martes, 18 de febrero de 2014

CAPÍTULO 6

CAPÍTULO 6




Yoochun estaba muerto. Sabía que tenía que estarlo, porque había estado vivo durante siglos y nada que hubiera experimentado antes había sido tan bueno.

Abrió los ojos apenas para ver la cabeza de Junsu. Su suave cabello marrón era un completo desastre, como si él hubiera estado frotando su cara sobre las finas hebras durante horas, revolviéndolos con su barba de tres días. Basándose en la brillante luz del día filtrándose por entre las cortinas, ese debía haber sido el caso.

Su cuerpo estaba curvado sobre el suyo, tocando en tantos lugares como le era posible. Era cálido y flexible, y la sensación de tener su dulce trasero presionándose contra su polla dura era suficiente para hacerle creer en el cielo. Su brazo estaba enrollado con fuera a su alrededor, manteniéndolo en el sitio, y sus dedos se habían colado bajo su camisa para posarse sobre sus costillas. La sensación de la piel desnuda de Junsu bajo su mano era demasiado buena para ser cierta. Tenía que estar muerto, o soñando.

Lentamente, la niebla que llenaba su cabeza empezó a disiparse lo suficiente para reconocer lo que le rodeaba. No estaba muerto. Estaba tumbado en el suelo de la casa Pami con sólo la anticuada alfombra para amortiguar sus cuerpos. No era lo suficientemente suave para Junsu, pero no estaba muy seguro de cómo solucionar eso. Su cerebro todavía estaba agotado y su sangre hervía con una lenta llama de excitación sexual.

No habían tenido sexo. Lo sabía cierto porque no había manera de que hubiera olvidado algo así. Además, estaban ambos todavía vestidos y en el suelo. A Yoochun le gustaba pensar que era lo suficientemente cortés como para ponerlo en la cama antes de tomarlo.
Así que, si no lo había seducido, ¿cómo lo había llevado ahí?

Lo último que recordaba era el dolor. Montañas de dolor aplastándolo, exprimiéndole la vida. No estaba seguro de cómo había sobrevivido, pero tampoco le importaba. Mientras estuviera ahí, en sus brazos, merecía la pena sufrir.

Junsu se movió en sueños, palpando como si estuviera buscando una almohada. Yoochun movió su brazo para que hiciera de cojín para su mejilla, y se volvió a dormir.
Dijo que no confiaba en él. El destello de un gran cuchillo a sus pies demostraba que lo decía en serio. Entonces, ¿por qué estaba allí tumbado con él?

Yoochun no cuestionó su buena suerte. Junsu estaba ahí y eso era suficiente.
Bostezó, preparándose para pasar unas cuantas horas más descansando con el hombre de sus sueños. La expansión de su pecho le presionó aún más contra su espalda, y Junsu se puso rígido en sus brazos.

Mierda. Lo había despertado.

—Lo siento —susurró sobre su cabello—. No quería despertarte. Vuelve a dormir, cariño.

Aparentemente, Junsu tenía otros planes. Se impulsó hacia arriba y Yoochun lo dejó ir. Era demasiado temprano para un combate de lucha libre, y cada músculo de su cuerpo todavía le dolía por lo que fuera que le hubiera pasado la noche pasada.

Junsu se revolvió apartándose de él hasta que estuvo aplastado contra la pared. Instantáneamente, el cuerpo de él se tensó en una ola de dolor. Aspiró jadeando y trató de relajarse, dejar que pasara a través de él. Sabía cómo tratar con el dolor. Podía hacerlo.

En un intento para distraerse, miró a Junsu. Su pelo era un desastre y sus ojos estaban hinchados por dormir, pero todavía era la cosa más hermosa que había visto jamás. Podría despertarse con una visión como esa cada día durante el resto de la eternidad y todavía no tendría suficiente.

Junsu se frotó los ojos y lo miró de la cabeza a los pies. Su mirada de detuvo, y sus ojos se abrieron y se retiraron al ver su erección. Pero no había nada que él pudiera hacer al respecto. Así al menos sabría que lo quería. No era precisamente un gran secreto.

Una arruga frunció su frente y se frotó el punto bajo su pecho donde la mano de él había estado mientras dormían.

— ¿Qué me has hecho? —preguntó.

Sus músculos se inmovilizaron, tensos y doloridos, y su polla estaba aún peor. Pero podía manejar todo eso. Lo que no podía manejar era la mirada de miedo que Junsu lucía.

—No hice nada —dijo—. Todavía llevas los pantalones, ¿no?

Junsu tragó y sus dedos se movieron hasta la cinturilla de sus vaqueros, que estaban todavía abotonados. Mierda, todavía llevaba puesto ese corto delantal lleno de bolsillos de su trabajo. Varias de las monedas se habían caído en la alfombra mientras dormía, así que Yoochun las recogió y se las tendió.

Junsu no las cogió. Miró su mano y se quedó quieto, poniendo aún más distancia entre ellos.

Genial. De vuelta a la primera base.

—Junsu, no, por favor —le dijo.

Había un rastro de ruego en su voz y lo odió. Nunca había rogado por nada en su vida.


—Podía haberte hecho cualquiera de las cosas horribles de las que me crees capaz ésta noche si hubiera querido, pero no lo hice. ¿No te demuestra eso que no voy a hacerte daño?

—Es una trampa. Tu piel es venenosa. Narcótica. Por eso se siente tan bien.

Yoochun se quedó colgado en la parte de hacerlo sentir bien durante un segundo más de lo que debería. La idea de que podía hacerle eso hacía hervir su sangre. Involuntariamente le había contado cómo llegar a él, y tenía todas las intenciones de explotar esa debilidad.

Se suponía que Junsu era suyo, y ahora también sabía cómo convencerlo de que eso era cierto.
Trató de esconder su sonrisa de vencedor, pero teniendo en cuenta la manera en que sus ojos se abrieron, estaba seguro de que no lo había conseguido.

—No es veneno, cariño. Es química. Tú y yo estamos destinados a estar juntos y esa sensación es el modo que tiene la naturaleza de hacérnoslo saber.

—Mentiroso.

Yoochun ignoró el insulto y se incorporó. Junsu movió las caderas, advirtiendo de su intención de correr, pero él se movió rápido para bloquearlo. Estaba atrapado entre la pared y su cuerpo, y no lo dejaría marchar.

Lo enjauló con un brazo mientras deslizó el dedo con suavidad por su mejilla. Era demasiado suave para ser real, y sus ojos se cerraron para poder absorber más. Pequeñas chispas de poder saltaron entre ellos, sangrando una diminuta porción de energía que se agitaba dentro de Yoochun. Parte del dolor se fue con ellas. Su dedo se deslizó hacia abajo hasta que hizo camino sobre su garganta, donde su luceria estaría pronto.

Junsu dejó escapar un suave gemido, aunque él no sabría decir si era de placer o de miedo. Podía escuchar su agitada respiración, y sentía la tensión endureciendo sus miembros. Sus manos se abrieron sobre su cuello hasta que podía sentir las delicadas crestas de su clavícula bajo sus dedos.
Más chispas se retorcieron hacia su cuerpo, y Junsu jadeó agitado.



Yoochun bajo su vista para mirarlo. Su oscura piel destacaba en marcado contraste contra la palidez de Junsu. Incluso en la tenue luz, Yoochun habría sido capaz de ver sus propias manos deslizándose por su cuerpo, dándole placer.

A duras penas podía esperar.

Su cabeza estaba inclinada a un lado, y sus manos eran puños cerrados. Su cuerpo vibraba al compás de la débil corriente de poder que goteaba desde su palma hasta Junsu.

Quería besarlo, pero los instintos le decían que el control era la mejor manera de conseguir su objetivo final. Una vez que fuera suyo, tendría la eternidad para besarlo, para tocarlo.

— ¿Todavía crees que miento? —preguntó Yoochun.

Sus ojos eran del color del chocolate agridulce y, cuando elevó la mirada hacia él sólo durante un momento, pensó que había visto un destello de inseguridad.

—Para, por favor —susurró—. No puedo hacer esto.

— ¿Hacer qué, cariño?

Junsu rodeó su muñeca con los dedos. Sus manos eran pequeñas, pero sus dedos eran gráciles y fuertes. Trató de tirar de su mano y apartarla, pero Yoochun no cedió.

—No puedo dejar que me seduzcas —dijo.

— ¿Por qué no? Vamos a estar mejor juntos. Me aseguraré de que no te arrepientas.

Junsu cerró los ojos y negó con la cabeza.

—No.

Yoochun se inclinó sobre él y acercó los labios a su oído.

—Oh, sí. Tú y yo estamos hecho el uno para el otro. Cuanto antes lo aceptes, más tiempo tendré para hacerte disfrutar. Tú quieres eso, ¿o no?

Recalcó la pregunta con un pulso de energía tan poderoso que pudo oírlo crepitar.

—Oh, Dios.

Se mordió el labio inferior, y él podía sentir su corazón martilleando con fuerza bajo su mano.

—No luches contra mí. Déjame mostrarte lo bueno que puede ser para nosotros.

Deslizó la lengua por la curva de su oreja, haciéndolo temblar.

—Eso es —lo animó—. Déjate llevar.

—Yo... tengo que ir al baño.

Era una táctica de escape y lo sabía. Debería haber sabido que no se lo iba a poner fácil.
Yoochun suspiró y retrocedió a regañadientes. Junsu huyó de sus brazos, tropezando de camino al baño.

Su polla dolía de necesidad, pero iba a tener que seguir doliendo de momento.

Casi lo tenía. Estaba seguro de eso. Había sentido su determinación desmoronarse. De hecho, estaba sorprendido de que hubiera sido capaz de alejarse. Estaba seguro como el infierno que él no iría a ningún sitio durante un rato. No hasta que se hubiera controlado.

Se oyó sonar el baño, el grifo se abrió y ce cerró de nuevo. Pero todavía no salía.



Yoochun suspiró. Aparentemente, su persecución no había llegado a su fin. Parte de él estaba emocionado con la idea de perseguirlo, pero el resto estaba sencillamente exhausto y demasiado dolorido como para querer continuar con eso.

Se frotó el pecho. La única hoja de su marca vital se había marchitado más desde ayer. Era el momento de que Junsu cesara de huir.

Se paró frente a la puerta y cruzó los brazos sobre el pecho. No había ventanas allí. Ninguna otra salida más que por la que había entrado.
No podía quedarse ahí para siempre y, cuando saliera, estaría esperándolo.







Junsu presionó la tela húmeda contra su cara, esperando refrescar su enfebrecida piel.

¿En qué demonios estaba pensando para permitirle tocarlo así? ¿Estaba loco?

Sí. Sin duda. Estaba comprobado.

Frotó con violencia su oreja, tratando de quitarse la sensación de su cálida lengua volando sobre su piel. Sólo el recuerdo hacía que sus rodillas flaquearan tanto que tuvo que asegurarlas para permanecer erguido. Cualquiera que fuera la magia que Yoochun estaba utilizando, era algo poderoso. No estaba seguro de cómo iba a ser capaz de resistirse el tiempo suficiente como para rescatar a Donghae, pero tendría que encontrar la manera.

Los Kotama lo habían precavido de que sería difícil, pero hasta ahora se había imaginado que no lo conocían lo suficientemente bien. Porque era menudo, la gente lo veía como alguien débil y frágil. Y era todo lo contrario.

Excepto a lo que Yoochun se refería.

Junsu gruñó de frustración, abriendo el agua fría para meter la cabeza bajo el grifo. El frío extrajo el aliento de sus pulmones, pero al menos lo ayudó a despejar la cabeza de la niebla con la que Yoochun le había llenado la cabeza.

Tenía que pensar. Organizar un plan. No era como si tuviera que resistirse a él durante todo un año o nada parecido. Sólo lo suficiente como para que lo llevara al recinto. Los Kotama estaban seguros de que estaba en alguna parte al oeste, así que no tendría que llegar tan lejos con Yoochun. Quizá un día en coche.

Sólo un día. Podía mantener la lengua fuera de sus orejas, o de cualquier otro lugar, durante ese tiempo.

— ¿Necesitas que alguien te frote la espalda, cariño? —se oyó la profunda voz de Yoochun a través de la puerta.

Incluso su voz hacía que su cuerpo se suavizara igual que su determinación. Necesitaba amordazarle, o quizá taponarse los oídos. Y definitivamente necesitaba llevar más ropa. Cuanta menos piel desnuda hubiera al alcance de su mano, mejor.

—Vete —le dijo.

—Eso no va a pasar. ¿Algo más que pueda hacer por ti?

Tener unos bóxers secos sería buena idea, pero no estaba dispuesto a decirle eso.
—Mi maleta.
—Por supuesto, cariño. Vuelvo enseguida.

No estuvo mucho tiempo fuera antes de que oyera sus fuertes nudillos tocando a la puerta.
—Aquí tienes.
—Sólo déjalo fuera de la puerta.

Una bochornosa diversión resonó en su voz.
— ¿Tienes miedo del que gran lobo malo te coma?

Ojalá tuviera esa suerte. Había pasado mucho tiempo desde que había estado con alguien, y lo que Yoochun acababa de hacerle le recordó lo mucho que se estaba perdiendo. Incluso la idea de tenerle besándolo y lamiéndolo era suficiente para marearlo.

Junsu se agarró al lavadero dispuesto a mantener el equilibrio frente al bombardeo de imágenes que él había puesto en su cabeza. Estaba seguro de que si hubiera llegado a desnudarlo, se habría sentido la persona viva más afortunada del mundo, justo hasta que él lo matara.

—Que te jodan —dijo, pero sonó más como una débil pregunta que como un insulto.
—Lo que tú quieras. Sólo abre la puerta y déjame el resto a mí.
—Ni lo sueñes, Yoochun.

Su voz bajó de tono tanto que tuvo que esforzarse por escucharlo.

—Sólo es cuestión de tiempo, cariño. Puedes luchar contra mí todo lo que quieras, pero los dos sabemos cómo serán las cosas al final.
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Sí, él y todos sus amiguitos iban a ser pequeños restos de carne sanguinolenta tintando el paisaje.

Por alguna razón, ese plan no parecía tan bueno como lo había sido la noche anterior.


Este fic es una adaptación, no es mío, yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO. ORIGINAL: HUYENDO DEL MIEDO- SHANNON K. BUTCHER. PAREJA PRINCIPAL: YOOSU.

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