CAPÍTULO 25
Yunho llevó a Jaejoong
a la habitación de Victoria y permaneció de pie sin estorbar en la esquina
mientras él miraba a su alrededor. Nada había sido movido desde que habían
descubierto que Victoria se había ido, y la habitación estaba en perfecto
estado, con todo en su lugar. Incluso las fruncidas y rizadas cortinas
permanecían inalterables por delante de la ventana abierta. El único signo de
que un niño había estado en esa habitación era el arrugado cobertor rosa que
estaba medio fuera de la ventana. Al parecer, Victoria había sido arrancada de
debajo de las mantas mientras dormía.
El segundo
dormitorio en la suite de Victoria, en la que su guardaespaldas, JunJin,
dormía, era una historia diferente. Aquella habitación era un desastre total.
Los muebles se habían roto donde JunJin o los Yokai con los que se había topado
habían luchado. La sangre roja salpicaba a través de las paredes y la alfombra,
pero no se encontró ninguna aceitosa sangre negra. El Susano todavía no estaba
seguro si JunJin iba a vivir o no.
Yunho rezó
para que no lo perdieran. De todos los hombres de aquí, era el único que mejor
se había resistido al paso del tiempo. Tal vez ése era su papel como protector
de una niña que había mantenido su alma joven y su marca de vida fuerte y sana.
Si era así, ¿Entonces qué iba a pasarle ahora que había fallado en ese papel?
Quizás sería
mejor si moría. Al menos entonces no tendría que sufrir con la culpa de saber
que le había fallado a Victoria.
Yunho suspiró.
Ahora mismo había demasiado peligro en su mundo. Todos ellos necesitaban de Jaejoong
para encontrar y traer de vuelta al único niño que quedaba.
Jaejoong se
deslizó por la habitación, recogiendo objetos arbitrariamente aquí y allí.
Recogió la muñeca favorita de Victoria, que se había caído al suelo cerca de la
cama. Los cristalinos ojos negros contemplándola. Jae acarició los rizos de la
muñeca y Yunho estuvo seguro de que había visto el brillo de lágrimas en los
ojos de Jaejoong justo un momento antes de que los apartara con un parpadeo.
Yunho ansiaba
acercase y consolarlo, pero no se atrevía a interferir. Había que dar con Victoria.
— ¿Cómo lo
sabes? —le preguntó.
— ¿Saber qué?
—Que Victoria
era hija de Hyesung.
—He visto esa
mirada antes tantas veces como para equivocarme en algo así. No hay otra mirada
tan desvalida y desesperada como la de un padre que ha perdido a su hijo.
Eso tenía
sentido, pero también hacía que Yunho se preguntara por qué él no había sabido
quién era realmente Victoria. ¿Por qué no había sido de público conocimiento?
—Realmente
desearía que me dejaras solo por un momento —le dijo.
—Lo siento.
Eso no va a suceder. —No se alejaría de él ni aunque le hubiese puesto una
espada en el cuello. Lo necesitaba, quisiese admitirlo o no.
Jaejoong
suspiró.
— ¿No vas a
reírte de mí?
Hubo un
destello de inseguridad cruzando su cara que sorprendió a Yunho. Siempre lo
había visto confiado, y esa pequeña muestra de incertidumbre hacía que deseara
poder atraerlo a los brazos y consolarlo.
—Nunca. ¿Cómo
podría cuando estás aquí para ayudarme?
—Tengo que
imaginar que soy ella. Dormir en su cama. Revivir lo que vio esta noche. Parece
algo estúpido de hacer, pero funciona. —Tragó con dificultad, y la única señal
de miedo fue el delicado temblor de los dedos alrededor de la muñeca.
Así que, no
sólo se le daba bien encontrar niños perdidos. Tenía un don, uno que abundaba
en magia, si lo que estaba diciendo era verdad. Yunho hizo una nota mental para
transmitir esa información. Aquello podría ayudar a otros hombres a encontrar a
más parejas como su Jae.
— ¿Cómo
funciona esto? —le preguntó.
—Conecto con
ellos. Me pongo en el lugar donde comienza su terror y sigo ese miedo.
Yunho conocía
a Victoria de toda la vida y nunca la había visto asustada. No era igual que
los niños normales. No había envejecido un día en varios cientos de años y
podía ver el futuro.
— ¿Qué pasa si
no tienen miedo? —preguntó.
Jaejoong levantó
ligeramente un hombro.
— ¿Cómo podía
un niño no sentir miedo cuando lo sacan a la fuerza de su casa?
Ella no es realmente un niño, pensó, pero no expresó su preocupación.
Ahora mismo Jae necesitaba de su confianza.
—Supongo que
eso es verdad. Tendrás que intentarlo.
Jaejoong
asintió y se sentó en el borde de la cama.
— ¿Sabes qué
llevaba puesto la pasada noche?
—No
exactamente, pero siempre le gustaron las cosas con volantes. Todos los tonos
pastel con pequeños encajes en el cuello.
—Y ésta es su
muñeca. ¿Durmió con ella?
—Probablemente.
Siempre está con ella.
Jaejoong se
tendió en la cama y se cubrió con las mantas. Abrazó la muñeca contra el pecho
y cerró los ojos.
—Dame algo de
tiempo en silencio, ¿vale?
Yunho se
recostó contra la puerta y se quedó mirándolo. Amaba mirarlo Era hermoso. Tan
precioso. Las infantiles cosas colocadas en la habitación mantenían bajo
control la siempre presente lujuria, pero eso hacía poco para detener el
encogimiento que se le formaba en el pecho al contemplarlo.
Lo amaba tanto.
Tenía que encontrar un modo de convencerlo de que se quedara aquí y estuviese
con él. Había rechazado su oferta, pero todavía no se había quitado el anillo
que le había dado. La banda de oro brillaba alrededor de su dedo, dándole un
profundo sentido de satisfacción. No le asombraba que a tantos hombres humanos
les gustara adornar a sus parejas de aquella manera, diciéndoles a los demás
que habían sido reclamados.
Si sólo
aceptase llevarlo por siempre en vez de rechazarlo. No es que lo culpara.
Después de lo que había intentado hacer la pasada noche, era una maravilla que
no le hubiese devuelto el anillo, o se lo hiciera tragar.
Los minutos
pasaban y permaneció en silencio, sin atreverse a moverse por miedo de arruinar
su concentración. Al cabo de un rato, se preguntó si simplemente se habría
dormido. Sabía lo cansado que estaba, cuan pulverizado debía sentirse después
de la batalla.
Estaba a punto
de ir a él cuando vio que su cuerpo se ponía rígido. La respiración se hizo más
rápida y apretó con más fuerza la muñeca. Ya había cruzado la mitad de la
habitación antes de que se detuviera. ¿Qué si eso era lo que se suponía debía
pasar?
—La veo —dijo Jaejoong
en una voz que sonaba débil y distante—. La tienen los monstruos.
— ¿Qué tipo de
monstruos? —preguntó antes de poder detenerse.
No respondió a
su pregunta, pero no estaba seguro si era porque no le había oído o porque no
sabía cómo responder. No había sido criado como los de su clase y quizás no
supiera los varios tipos de Yokai.
—Está viva.
Sedienta. No está asustada. ¿Cómo puede no estar asustada? —El tono de Jaejoong
estaba lleno de curiosidad antes de volverse aterrado—. ¡Oh, dios! Me ven. Me
conocen.
Yunho sintió
el pánico cerrándole la garganta, haciéndole difícil el respirar. Jae había
hecho algún tipo de conexión con los Yokai, y eso podía no ser una buena cosa.
Se arrodilló
al lado de Jaejoong y lo sacudió.
—Vuelve,
cariño —le urgió. Atrajo el desmadejado cuerpo entre los brazos y lo sacudió,
esperando sacarlo del trance o sueño en el que estaba—. Despierta.
— ¿Cómo pueden
conocerme? —jadeó y su cuerpo se tensó—. Quieren mi sangre. La sangre de mi
familia. Han conseguido la de Ren y la de Kibum y ahora quieren la mía.
— ¡Despierta!
—Le gritó Yunho, y forzó un aguijón de poder en las palabras, obligándolo a
obedecer.
Los ojos de Jaejoong
se abrieron y el miedo ahuyentó el color de su rostro.
Tiró de él más
cerca y le acunó el cuerpo como si fuera un niño.
—Ahora estás
bien —susurró—. Vas a estar bien.
—No. No lo
estoy —dijo—. No puedo hacerlo.
— ¿Por qué no?
¿Qué ocurre?
—Los monstruos
han llevado a Victoria al mismo lugar donde mataron a mi hermano pequeño.
— ¿Estás
seguro?
—Sí. Yo… Sentí
que Ren había estado allí. —Sacudió la cabeza como si intentara buscarle
sentido a eso.
—He estado
buscando durante años para encontrar su cuerpo y poder enterrarlo al lado de
mamá. Incluso aunque puedo sentirlo, nunca había sido capaz de encontrar ese
lugar, no importa cuánto lo haya intentado. Está muy bien oculto. —Clavó los
dedos en su espalda y le susurró contra el cuello—: Ya he fracasado, Yunho.
Llevaron a Victoria al lugar donde estaba Ren, y nunca seré capaz de
encontrarla.
Jaejoong respiró
profundamente varias veces, intentando calmarse lo suficiente para pensar. El
peso del fracaso lo doblegaba, hundiendo toda esperanza.
—Estoy seguro
que eso no es verdad —dijo. Las enormes manos estaban acariciándole la espalda,
intentando borrar algo de la tensión—. Encontraremos juntos a Victoria.
Incluso si
sabía dónde ir, ¿Cómo podría llegar allí? ¿Cómo podría enfrentarse al lugar
sabiendo que ya había dejado que mataran a Ren?
— ¿Y si no
podemos?
Podía sentir
la fuerza de su juramento a Hyesung tirando de sí mismo, exigiéndole que lo
intentara otra vez. El lugar que había visto era tan oscuro y tan lleno de
maldad que no quería volver. No quería enfrentar a lo que le había sucedido a Ren.
Lo que había dejado que le sucediera al niño que había confiado en que Jaejoong
lo mantendría a salvo.
—Podemos —dijo
Yunho, la completa seguridad empapando su tono—. Puede que antes no hayas
tenido éxito. Pero ahora me tienes a mí. Con toda mi fuerza.
No tenía más
elección que intentarlo. Incluso si no le hubiese dado el juramento a Hyesung,
todavía tenía que pensar en Kibum. Si hubiese aún la más leve posibilidad de
que Victoria pudiera ayudarlo, tenía que encontrarla, sin importar lo horrible
que fuese el lugar.
Apartó a Yunho.
Apoyarse en él se sentía bien, pero no lo hacía sentir fuerte, y realmente
ahora eso era lo que necesitaba.
—Tengo que
averiguar cómo llegar allí. Voy a intentarlo otra vez.
Yunho le
ahuecó el rostro y le deslizó el pulgar por la mejilla. Los ojos marrones
estaban llenos de amor y compasión, incluso aunque se había negado a casarse
con él hacía menos de una hora. No tenía idea de cómo podía mirarlo de esa
manera sabiendo las cosas que había hecho.
—Estaré justo
aquí —le dijo, y presionó un suave beso en su boca—. Sé que puedes hacerlo.
Su fe en él
era humillante y no quería defraudarlo.
Se tendió de
nuevo sobre la cama, cerrando los ojos, y dando profundas respiraciones. El
agradable calor de la mano de Yunho sobre su propia mano le distrajo durante
unos minutos hasta que se acostumbró a su toque. Despacio, la piel se calentó a
la misma temperatura y la mano se hizo parte de si mismo. Eliminó todos los
pensamientos innecesarios y se centró únicamente en Victoria.
Se imaginó a
la niña tendida durmiendo en su cama, abrazando su muñeca favorita,
completamente inconsciente de que estaba en peligro. Era fácil verla dormir
plácidamente con las mejillas sonrosadas y el pelo revuelto alrededor de la
cara. Ahora que tenía aquella imagen, trató de imaginarse qué pasó después.
¿Había Victoria oído algún sonido y se había despertado, o había estado dormida
hasta el momento en que la arrancaron de la cama? Jaejoong examinó cada
posibilidad hasta tener una cierta sensación y la tomó, asumiéndolo en la
mente, haciéndolo entrar hasta que la imagen lo rodeó.
Victoria había
estado despierta cuando la cosa había venido por ella. Estaba oscuro, tanto
dentro como fuera. Ella había oído aquellas garras sobre la ventana cuando se
deslizaron por el cristal. Había permanecido allí tendida, congelada en el
lugar, pero no por el miedo. Por aceptación. Había sabido que iba a suceder,
que no había nada que pudiera haber hecho para detenerlo.
O más bien,
que no había nada que ella fuera a hacer para detenerlo, lo cual era incluso
peor. De cualquier modo, no había tenido miedo, lo cual era lo que siempre
había utilizado como rastro para seguir el camino por el que habían llevado a
un niño secuestrado. Sin ese rastro, no tenía forma de descubrir donde había
ido Victoria.
Jaejoong buscó
algo a lo que agarrarse. Algo que pudiera utilizar. Se esforzó en permanecer
relajado y abrió la mente a las posibilidades. Quizás el monstruo había dejado
un rastro que podría seguir.
Se sintió
rodeado por una sensación de satisfacción, suponía que quizás la cosa sintiera
que se había ganado su premio. Allí no había nada con lo que pudiera conectar.
La cosa era demasiado inhumana, casi estúpida excepto por la palpitante
presencia de hambre que lo controlaba, y eso era demasiado aterrador para
centrarse en ello.
Débilmente, Jaejoong
fue consciente de que el cuerpo ya fatigado estaba cayendo bajo la tensión de
permanecer en ese estado de trance demasiado tiempo. Tenía que darse prisa. ¿A
qué se había aferrado antes cuando había encontrado a Victoria por primera vez?
Había estado en la cabeza de Victoria, sí, sólo por un momento. Allí tenía que
haber algo que pudiera utilizar como rastro. ¿Qué era?
La visión que
había creado en la mente comenzó a desvanecerse cuando el cuerpo se rindió;
entonces recordó que no estaba sola. Yunho estaba allí. Podía usar su poder.
Alcanzó dentro
de sí aquel brillante punto caliente donde la piel hacía contacto con la suya.
La luceria alrededor del cuello vibró con energía. Todo lo que tenía que hacer
era averiguar cómo usarlo para algo tan delicado como aquello. Luchar era
fácil; siempre había tenido destreza para hacer explotar las cosas. Pero esto
era otro cantar.
Nada cambió, y
estaba perdiendo la fuerza rápidamente. Podía sentir el cuerpo físico
sacudiéndose bajo el estrés e intentó ignorarlo.
Desesperado
por encontrar a Victoria, se centró en el punto exacto donde la luceria tocaba
el anillo a juego. Podía sentir allí una tenue chispa, igual que la
electricidad estática arqueándose entre dos puntos. Se estiró por ese punto,
agarrándose a ello con toda la desesperación y esperanza. El poder llameó en su
interior, llenándole el pecho con calor. Ya no estaba cansado. Ya no estaba
débil. Se sentía invencible.
Los instintos
le gritaban que se diera prisa, que no tenía tiempo que perder, así que levantó
la mano y enfocó todo ese poder de modo que la formara una esfera alrededor del
cuerpo. Quería la esfera para que le mostrara donde buscar el rastro, para
iluminarlo de modo que pudiera seguirlo. Un lado del globo irradió cobrando
vida y supo que ése era el rastro. Lo examinó. Empujándolo hasta que sintió lo
que era.
Aceptación.
Victoria había
aceptado su destino, y la fuerza de esa emoción era tan poderosa que había
dejado un rastro, no tan fuerte como el miedo, pero lo bastante fuerte para que
pudiera seguirlo.
Se concentró
en esa aceptación, memorizándola hasta que conociera la sensación donde quiera
que estuviera, que fuera capaz de seguirla donde quiera que condujera.
Siguió el
rastro hacia el sur, su mente yendo tras ello hasta que chocó con una dura
barrera. Se encontró a sí mismo en una oscura habitación con una sola bombilla
sobre la cabeza. Los límites del cuarto estaban ocultos en las sombras, pero de
alguna manera todavía pulsaban con colores. Remolinos de azul y verde
florecieron a lo largo de los bordes del desnudo cuarto. Le recordaba el mar
que remolinaba sobre las rocas mientras el agua era succionada por la marea de
regreso al océano.
Jaejoong había
estado antes allí, por un breve momento. Ésta era la mente de Victoria.
Desde las
sombras de esas llenas nubes de color, vino una niña. Victoria. Llevaba un
vestido blanco con volantes y calcetines de encaje hasta el tobillo con
brillantes zapatos de charol. Su pelo era una cascada de perfectos rizos rubios
atados atrás con un lazo de satén rosa. En los brazos, llevaba una muñeca que
parecía su gemela en miniatura, pero en vez de los ojos pálidos de Victoria, la
muñeca tenía vidriosos y muertos ojos negros como los de un tiburón. Era la
muñeca que estaba sujetando ahora el cuerpo de Jaejoong.
—No viniste a
mí a tiempo —dijo Victoria—. Ahora es demasiado tarde.
—Lamento no
haber llegado antes. Nosotros acabamos de descubrir que habías desaparecido.
—No. Lo que
quiero decir es que le dije a Yunho que te trajera a mí la noche en que te
encontró. Fracasó en hacerlo y ahora es demasiado tarde.
—No entiendo
—dijo Jaejoong.
—Por supuesto
que no. Nadie lo hace. —Los colores detrás de ella se oscurecieron en un
profundo y desolado púrpura—. No deberías haber venido aquí. Ella te está
buscando.
— ¿Quién es
“ella”?
Victoria miró
por encima del hombro, como si esperase que alguien se materializara detrás.
—Mantente
alejado. Esto no es seguro.
—Lo sé. Eso es
por lo que voy a llevarte a casa —explicó Jaejoong.
—Si vienes
aquí, lo lamentarás —advirtió la cantarina voz infantil.
—Nunca me
arrepentiré de ayudarte a volver a casa, con tu familia.
Las regordetas
mejillas eran una máscara en blanco y esa familiar sensación de aceptación que Jaejoong
había memorizado la inundó los sentidos.
—Si debes
venir, al menos espera hasta que sea seguro. Hasta que ella se vaya.
— ¿Ella?
¿Quién?
Victoria
vaciló un momento, como si sopesara una decisión.
—La única que
me trajo aquí.
— ¿Te ha hecho
daño?
—No más que la
mayoría.
Jaejoong no
tenía ninguna pista de qué hacer sobre eso, así que lo ignoró por el momento.
No sabía cuánto tiempo más iba a ser capaz de mantener la conexión con Victoria,
tan débil como estaba el cuerpo.
—Dime dónde
estás de modo que podamos encontrarte.
—Me
encontrarás por ti mismo o no lo harás. No te ayudaré a sufrir.
—No voy a
sufrir a menos que falle en traerte a casa a salvo. Por favor ayúdame.
—Debo
permanecer neutral —dijo Victoria.
— ¿Neutral?
¿Qué quieres decir?
—No puedo
elegir bandos. Sería darte la libertad para actuar. No puedo permitirlo. No
ahora, cuando hay tanto en la balanza.
— ¿De qué
estás hablando, bebé? No tiene sentido lo que dices. ¿Te has golpeado en la
cabeza?
Los ojos
azules de Victoria destellaron hasta volverse de un brillante amarillo. Apretó
la boca con cólera y Jaejoong tuvo la impresión de que había crecido un par de
centímetros. Las paredes detrás de ella pulsaron con furiosas plumas naranjas
entre otros confusos colores.
—Estoy
perfectamente cuerda, Amaterasu. No cuestiones mi cordura. No hará ningún bien
acabar aquí. Solo intento evitar tu sufrimiento.
—No tienes que
preocuparte por mí.
—Alguien debe
hacerlo. Los Caballero de la Luz te necesitan más que yo.
—Tú eres la
única a la que quiero ayudar —dijo.
Los diminutos
hombros se enderezaron en una pose de falsa confianza que Jaejoong conocía
demasiado bien.
—Yo soy…
Prescindible —dijo Victoria.
—No. No lo
eres. Ningún niño lo es.
Victoria
sonrió, pero no era la sonrisa de una niña. Era demasiado astuta y
condescendiente para eso.
— ¿Y si te
dijera que más de un niño moriría si mueres intentando salvarme?
—No puedes
saberlo.
—Pregúntale a Yunho
lo que no puedo saber —dijo Victoria, mofándose de la ignorancia de Jaejoong—.
¿Cuántas cosas imposibles has visto en tu corta vida con Yunho, joven Amaterasu?
La
espeluznante niña tenía un punto, pero eso no iba a hacerle cambiar de opinión.
—Hice una
promesa para traerte a casa, y eso es lo que pretendo hacer.
—Ah, Hyesung.
Mozo astuto —dijo con un tono de aprobación—. Solo busca proteger a los suyos,
pero siempre ha tomado las decisiones a ciegas. Desearía que yo estuviese
bendecida con la ceguera.
—Sólo está
intentando ayudarte.
—No necesito
más ayuda de él.
De acuerdo,
aparentemente allí había algo de rencor.
—Entonces
déjame ayudarte —dijo.
—Si lo haces, Yunho
estará a tu lado. Pero date cuenta que él ve que su vida no es más importante
que un grano de arena de la playa. Hay muchos más como él y la ausencia de uno
pasará inadvertido. No vacilará en acabar con su vida de modo que tu vida pueda
continuar.
«Mi vida por la tuya», le había jurado. Jae creía en lo que
había dicho, pero no le dejaría morir para salvarlo.
—Tendremos
cuidado —dijo.
—Deberías
quedarte con tu hermano. Mis captores no buscan hacerme daño.
— ¿Entonces
por qué te secuestraron?
— ¿Por qué sí?
Quizás debas preguntarte a ti mismo hasta que llegues a la misma conclusión que
yo.
— ¿Cuál es?
—Algo que
tendrás que descubrir por ti mismo. —La niña sonrió, ondeando negligentemente
la mano, y Jaejoong fue arrojada de la mente de Victoria sin más opción que
irse. Voló a través de la oscuridad hasta aterrizar con un sordo ruido en el
interior de su propia cabeza.
Lentamente,
volvió a conectarse al cuerpo y deseó no haberlo incomodado. La fatiga le sobrecogió,
y los músculos estaban doloridos a causa del prolongado temblor. Sentía frío.
Se sentía débil. Demasiado cansado incluso para abrir los ojos.
— ¿Estás bien?
—preguntó Yunho. La voz era áspera debido al pánico controlado.
Jaejoong hizo
un sonido afirmativo, pero no pudo hacer más.
—Has estado
fuera demasiado tiempo. Te llevaré a la cama —dijo.
Sintió cómo lo
alzada en brazos. De haber sido capaz de abrir la boca, le habría regañado por
tratarlo como a un niño, pero tal y como se encontraba, no tenía fuerza para
que le importara. Le estaba sosteniendo y eso era suficiente.
Jae tenía una
niña que salvar, e iba a necesitar cada pizca de ayuda que pudiera obtener.
Este fic es una adaptación, no es mío,
yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO. ORIGINAL: ENCONTRANDO LO
PERDIDO - SHANNON K. BUTCHER. PAREJA
PRINCIPAL: YUNJAE
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