Oshima, Hokkaido
6 de Agosto.
Los aterrados murmullos del niño se
debilitaban a cada segundo. Kim Jaejoong apenas podía oírle ahora, incluso
aunque tenía el oído presionado contra una grieta de la pared del abandonado
depósito a las afueras de Oshima. Aquellos sordos, aullantes sonidos de terror
le rompían el corazón y hacían que quisiera destrozar a los monstruos que habían
secuestrado a Hyun Woo con las manos desnudas. O hacerlos volar en pedazos con
su pistola. Eso también valía.
Incluso a las
tres de la mañana, el aire de julio todavía estaba caliente y espeso por la
humedad, haciendo más difícil el respirar. Entonces, otra vez, quizás fuera
sólo su reacción a dicho miedo.
Había al menos
cuatro monstruos allí guardando a Hyun Woo, dos más de los que se había
encargado de vencer antes. Y en esa batalla había sido por los pelos. Ni
siquiera estaba seguro de cómo iba a conseguir sacar al chico con vida. Tendría
que improvisar y rogar que saliera lo mejor posible.
Uno de los
monstruos dejó escapar un profundo gruñido que envió una sacudida de miedo
rasgando a través de su organismo. El sudor brotó de la frente mientras luchaba
con la urgencia de huir. Plantó las botas con firmeza y apretó los dientes
hasta que la necesidad de huir pasó sobre él y empezó a desvanecerse. Quedó
tembloroso y goteando de sudor, pero al menos permaneció en el lugar.
Jaejoong sabía
de lo que eran capaces esas criatura ‑lo había visto con sus propios ojos en
más de una ocasión‑ y el sonido de lo que estaban haciendo ahora no era una
buena señal. Los monstruos estaban listos para alimentarse.
La imagen del
pequeño cuerpo de Hyun Woo siendo hecho pedazos por las garras y los dientes
llenó su mente e hizo que le diera un vuelco el estómago. No podía dejar que
sucediera. Esta vez no.
Jaejoong
estaba oficialmente quedándose sin tiempo para explorar el edificio y planear
su ataque. Plan o no, tenía que sacar al pequeño Hyun Woo de allí ahora mismo.
Subió de un
salto las tres escaleras de cemento y giró el pomo de la vieja puerta del
almacén, pero estaba cerrada. Por supuesto. Las ventanas estaban demasiado
altas para que se colara por ellas, y no iba a perder tiempo buscando otra
manera de entrar. No quedaba tiempo, les había prometido a los padres de Hyun
Woo que llevaría a su bebé a casa con vida.
Estúpido, estúpido,
estúpido.
Nunca debería
haber hecho promesas que quizás no fuera capaz de mantener, pero cuando se
enfrentó con tanto temor y pánico en los suplicantes ojos de sus desamparados
padres ‑tanto amor‑ no pudo evitarlo.
Había querido
estúpidamente darles esperanza.
Después de
todas las veces que había fallado en encontrar niños perdidos, o rescatarlos
antes de que fuese demasiado tarde, debería haber sabido hacer algo mejor que
realizar promesas vacías.
Jaejoong tomó
una profunda respiración para darse valor, diciendo una rápida plegaria para
tener suerte, agarró con fuerza la escopeta y lanzó el tacón de la bota contra
la descompuesta puerta. Los trozos de madera se esparcieron por la gigantesca
habitación donde Hyun Woo había estado siendo mantenido prisionero. Jaejoong se
agachó, utilizando el marco de la puerta para ocultarse mientras oteaba el
almacén, buscando frenéticamente algún tipo de plan que consiguiera sacarlos a
ambos con vida.
Estaba oscuro,
con sólo unos rayos de luz amarilla del mugriento farol de la calle flotando a
través de las ventanas rotas situadas en lo más alto de las paredes. El
edificio era viejo y mostraba cada uno de sus años en las caídas vigas y el
resquebrajado mortero. Los grafitis cubrían las paredes, y la basura se
amontonaba en pequeños montones aquí y allí. El suelo de madera estaba podrido
donde simplemente había desaparecido, dejando desiguales agujeros que daban a
cualquier lugar que hubiese debajo.
En el lado más
alejado de la habitación él vio a Hyun Woo. Estaba atado a una de las pocas
columnas que todavía eran lo bastante fuertes para sostener el techo. Sus ojos
estaban enormes por el miedo, y las lágrimas se derramaban por su cara, dejando
estrechas líneas de piel limpia en su estela. Una sucia mordaza llenaba su
boca, pero Jaejoong podía oír los lastimeros quejidos de Hyun Woo viniendo de
detrás de la mordaza. Gracias a dios, todavía estaba vivo. Ahora todo lo que
tenía que hacer era sacarle de allí en la misma condición y devolverle a casa, a
donde pertenecía.
Un plan
brillante. O debería haberlo sido, de no ser por los hambrientos y babeantes monstruos que
permanecían entre él y el niño.
Jaejoong había
estado cazando esas cosas durante ocho años y todavía no tenía otra palabra
para ellos que no fuese monstruos.
Eran del tamaño de enormes perros, con la cabeza de un lobo y el cuerpo de un
chimpancé. Tenían largas y afiladas garras y dientes a juego. La aceitosa piel
negra cubría sus cuerpos y largos hilillos de saliva amarillenta goteaba de sus
demasiado inmensas fauces. Y por razones que Jaejoong todavía no conseguía
adivinar, a las criaturas que mantenían a esas cosas como mascotas les gustaba
robar niños.
No había visto
ninguno de esos monstruos insectoides de unos dos metros de alto por los
alrededores, pero sabía que no estarían lejos de sus preciosas mascotas.
Su explosiva
entrada había alejado la atención de los monstruos del niño y la habían vuelto
sobre él, un lugar mucho mejor para ello, por lo que le concernía.
Se arrastraron
gateando hacia él, sus largas garras dejando desiguales rasguños en el viejo
suelo de madera.
El temor
amenazó con paralizarlo y, una vez más, tuvo que luchar contra la urgencia de
salir corriendo y dejar que el niño se las apañara por sí mismo. No era fácil
de asustar, pero esas cosas tenían la habilidad de hacer que la sangre se le
congelara y el aire le helara en los pulmones. Había algo desnaturalizado en el
temor que causaban. Era más que sólo el hecho de estar cara a cara con
demasiadas garras y dientes. Era más que simplemente el temer por su vida.
Había algún conocimiento instintivo enterrado profundamente en su interior que
le advertía que cuando se enfrentaba a esos monstruos, se estaba enfrentando a
algo mucho más grande y más oscuro de lo que era capaz de imaginar. Y después
de todas las cosas que había visto, tenía una muy vívida imaginación.
Jaejoong se
obligó a respirar, a permanecer calmado y centrarse en sacar a Hyun Woo con
vida. Se deshizo del desnaturalizado temor y fingió que sólo estaba
enfrentándose a perros rabiosos. Una aterrorizada esquina de su mente brincó
ante la ridícula idea, pero la ignoró lo mejor que pudo.
Jaejoong rogó
que las manos la dejaran de temblar lo suficiente como para conseguir un
disparo limpio; entonces se levantó de su escondite y apuntó el arma hacia la
más grande de las bestias. Todavía había casi cien metros entre él y ellos, y
todo menos un categórico disparo los jodería.
Permaneció
allí, justo por fuera del umbral, donde sólo podrían ir hacia ella de uno en
uno, y esperar a que los otros monstruos cerraran la distancia.
—Estamos cerca
—dijo Kyuhyun.
— ¿Cómo de
cerca? —preguntó Yunho. La excitación bombeó a través de su organismo,
haciéndole aferrar con más fuerza el volante.
Miró al
Susano con el que había estado recorriendo el área industrial a las afueras
de Oshima. Los ojos de Kyuhyun emitían un extraño brillo plateado en la oscuridad,
y estaba contemplando algo en la distancia que Yunho no podía ver. No estaba
seguro de que Kyuhyun supiese lo que estaba haciendo, pero seguro como el
infierno que esperaba que lo hiciera. El futuro de Yunho ‑su vida‑ pendía de un
hilo.
Si encontraba
a su pareja y este era él único, el poder que se había estado construyendo en
su interior durante décadas, y el dolor que causaba, finalmente tendría una
salida.
—Hemos estado
conduciendo por hacia el oeste durante días —gruñó Minho desde el asiento de
atrás—. El jodido chupasangre no sabe qué infiernos está haciendo. Sólo te está
llevando de paseo.
—No tenías que
haber venido con nosotros —dijo Yunho.
No le
preocupaba demasiado el solitario en el asiento de atrás.
Se tomaba demasiadas
libertades y no habría reconocido a un compañero de equipo si lo hubiese tenido
sentado en su regazo. Era el tipo de hombre que dejaba bolsas de cadáveres tras
de sí. Su única gracia por lo general, era que los tipos malos necesitaban más
de esas bolsas de cadáveres que los tipos buenos.
—Young Woon lo decidió de otra manera.
— ¿Desde
cuándo sigues sus órdenes? —preguntó Yunho.
—Tengo mis
razones —dijo Minho.
— ¿Cómo
cuales?
—Ninguna de tu
jodida incumbencia. Y, para que conste, sólo porque esté aquí no quiere decir
que piense que esto vale una mierda. Si fuese tan fácil para Kyuhyun encontrar parejas
Amaterasu, entonces, ¿por qué no supimos de ese particular don hace cien años,
antes de que nuestros hombres empezaran a morir?
— ¿Y si estás
equivocado? —Respondió Yunho—. ¿Y si Kyuhyun puede rastrear la línea de sangre
de Donghae y encontrar más personas como él?
Por el espejo
retrovisor, Yunho vio a Minho mirando con asco hacia Kyuhyun.
—Hemos estado
tan ocupados siguiendo ese supuesto rastro que no hemos matado un demonio en
días. El brazo de mi espada se está convirtiendo en una enorme bola de melaza
mientras tú sigues toda esa mierda de Kyuhyun. Te está engañando para conseguir
tu sangre, tío. ¿No lo ves?
Eso quizás
fuese verdad. Yunho sabía que era posible. Los Susano no eran los hombres
más confiables. Su necesidad de sangre los hacía… impredecibles. Si Yunho no
estuviese tan desesperado por encontrar a una pareja como Donghae, nunca habría
hecho un trato con Kyuhyun.
Pero estaba desesperado. El dolor se había
hecho insoportable. No estaba seguro de por qué su cuerpo no había explotado,
por qué el poder que hospedaba no rasgaba a través de la piel y el hueso y lo
hacía pedazos. Tenía que hacer tres horas de meditación cada día sólo para ser
capaz de funcionar, para salir de la cama cada noche. Sólo le quedaban un par
de hojas colgando de su marca de vida, y en el momento en que cayeran, no
estaba seguro de que su alma viviera más allá de otros diez días. Después de
eso, las cosas se pondrían realmente feas.
—Aquí, gira a
la izquierda —susurró Kyuhyun en una voz suave—. Lo he encontrado.
Una brillante
burbuja de esperanza se hinchó dentro de Yunho mientras hacía rugir el motor y
tomaba un brusco giro. Se lanzó saltándose una señal de stop, pero eran más de
las tres de la mañana y no había nadie en los alrededores de esa envejecida
área industrial. Además, si los polis querían multarlo, tendrían que cogerle
primero.
— ¿Estás
seguro? —Preguntó Yunho—. ¿Has encontrado realmente un Sangre Pura?
—Tú, jodido
chupasangre —bramó Minho con disgusto—. No hay nadie. Vamos a aparecer y él te
va a contar alguna historia de que lo hemos perdido, al igual que cada una de
las otras noches de esta semana.
Kyuhyun no
respondió a la acusación de Minho. Su rostro estaba sereno mientras se quedaba
mirando la noche. Sus ojos destellaron brillantes durante un momento y tomó una
aguda respiración.
—Deprisa, Yunho.
No está solo. Siento a los Yokai.
El temor de
perder a su pareja que podía salvarle antes de que le encontrara siquiera, hizo
que a Yunho se le encogiera el estómago. Pisó el acelerador a fondo justo
cuando vio un movimiento al final de la calle. No había demasiada luz, pero
había la suficiente para que viese la sombra de un hombre de pie en el umbral
de una puerta.
—¡Allí está él!
—No creo una
jodida cosa de eso —dijo Minho.
Ni tampoco Yunho.
Kyuhyun había realmente rastreado a una persona que quizás sería capaz de
salvarle la vida. Tal vez con algo del mismo tipo de sangre corriendo por sus
venas que Donghae, el cual era la primera pareja Amaterasu que había nacido en
unos doscientos años.
Todavía no
tenían ni idea de dónde había venido Donghae, pero después de ver el milagro
que había hecho en Eunhyuk, difícilmente le importaba.
Yunho se detuvo en seco en el exterior
del viejo almacén, casi rozando con el SUV la barandilla de metal que
bordeaba el parking. Los faros brillaron sobre los restos de un ancho marco de
una puerta y el hombre que permanecía allí de pie.
Él era alto ‑casi
metro ochenta‑ aunque quizás fuera su postura de mando y el confiado agarre
sobre su escopeta lo que la hacían parecer más alto.
Yunho ya se
había escabullido del coche y desenfundaba su espada cuando vio dos demonios Yokai
–Orochi‑ cargando hacia él, y dos más detrás de ellos. Con escopeta o sin ella,
no era rival para esa cantidad de dientes y garras. Le harían pedazos antes de
que tuviera tiempo de apretar dos veces el gatillo.
— ¡Sal de ahí!
—le gritó mientras subía corriendo de tres en tres las agrietadas escaleras de
cemento hacia él. Podía oír los pesados pasos de Minho y Kyuhyun resonando
detrás de él.
No se volvió
hacia él, ni siquiera se preocupó en reconocer que lo había oído. De hecho, no
mostraba signo del espeso y paralizante miedo que los Yokai causaban
generalmente en los humanos. Parecía totalmente tranquilo, como si esperara que
los demonios le atacaran todos los días.
El Orochi se
acercó con sus cuatro metros y medio y no mostró signos de ir más despacio.
Estaba todavía demasiado lejos para ayudarlo. Iba a verlo morir antes de que
tuviera siquiera una oportunidad para tocarlo y descubrir si era suyo, si
podría salvarlo.
Él disparó su
escopeta al Orochi más cercano. Su cuerpo osciló levemente contra la fuerza del
arma y el profundo disparo hizo eco en la calma de la noche. Le dio a uno de
los demonios. Este voló unos sesenta centímetros hacia atrás, rociando sangre
negra a través del almacén. Bajo las espesas y aceitosas gotas, el suelo de
madera comenzó a chisporrotear mientras la corrosiva sangre se comía todo a su
paso.
Si algo de esa
sangre la hubiese alcanzado, se comería su piel igual de fácil.
Yunho alcanzó
finalmente al hombre. Quería detenerse y tocarlo, pero no había tiempo. Otro Orochi
estaba justo allí, a sólo unos metros de distancia.
Independientemente
de si podía salvarlo o no, el hecho de que hiciera frente al Orochi sin temor
probó que era un raro regalo y tenía que ser protegido a toda costa.
Yunho lo empujó
con el hombro apartándolo del camino y cargó a través del umbral, espada en
mano y listo para golpear. Él impactó contra la pared con un poco más de fuerza
de lo que él había esperado y dejó escapar un dolorido gruñido, pero al menos
estaba fuera de peligro.
Un ileso Orochi
vio a Yunho cargando y sus ojos se iluminaron con un enfermizo fuego verde de
excitación y hambre. Eso levantó el hocico y dejó escapar un aullido para
avisar a los de su tipo, igual que si los alertara de que la comida acababa de
llegar. No había nada que les gustara más a los demonios que comer la carne y
la sangre de un Caballero de la Luz, y Yunho y sus compañeros eran un banquete
andante.
A Jaejoong le llevó un par de segundos
recobrarse de ser lanzado contra la pared de ladrillo.
Buena cosa que hubiera sido el hombro el que se había llevado el primer golpe
en vez de la cabeza. Si no, se habría quedado fuera de combate. Cuando esto acabase,
iba a tener una larga charla sobre modales con el hombre que le había empujado,
pero ahora mismo tenía que sacar a Hyun Woo de allí.
Para el
momento en que Jaejoong se había despejado del impacto, dos de los tres hombres
que habían aparecido ya estaban en el interior del almacén. No estaba seguro de
quienes eran, o qué estaban haciendo allí, pero no iba a cuestionar su buena
fortuna. O sus espadas.
El monstruo al
que había disparado estaba todavía en el suelo, pero se movía culebreando,
chapoteando en piscinas de su propia sangre con esa lengua larga y bífida. Él
sabía por experiencia que si conseguía recuperar bastante de su sangre, la cosa
se levantaría otra vez, todo remendado y como nuevo.
Jaejoong no
podía hacer nada excepto estremecerse ante la visión. Era una que se le iba a
pegar durante las muchas noches que seguirían. Fantástico. Como si necesitara
más combustible para pesadillas.
Otro monstruo
se volvía hacia el hombre que la había empujado. Él tenía el pelo rubio oscuro
y rígidas y agudas facciones. Manejaba una espada un poco más corta que su
brazo y por sus anchos y musculosos hombros y la facilidad con la que esgrimía
el arma, era obvio que tenía mucha práctica con ella. Gracias a Dios que estaba
de su lado.
El monstruo se
agachó, entonces hizo uso de su rapidez sobrenatural, pero el hombre estaba
listo para atacar. Se deslizó bajo el salto del monstruo e hizo pivotar la
espada en un enorme arco de gran alcance que le rebanó el vientre. El hombre
saltó limpiamente a un lado, esquivando la salpicadura de inmundicia y sangre
que se derramaba del monstruo.
La cosa lanzó
un húmedo y delirante sonido y dejó escapar un rugido de desafío mientras
intentaba permanecer de pie. El hombre se movió en lo que parecía ser casi un
círculo lento, su espada brillaba en un tenue arco de luz amarilla. Cuando este
se detuvo, la cabeza del monstruo cayó a tres metros de su cuerpo.
El oscuro humo
que se elevaba del charco de sangre sobre el suelo de madera, ardía. El humazo
creó un hedor tan violento que Jaejoong tuvo que contener el impulso de
vomitar.
— ¿Cómo vamos,
Minho? —preguntó el hombre, sin apartar nunca los ojos de la restante amenaza.
En un lado
alejado del almacén, Jaejoong observó al segundo hombre ‑un tipo con mirada de
enfado, con fuertes facciones y espeso pelo negro‑ cuando redujo a otro de los
monstruos. Él ni siquiera jadeaba.
—Uno menos,
queda otro —dijo mientras se acercaba rodeando la posición del monstruo.
La cosa había
retrocedido a una esquina y Jaejoong estaba bastante seguro que no iba a
escaparse vivo.
—Huelo a más
cerca —dijo una profunda voz detrás de él. Demasiado cerca.
Jaejoong saltó
en sorpresa y se giró, apuntando con su escopeta al tercer hombre del grupo.
Cuando posó los ojos sobre él, el cerebro opacó los oídos y se quedó allí de
pie, mirándole, incapaz de hacer nada más.
Él era
hermoso. Te detenía el corazón, esa enorme e inducida hermosura, con pelo
negro, brillantes ojos plateados y un rostro de modelo de portada. Estaba un
poco delgado para su gusto, pero hacía que aquello funcionara bastante bien
para que él cambiara aquí y ahora su tipo.
—Soy Kyuhyun.
Mis amigos y yo hemos estado buscándote.
Jaejoong se
dio a sí mismo una sacudida mental y parpadeó de modo que pudiera dejar de
mirarlo fijamente.
—Ahora mismo
no voy a aceptar ningún caso. Tengo las manos llenas con Hyun Woo.
Él frunció el
ceño ligeramente confundido y ondeó una elegante mano.
—Hablaremos
después. Ahora mismo, tenemos que entrar antes de que el resto de los Yokai
aparezcan.
Justo
entonces, Jaejoong miró por encima del hombro de él hacia la oscuridad que la
rodeaba y vio el intenso brillo de los ojos verdes de los demás monstruos que
se acercaban.
—Ya. A dentro.
Jaejoong miró
fijamente a través de la puerta del almacén y vio a ambos hombres rebanando y
cortando en pedacitos a los monstruos restantes. Ellos tenían las manos
completamente ocupadas en ese momento y Kyuhyun no parecía que fuese demasiado
bueno en la lucha con lo delgado que era. De hecho, parecía que se vendría
abajo de un momento a otro, lo cual reveló sus instintos protectores.
Jaejoong
agarró a Kyuhyun y lo arrastró a través de la puerta consigo. Recogió la parte
más grande de la puerta que había derribado y la apoyó a través de la entrada
abierta. Gracias a dios que había estado levantando pesas últimamente o nunca
habría sido capaz de levantar la sólida losa de roble.
—Empieza moviendo esos viejos palés al
camino para retrasar a esas cosas —le ordenó—. Yo voy a coger a Hyun Woo.
Corrió
cruzando el recinto, saltando sobre un enorme agujero en la madera. Sólo tenían
unos pocos segundos antes de que esos nuevos monstruos llegaran y con un poco
de suerte, podrían liberar a Hyun Woo y encontrar la puerta trasera para salir
de ese lugar antes de que las asquerosidades irrumpieran a través de la
barricada.
Alcanzó a Hyun
Woo, pero él estaba en silencio y mirando fijamente al vacío, lo cual no era
una buena señal. Sus ojos estaban desmesuradamente abiertos por el shock y el
temor, y se encogió alejándose de él cuando se le acercó. Las lágrimas
inundaban sus ojos, y eran tan abundantes que mojaban el cuello de la camiseta
de su pijama.
Jaejoong
estaba perdiendo preciosos segundos, pero no podía pensar en añadir combustible
a su miedo. Encontró en algún lugar una sonrisa y se obligó a mantenerla.
—Está bien, Hyun
Woo. Me enviaron tu mamá y tu papá. Estoy aquí para llevarte a casa.
Tan suavemente
como pudo, quitó la sucia mordaza de su boca y cortó las cuerdas que lo ataban.
Sólo le llevó unos segundos, pero para cuando terminó, el rubio de la espada
estaba a pocos metros de él, cubriéndole las espaldas.
El monstruo al
que había disparado y apenas dañado estaba ahora tendido en varios trozos
esparcidos a lo largo del suelo del almacén. Él lo había hecho en su lugar, y a
juzgar por la sangre negra que se escapaba del resto de los monstruos, lo había
hecho más que bien.
—¿Estás herido?
—le preguntó.
—No, pero Hyun
Woo no parece estar bien.
El hombre
asintió una vez, como si entendiera exactamente lo que quería decir. Entonces
de nuevo, pareció preparado para luchar con algo como eso. Quizás sabía lo que
estaba pasando aquí.
—Soy Yunho.
Voy a sacaros a ti y al niño de aquí con vida.
Eso no sonaba
a un vano alarde. Sus palabras eran sólidas y pesadas, con confianza.
—Así que, ¿has
hecho esto anteriormente, Yunho? —le preguntó en un tono casual.
Él se volvió y
le guiñó el ojo.
—Una o dos
veces. Permaneced detrás de mí. Su sangre es corrosiva.
—Voy a coger a
Hyun Woo y buscar una puerta trasera.
—No. Te
quedarás donde yo pueda verte. Puede haber más ocultos en el edificio.
Jaejoong pensó
en discutir y se dio cuenta que él podía estar en lo cierto. No estaba dispuesto
a arriesgarse, especialmente desde que Hyun Woo estaba a su cargo.
El primer
monstruo golpeó la barricada. La puerta rota y los destrozados palés cedieron
fácilmente.
Yunho se movió
hacia la barricada. El hombre de la mirada furiosa avanzó hasta quedar al lado
de Yunho, enfrentando la amenaza. Ambos levantaron sus espadas como si supieran
cómo usarlas. De hecho, había pruebas de eso desperdigadas por todo el suelo
del almacén.
El guapo Kyuhyun
se movió hacia la parte de atrás del almacén cerca de Jaejoong.
—Voy a ir a
localizar otra salida. Yunho y Minho se las han arreglado antes con cosas
peores, pero mantente en guardia.
— ¿No oíste lo
que dijo Yunho? Puede haber más ocultándose por ahí.
—Si los hay,
seré capaz de olerlos cuando vengan. No te preocupes. No soy uno que arriesga
la vida innecesariamente —le sonrió de nuevo, sólo que esa vez estuvo bastante
segura de que había visto colmillos.
Adorable.
Jaejoong
levantó a Hyun Woo y retrocedió hasta que estuvieron contra la pared más
alejada. Quienes fueran estos hombres, no eran normales. Hasta que descubriera
más, no iba a dejar que ninguno de ellos consiguiera acercarse a Hyun Woo.
Dejó escapar
un suave y desesperado gemido. Jaejoong bajó la mirada y él estaba
contemplándolo con ojos que no veían. Había visto esa exacta mirada en una noche
como esta, y cada semana desde entonces, en los últimos ocho años.
Había llegado
demasiado tarde. Incluso si salía con vida de esta, Hyun Woo estaría perdido
para siempre.
Los monstruos
se estrellaron contra la barricada, dos más de esas cosas lobo-chimpancé y dos
enormes monstruos como escarabajos que los mantenían como mascotas. Eran
fácilmente de uno ochenta y tres de alto y caminaban erguidos sobre cortas y
espinosas patas. Sus diminutas cabezas contenían cuatro ojos negros como
abalorios que se centraron justo sobre Hyun Woo.
Uno de ellos
dejó escapar un siseo metálico que sonó igual que la palabra de un niño,
entonces señaló hacia Hyun Woo y Jaejoong. El otro asintió, soltó la correa que
lo sostenía y desplegó un par de amplias alas. Saltó hacia el aire y aterrizó
colgándose de las vigas que soportaban el almacén.
Los peludos
monstruos cargaron contra el par de hombres mientras la segunda cosa escarabajo
se mantenía atrás.
Jaejoong
resguardó a Hyun Woo tras de sí y apuntó con la escopeta a la cosa con aspecto
de escarabajo de la viga. Disparó y el tiro arrancó un enorme pedazo donde
había estado el monstruo. Desafortunadamente, este había saltado, evitando el
disparo. Examinó el techo mientras volvía a recargar, buscándolo, pero no
estaba en ninguna parte a la vista. Oyó un zumbido tras él y se giró para
encontrar a la cosa escarabajo volando directamente hacia ellos.
No tendría
tiempo para acabar de recargar y poder disparar de nuevo. Agarró la culata de
la escopeta y la niveló por delante de la cara para mantener esas triturantes
mandíbulas del insecto a distancia.
Este se
precipitó sobre sí. Oyó como algo se quebraba y el dolor se extendió por el
brazo. Gritó en consecuencia, incapaz de contener el grito de agonía. El arma
chocó ruidosamente contra el suelo y Jaejoong intentó arrastrar las manos para
agarrar el cuello del escarabajo, pero el brazo izquierdo no respondió. Colgaba
inútil al costado, con un profundo dolor ardiendo hasta el hueso que hizo que
el estómago le diera un vuelco.
Se las arregló
para poner una mano contra el pecho del escarabajo, pero era fuerte. Le empujó
con facilidad, haciendo que las botas se deslizaran por el suelo de madera. Hyun
Woo fue empujado hacia atrás junto a él, su pequeño cuerpo desmadejado y
rodando justo detrás.
Jaejoong echó
un rápido vistazo sobre el hombro y vio que se estaban precipitando hacia uno
de los enormes agujeros en el suelo. Hyun Woo caería primero si no hacía algo.
Desafortunadamente,
nada le vino a la mente.
Un rugido de
ultraje llegó desde algún lugar de la sala, pero no podía imaginarse de dónde
había salido o lo que significaba. Todo lo que podía hacer era quedarse en pie
e intentar reducir la marcha de la cosa.
Por el rabillo
del ojo, vio un brillo metálico destellando más allá de donde estaba. La cabeza
de esa cosa parecida a un escarabajo pasó volando y su cuerpo comenzó a caer
hacia delante.
Cada latido de
corazón hacía que le palpitara el brazo, pero lo ignoró y puso hasta el último
gramo de su fuerza en empujar al escarabajo a un lado. Este cayó y golpeó el
suelo con un seco traqueteo.
— ¿Estás bien?
—preguntó Yunho.
Su espada
estaba cubierta de limo y la cabeza del escarabajo rodaba cerca de sus pies. Él
hizo un rápido examen del almacén y sólo vio cadáveres. Todos los monstruos
estaban muertos, gracias a estos hombres. Nunca habría sobrevivido esta noche
sin ellos.
Jaejoong
asintió.
—Tengo el
brazo roto, pero viviré.
Ahora, si sólo
pudiera mantenerse de pie y no derrumbarse ante sus pies, sería fantástico.
Muy
profesional.
Él se centró
en Yunho en un esfuerzo por no pensar en el dolor. Su pelo tenía el aspecto de
estar siempre despeinado. Era varios centímetros más alto que Jaejoong, lo cual
no era pequeña hazaña, ya que medía metro ochenta descalzo. Podía incluso decir
que bajo la ropa, él era todo músculo, pero no tan abultados como para que
obstaculizaran sus movimientos. Había visto su destreza de primera mano y tenía
que admirar a cualquier persona que pudiera moverse tan rápido, tan
fluidamente, mientras que se veía como si no hubiese hecho más esfuerzo que el
de bajar por la calle.
Pero más que
eso, era su rostro el que le mantenía interesado. No tenía la hermosura de
modelo de Kyuhyun. Ni siquiera estaba seguro de llamarle guapo, pero había algo
en su rostro que le intrigaba, que le atraía. Líneas de cansancio enmarcaban su
boca como si hubiese pasado un infierno, pero su postura era fuerte y
constante. Podía ser que hubiera sufrido, pero no lo habían derrotado.
Jaejoong no
tenía nada sino respeto por un hombre como él, lo cual era absurdo, porque no
sabía nada sobre él. La noción de que podía leerle mirando su cara era sólo una
completa estupidez. Entonces, de nuevo, la estupidez era el tema de la noche.
Quien quiera
que fuera, le había salvado la vida esta noche, y estaba agradecido por ello.
—Gracias —le
dijo.
Yunho se
estiró hacia él como si fuera a tocarle el rostro.
—Es un placer.
—No lo hagas
—gritó Kyuhyun—. Aquí no. Es demasiado peligroso. Sabes lo que le sucedió a Eunhyuk
cuando tocó a Donghae.
La mano de Yunho
se cerró en un puño y la dejó caer al costado.
Quizás hubiese
sido su imaginación, pero cuanto más cerca había estado su mano de la de él,
menos le había dolido el brazo. Ahora que la había retirado, el dolor destelló
por su extremidad otra vez y cerró las rodillas para permanecer en pie.
—Está mal, ¿no
es cierto?
—No es
agradable —admitió él.
—Yo puedo
ayudarte —ofreció Kyuhyun—. Reparar tu brazo y eliminar el dolor.
—Toca su
sangre y eres hombre muerto —dijo Yunho, la voz áspera con la amenaza.
Jaejoong se
miró el brazo, aterrado de que quizás estuviera sangrando. Los monstruos
parecían ser capaces de oler la sangre y algunas veces les conducía a él.
— ¿Qué sangre?
—No era eso a
lo que se refería él —dijo Kyuhyun—. Simplemente está siendo un poco posesivo.
—Eunhyuk nos
advirtió a todos de lo que le habías hecho a Donghae. A él no se lo harás.
Jaejoong no
tenía idea de qué estaban hablando, pero ahora mismo, realmente, le importaba
una mierda. Quería sacar a Hyun Woo de allí y conseguir que le arreglaran el
brazo de modo que dejara de ponerlo enfermo con cada latido de corazón.
—Realmente
aprecio lo que habéis hecho todos aquí esta noche, y odio pediros más ayuda,
pero no hay forma de que pueda conducir. ¿Puede alguno de vosotros, tíos,
llevarnos en mi coche al hospital y dejarnos allí?
—Un hospital
no ayudará al chico —dijo Kyuhyun—. Pero yo puedo.
Jaejoong no
confiaba en él. Nada en esa hermosa cara era humano. Por lo que sabía, podría
ser uno de ellos.
Pasó frente a Hyun
Woo y midió a Kyuhyun con la mirada.
—Mantente
alejado de él. Es mi responsabilidad y tú no vas a tocarle.
—Tiene buenos
instintos. Tengo que concederle eso —dijo el hombre de mirada enfadada.
La voz de Kyuhyun
bajó a un tono de advertencia.
—Mantente
fuera de esto, Minho. Esto no te concierne.
—Tampoco te
concierne a ti, de hecho —dijo Yunho—. Tu trabajo era ayudarme a encontrarlo. Y
ya lo has hecho.
—Tenemos un
trato —dijo Kyuhyun.
—Y lo
mantendré hasta al final.
—Lo sé. Pero
¿y si no estuyo? Todavía no lo has tocado.
A Jaejoong le
dolía demasiado como para seguir su conversación. Sabía que estaba en el centro
de ello, pero no tenía idea del porqué. Y francamente, ahora mismo no podía
permitirse el que le importara.
— ¿Podemos,
por favor, llevar a Hyun Woo al hospital?
Kyuhyun le
miró como si fuera a decir algo, pero Yunho habló antes de lo que quiera que
fuera a decir.
—Absolutamente
—se arrodilló frente al chico, pero todavía la miraba—. ¿Cuál es tu nombre?
—Jaejoong.
Tenía unas
facciones tan firmes que se agrietarían si intentaba sonreír.
Una ola de
dolor rugió sobre él y tuvo que apretar los dientes para permanecer en pie. Ya
podía sentir la piel debajo del hombro empezando a hincharse.
—Kim —graznó —.
Y sólo para que quede claro, no os molestéis en preguntar por mi número de
teléfono. No salgo con tíos que llevan espadas.
Lo cierto era,
que por lo general, no salía. Nunca tenía tiempo, no con el reciente incremento
en las desapariciones de niños que había a en el oeste. Tenía suerte si
encontraba tiempo para dormir y comer. Más niños desaparecían cada mes y
necesitaba estar disponible para encontrarlos.
No era que sus
esfuerzos le hubiesen hecho ningún bien a Hyun Woo. El pobre chiquillo estaba
ahora perdido, encerrado dentro del terror de lo que había visto esa noche. Al
menos podría decirles a sus padres en qué instalaciones estaría mejor cuidado.
Las había investigado todas.
—Kyuhyun —dijo
Yunho—. Cúrale el brazo.
— ¿Eres
médico? —preguntó Jaejoong.
—No
exactamente —dijo Kyuhyun.
—Entonces no
vas a tocarme. Todo lo que necesito es largarme de aquí y nos arreglaremos a
nuestro modo.
—Puedo reparar
el hueso —dijo Kyuhyun—. Es fácil hacerlo después de haberse roto tan pronto.
Tan extrañas como
eran esas noticias, tan receloso como estaba de aceptar más ayuda de esos
extraños en absoluto humanos, Jaejoong estaba tentado de aceptar su oferta. El
estar escayolado durante seis semanas no sonaba en absoluto divertido. A parte
que el tiempo que estuviera sin trabajar no iba a ser bueno de todos modos para
todos los niños desaparecidos.
— ¿Cómo?
—Simplemente
alcanzaría tu interior con mi mente y volvería a juntar los trozos.
Jaejoong se
quedó por un momento en atónito silencio. Sonaba serio, un hecho que lo
acojonaba aún más.
—Claro. Creo
que estoy listo para irnos ya.
—No dejaría
que te tocara si no fuera seguro —le dijo Yunho.
Él respiró
demasiado profundamente y otro agudo dolor le atravesó el brazo.
—No sé quién o
qué sois todos vosotros, pero no estoy seguro de querer saber más. En lo que a
mí concierne, este planeta ya está bastante jodido como está.
—Todavía no
está listo para aceptarnos, Yunho —dijo Kyuhyun—. Dale algo de tiempo. Una vez
que el dolor sea demasiado, cederá.
No
particularmente, pero entonces de nuevo, ellos no le conocían tan bien, así que
podía perdonar su ignorancia.
—Si cambias de
opinión —dijo Yunho—. Házmelo saber.
—No lo haré.
Sólo pon a Hyun Woo en mi coche, por favor.
Yunho bajó la
mirada hacia el niño con tal compasión que hizo que le doliera el pecho.
Claramente, no sabía que era demasiado tarde. Que él había llegado demasiado tarde. Había fallado. Otra vez. Ese
fallo le atravesó, doliendo incluso más de lo que podía dolerle el hueso roto.
Quizás era
hora de colgar su escopeta. Dejar de usar sus habilidades para encontrar a los
niños perdidos por su bien esta vez. Intentaba permanecer al margen, pero en
ocasiones como esta, era difícil. Estaba desesperado por salvarlos a todos.
—Hey, pequeño
—dijo Yunho en una profunda y calmante voz. Una ancha mano llena de cicatrices
recorrió los miembros del niño como si buscase heridas. En la mano izquierda
del hombre estaba un extraño anillo, una simple banda que pulsaba con color,
girando en una iriscente mezcla de pequeños arco iris. Jaejoong tenía
dificultad para apartar la vista de él—. Soy Yunho, y quiero que sepas que
ahora estás a salvo. Nada va a hacerte daño. No mientras yo esté alrededor.
E incluso tan
cínico como era Jaejoong, incluso sabiendo las cosas que sabía acerca de
cuántos monstruos vagaban en la noche, creía que Yunho estaba diciendo la
verdad. Eso sólo era más increíble que el hecho de que los monstruos existían
realmente.
Kyuhyun
olfateó profundamente.
—Tenemos que
darnos prisa con el niño. Se está alejando rápidamente —se volvió y miró a Minho—.
Deberías hacerlo tú.
—De ninguna
jodida manera, sanguijuela. No jodo con las mentes de los críos. Son demasiado
fáciles de quebrar.
— ¿Quebrar? —Preguntó
Jaejoong, deslizando el cuerpo entre Minho y Hyun Woo—. Eso no suena muy bien.
—No es eso
—dijo Yunho, entonces volvió su atención hacia Kyuhyun—. Si Minho no lo hace,
yo me ocuparé del niño.
—Tú estás
demasiado débil —dijo Kyuhyun—. Tomé demasiada sangre de ti anteriormente.
Tiene que hacerlo Minho.
Minho sacudió
la cabeza.
—Yo no tengo
esa clase de delicadeza y tú lo sabes. Si quieres que mate alguna cosa, soy tu
hombre, pero no voy a remendar a la gente. Ese es tu trabajo.
Kyuhyun
observó fijamente a Minho con una mirada brillante.
— ¿Estás
ofreciendo suministrar el poder que necesito para curar la mente del niño?
La cara de Minho
se torció en disgusto y desnudó los dientes.
—No vas a
tocar mi sangre. Jamás.
Jaejoong
miraba de uno a otro hombre, intentando adivinar qué estaba pasando. Si él
hubiese sido capaz de conducir quizás hubiese intentado volar de allí con Hyun
Woo mientras discutían. Pero ni siquiera podía levantar al niño, mucho menos
conducir, y si lo intentaba, las oportunidades que tenían eran más de conseguir
matar a Hyun Woo que llevarlo a casa con sus padres.
— ¿De verdad
puedes ayudar a Hyun Woo? —le preguntó a Kyuhyun—. Si todo lo que necesitas es
sangre, te daré algo de la mía.
— ¡No!
—gritaron Yunho y Minho al mismo tiempo.
Kyuhyun le
taladró con una mirada que le hizo sentirse atrapado. Como un ciervo bajo la
luz, condenado y atrapándose aún más en su prisa por soltarse.
—Tan tentadora
como es esa oferta, temo que estos hombres me harían pedazos si despeino un
solo cabello de tu cabeza. Quizás en otro momento.
Él no estaba seguro
de dejar que esos dos individuos musculosos se colocaran en medio del futuro de
Hyun Woo. No mientras tenía una escopeta tendida a algunos metros de distancia.
Midió la distancia tentativamente hasta ésta. No estaba seguro de cómo iba a
recargarla con sólo un brazo bueno, pero se las arreglaría de alguna forma.
—Quiero que
ayudes a Hyun Woo —dijo él—. Cueste lo que cueste.
Si había
esperanza para él, quizás la hubiese para Kibum.
Jaejoong
aplastó ese pensamiento antes de que floreciera. No había lugar en su vida para
falsas esperanzas. Sabía lo tristes que eran realmente las cosas y era mejor
que fuera realista, como siempre lo había sido.
—No te atrevas
a tocar su sangre —gruñó Yunho en un tono que hizo que el vello del cuello se
la pusiera de punta—. Yo ayudaré al muchacho.
— ¿Estás
seguro? —Preguntó Kyuhyun—. Tomé mucho de ti esta noche de modo que pudiera
encontrarlo.
Los ojos de Yunho
se centraron en Jaejoong tan brevemente que no estaba seguro de si había
sucedido.
—Valió la
pena. Estoy seguro que estoy lo bastante fuerte para esto.
— ¿Y si no lo
estás? —preguntó Minho.
Yunho se llevó
la mano al pecho como si le doliera, entonces le tendió a Minho su espada.
Este fic es una adaptación, no es mío,
yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO. ORIGINAL: ENCONTRANDO LO PERDIDO -
SHANNON K. BUTCHER.
PAREJA PRINCIPAL: YUNJAE
unnie esto es la continuacion del cap 23 de caballeros de la luz .. verdad ... dime por favor ..
ResponderEliminargracias por tu trabajo es estupendo me encanta .. y espero pacientemente pos los demas capitulos
de jass
si el EUNHAE de Burning Love que es la primera temporada de la Serie Caballeros de la Luz. Está segunda temporada se llama Sercher y es YunJae!!! Espero que te guste!! ^^
Eliminarsi me encanta ... solo queria estar segura como decia primer capitulo... me confundi ... :)
Eliminarpero ya lo entendi
gracias uniie por todo ...
me encanta la YUNJAE...