CAPÍTULO 22
Un profundo golpeteo despertó a Eunhyuk de un profundo y vacío
sueño. Abrió los nublados ojos, reconociendo los alrededores como su habitación,
pero la familiaridad hizo poco para librarlo de la pesada sensación de
confusión y miedo. Algo no iba bien, pero no podía descubrir qué era.
El golpeteo sonó otra vez, más alto esta vez.
— ¡Con un infierno, abre, Eunhyuk!
Esa era la voz de Baekho, seguido de cerca por la de Yoochun.
—Muévete. Echaré la maldita cosa abajo.
—Ya voy. —Respondió. La voz era ronca, temblorosa, pero lo
bastante alta para que lo oyeran.
Se puso de pie y tuvo que apoyarse contra la pared para
sostenerse. Se sentía borracho, drogado, o algo. No estaba seguro, pero no era
ciertamente la manera en que se sentiría después de hacer el amor con Donghae.
Donghae.
La respiración se le congeló en los pulmones. Dios no. No
podía haberse marchado. Tenía que estar equivocado acerca de lo que le había
visto planeando hacer. No podía ser tan estúpido para pensar que podría ir solo
tras la espada de Eli.
Intentó alcanzarlo, pero no podía sentir su presencia en las
inmediaciones. Todo lo que podía sentir era una desesperada necesidad de cerrar
los ojos y dormir.
Una sensación de urgencia hizo a un lado algo de su
atontamiento, pero los movimientos eran todavía torpes. Abrió la puerta de
golpe, sin importarle el estar desnudo y temblando como un potro recién nacido.
Yoochun y Baekho advirtieron su condición física en un rápido vistazo y cada
uno lo agarró de un brazo y lo ayudaron a ir hacia el sofá. Lo cual era una
buena cosa, porque no estaba seguro de que pudiera haber cruzado la habitación
por sí mismo.
— ¿Dónde está Donghae? —Les preguntó cuando sus amigos lo
sentaron en el sofá—. Decidme que no ha atravesado las puertas.
La cara de Baekho se oscureció con rabia, la multitud de
pequeñas cicatrices sobre la piel destacaban en pálido contraste.
—Lo siento, Eunhyuk. Estaba en una reunión con Young Woon
cuando se marchó. Uno de los Pami estaba cubriendo el puente. Sabía que era un
Amaterasu y no pensó en evitar que se fuera.
Donghae era una Amaterasu y los Pami estaban obligados a hacer
su voluntad, incluso si esto quería decir dejarle salir solo. Debería haber
sabido que intentaría algo así. Había sentido el cambio en su resolución, pero
no se había parado a pensar lo que eso significaba. Había estado demasiado
ocupado besándolo. Amándolo.
El oscuro rostro de Yoochun se torció en un furioso ceño.
—Jodidos jovencitos escurridizos. ¿Qué infiernos piensan que
están haciendo?
Una ola de fatiga cayó de golpe sobre Eunhyuk y tuvo que
luchar para mantener los ojos incluso medio abiertos. Lo que quiera que fuera
esto, no era normal, y si no se libraba pronto, nunca sería capaz de encontrar
a Donghae.
—Tengo que encontrarlo —la voz de Eunhyuk era aguda, llena de
pánico.
Baekho fue la voz de la razón.
—Cálmate. Serás capaz de encontrarlo. Sólo aclara la mente y
céntrate. ¿Puedes sentir qué camino tomó?
Eunhyuk cerró los ojos y luchó contra el pánico que arañaba su
interior. Donghae se había ido. Podía sentir un débil tirón en su anillo, pero
era tan leve, que tenía que estar ya a millas de distancia.
Yoochun habló al teléfono con alguien, pero Eunhyuk no estaba
escuchando. No parecía poder aclararse la cabeza de esa maldita fatiga. Sus
ojos estaban arenosos y se sentía como si pesara cuatrocientas libras. El sudor
bajaba por las costillas y le tomó toda su concentración permanecer vertical
sobre el sofá.
—Café —moduló—. Y mi ropa.
—El café no ayudará. —La voz vino de la puerta abierta de la
suite de Eunhyuk. Kyuhyun.
Un torrente de rabia alejó la somnolencia ante el sonido de la
voz de Kyuhyun.
—Tú, jodido bastardo chupa sangre —gruñó—. Hablaste con él para
que me dejara y así podrías obtener su sangre, ¿no?
Su cuerpo se impulsó desde el sofá y casi cae sobre la mesa
del café. Sólo el fuerte apretón de Baekho lo mantuvo derecho.
Una arrogante sonrisa bordeó la boca de Kyuhyun.
—Por el contrario. Prefiero con mucho que se quede lejos del
peligro así tendré muchos años para alimentarme de él.
Eunhyuk arrancó el brazo de Baekho y dio un tembloroso paso
hacia delante.
—Voy a matarte por unirlo a ti de esa manera.
— ¿Te has olvidado que tienes un vínculo pacífico?
Lo había hecho, pero la palpitación de su cráneo se lo
recordó.
—Además, si me matas, no seré capaz de arreglar lo que te hizo
Donghae —dijo en tono incluso calmado—. ¿Quieres que lo deshaga de modo que
puedas encontrarlo antes de que sea demasiado tarde?
Eunhyuk quería golpearlo hasta que sólo quedara una sangrienta
mancha, pero controló el impulso. Por ahora. Necesitaba que lo curase de modo
que pudiera encontrar a Donghae.
—Le debes mucho a él después de robarle su juramento de
sangre.
Los pálidos ojos de Kyuhyun brillaron con hambre.
—No robé nada. Él ofreció su juramento a cambio por tu vida.
¿Harías lo mismo?
—Haría cualquier cosa por Donghae —dijo sin vacilar.
Una llamarada de victoria ensanchó los ojos de Kyuhyun y dio
un ansioso paso adelante.
—Dilo. —Exigió—. Necesito las palabras para atarte.
Eunhyuk quería aullar de frustración, pero estaba demasiado
cansado, demasiado preocupado. No podía mantener los ojos abiertos por más de
unos pocos segundos y Donghae lo necesitaba. Otra ola de somnolencia lo
recorrió, haciéndole tambalearse. Baekho lo agarró del brazo para evitar que
cayera.
Apenas podía levantar su propio brazo, mucho menos manejar una
espada. Era inútil para Donghae de esta manera.
—Bien. Puedes tener mi sangre si me ayudas a encontrar a
Donghae.
—El resto, Amaterasu. Sabes lo que quiero —una codiciosa
sonrisa curvó la boca de Kyuhyun.
Odiaba a Kyuhyun y el pensamiento de estar atado a él por la
eternidad hacía que su estómago se revolviera, pero no tenía opción. Tenía que
proteger a Donghae. Aspiró profundamente y le dio su juramento.
—Puedes tomar mi sangre siempre que la necesites, siempre y
cuando nada malo le ocurra a Donghae. No permitiré que me debilites mientras él
me necesite.
—Me vale —aceptó.
Eunhyuk cayó de rodillas bajo el peso de su juramento. Éste lo
dejó sin aire, ahogándolo, haciéndolo sentir enjaulado y frenético. Se había
confiado a sí mismo a un predador.
Kyuhyun se deslizó suavemente hacia delante, sin hacer sonido
alguno.
Eunhyuk todavía jadeaba cuando sus amigos vinieron en su
ayuda. Baekho lo ayudó a sentarse en el sofá mientras Yoochun le ayudaba a
ponerse los vaqueros. Al menos no tendría que dejar al Susano chuparle la
sangre mientras todavía estaba con el culo al aire. Algunas cosas simplemente
no podían ser toleradas, y esa estaba cerca del comienzo de la lista.
—No tenemos mucho tiempo —dijo Yoochun, la rabia resonando en
cada palabra—. El helicóptero nos espera.
—No me demoraré. —Dijo Kyuhyun. Se arrodilló al lado de
Eunhyuk y se llevó la muñeca a la boca. Una puñalada de dolor y un palpitante
calor se hundieron en el brazo de Eunhyuk. La boca de Kyuhyun trabajaba sobre
la herida y Eunhyuk se sintió peor que antes. Débil. No podía mantener los ojos
abiertos. No podía luchar con la necesidad de dormir.
— ¡Suficiente! —Rugió Yoochun, haciendo que Eunhyuk se
despertara de golpe.
Kyuhyun apartó la boca, sin dejar ninguna herida detrás.
Presionó la mano a la frente de Eunhyuk, y un segundo después, Eunhyuk sintió
un caliente pinchazo de energía sacudiéndose a través suyo. Cada célula del
cuerpo tatareaba con fuerza. Estaba completamente despierto, jodido como el
infierno, y alcanzó la garganta de Kyuhyun con la intención de romperle el
cuello.
La mano se estancó, congelada en medio del aire, incapaz de
moverse sin importar lo mucho que lo intentara.
Kyuhyun le dedicó a Eunhyuk una astuta sonrisa que le hizo
verse extrañamente hermoso.
—No puedes herirme.
—Jódete —gruñó—. Mejor ruega que Donghae salga de esta a salvo
o vas a ver lo mucho que puedo herirte.
—Que genio, que genio —refunfuñó Kyuhyun.
—No tenemos tiempo para esto —dijo Yoochun—. Donghae puede ser
capaz de desaparecer de la misma manera que lo hizo Junsu.
Yoochun tenía razón y apartó el deseo de matar a Kyuhyun de sus
pensamientos.
Baekho le tendió su espada, la cual ciñó alrededor de la
cintura mientras se ponía en pie, una vez se puso los zapatos. Sin calcetines.
Salió por la puerta, dirigiéndose al helipuerto con Yoochun y Baekho pisándole
los talones.
Eunhyuk asintió, sintiendo un parpadeo de alivio al tener a
sus amigos cubriéndole las espaldas. Iba a necesitar toda la ayuda que pudiera
obtener.
¿Por qué tenía que ser una cueva? Una mina y ahora una cueva.
Donghae estaba empezando a desarrollar un serio temor por los oscuros lugares
cerrados. ¿Por qué no podían los Yokai disfrutar en una encantadora y abierta
playa o quizás incluso al acecho de un misterioso bosque? Al menos de esa
manera no habría toneladas de suciedad y piedra sobre su cabeza cerniéndose sobre
ella. Eso haría su trabajo mucho más fácil.
Donghae reforzó su resolución y tiró del poder de Eunhyuk.
Ahora era más fácil de lo que había sido, lo cual la hacía pensar que él debía
estar acercándose. Había sentido el momento en el que el truco del sueño había
fallado y supo que estaba enfadado y venía directo a él. Llevaba dos horas de
adelanto, y rogó que eso fuera bastante.
Recordó a Eunhyuk diciéndole que los Yokai serían capaces de
verlo por lo que era ahora, y la idea de entrar en esa cueva, brillando
intensamente como un faro, no le sentaba bien. Así que experimentó con hacerse
invisible, al igual que la espada de Eunhyuk. Intentó hacer el cuerpo
transparente, pero no funcionó y dolía como el infierno, así que en lugar de
eso, urgió la luz a flotar alrededor de ella, algo que le camuflaba, y parecía
funcionar bastante bien. Comprobó su reflejo en el retrovisor de la furgoneta y
todo lo que vio fue un punto dudoso donde debería estar su cabeza. Parecía como
el calor que se veía apagado en pavimento a cierta distancia, pero en la oscura
cueva, quizás fuera bastante para ocultarse a sí misma. Ciertamente esperaba
que así fuese.
Cogió el localizador del monstruo y una llave de tuercas de la
parte de atrás de la furgoneta, sólo por si acaso, y lo ocultó en los árboles
cerca de la cueva. El sol se iba a poner en cualquier minuto, y no quería estar
en el camino de todos esos Yokai que salieran de caza.
Además, allí quizás había murciélagos, lo cual era mejor no
pensar. Afortunadamente su cabello era corto de modo que no pudieran conseguir
enredarse en ello. Todavía no estaba convencido de que era un mito y no iba a
darles ninguna oportunidad.
Cambió a visión nocturna y a súper oído y observó como un
enjambre de monstruos salían a raudales de la cueva, gruñendo, chasqueando y
aullando.
Estaba seguro que el latido de su corazón lo delataría y rogó
que todo el ruido que hacían ellos cubriera el sonido. Contuvo la respiración y
se imaginó empujando el aire de modo que su olor se alejara de los monstruos.
Una ligera brisa refrescó el sudor de su piel.
Un par de brillantes ojos verdes le hicieron saltar de su
camino y el orochi oteó el aire como si lo detectara. Este inclinó la peluda
cabeza de lobo de lado, confuso y después de un momento, se limitó a seguir al
resto de la manada.
Estaba temblando tan fuerte que le dolían los músculos y tuvo
que hacer un consciente esfuerzo para relajar la mandíbula.
El último monstruo se había ido varios minutos antes de que
encontrara el valor para moverse a la boca de la cueva. La entrada era pequeña
y tuvo que agacharse para entrar. Su ensalzada visión hizo que el interior
pareciera tan brillante como si fuese de día, pero podía sentir la opresiva
oscuridad aferrándose a su piel, consumiendo su resolución.
Al contrario que en la mina, no había varios túneles que
fueran en diferentes direcciones. La cueva se abría en un largo y estrecho
agujero que se ensanchaba en una cámara más grande. Era fácilmente de unos
treinta metros y medio de alto por seis metros de largo. La humedad y el olor
de minerales en el aire lo hacían pesado, con el olor de los animales en
descomposición de los Yokai. En la distancia, podía oír el constante goteo del
agua y el húmedo gorjeo de un Seiryū.
Dos de ellos, de hecho. Y se estaban dirigiendo directamente
hacia él.
Su invisibilidad había funcionado bastante bien sobre las
cosas con ojos, pero los Seiryū no tenían. De alguna manera detectaron su
presencia.
Dejó caer la invisibilidad para conservar el poder, entonces
volvió la visión al nivel de rayos x y con bastante seguridad, dentro del Seiryū
más grande estaba la espada de Eli junto con algunas de las otras cosas que se
parecían sospechosamente a huesos humanos en los que no quería pensar.
La empuñadura estaba corroída y agujereada, pero la hoja era
prístina y misteriosamente afilada.
Lo que quiera que tuviera el ácido del Seiryū, no podía dañar
la hoja de los Amaterasu.
Fuego.
La palabra destelló en su cabeza, aunque si era idea suya o de
Eunhyuk, no podía decirlo. De todos modos, le dejó aterrado, sudando y
tembloroso.
Sintió a Eunhyuk acercándose, sintió su rabia y la sensación
de traición por que le hubiese dejado.
Lo había hecho por él, y todas sus nobles intenciones se irían
al traste si no conseguía recuperar esa espada y liberarle de él antes de que
llegase aquí.
Donghae oyó la voz de Victoria sonando claramente en su mente.
Si intentas luchar con los Yokai al lado de Eunhyuk sin la habilidad de llamar
al fuego, entonces Eunhyuk morirá.
No podía dejar que eso sucediera.
El Seiryū se adelantó, exudando lentamente sobre el suelo de
la cueva. El fuego era la única cosa que podía detenerlos.
Intentó hacer a un lado su temor al fuego, pero éste había
sido su compañero por demasiado tiempo, no podía recordar vivir sin ello. Era
parte de él. Irracional. Incontrolable. Iba a matar a Eunhyuk.
Levantó la mano hacia el Seiryū y fingió que no estaba asustado.
Cerró los ojos y reunió el poder de Eunhyuk en su interior. Recordó lo que
había visto hacer a Hyesung y se obligó a sí mismo a imitar ese espantoso acto
de llamar al fuego. El calor se construyó en su pecho, haciendo difícil el
respirar. Tenía que librarse del calor antes de que le matara, así que intentó
empujarlo a través de las yemas de los dedos. Oyó un chisporroteante sonido y
abrió los ojos para ver las yemas ennegrecidas. El ardiente dolor le golpeó
entonces y un sollozo se desgarró en su cuerpo.
Empujó con más fuerza, intentando conducir el chamuscante
calor fuera de él, pero no salió fuego alguno. Ni siquiera una chispa.
Oyó las profundas voces masculinas acercándose. Estaba aquí. E
iba a morir si no hacía algo para detener esto.
Tiró con fuerza del poder de Eunhyuk y dejó que le llenara
incluso más. La presión se construyó dentro de ella y la banda alrededor de la
garganta se calentó bajo la tensión de controlar tanta energía. Sentía hervir
su interior y la piel debajo de la luceria empezaba a chisporrotear.
El olor de la carne quemada llenó su nariz, dándole arcadas.
— ¡Donghae! —Gritó Eunhyuk.
Los Seiryū vacilaron cuando sintieron una nueva presa.
Más energía le llenó, estirándolo, machacando sus órganos
hasta que el dolor amenazó con derribarle. Tenía todo el poder que necesitaba
para freír esos Seiryū en un charco grasiento, pero no podía encontrar el valor
para dejarlo salir en forma de fuego. Los instintos le gritaban que era el
momento de su visión.
Eunhyuk entró en su campo visual, seguido de cerca por otros
hombres, pero no podía verlos claramente.
Sus ojos ardieron y sintió como si salieran disparados de su
cabeza por la enorme presión dentro de él pero se obligó a mirar a Eunhyuk.
Su espada estaba desenvainada, brillando con la necesidad de
violencia. El rostro era una máscara de dolor y rabia, y los ojos brillaban con
furioso oro cuando se encontraron con los suyos. Su cuerpo dispuesto a golpear,
fuerte y sólido y diseñado para darle tanto placer. Sólo mirarle ya era un
disfrute para él.
Lo amaba.
Ya no podía negarlo más, nada de hacer esos pensamientos a un
lado hasta que las cosas se calmaran. No tenía tiempo. Podía sentir el poder de
su amor por él instándolo a actuar. Victoria le había dicho que dejara que su
amor por Eunhyuk fuera su guía, y lo haría. Su último acto sobre esta tierra
sería uno de valor, sacrificio y amor por Eunhyuk. Los Seiryū se volvieron
hacia una presa más grande y lanzaron los tentáculos de aceitoso lodo hacia
Eunhyuk.
Donghae aceptó su destino. Lo abrazó. Iba a arder hasta morir,
pero se iba a llevar esas jodidas asquerosidades consigo de modo que no
pudieran hacerle daño a nadie.
Alzó la mano hacia los monstruos, ignorando los gritos de
miedo que se deslizaban por su estómago y dejó que el fuego viniese a él. Al
principio, hubo unas lamentables ascuas de chispas en su mano y no pudo
contener un aterrado grito.
El Seiryū se acercó a Eunhyuk extendiéndose con más velocidad
de lo que había creído posible y su temor por él superó el temor por el fuego.
El poder se concentró bajando por los brazos, haciendo que sus huesos vibraran
con la fuerza de ello. Dejó escapar un áspero grito de batalla y las llamas se
dispararon de sus dedos, engullendo a ambos Seiryū en un cilindro naranja y
rojo. Un agudo grito aterrorizado y el espeso olor aceitoso y de carne ardiendo
llenaron la cueva.
Los amébicos cuerpos de los Seiryū pulsaron y se
contorsionaron mientras intentaban escapar del fuego.
Donghae no les dio lugar donde huir. Extrajo más energía de
Eunhyuk y lo convirtió en llamas, quemando nuevamente a los Seiryū.
El calor escaldó sus dedos y cuello mientras forzaba más fuego
desde su cuerpo. Demasiado. Ahora estaba perdiendo el control y se extendió más
allá de sus dedos. Las llamas bailaron a lo largo de su brazo, ascendiendo
hasta que engulleron su cuerpo. Un desigual grito de dolor salió de su pecho y
apretó los dientes para cortar el horrible sonido.
A través de la oscilante ola de calor, vio a Eunhyuk luchando
contra el agarre de sus amigos, que lo retenían. Estaba gritando algo, pero no
podía entender las palabras, no podía oír por encima del rugido hambriento del
fuego consumiéndolo.
Los segundos se deslizaron en agonizante lentitud. Había
perdido el control sobre el poder. No podía dejar de gritar, ni podía hacer
nada para detener todo ese ardiente poder.
El sonido de sus gritos se decoloró en un ronco eco de dolor
que no podría silenciarlo.
Nada funcionaba en su interior.
El flujo de energía de Eunhyuk se apagó repentinamente, pero
el fuego todavía ardía. Intentó recordar qué hacer para detenerlo, pero su
cerebro no podía funcionar con tanto dolor.
Entonces Eunhyuk estaba allí, justo frente a él con la espada
de Eli en las manos, el pecho desnudo y la camiseta enrollada alrededor de la
humeante empuñadura. Podía ver las facciones de Eunhyuk a través de las llamas,
ver las lágrimas corriendo por las mejillas. Y estaba sonriendo, dándole esa
orgullosa sonrisa que había visto demasiadas veces en su vida como para
contarlas, la que significaba su muerte.
Eunhyuk estaba a salvo. Tenía la espada de Eli. Todo había
terminado.
Donghae dejó que ganara el dolor. Dejó de luchar y dejó que las
llamas lo tuvieran.
Este fic es una adaptación, no es mío, yo sólo lo adapto. OJO NO
ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO. ORIGINAL: ARIDIENDO VIVA - SHANNON K. BUTCHER
PAREJA PRINCIPAL: EUNHAE
No hay comentarios:
Publicar un comentario