CAPÍTULO 5
Junsu
se quedó parado en el porche delantero. Era lo más lejos que podía llegar sin
sentir esa persistente picazón que le provocaba el brazalete cuando se alejaba
de Yoochun.
Quería aclararse la cabeza, pero en todo lo que podía pensar era en los ruidos que había oído saliendo de su habitación.
Estaba
sufriendo.
Se dijo a sí mismo que no le importaba. Se dijo que él se lo merecía por todas las vidas que había arruinado.
Bueno, te equivocas. Igual que te equivocas sobre todo lo demás.
¿Qué había querido decir con eso? ¿En qué estaba equivocado? ¿Era sólo otra trampa?
Podía
haberlo besado. Podía haber usado su mal ojo para esclavizarlo, justo allí, en
el vestíbulo y no podría haber hecho nada para detenerle. Pero él no lo había
hecho.
Maldita sea. Era todo demasiado confuso. Él había vuelto su mundo del revés, haciéndolo cuestionarse lo que le habían enseñado durante toda su vida.
Bueno,
había una manera de averiguar si estaba jugando y lo iba a desenmascarar.
Junsu regresó a la casa, encontró un buen y afilado cuchillo en la cocina, y abrió la puerta de Yoochun de golpe.
La habitación estaba oscura. Encendió la luz.
Al principio pensó que nunca había estado allí porque no le vio. Entonces, escuchó un sonido procedente del otro lado de la cama, un gorjeo como si se estuviera asfixiando.
Junsu
se apresuró en rodear la cama y le encontró tumbado sobre su costado, enroscado
sobre sí mismo. Estaba sudando y temblando, y sus ojos estaban en blanco como
si estuviera teniendo algún tipo de ataque o algo así.
El pánico corrió por sus extremidades, tomando el control. Dejó caer el cuchillo y se arrodilló a su lado. Sus manos se movieron sobre sus brazos hasta llegar a su rostro. No tenía ni idea de qué hacer para ayudarle, pero recordó haber escuchado en algún sitio sobre gente asfixiándose con su propia lengua.
Movió su cabeza para poder ver su boca, pero en el instante en que sus dedos tocaron su mejilla, el sonido gorjeante paró. Inspiró con fuerza estremeciéndose y su cuerpo dejó de temblar.
Los ojos de Yoochun rodaron como si estuvieran sueltos dentro de su calavera, pero aparentemente parecía poder ver que Junsu estaba allí.
—Junsu —suspiró, con la voz áspera y rasgada como si hubiera estado gritando durante horas.
—Estoy
aquí —le dijo, totalmente perdido.
Sus manos tentaron a ciegas sobre su cuerpo hasta que encontró sus brazos desnudos, y entonces tiró hacia él. Junsu no opuso resistencia. Fuera lo que fuera lo que le estaba pasando, parecía mejor ahora, y no pensaba estropearlo por muy estúpido que pareciera.
Le dejó mover su cuerpo hasta que estuvo tumbado a su lado, de espaldas a él. Él se enroscó a su alrededor y lo sujetó con fuerza. Unos segundos más tarde, sintió cómo tiraba del bajo de su camisa hasta que la parte baja de su espalda estuvo desnuda, y después cómo se subía su propia camisa. Junsu trató de recolocar su ropa, pero él frustró sus intentos y tiró de nuevo hasta que estuvieron piel contra piel.
Su piel estaba caliente y húmeda, firme sobre sus acordonados músculos, y una corriente de energía corrió por su médula minando su voluntad para moverse. Se sentía demasiado bien como para luchar contra él. Estaba totalmente fuera de su elemento aquí y no había nada en el diario de mamá que dijera algo sobre sentirse así. Era como tocar la felicidad. Una maravillosa satisfacción.
El pecho de Yoochun vibró con un gruñido de satisfacción y supo que él se sentía igual. Fuera lo que fuera lo que había entre ellos, era bueno. Quizá sólo era otro truco más diseñado para esclavizarlo, pero realmente no le importaba. Estaba demasiado adormecido para que le importara.
Le daría diez minutos. Luego se iría. Ya estaría mejor entonces y podría dejarle para encontrar su compostura. Había leído el diario de mamá y recordaba por qué debía permanecer alejado de él, por qué no debía permitirle tocarlo.
Sólo serían diez minutos. Estaba seguro de que esa pequeña cantidad de tiempo no le haría daño.
Kibum observó a Minho a través de los árboles. Su poderoso cuerpo estaba protegido por una pesada chaqueta de cuero que no pudo esconder el montón de estupendos músculos cuando cortó al orochi que se cruzaba en su camino.
En
un pequeño rincón de la mente de la bestia que ahora ocupaba Key, como le
gustaba llamarse cuando estaba en la mente de estas cosas, la tristeza y la
rabia crecieron por la muerte de sus hermanos. Quería arremeter contra Minho y
destrozarle la garganta. Quería beber su rica sangre y hacer un festín con su
carne hasta que no quedaran más que huesos.
Kibum reunió valor y obligó a la bestia a permanecer quieta mientras se acostumbraba a Key. Ignoró su necesidad de matar y observó mientras Minho rebanaba a otro orochi en dos.
Se
movía de una manera tan hermosa... una gracia mortal y fluida que la hacía
sentir protegido sólo por saber que él estaba cerca. Si su cuerpo humano no
hubiera sido tan débil, habría ido a él y le habría dicho lo mucho que le
necesitaba, preguntándole por qué ya no iba a tocar su mano.
La boca del orochi que había mirado se movió y se dio cuenta de que estaba tratando de hablarle. Desde luego, ninguna palabra humana salió de su hocico, y todo lo que Key pudo hacer fue soltar un gruñido bajo.
La cabeza de Minho se giró para mirarlo directamente a los ojos. Su espada estaba goteando sangre negra y tuvo que pasar sobre los peludos cuerpos de las bestias que había matado para acercarse.
Se movió con cautela, sus ojos estrechándose en la oscuridad del bosque. Un gruñido torció sus toscos rasgos cuando acortó la distancia entre ellos. Sólo estaba a metros de acercársele y un estremecimiento recorrió el cuerpo prestado de Kibum.
Quería que lo tocara. Que lo sostuviera.
Trató de decírselo, pero de nuevo las palabras no surgieron. ¿Cómo iba a contactar con él?
—Te
veo, peludo hijo de puta —dijo Minho—. No conseguirás escapar.
Iba
a matarlo. O al menos, iba a matar el cuerpo que ahora ocupaba. A pesar de que
odiaba que Minho lo atacara, también sabía que sería más seguro para él si
permanecía en la mente del orochi hasta que él golpeara, evitando que la bestia
le atacara.
Kibum no podía mirar. Cerró los ojos del orochi y se congeló en el sitio. El mordisco de la hoja atravesándole el hombro lo hizo retroceder y se oyó a sí mismo lanzando un horrible aullido de dolor. Otra caliente ráfaga de dolor atravesó su pecho, y esta vez sintió desintegrarse su corazón cuando la sangre manó de él humedeciendo su pelaje.
Abrió los ojos, esperando que Minho viera algo de Kibum dentro del orochi, pero en lugar de eso, vio una pesada y enorme bestia en los árboles sobre su cabeza. Tenía seis ojos y estaban todos clavados en Minho, brillando con un fuego hambriento.
El orochi estaba casi muerto y salió de su mente antes de que se lo llevara con él.
Al
pasar junto a Minho, trató de susurrar en su oído que estaba en peligro, pero
no hizo ningún sonido. Trató de acariciarle la piel y avisarle, pero no sintió
nada. Era menos que aire y tan ligero que estaba siendo arrastrado de vuelta a
su destrozado cuerpo humano.
No
podía ayudarle aquí. Tenía que volver a la noche y encontrar la manera de
decirle que estaba siendo cazado.
Los verdaderos ojos de Kibum se abrieron y se encontró en una habitación que apenas reconocía. No estaba en el hospital, sino en la nueva casa de Jaejoong.
El dulce chico que había estado cuidando de su cuerpo estaba sentado en el rincón, haciendo punto. Tenía un halo de rizos oscuros y unos tristes ojos marrones. Sus dedos se movían rápidos y seguros, dejando en su estela un punto tras otro.
Taemin. Ese era su nombre. Taemin lo ayudaría.
—Minho —dijo Kibum, y su voz fue débil y rasgada, apenas audible en la silenciosa habitación.
La cabeza de Taemin se alzó y sus ojos se encontraron con los de Kibum. Se abrieron completamente por la sorpresa, y entonces se levantó de la silla para ir junto a Kibum, dejando que su punto cayera a la alfombra.
—Shh —dijo Taemin—. No trates de hablar todavía. Déjame traerte un poco de agua antes.
—No
hay tiempo. Minho está en peligro.
Taemin vertió agua en un vaso de plástico y acercó el borde a los labios de Kibum.
—Toma un trago.
Kibum bebió lo suficiente para que el muchacho lo escuchara.
—Llama a Minho.
—Lo
siento, mi señor. No sé su número. Déjeme ir a buscar a su hermano.
Jaejoong
lo había escuchado antes. Lo haría de nuevo. Taemin marcó un número.
—Kibum
ha despertado. Quiere llamar a Minho.
Kibum
oyó el zumbido tenue de la voz de Jaejoong a través del plástico.
Taemin
miró a Kibum.
— ¿Qué
quiere que le digan?
—Que
mire arriba, hacia los árboles. Sobre él.
A
pesar de parecer confuso, Taemin repitió lo que Kibum había dicho a Jaejoong.
—De
acuerdo, se lo diré.
Colgó
y se sentó en el borde de la cama. Sus dedos acariciaron el dorso de la mano de
Kibum, el primer contacto real que había sentido en mucho tiempo.
—Jaejoong
viene de camino. Está llamando a Minho ahora mismo y no quiere que se preocupe.
¿Cómo
podía Kibum no preocuparse? Minho estaba sólo ahí fuera. Si algo le
ocurriera...
—Tome
otro trago de agua —le instó Taemin.
Sus
labios estaban secos y su cuerpo estaba tan débil que apenas podía tragar, pero
hizo lo que se le dijo.
— ¿Cómo
se siente? —preguntó Taemin.
—Necesito
volver ahí fuera con Minho. Me necesita —un desenfrenado sentimiento de
perdición se apoderó, aplastándolo.
No
podía perderlo.
—Estoy seguro de que está bien. Es un experto guerrero.
Taemin
no lo entendía. Nadie excepto Jaejoong, y este sólo lo escuchaba a veces.
—Tengo que volver a dormirme... Tengo que encontrarle.
—No
lo haga, por favor —dijo Taemin—. Sólo quédese despierto hasta que llegue Jaejoong.
Déjelo hablar con usted.
Los
ojos de Kibum pesaban. Estar despierto era duro. Se sentía demasiado solo
cuando no estaba con él.
La
puerta se abrió y Jaejoong irrumpió, respirando con fuerza y con la cara rosa
por el ejercicio.
—Kibum,
bebé —jadeó—. Estás despierto.
Jaejoong
atravesó la habitación y Taemin se hizo a un lado.
— ¿Has
hablado con Minho?
—Sí.
Está bien.
— ¿Le
dijiste sobre el monstruo del árbol?
—Ya
lo había encontrado y, para cuando le llamé, ya lo había matado.
El
alivio corrió a través de Kibum como agua fresca, llevándose el pánico. Se
aferró a la mano de Jaejoong.
—Gracias.
Jaejoong le sonrió casi llorando.
— ¿Cómo te sientes?
—Cansado.
Quiero estar con él.
— ¿Él?
—preguntó Jaejoong
—Minho.
—Necesitas
quedarte aquí, bebé. Todavía no estás lo suficientemente fuerte como para
viajar.
—No
necesitaré mi cuerpo —explicó Kibum.
Jaejoong
frunció el ceño y le acarició el pelo. Desde el rincón donde estaba Taemin se
oyó:
— ¿Quiere
que avise a Siwon?
—Sí.
Dile que Kibum despertó.
—No
quiero a Siwon. Quiero a Minho.
Nadie
le escuchó y Kibum empezó a preguntarse si su boca en ese cuerpo funcionaba
bien.
Estaba
cayendo dormido de nuevo, incapaz de impedir que se llevaran su mente lejos.
Quería permanecer despierto para verle, pero eso ya no sería posible. Estaba
demasiado débil incluso para buscar a uno de los orochi.
—De
acuerdo —lo calmó Jaejoong—. Le traeré aquí. Lo que quieras.
—Quiero
a Minho —dijo Kibum mientras se alejaba a la deriva del mundo.
Este fic es una adaptación, no es mío,
yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO. ORIGINAL: HUYENDO DEL MIEDO-
SHANNON K. BUTCHER. PAREJA PRINCIPAL: YOOSU.
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