CAPÍTULO 26
Yunho estaba preocupado. Jaejoong no se
había resistido cuando lo metió en la cama, lo cual quería decir que estaba
mucho peor de lo que había esperado. Jae le había dicho que tenían que irse tan
pronto como pudiera encontrar el rastro, y que reuniera a tantos hombres como
pudiera.
Había estado a punto de hacer eso
cuando vio a Eric doblar la esquina al final del pasillo. El viejo hombre no se
estaba moviendo con su habitual fluidez. En vez de eso, los movimientos eran
pesados y rígidos, como si estuviese herido.
Por otra parte, su hija estaba
desaparecida. Eso era más que suficiente dolor para que cualquier hombre lo
soportara.
— ¿Puede ayudar? —le preguntó a Yunho
sin rodeos.
Yunho asintió.
—Va a intentarlo. Dice que hizo
contacto con Victoria y que estaba todavía con vida y sin daño.
Eric se cubrió la cara y dejó escapar
un suspiro de alivio.
—También dijo que Victoria no quería
que fuera.
—Mi pobre bebé —susurró Eric—.
Probablemente piensa que Jaejoong es más importante para nosotros que ella.
Siempre se ha sentido así, a causa de que nunca alcanzó la madurez y no puede
vincularse con ninguno de nuestros hombres, que es de algún modo defectuosa y
sin importancia.
—Eso es ridículo. ¿Cuántas veces ha
salvado nuestras vidas con sus predicciones?
—Eso es lo que siempre le digo, pero
supongo que la opinión de un padre no cuenta.
—No sabía que era tu hija. ¿Cómo podía
no haberlo sabido?
Eric se encogió de hombros.
—Victoria y Hyesung no se llevan bien.
No quedan muchos hombres con vida que estuviesen allí cuando Victoria nació, y
en algún lugar del camino, ella solo dejó de reconocernos. Incluso aunque tiene
el cuerpo de una niña, creció como mujer hace mucho tiempo. Era lo menos que
podíamos hacer para respetar sus deseos.
— ¿Por qué nunca creció?
Los pálidos ojos de Eric se nublaron
con una mezcla de rabia y tristeza.
—No responderé a eso. Pregúntale a
ella si quieres saberlo, aunque dudo que te lo diga.
Eso quería decir oficialmente que no
era asunto suyo.
—Vamos a encontrarla, Eric. Sé que Jaejoong
puede hacerlo.
— ¿Entonces por que todavía no os
habéis marchado?
—Casi se mata a sí mismo haciendo
contacto con Victoria. Necesita algunos minutos para descansar antes de
encontrar el rastro. Además, voy a necesitar reunir a los hombres que sean
capaces de venir con nosotros.
—Yo quiero ir.
Yunho puso la mano en el hombro de Eric.
—Por supuesto que irás. No lo haría
sin contar contigo.
— ¿Cuántos hombres necesitamos?
—Iba a ir a ver a YoungWoon para
hablar de ello. No sé cuantos hombres podemos llevarnos sin romper la
seguridad. No podemos dejar el lugar desprotegido.
—Déjame hablar con él —dijo Eric—. Tú
ve a reunir a tus hombres y me encargaré de los míos.
—No dejará a los humanos
desprotegidos.
—No le preguntaré, pero me debe
algunos favores y voy a pedírselos. Ella es mi hija.
Yunho asintió.
—Encuéntrate conmigo en mi habitación
en una hora. Estaremos listos para irnos.
Habían estado conduciendo hacia el sur
la mayor parte del día cuando Jaejoong perdió el rastro. La frustración
burbujeaba en su interior, haciendo que quisiera gritar.
—Detente —le dijo a Minho, quien
conducía el enorme SUV que habían conseguido. La cosa podía soportar ocho
personas de tamaño normal, pero sólo a cinco Amaterasu y a sí mismo. Estaba
atestado con los guerreros cuyos enormes hombros se apretaban los unos contra
los otros, todos los cuales le estaban mirando ahora a él.
— ¿Es este el lugar? —preguntó Aron
desde el asiento delantero. La bronceada piel y fiera expresión hacía que los
ojos se vieran como si estuviesen brillando. Había algo predador en él,
movimientos gráciles y sosegados, como si estuviese a la caza de algo sin
importar donde fuera.
—No —dijo Jaejoong, oyendo el tono de
pena en su voz—. He perdido el rastro.
Minho comprobó el reloj sobre el
tablero.
—Oscurecerá en otras dos horas.
— ¿Quieres intentarlo de nuevo, o lo
dejamos por esta noche? —Le preguntó Yunho. No había dejado de tocarlo desde
que habían salido de Castillo Matsumoto. Tenía su brazo alrededor de los
hombros, manteniéndolo a su lado. Incluso con el calor de su cuerpo, estaba
helado, y tan cansado que apenas podía mantener los ojos abiertos.
—No puedo dejarla pasar la noche con
esas cosas. Tengo que intentarlo otra vez.
Yunho asintió con comprensión.
—Todo el mundo fuera —ordenó—. Dadnos
unos minutos. Minho, ve a decirles a Eric y a los demás lo qué está pasando.
Minho asintió y los cuatro hombres
salieron del vehículo.
—Acuéstate en el asiento —le dijo.
Jaejoong no necesitó que se lo dijera
dos veces. Tenía el cuerpo tan pesado y entumecido por la fatiga, que se sentía
como si la piel se hubiese vuelto de plomo. Yunho había encajado su enorme
cuerpo en el espacio entre los dos asientos delanteros y el asiento de atrás
donde estaba tendido. Casi se veía cómico agachado allí en el pequeño espacio,
y por alguna razón, le provocó que el corazón se saltara un latido en el pecho.
Comprendió en ese momento que ese
hombre haría cualquier cosa por él. Era fidelidad y lealtad personalizada.
Mientras respirara, haría lo que tuviese que hacer para mantenerlo a salvo y
feliz. Incluyendo perder la vida.
No podía dejar que eso sucediera.
Necesitaba devolverle el anillo y separarse de él antes de que no pudiera
hacerlo. La idea de quedarse se estaba haciendo más tentadora de lo que podía
soportar. Si no se marchaba pronto, nunca lo haría y eso lo asustaba como el
infierno, porque sabía cómo acabaría, de la misma manera que habían terminado
su mamá, Tori y Kibum. Haría algo mal y tendría que ver a otra persona que
amaba sufrir o morir.
La comprensión de que lo amaba lo dejó
atónito por un estúpido momento, y no oyó lo que le había dicho.
— ¿Qué? —preguntó.
— ¿Estás cómodo?
Difícilmente, pero asintió de todos
modos.
— ¿Qué está pasando por esa cabeza
tuya? —preguntó, con los ojos entrecerrados por la sospecha.
—Solo estoy preocupado por Victoria
—mintió.
Yunho le apartó el pelo de la cara y
le ofreció una alentadora sonrisa.
—No te preocupes. La encontraremos.
Cuanta fe. No tenía idea de donde la
encontraba después de todo por lo que habían pasado, pero si podía tener fe,
entonces él también.
Jaejoong cogió su mano izquierda y le
beso la palma antes de posarla alrededor del cuello. Las dos partes de la luceria
se unieron y fue inundado con una embriagadora acometida de poder que nunca
cesaba de asombrarlo.
Iba a extrañar eso casi tanto como iba
a echar de menos a Yunho.
—No voy a dejarte ir. —Le dijo como si
leyera sus pensamientos—. Estás advertido.
Jae no podía pensar en eso ahora
mismo. Tenía que concentrarse.
Cerró los ojos y buscó el rastro de
aceptación. No lo podía localizar por ningún lado.
—Dame la muñeca —le dijo.
Yunho la sacó de un bolso de tela y se
la entregó. El frío peso de la cabeza de la muñeca de porcelana le descansaba
sobre el corazón. Olió el débil aroma de la luz del sol y rosas aferrándose a
ella. El aroma de Victoria. Ésta muñeca era de alguna manera parte de ella,
vibrante con esa propia clase de energía que Jaejoong no entendía.
Quizás eso era lo que sentían los
psíquicos cuando conectaban con un objeto. No era doloroso, pero tampoco era
completamente cómodo. La muñeca tenía un revoltijo de aquella caótica
sensación, una sombra o mancha que Jaejoong no podía ver, pero podía sentir. A
medida que el cuerpo caía, fue arrojado a través del cielo y hundido en la
tierra. La cabeza le dio vueltas y sintió náuseas incluso aunque ya no estaba
dentro del cuerpo.
Una sola bombilla colgaba del techo en
una habitación sin paredes, solo remolinantes penachos de color. Reconoció
aquello como la mente de Victoria, incluso aunque los colores ahora eran
oscuros. No había esperanzadoras tonalidades en colores pastel, sólo profundos
y apagados tonos marrones y grises.
Victoria salió de las sombras. Esta
vez llevaba un vestido negro de volantes cubierto artísticamente por fragmentos
de lazos. Los ojos estaban bordeados con delineador y los labios cubiertos con
un brillante rojo chillón. Las uñas eran largas y pintadas de negro.
— ¿Probando un nuevo look? —preguntó,
incapaz de contener la paternalista consternación en el tono.
Victoria frunció el ceño durante un
momento; entonces una sonrisa satisfecha estiró los pintados labios. La
apariencia cambió de nuevo al traje más apropiado para una niña, completada con
calcetines de tobillo y lazos rosas. Ya no una pequeña puta.
— ¿Mejor? —preguntó.
—Mucho.
—Me alegro de que hayas venido —dijo.
—Pensé que querías que me mantuviese
alejada.
La sonrisa se ensanchó.
—He cambiado de idea. Este lugar es
horrible.
— ¿Sabes dónde estás? —preguntó Jaejoong.
—Creo que sí.
Ella ondeó una mano y un mapa parecido
a la imagen de un satélite, pero recortado en un bajo ángulo, apareció. Señaló
una zona mientras Jaejoong intentaba memorizar frenéticamente las carreteras y
calles cercanas. Era al norte de Alabama, a dos o tres horas de donde estaban
ellos.
— ¿Puedes encontrarme? —preguntó Victoria
con una voz sacudida por un leve tono de miedo. No había estado asustada antes,
pero quizás las cosas se habían puesto peor donde estaba.
Jaejoong llenó la voz con un tono de
confianza para ayudar a tranquilizar a la niña.
—Ahora puedo. No te preocupes. Vamos
de camino.
— ¿Vamos? ¿Quién está contigo?
—Hay diez hombres conmigo, Hyesung y Donghae.
—Jae no había tenido tiempo más que para conocer a Donghae, pero Yunho le había
dicho que era poderoso.
—Te sacaremos de ahí.
Los ojos de Victoria brillaron con un
destello de rabia ante la mención del nombre de su padre. Fue entonces que
advirtió que los ojos ya no eran azules. Eran completamente negros.
Allí había algo que no estaba bien.
— ¿Qué le ocurre a tus ojos?
—preguntó.
Victoria encogió un delicado hombro.
—Es la oscuridad. Todos los ojos de
los Amaterasu se vuelven negros cuando están lejos de la luz durante un tiempo.
Pobrecilla. Toda esa oscuridad tenía
que ser difícil de tolerar, incluso si no se asustaba fácilmente.
—Estaré ahí tan pronto como pueda.
Sólo aguanta, pequeña.
La voz era débil y teñida de dolor:
—Lo intentaré. Por favor, date prisa.
No sé cuánto más podré soportar esto. Me han encerrado en una caja con el
esqueleto de otro niño. Sé que me van a dejar morir aquí.
Se le cerró la garganta,
estrangulándola con la angustia.
— ¿Qué?
—Lleva un camisón rosa como el mío. Le
dejaron morir en esta caja completamente solo.
Oh, Dios, Ren. Él había llevado un
camisón rosa la noche en que lo raptaron. Su cuerpo todavía estaba allí.
Jaejoong sintió como el corazón se le
rompía de nuevo. La angustia sangrando, pero no disminuyó. Todavía podía sentir
cada aguda puñalada de culpabilidad, cada oleada de pena, como si Ren hubiese
sido secuestrado apenas la noche anterior.
Antes de que se diera cuenta de lo que
estaba haciendo, volvió al cuerpo, sollozando.
—Shhh. —Yunho la sostuvo, meciéndola
contra el sólido pecho—. Te tengo.
—La encontré —dijo.
—Eso es bueno, ¿verdad? Ahora podremos
traerla de regreso.
—No. Quiero decir que encontré a Ren.
Su cuerpo está allí con Victoria. —Ren había muerto solo en una caja atrapado en
la oscuridad.
La presencia de Yunho se deslizó en su
mente, fría y calmante. Lo sintió intentando consolarlo, susurrándole suaves
palabras directamente a su alma.
Se empapó de ello y dejó que le diera
la fuerza para respirar de nuevo. No sabía cómo habría sobrevivido a eso sin
él. Incluso ahora, el corazón luchaba para combatir la presión de la pena. Su
hermanito había muerto solo en alguna cueva, y había sido incapaz de evitarlo.
—Recuperaremos su cuerpo —le susurró Yunho—.
Lo traeremos a casa.
Jaejoong intentó controlar la
respiración y aquietar los sollozos que lo sacudían. Quería rendirse, hacerse
un ovillo y llorar hasta que ya no importara nada y todo el dolor se hubiese
marchado. Pero Victoria le necesitaba. Le debía a Ren evitar que otro niño
muriera solo en la oscuridad.
Hizo a un lado a Yunho, ya extrañando
la comodidad de su cálido cuerpo.
—Tenemos que ponernos en movimiento.
No estamos demasiado lejos, y la noche se está acercando.
Yunho gruñó dejándolo ir. Le limpió
gentilmente las lágrimas y le besó en la frente.
—Victoria tiene suerte de tener a
alguien tan valiente y fuerte a su lado. Al igual que yo.
Iba a extrañarle. Su tiempo junto a
Yunho acabaría en sólo unas pocas horas. Los amables ojos marrones le
recorrieron el rostro como si quisiera empaparse de él.
—No pienses en eso ahora. Ya tienes
suficiente de qué encargarte sin estar pensando también en nuestro futuro.
No tenían futuro. No realmente. Y a
pesar de lo duro que sería apartarse de él ahora que lo amaba, volvería a pasar
por todo en un latido de corazón. Ahora tenía la verdadera prueba del valor y
el honor que existía al luchar contra las horribles cosas que había en el
mundo.
—Deberíamos irnos —dijo.
Lo miró como si quisiera decirle algo
más, pero en lugar de ello asintió.
—Victoria nos necesita.
Tres horas después, se encontraban en
la cueva donde Victoria estaba siendo retenida. La tensión en Jaejoong era casi
más de lo que Yunho podía soportar. Se estaba obligando a sí mismo, y si él no
hubiese sentido su desesperada necesidad de ver, si él no supiera que fracasar
acabaría con algo en su interior, le habría exigido que se quedara atrás en el
SUV.
No es que tuviese derecho alguno para
exigirle nada. Quedaba menos de una hora antes de que su luceria le cayera del
cuello y estuviese solo una vez más.
Se miró el anillo. Los colores se
habían solidificado completamente, lo cual quería decir que el vínculo estaba
completo. Romperlo lo mataría. A menos que Jae cambiara de opinión acerca de
dejarlo ir, no iba a vivir para ver la puesta del sol. Si intentaba retenerlo, Jaejoong
acabaría pagando el precio. Ya había intentado obligarlo a quedarse con él una
vez. Tan pronto como su alma empezara a morir, no habría nada que lo detuviese
de acabar lo que él había empezado. La única manera de mantenerlo a salvo era
hacerse a un lado por su bien.
La triste parte de saber, no era que
su vida estuviese llegando al final, había tenido una larga y completa vida. La
parte triste era tener que dejar a Jaejoong solo. No se merecía eso. Se merecía
ser feliz. Ser amado.
Quizás Ian podría darle lo que
realmente necesitaba una vez que Yunho estuviera fuera del camino.
Ahora estaba completamente oscuro, y
basándose en la suciedad y la vegetación pisoteadas cerca de la entrada de la
cueva, la mayor parte de los Yokai habían salido ya a cazar.
— ¿Dónde está ella? —preguntó Hyesung,
el Caballero Gris. El hombre se veía como si apenas fuera capaz de mantenerse
entero. El brazo de Eric lo sujetaba, evitando que se tambaleara por la
debilidad.
—Dentro —dijo Jaejoong—. A quinientos
metros de aquí.
Baekho examinó la tierra circundante.
—Éste área es completamente baja.
Acabaremos metiéndonos en el agua.
Mierda. Eso hacía todo este esfuerzo de
rescate mucho más peligroso. No solo tendrían que luchar con demonios; también tendrían
que asegurarse de que no se ahogaban.
—Los rastros que dejaron detrás de
ellos no son fangosos, quizás logremos tener suerte —dijo Yunho.
—Sí —resopló Minho—. Porque eso sucede
todo el jodido tiempo.
—Suficiente —ordenó Eric—. Vamos a
entrar, cueste lo que cueste. Yunho, Jaejoong, Minho, Baekho, Hyesung y yo
vamos a entrar. El resto de vosotros protegeréis nuestra salida. No dejéis que
nada vuelva a entrar y que vayan furtivamente tras nosotros.
Todo el mundo asintió. Donghae se echó
el cabello hacia atrás como un acto reflejo del que tal vez ni siquiera era consciente,
levantó las manos y un anillo de fuego erupcionó alrededor de los vehículos y
la entrada.
—Tendrán que atravesar eso primero
—dijo.
—Bien —respondió Eric—. Eso ayudará. Jaejoong,
tú te quedarás detrás de mí y Hyesung.
Jaejoong dio un paso hacia delante.
—Necesito entrar primero de modo que
pueda ver el camino. Además, Hyesung se ve como si fuera a desmayarse.
El Caballero Gris enderezó los
hombros.
—Estoy bien, más fuerte que un niño
como tú en su mejor día.
Eric se puso delante de su esposo y le
levantó la barbilla.
—Suficiente. Lo haremos a su manera.
Ya nos ha traído hasta aquí de lejos, ¿no?
Hyesung dio un ligero asentimiento y
apartó la mirada.
—Bien. Déjalo ir primero.
Jaejoong ya estaba en la entrada de la
cueva cuando Yunho lo retuvo.
—Necesitas estar en constante contacto
con mi poder. Algo asqueroso podría aparecer, y no tendrías tiempo de reaccionar
si no estás preparado.
—De acuerdo. Puedo hacerlo.
Lo sintió estirarse hacia él y abrirse
a sí mismo. El vínculo era ahora más extenso de lo que había sido hacía sólo
unas horas. El poder fluía fácilmente de él, haciendo que su cuerpo cantara.
—Háblale sobre esa cosa de ver‑en‑la‑oscuridad
—dijo Donghae—. Va a necesitarlo.
—Cierto. Si canalizas algo de poder a
tus ojos, podrás ver en la oscuridad. Aunque ten cuidado de no poner demasiado.
Podría hacerte daño.
—Lo tengo. Puedo verlo todo. Gracias.
El túnel bajaba escarpado unos seis
metros antes de nivelarse. No era una agradable y bien construida mina. Era una
cueva natural con muchos giros y vueltas y ninguna superficie llana sobre la
que caminar.
En este punto, tuvieron que deslizarse
de uno en uno por una abertura no más ancha que un par de hombros.
El olor de la tierra húmeda y la
decadencia saturaban el aire. Un goteo constante procedente de cientos de
lugares hacía eco en las paredes. Las botas derraparon detrás de ellos, y Minho
gruñó mientras trataba de hacer entrar su cuerpo a través del agujero.
Jaejoong y Yunho esperaron al otro
lado de la pequeña abertura para que todos pasaran. Hyesung se deslizó
fácilmente a través de este, pero Eric no fue tan afortunado. Baekho tenía el
mismo problema y terminó por perder un trozo de la camisa en el proceso.
Yunho podía sentir los nervios de Jaejoong
saltando con ansiedad. Quería seguir moviéndose, y no podía culparlo. Cada
segundo que Victoria estaba con los Yokai, estaba en peligro. Tan pronto como Baekho
pasó, Jaejoong y Yunho se movieron a otro túnel que se adentraba aún más en la
tierra. Aquí tuvieron que arrastrarse sobre las manos y rodillas, y lo hombros
de Yunho rasparon las paredes del túnel.
El túnel se amplió hasta que Jaejoong
fue capaz de ponerse de pie. Yunho tenía que mantener la cabeza baja, pero al
menos le dio a sus rodillas un respiro.
—Así que —dijo rompiendo el espeso
silencio—. ¿Cuánto tendré que estar en la oscuridad antes de que mis ojos se
vuelvan negros?
Yunho no tenía idea de que estaba
hablando.
— ¿Por qué deberían volverse negros
tus ojos?
El túnel acabó y la boca de éste se
abrió en una enorme caverna con sitio suficiente para respirar. Todos la
llenaron y Jaejoong avanzó cruzando una apertura a la izquierda.
—Eso fue lo que me dijo Victoria. Sus
ojos eran negros la última vez que la vi, y dijo que era por haber estado tanto
tiempo en la oscuridad.
Desde detrás de ellos, se escuchó a Hyesung, y su tono fue
muy extraño, tan lleno de sorpresa y temor, que detuvo a todo el mundo en seco.
— ¿Viste a una niña que se parecía a Victoria
con ojos negros?
—Sí.
Eric desenfundó su espada.
Todo el color se desvaneció de la cara
de Hyesung.
— ¿Qué te dijo?
—Me mostró un mapa para que pudiera
encontrarla —dijo.
Hyesung apretó el brazo de Eric.
—Esa no era Victoria. Era Amber. Nos
dirigimos directamente a una trampa.
Este fic es una adaptación, no es mío,
yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO. ORIGINAL: ENCONTRANDO LO
PERDIDO - SHANNON K. BUTCHER. PAREJA
PRINCIPAL: YUNJAE
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