sábado, 15 de febrero de 2014

CAPÍTULO 3

CAPÍTULO 3



El coche de Junsu no quiso arrancar. Usó cada truco que conocía y ninguno funcionó. Doce años y casi doscientas mil millas y esta era la primera vez que su confiable Honda le había fallado cuando más lo necesitaba.

Quizás la cosa sabía que estaba planeando volarlo.

Junsu apretó la palma contra el volante y dejó escapar un frustrado gruñido.

—Está bien, cariño —dijo Yoochun, su profunda voz constante y calmada. Se estiró sobre el asiento del copiloto y le ahuecó el hombro, acariciándoselo con cálidos y suaves círculos sobre su desnuda piel—. Buscaré a alguien que lo remolque de vuelta a casa. Tengo un amigo que sabe cómo arreglar cada maldita cosa. Lo tendrá en pie y ronroneando otra vez en no mucho tiempo. Ya lo verás.

Él estaba intentando hacerlo sentir mejor. ¿Por qué estaba siendo tan amable cuando estaba planeando matarlo eventualmente? Eso no tenía ningún sentido y hacía que Junsu quisiera gritar.

—No dejaré mi coche —se empecinó.

—Estará bien. No te preocupes.

Junsu tenía demasiado C—4 en el coche como para no preocuparse. Repitió, más enfática esta vez.

—No voy a dejar mi coche.

—Bueno, no se está moviendo y yo no voy a dejarte dormir en él. No es seguro.

Giró la cabeza de golpe y le fulminó con la mirada, agradeciendo una razón para estar enfadado —para expresar algo de su frustración y miedo hacia él.

—No vas a decirme lo que tengo que hacer. Dormiré en mi coche si me da malditamente la gana y no hay nada que puedas hacer para detenerme.

Yoochun dejó escapar un resignado suspiro y asintió una vez más.

—Puedo ver que no me lo vas a poner fácil, ¿verdad?

Junsu lo fulminó con la mirada.

—Vale, bien. Hagámoslo a tu manera. No puedo decir exactamente que esté sorprendido.

Él salió del coche y fue directo a un pequeño coche oscuro aparcado a pocos metros de ellos.
Cuando estuvo a unos tres metros, Junsu empezó a inquietarse. Se sentía agitado y nervioso. Quería salir de allí e ir tras él, aunque no tenía idea del por qué. Quizás era su sentido del deber que la instaba —si no iba con él, no podría conducirlo al complejo de los Caballeros de la Luz. Nunca encontraría a Donghae para rescatarlo.

Para el momento en que él estuvo a unos seis metros de distancia, sintió su interior como si estuviese cubierto de picaduras de mosquitos y le estaba resultando difícil respirar. Le picaba por todas partes, pero no podía imaginarse dónde rascarse para hacer que se detuviera. Sus ojos continuaron tras Yoochun y sus largas y poderosas zancadas.

Tenía que seguirle. Mantenerse cerca.

A los nueve metros, Junsu dejó de preocuparse sobre por qué necesitaba ir a él y simplemente fue. Saltó fuera del coche y cogió su maleta del suelo en el asiento de atrás. Cada paso que daba hacia él alejaba con facilidad algo del desasosiego que picaba en su interior.

Echó un vistazo al brazalete de oro resplandeciendo sobre su muñeca y frunció el ceño. Él lo había hecho otra vez. Lo había marcado, sólo que estaba vez, no había manera de que pudiera cubrirlo con un tatuaje para enmascarar su poder, la manera en que su madre siempre la había enseñado a hacer.

Junsu intentó quitarse la cosa, pero no podía abrirlo —como si hubiese sido soldado. Tironeó de él, pero todo lo que consiguió fue rasparse la piel. ¡Maldición!



Yoochun esperaba en su coche, sosteniendo la puerta de pasajeros abierta, como si fuera un caballero, si claro. Había sabido que eso sucedería. Podía ver la satisfacción brillando en sus ojos.

—Me has hecho algo, ¿no es así? —le exigió.

—No me diste otra opción.

—Podías haber dejado de perseguirme.

Sus fuertes dedos le quitaron la maleta de su mano y la colocó en el suelo de la camioneta. Cuando él se inclinó más allá, captó el aroma de su piel, cálido por el aire nocturno. Olía picante y completamente delicioso. Le dio vueltas la cabeza y se resistió al impulso de sujetarse a sus enormes hombros para estabilizarse.

—No. No podía hacerlo —le dijo él.

—Mentiroso —le disparó de vuelta.

Eso fue un gran error.

Yoochun se volvió y lo agarró por la cintura. Lo alzó sobre el alto asiento y no lo dejó ir. Mantuvo su agarre, sus enormes manos casi envolviendo su cintura. Sus dedos curvados en su piel y sus ojos verdes brillando con rabia y algo que no podía nombrar. Algo oscuro y desesperado.



—Te necesito, Junsu. Y no quiero decirlo en el sentido de necesitarse de modo que no esté solo o alguna mierda como esa. Te necesito para vivir. Necesito que me ayudes a mantener al resto de mi gente con vida. Me estoy quedando sin tiempo, y tú eres el único que puede salvarme de convertirme en un monstruo. No voy a dar ninguna oportunidad para que te alejes de nuevo, incluso si eso significa encadenarte a mí.

Wow. Vale. No había estado listo para ese tipo de confesión. Ni estaba listo para la manera en que lo hacía sentir… importante. Necesario. No tenía familia y pocos amigos, y siempre se había asegurado de desaparecer sin que nadie lo notase realmente. Quizás había estado equivocado.

Entonces, otra vez, quizás esta fuera la manera en que los Caballeros de la Luz cogían a sus víctimas, diciéndoles lo que querían oír.

Junsu enderezó la columna y reforzó su resolución de permanecer inmune a sus encantos. Alzó la muñeca y los dorados enlaces brillaron bajo la luz de seguridad.

—Ya me has encadenado.

Su boca se alzó en una ligera sonrisa llena de desnudo deseo.

—Ni de cerca tan estrechamente como quiero hacerlo. Estoy intentando darte tiempo para acostumbrarte a la idea, pero deja que sea perfectamente claro. Planeo hacerte mío. Planeo atarte a mí tan cerca como puede estarlo una persona. No estoy jugando y no aceptaré un no por respuesta.

—Esclavitud. Mamá tenía razón sobre vosotros. Esclavizáis humanos y los obligáis a hacer vuestra voluntad.

Él le dedicó una ronca sonrisa.

—Difícilmente. Has estado escuchando demasiadas historias a la hora de dormir.

—Sé lo que eres, Yoochun. No puedes engañarme.

El deslizó sus manos a lo largo de su columna y se inclinó más cerca. Lo rodeó con su calor y su fuerza, y por primera vez en mucho tiempo, se sintió a salvo. Y totalmente confundido.
Su boca estaba a nivel con la suya y no pudo hacer otra cosa sino advertir lo suave que parecía. Esa enloquecida parte suya a la que ya se le había lavado el cerebro quería que lo besara. La parte sana estaba gritando que huyera antes de que fuese demasiado tarde.

— ¿Qué piensas que soy, cariño? —le preguntó.

—Un asesino.



Que lo hacía sentirse a salvo, incluso, aunque sabía que eso sólo era un truco.

—Eso es bastante cierto —admitió—. Pero intento ser selectivo sobre las cosas que mato.

— ¿Me estás diciendo que sólo matas a los humanos malos?

—Nunca. Nunca heriría a propósito a un humano, Junsu. No mientras permanezca siendo yo mismo.

Junsu no estaba segura de lo que quería decir con eso, y estaba demasiado distraído por la sensación de sus cálidos dedos acariciándole la nuca para imaginárselo. Cada vez que lo tocaba, se sentía bien. Si no tenía cuidado, iba a perderse a sí mismo. Olvidar su misión.

Tenía que llevar su coche al complejo donde vivía él. No se atrevía a coger los explosivos de su coche por temor a que él se imaginara lo que eran y arruinara sus planes.

— ¿Permanezcas siendo tú mismo? ¿Qué, eres como Jekyll y Hyde o algo así?

Él se quedó mirándole la boca y se lamió los labios. Estaba seguro de que estaba pensando en besarlo. Y Dios lo ayudara, ahora también estaba pensando en eso.

—Algo parecido a eso —dijo él—. Es hora de irse. No es seguro estar aquí fuera a plena vista. Siento como si nos estuviesen observando.

Los Kotama. Casi se había olvidado de ellos. Probablemente estaban vigilándolos ahora, asegurándose de que había dicho lo que se suponía. Asegurándose de que no tenían que matarlo también. Le habían advertido lo que sucedería si se volvía contra ellos… si los Caballeros de la Luz también le lavaban el cerebro.

— ¿A dónde nos vamos? —preguntó.

—A un lugar seguro. Donde podamos estar solos.

Solo con Yoochun. Solo con su besable boca y sexy cuerpo. Solo con su causal fuerza y tentadoras mentiras.

Junsu estaba bien jodido.







Ahn Daniel, mejor conocido como Niel, observó a Junsu alejarse con el Caballeros de la Luz, dejando su coche y todos los explosivos cuidadosamente preparados detrás. Papá no iba a estar feliz.

Niel se tensó mientras esperaba el explosivo temperamento de su padre. Después de casi treinta años de vigilancia, aprendiendo cuando esquivar los golpes, Niel sabía que este no tardaría en llegar.

Ahn Jae Wook contempló a los hombres reunidos en la pequeña casa al otro lado de la calle del bar donde estaba trabajando Junsu. Sus cejas grises se unieron y Niel se contuvo antes de que diera un involuntario paso atrás. Desde que su hermana, Bosung, había sido asesinada por los Caballeros de la Luz, Papá había sido un hijo de puta, pero Niel ya no era el niño que permitía ser golpeado por el capricho de su padre. Era un hombre adulto y sabía cómo devolver el golpe. Con fuerza.

Los hombres cambiaron incómodamente bajo el duro ceño de Jae Wook. La mayoría de ellos eran jóvenes y ambiciosos, los hijos de hombres que habían sido miembros de los Kotama durante años.

— ¿Cuál de vosotros era el responsable de mantener su coche en funcionamiento? —preguntó Jae Wook en un seco tono de sargento.

Los hombres se miraron unos a otros, sin que ninguno hablara.
Niel dio un paso adelante.

—Le cambié el aceite hace dos días. Si algo fue mal, no es culpa mía por no captarlo.

La piel de Jae Wook se oscureció con furia, y Niel irguió su cuerpo en toda su altura —cinco centímetros más alto que el hombre que lo había engendrado. Cinco centímetros más alto y unos buenos dos kilos de músculo más pesado. Niel estaba muy seguro de que a su padre no se le había escapado esa noticia.

— ¿Todo nuestro plan se ha ido al infierno porque no pudiste mantener en funcionamiento un piojoso coche?

Niel cruzó los brazos sobre su amplio pecho.

—Junsu es inteligente. Encontrará la manera de contactar con nosotros. Lo arreglaremos.

— ¿Crees de verdad que es inteligente? ¿Eres así de tonto, hijo?

—Aparentemente sí.  Supongo que tendremos que tomarnos algún tiempo y ver quién es el tonto, ¿no?

Jae Wook se frotó la rasurada cabeza. El pelo gris acerado estaba cortado con tal precisión que podrían habérselo calibrado con láser.

—Este era nuestro único disparo para localizar el complejo de los Caballeros de la Luz. Si lo has jodido, lo pagarás yendo al infierno.

La historia de la vida de Niel. A estas alturas ya estaba acostumbrado a cargar con las consecuencias de sus acciones.

—Junsu encontrará una manera de contactar con nosotros y hacernos saber a donde lo llevan.

—Mejor ruega a dios porque eso sea verdad, hijo. De otra manera, voy a encontrar otro segundo al mando. Nunca hemos estado tan cerca de devolverles el pago por lo que esos bastardos le hicieron a tu hermana. No toleraré el fracaso.

—Quiero venganza tanto como tú. No vamos a fallar.

Niel estaba seguro de que Junsu iba a encargarse de ello. Odiaba a los Caballeros de la Luz tanto como ellos, aunque por diferentes razones que las cosechas arruinadas y la tierra envenenada que dejaban a su estela. Los Caballeros de la Luz habían matado a su madre del mismo modo que habían matado a Bosung —enviando sus mascotas a despedazarlas.

El pensamiento de la muerte de su hermana mayor todavía tenía el poder de mantenerle despierto por la noche. Sólo había tenido cinco años, pero todavía recordaba mirar a través de las rendijas de la puerta del armario del dormitorio donde ella le había escondido para mantenerle a salvo. Ella sujetaba el rifle que había recibido por navidad en sus manos, manteniéndolo estable. Había esperado hasta el último segundo para disparar, sabiendo que un disparo a quemarropa era la mejor oportunidad que tenía de derribar al enorme monstruo. Pero esa ronda no hizo nada contra la enorme bestia de colmillos que la destrozó. Si Jae Wook no hubiese entrado con más capacidad armamentística, Niel habría sido el siguiente.

Niel sabía que su padre le condenaba por la muerte de su hermana tanto como él condenaba a los Caballeros de la Luz por enviar a la criatura que la mató. E iba a hacer justamente eso. Niel era el único que se quedaba jugando en el patio de fuera después de que anocheciera cuando era consciente de lo que eso significaba.

Él era la razón por la que ese monstruo los había encontrado.

—No, no vamos a fallar —dijo Jae Wook—, pero tú quizás sí. No pienses que te daré cualquier oportunidad de holgazanear sólo porque eres mi hijo.

Una aguda banda de pena se apretó alrededor del corazón de Niel, a pesar del hecho de que sabía que eso no era bueno.


—No, Papá. Ese pensamiento ni siquiera cruzó por mi mente.


Este fic es una adaptación, no es mío, yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO. ORIGINAL: HUYENDO DEL MIEDO- SHANNON K. BUTCHER. PAREJA PRINCIPAL: YOOSU.

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