parecía importarle nada más.
Fuera lo que fuese, no era importante.
Jaejoong se
dejó ir y se alejó, el cuerpo sin peso flotando hacia el sueño.
Jaejoong quedó inerte y una nauseabunda oleada de pánico se elevó por la garganta de Yunho. Se retorcía contra la sujeción de Minho, tratando de llegar a él.
— ¿Qué cojones
hiciste con él, chupa sangre?
Kyuhyun le
lamió la muñeca, no dejando tras de sí ningún rastro de la herida. Ya no estaba
hasta los huesos, tan delgado y pálido. El cuerpo se había llenado y un
saludable brillo impregnaba la piel. En un tono calmado, explicó:
—El pobre niño
no había dormido en tres días. Se estaba exigiendo demasiado, así que le puse a
dormir.
Yunho logró
romper el agarre de Minho y empujó a Kyuhyun lejos. Su cuerpo cayó al suelo al
lado del sofá, sin huesos y lánguido. Revisó su pulso y lo encontró fuerte y
constante.
El alivio le
sacó el aliento del cuerpo y bajó la cabeza contra la de él en agradecimiento.
El aroma de su piel lo calmó, no podía dejar de apartar el cabello de su cara.
Iba a estar bien.
Yunho recogió
su largo cuerpo en los brazos y le llevó al dormitorio. El lugar era un
desastre, con ropa tirada por todas partes. Las mantas estaban arrugadas,
mostrando signos de donde había dormido la última vez.
Hacía tres
días.
Yunho debería
haber sido más consciente de su fatiga. Tendría que haber insistido en que
descansara. No era como si estuviera ciego a la debilidad de las personas que
le rodeaban. Eso podía matar a un montón de gente en la guerra contra los Yokai.
—Lo escondió
muy bien —dijo Kyuhyun desde la puerta, como si estuviera leyendo sus
pensamientos.
Entonces otra
vez, su juramento de sangre hacía posible realizar un montón de cosas para que Yunho
no se divirtiera.
Yunho todavía
quería golpear al Susano, pero no quería apartar los ojos de Jaejoong, no
importaba lo bien que le habría sentado tumbar a Kyuhyun.
—Debería
haberlo sabido, de todos modos. Si hubiera sido mi caballero, lo habría hecho.
La decepción
le dejó un sabor amargo en la boca.
Puso a Jaejoong
en la cama, le quitó los zapatos y tiró de las mantas alrededor de su delgado
cuerpo. Estaba indefenso ante eso, hacía que sus instintos protectores rugieran
a la vida. Nada iba a acercarse a él hasta que tuviera tiempo de recuperarse. Victoria
tendría sólo que esperar.
—No
necesariamente —dijo Kyuhyun—. Ha pasado largo tiempo desde que los Amaterasu
encontraron compañeros. Sabemos tan poco sobre esas parejas. Las cosas pueden
ser diferentes ahora. Los signos pueden ser diferentes.
Yunho fue a la
puerta donde estaba Kyuhyun, el Susano se apartó. Un hombre inteligente.
—No estoy de
humor para otra decepción, así que perdóname si no compro la mierda que estás
vendiendo. No es mía.
Decir las
palabras hizo que el pecho le ardiera.
Kyuhyun sólo
sonrió.
—Creo que
podrías estar equivocado.
—No lo estoy.
Yunho se
negaba a permitirse sentir incluso la menor agitación de esperanza. Estaba
fuera de tiempo e iba a ser un buen jugador y tomar la derrota como un hombre.
Había tenido más oportunidades que la mayoría.
Yunho cerró la
puerta de Jaejoong y fue a buscar algo de comida, llevando a Kyuhyun con él
para que no pudiera verse tentado a entrar en la habitación de Jaejoong.
Su apartamento
era pequeño, con la cocina, el salón y el comedor apiñados uno encima del otro.
El lugar parecía no haber sido limpiado en meses, excepto por el brillo de un
pesado banco de hacer pesas que llenaba lo que debería haber sido el comedor.
El diseño
abierto le daba una clara vista de todo el espacio, incluyendo la cocina, la
cual necesitaba una limpieza a fondo.
Minho le había
golpeado a la caza de alimento, ya estaba revolviendo en los armarios y el
frigorífico. Por la escasa oferta en el mostrador ‑un par de latas de sopa y
una cuestionable carne del almuerzo‑ no había encontrado mucho.
Kyuhyun seguía
acechando tras él. Yunho vio su espada, todavía manchada con la sangre de Jaejoong,
y la recogió.
—Es casi
seguro que es un Amaterasu —dijo Kyuhyun.
—Supuse un
poco esa parte.
Yunho
humedeció una toalla de papel y limpió su espada, después tiró la toalla por el
inodoro, donde el olor de la sangre no podía traer ningún problema. Estaban
bastante seguros durante el día, pero no tomaría ningún riesgo con Jaejoong
durmiendo en la habitación de al lado.
Kyuhyun estaba
pisándole los talones.
— ¿Qué te hace
pensar que no es tuyo?
—Mi anillo no
respondió a él como debería. No había color.
—Todavía.
Yunho enfundó
su arma antes de decidirse a usarla en Kyuhyun y se dio la vuelta. Se quedaron
cara a cara, pero había algo diferente en él ahora. Algo que Yunho no podía
emplazar. Era como si Kyuhyun supiera un secreto que no estaba dispuesto a
compartir.
—Para ya y
vete al infierno. Estoy sin tiempo, eso es todo.
— ¿Quieres ir
a buscar el nido esta noche? —preguntó Minho, completamente serio—. Iré y seré
tu testigo.
Testigo del
último acto heroico de Yunho. Era una peligrosa oferta por parte de Minho, una
que podría matarle. Yunho podía meterse en un nido de Yokai, sabiendo que sería
la última cosa que hiciera y si Minho estaba cerca de la acción, la espada de Yunho
sería llevada de vuelta de forma segura al Salón de los Caídos.
A Yunho no le
iba a gustar usar una espada diferente, pero no podía permitirse el lujo de
dejar que la suya fuera tomada, y no era como si fuera a salir con vida, de
todos modos. El objetivo era eliminar tantos demonios como pudiera antes de que
le derribaran.
—Gracias
hombre, voy a aceptar tu oferta, pero tengo que llevar a Jaejoong a Victoria
primero. Lo he prometido.
Minho asintió
con la cabeza y empezó a manosear a través del frigorífico de Jaejoong, sin
inmutarse por hablar de suicidio.
—Vete a
matarte si quieres —dijo Kyuhyun— pero te estoy diciendo que estás equivocado
sobre él.
Yunho iba a
lamentar preguntarlo, pero lo hizo de todos modos.
— ¿Qué te hace
pensar eso?
—Él sintió
algo cuando le tocaste.
Una chispa de
esperanza se encendió en su interior, tan frágil y débil que apenas podía
sentirla.
— ¿Lo hizo?
—Sí.
—Pero yo no.
No hubo dolor. No… nada.
Kyuhyun se
encogió de hombros.
—He estado
intentando decirte que tu experiencia puede ser diferente de la de Eunhyuk. No
sabemos incluso cómo existen estas parejas. No hay manera de que podamos
predecir qué tipo de reacción causaran, no después de tantos años de espera.
—Pero yo creí
que todos los Susano os habíais juntado después de que Eunhyuk encontrara a Donghae
y decidisteis que ese dolor era debido al tiempo en que había cargado con su
poder. He estado arrastrando el mío alrededor del mismo tiempo, pero no me dolió
cuando rompió el contacto.
—Le dolió a él.
En cierto modo.
Yunho sintió
un repugnante retortijón de culpabilidad en las entrañas.
— ¿Le hice
daño?
—No
exactamente. Digamos sólo que se sintió mejor cuando le tocabas.
Le había
encendido. Eso estaba claro. Había estado dispuesto a dejar que la tomara. Tal
vez era eso lo que Kyuhyun quería decir.
—Ahora lo
estás cogiendo —dijo Kyuhyun.
— ¿Qué más
viste? —exigió Yunho.
El rayo de
esperanza estaba creciendo, y como era tan tonto como era, lo estaba permitiendo.
Quería saber todo sobre él así que igual esta vez las cosas serían diferentes.
No como con Tiffany.
—No mucho.
Estaba demasiado débil para que yo pasara demasiado tiempo en su mente. Sentí
que ella no es todo lo que parece. Está pasando a través de una tragedia.
Nunca más. No
quería que la tragedia volviera a tocar la vida de él de nuevo.
— ¿Qué tipo?
Kyuhyun se
encogió de hombros.
—La misma que
todos nosotros. Ha perdido a sus seres queridos. Su madre se fue, lo que es una
vergüenza. Esperaba que hubiéramos averiguado una manera de preguntarle y ver
si el padre de Jaejoong tenía alguna conexión con el de Donghae.
— ¿Podrían ser
hermanos?
Yunho no podía
ver similitudes entre el exuberantemente curvado cuerpo de Donghae y la
elegante complexión musculosa de Jaejoong. El color de sus melenas era similar,
pero eso era todo.
—No. No lo
creo. Sus sangres no están lo suficientemente cerca.
— ¿Has
aprendido algo más?
—Sólo que él
trabaja demasiado duro. No come bien o duerme lo suficiente la mayoría del
tiempo.
—En eso tienes
razón —gruñó Minho desde la cocina—. No hay mucho aquí que sea comestible y es
malditamente demasiado temprano para pedir comida para llevar. Nada está
abierto. Voy a hacer una carrera en busca de comida. ¿Alguna solicitud?
—No —dijo Yunho—.
Sólo sé rápido. Tan pronto como se levante, estaremos en camino.
—Eso va a
tomar un tiempo —dijo Kyuhyun—. Podrías también ponerte cómodo y tomar tu
propio descanso.
—Eso no va a
pasar. No mientras él sea vulnerable.
Kyuhyun sonrió
con satisfacción.
—Hablas como
un hombre ya vinculado.
Yunho se miró
el anillo. Se veía como lo había hecho durante los últimos dos siglos, sólo
decolorándose con el tiempo. Quería creer, pero ¿y si Kyuhyun estaba
equivocado?
Minho cerró la
puerta a su salida.
—¿Qué si no
estoy equivocado? —preguntó Kyuhyun.
—Quédate fuera
de mi cabeza —advirtió Yunho—. Estoy a un largo camino de verte sangrando a Jaejoong.
—Él se
ofreció.
—La próxima
vez, no escuches ninguna oferta que te haga.
—Si no me
hubiera alimentado, todavía estarías pensando que tus días habían llegado a su
fin. Ciertamente esa esperanza en algo vale la pena.
—Sí, la pena
de darte una paliza si estás equivocado.
Kyuhyun sólo
se rió.
—Vete a
proteger a tu hombre. Te hará menos gruñón.
Fuera o no que
Jaejoong pudiera ser de él, estar cerca sonaba como una buena idea, así que
tomó el consejo del Susano y fue a su lado.
Este fic es una adaptación, no es mío, yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO.
ORIGINAL: ECONTRANDO LO PERDIDO - SHANNON K. BUTCHER
PAREJA PRINCIPAL: YUNJAE
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