CAPÍTULO 27
Un estruendo sacudió el suelo alrededor
del cuerpo de Jaejoong. El polvo se derramó desde el techo, seguido de pequeñas
rocas. Miró hacia arriba impactado y vio que una grieta se estaba formando. Y
se ensanchaba.
Yunho sacó a Jaejoong
del camino y lo empujó hacia el túnel para cubrirlo justo cuando las grandes
rocas comenzaban a caer.
Los gritos se
elevaban desde el lado contrario de la caverna. Hyesung gritó. Entonces Jaejoong
no pudo oír nada excepto el sonido de rocas crujiendo
unas contra las otras mientras llenaban el espacio.
—Baja al túnel
—gritó Yunho, empujándolo para ponerlo en movimiento.
Jaejoong se movió. La adrenalina hizo
que los brazos y piernas se movieran tan rápido como los latidos del corazón.
Corrió por el túnel hasta que se lanzó en una fosa poco profunda. Se deslizó
fuera de la abertura y bajó hasta que estuvo de pie sobre un nicho de roca. Se
movió hacia adelante para que hubiera suficiente espacio a su lado para Yunho.
El polvo le
cubría el cuerpo, y tenía un feo rasguño en la mejilla.
— ¿Estás bien?
—la preguntó en medio de una tos.
—Sí. ¿Y tú?
Él asintió
distraídamente, pero estaba mirando el camino por el que llegaron, como si
esperase ver al resto del grupo.
—Quedaron
atrapados al otro lado, ¿verdad? ¿No debajo de todas esas rocas? —rezó por que
fuera cierto.
La expresión
sombría de Yunho no le dio mucho consuelo. Tenía la mandíbula apretada con
furia, y los ojos prometían retribución.
—Estamos por
nuestra cuenta ahora. Podemos regresar o avanzar hacia la trampa. ¿Qué quieres
hacer?
—Aún si es una
trampa, no podemos dejar a Ren aquí. O a Victoria. Al menos ahora sabemos lo
que está por llegar.
—Si les
rescatamos, no vamos a tener ninguna diversión tratando de encontrar una
salida.
—Haré volar
una abertura si lo necesito.
En ese
momento, la luceria cayó del cuello. Jaejoong la atrapó antes de que pudiera
golpear el suelo.
Yunho soltó un
suspiro dolorido.
—Nuestro
tiempo se termina.
—Necesitamos
más —dijo Jaejoong.
—Esa es tu
decisión. No la mía.
— ¿Qué hago?
—Póntela. Dame
un nuevo voto. —Se veía como si estuviera a punto de decir algo más, entonces
apretó los labios.
Jaejoong
aseguró la luceria de regreso a su lugar. Los ojos de Yunho fueron hacia allí y
la mirada de nostalgia en su rostro casi lo hizo llorar. Él cayó de rodillas y
se cortó una línea en la piel, a través de la camisa.
—Mi vida por
la tuya, Jaejoong. Siempre.
Jaejoong vaciló.
Necesitaba tiempo para pensar. ¿Qué le ocurriría a Yunho si muriera al llevar
puesta esta cosa? ¿Qué pasaría si no lograra salir con vida? Era una trampa.
Tenía que recordar eso.
Él quería un
para siempre. No podía permitirse querer eso también. Al menos no hasta que
estuviera seguro de que no sería una carga para él... Hasta que su gente
supiera si había más parejas como Jae allí afuera, que pudieran ser una mejor
pareja para él.
Él creía que
quería un para siempre ahora, ¿pero qué pasaría si encontraran a más parejas la
semana que viene? No quería atraparlo. No quería que fuera su culpa y terminará
arrastrando a Yunho a la muerte, al final todo sería su culpa. Yunho debería
poder tener una opción si estropeaba esto y fallaba en sacar a todo el mundo
vivo.
—Una hora
—susurró—. Eso debería ser suficiente para que salgamos de aquí, ¿verdad? Si
no, podemos ir a por otra hora.
La boca de Yunho
se apretó y la mandíbula se trabó con furia.
—Una hora.
Ahora entiendo.
No estaba
seguro de lo que entendía, pero no lo dejaba entrar en su mente para que
pudiera aclararlo. Estaba frío y rígido a su lado.
La banda
alrededor del cuello se apretó, se acomodó sobre la piel. No apareció ninguna
visión, pero realmente no necesitaba ninguna para saber cómo se sentía. Estaba
cabreado.
—Será mejor
que nos movamos.
Jaejoong
ansiaba explicarle, pero no había tiempo.
—No es mucho
más allá.
Se movieron el
resto del camino cuidadosamente. Yunho mantuvo los ojos en el techo de roca por
encima de ellos, buscando más señales de peligro.
La mayor parte
de esa hora había pasado para cuando se acercaron a un rincón y Jaejoong sintió
que una oleada de maliciosa intención barrió sobre él. Le robó el calor del
cuerpo hasta que los huesos le dolieron de frío. Se paró en seco, incapaz de
dar otro paso.
Un gemido
profundo de Yunho le dijo que lo había sentido también.
—Esto no es
bueno —dijo él.
—Que me vas a
contar.
—No. Quiero
decir que no podemos permanecer aquí mucho. Esto nos matará.
No le
molestaba la idea.
—Eso no eres
tú. Es la niebla hablando. Ignóralo. Piensa en algo feliz y ponte en
movimiento.
Algo feliz. La
cara de Ren surgió en la cabeza. La sonrisa torcida exhibiendo el hueco de los
dos dientes frontales. El olor de su pelo cuando habían descansado sobre el
sofá juntos y habían visto dibujos animados. El sonido de su risa nerviosa
cuando lo había hecho girar a su alrededor sujetándolo de los brazos.
Ahora tendría
dieciséis años si hubiera vivido... Demasiado grande para hacerlo girar.
Sentía la
bolsa vacía sobre el hombro como si pesara una tonelada. No era grande, pero Yunho
le había prometido que sería lo suficiente espaciosa para contener los huesos.
—Eso no es
feliz —dijo Yunho.
Jaejoong
intentó reenfocar los pensamientos, pero no fue fácil. Tenía demasiadas cosas
bailando alrededor del cerebro para concentrarse.
—Vamos solo a
terminar con esto.
Yunho desenvainó la espada y dieron
juntos un paso hacia la esquina. Una jaula de metal de cerca de tres metros por
cada lado estaba en la esquina lejana de la caverna. El suelo estaba cubierto
de basura, huesos y pedacitos de pelaje. Dentro de la jaula, Victoria estaba
sentada abrazándose las piernas. Al lado de ella había una pila de huesos y
restos andrajosos de ropa. Un camisón rosado. El color del camisón en el
esqueleto se había desvanecido poco a poco con el paso del tiempo, y estaba
cubierto de polvo, pero sabía que era rosado porque lo reconoció. Había sido el
favorito de Ren... Uno que le rogaba a Jaejoong para que lo lavara para poder
usarlo de nuevo cada noche.
Alcanzó el brazo de Yunho para
estabilizarse. Apenas podía respirar. Ver el cuerpo de su hermano después de
todos estos años era más de lo que podía aguantar. La pena casi lo aplastó y le
rasgó el corazón hasta que ya no le importó si aspiraba el siguiente aliento.
Si la muerte aliviara este dolor, entonces le daría la bienvenida. Se
envolvería alrededor de su hermano y dejaría que viniera a llevárselo.
—Detente con
eso —gruñó Yunho—. Estás dejando entrar a la niebla.
Ante el sonido
de su voz, Victoria levantó la cabeza. Jaejoong esperaba ver lágrimas, pero los
ojos azules estaban secos y su cara estaba tranquila. Sólo la voz reveló su
decepción.
—No deberías
haber venido. Mi hermana va a matarnos a todos ahora.
Otra Victoria
bajaba flotando desde una cornisa por encima de ellos. La falda negra se hinchó
mientras se situaba en el suelo. Esta Victoria tenía ojos negros y una sonrisa
cruel ladeando la boca pintada.
—No voy a
matarlos a todos —dijo la chica—. Te necesito a ti, hermana, y a tu bonita alma
brillante.
Repentinamente,
las cosas comenzaron a encajar en su lugar para Jaejoong. Todas las pequeñas
diferencias tuvieron sentido. Había dos de ellas. Jaejoong de alguna manera
había terminado en la cabeza de esta niña cuando fue a buscar a Victoria. Había
encontrado a Victoria cuando había estado en su cama, pero una vez que tuvo a
la muñeca para contactarla... La de ojos negros vidriosos... De alguna manera
había alcanzado a la otra niña en su lugar.
Yunho dio un
paso al frente, cubriendolo.
— ¿Quién
diantres eres tú?
—Amber. Victoria
es mi hermana. Pensé que el parecido era una señal obvia.
—Mantente
lejos de ella —advirtió Victoria—. Es peligrosa.
—Demasiado
tarde para eso. Deberías haber escuchado cuando tuviste la oportunidad —dijo Amber.
Levantó la mano diminuta y monstruos fluyeron como agua, babeando fuera de los
altos túneles arriba de las paredes. Aterrizaban como pesadas gotas de lluvia o
se arrastraban hacia abajo por las paredes de la caverna, adhiriéndose como
arañas.
El miedo se
apoderó con firmeza de Jaejoong y le pegó los pies a la tierra. Había muchos de
ellos. Ella y Yunho no iban a atravesar esto con vida.
—No hay tiempo
para eso —dijo Yunho—. Trabajaremos codo con codo —agarró su brazo y lo
arrastró hacia la jaula que contenía a Victoria—. Vamos, Jaejoong. Te necesito
aquí conmigo.
Correcto. Victoria lo necesitaba, también.
Jaejoong se
dio una palmada mental e intentó pensar en lo que podría hacer para salvarlos.
No había forma de que pudiera combatir con todos ellos. Lo que en realidad
necesitaba era encontrar la manera de impedir que los monstruos les lastimaran.
No sabiendo
qué más hacer, formó una burbuja alrededor de ellos para mantener atrás a los
monstruos babeantes. Se requirió de una enorme cantidad de poder... Más de lo
que alguna vez había usado antes. Las terminaciones nerviosas gritaron ante la
fuerza de esa cantidad de energía viajando a través de él, pero se las arregló
para traspasar el dolor.
Cosas peludas,
con garras hicieron eco fuera del escudo mientras iban a la carga, haciéndole
ondear como olas sobre un estanque.
—Eso
funcionará —dijo Yunho, el orgullo vibrando en la voz—. ¿Cuánto tiempo lo
puedes sostener?
El sudor ya
empezaba a perlar la piel por el esfuerzo.
—No lo sé.
—Me
apresuraré.
La correa de
la bolsa sobre el hombro desapareció. Jae no se podía permitir distraerse
pensando en lo que eso significaba, así que no lo hizo. Oyó el chirriar del
metal doblándose demasiado rápido y una suave palabra de agradecimiento de Victoria.
Los monstruos
golpearon el escudo, y sintió cada uno de los impactos como un martillo pesado
explotándole en el cerebro. El sudor se deslizó por las sienes y las piernas
comenzaron a temblarla. El poder de Yunho fluyó dentro de él, pero destinó todo
lo que la llegaba al escudo, no dejando nada para recobrar las fuerzas. Se
sintió hueco... Una delgada concha de piel quebradiza era todo lo que quedaba
de sí, y que amenazaba con desmoronarse.
El seco golpe
de huesos llenó sus oídos, tuvo que cubrirlos y bloquear el sonido. Yunho
estaba recogiendo lo que quedaba de su hermano. Pobre, dulce Ren.
Lo siento, cariño.
Las lágrimas
se unieron al sudor que la corría por el rostro.
El escudo
vaciló y una de las cosas con ojos verdes encendidos lo atravesó.
— ¡Yunho!
—gritó, y levantó las manos para canalizar más poder hacia la brecha. No estaba
seguro si el movimiento de la mano sirvió de algo, pero valía la pena
intentarlo.
La espada de Yunho
entró dentro de su campo visual. Cortó a través del aire entre Jae y el
monstruo que embestía, cercenando una de las patas de la bestia. La cosa aulló
y la sangre negra salió a chorros sobre las rocas.
Lo terminó con
una serie rápida de cortes que enviaron la cabeza rodando lejos. Pateó el
cuerpo hasta donde el escudo lo permitiría, donde se retorció mientras la
sangre se drenaba de eso.
Jaejoong volvió a formar el escudo
para conseguir que la cosa se alejara de todos ellos antes de que la sangre los
pudiera quemar. Sintió el calor de la luceria mientras forzaba aún más poder
dentro del cuerpo. El sudor se evaporó de la piel en pequeñas guedejas de
vapor. La cabeza le latía al ritmo de los choques de los monstruos contra el
escudo.
No iba a poder
sostenerlo mucho más tiempo.
Una mano
pequeña, fría se metió calladamente en la suya.
—Puedes hacer
esto —dijo Victoria, la voz infantil estable y confiada, como si no hubiera
pasado ese día encerrada en una jaula con los restos del hermano que Jaejoong
no había podido salvar.
—Tiempo de irse —gritó Yunho.
— ¿Ir a dónde?
—jadeó Jaejoong. Estaban rodeados. Sólo la burbuja que había construido
mantenía alejados a los demonios. Ya los monstruos lo estaban cubriendo,
rascando y arañando, como si trataran de encontrar un camino hacia dentro.
— ¿Cómo te
sientes sobre volar? —preguntó Yunho.
—Es genial si
estoy dentro de un bonito caparazón de metal.
—El camino por
el que entramos está bloqueado. No veo ninguna elección aquí.
Ni tampoco Jaejoong.
Mierda. Tanto que no quería hacer
esto.
—Arriba será.
Agárrate.
Yunho la
deslizó la mano alrededor de la nuca, trabándolos, liberando más de su poder
para que fluyera dentro de Jae. Victoria se le aferró a su cintura y Jaejoong
se agarró de los hombros de Yunho.
—No puedo
creer que esté haciendo esto —masculló antes de poner toda su atención en la
tarea.
La energía brotaba de Yunho,
lanzándose a su disposición. Jae dejó que la burbuja se encogiera hasta que
estuvieron nariz con nariz con los monstruos hambrientos. Tuvo que cerrar los
ojos para bloquearlos fuera, para poder concentrarse, pero de alguna manera se
imaginó cómo usar una explosión de fuerza para empujar la burbuja del suelo. No
fue muy lejos, y trataron de acurrucarse en el centro de la esfera, pero se
elevó, dándole a la confianza de que realmente podría funcionar.
Empujó más
duro, y uno por uno, los monstruos comenzaron a deslizarse fuera del suave
escudo, aligerándolo y facilitando moverse. Algunos todavía se aferraban con
piernas de insectos, pero no lo podía evitar.
El techo
estaba llegando a ellos rápido ahora, y no podía encontrar la manera de bajar
la velocidad.
—Vas a tener
que abrirte paso —dijo Yunho.
—Hay mucha
roca por arriba.
—No —dijo Victoria—.
Estamos sólo algunos metros de profundidad.
Algunos
metros. Podría hacerlo si eso era lo qué se necesitaba para llevar a Victoria y
a Yunho a la seguridad. Para meter el cuerpo de su hermano en la tumba vacía
junto a la de su madre.
Jaejoong
contempló la roca, buscando un punto débil. Una sola hendidura se extendía por
toda la longitud del espacio desde una esquina, así que apuntó a eso.
Jae formó una
cuña de aire, al igual que la burbuja del escudo, la endureció con la mente, y
empujó la cosa en la grieta.
El cuerpo le
vibró bajo la presión, y sintió los ojos como si se la fueran a evaporar bajo
el calor que brotaba. En algún punto había dejado de sudar, o tal vez sólo se
secaba más rápido de lo que el cuerpo generaba. Cualquiera que fuera el caso,
estimó que tenía otros pocos segundos antes de que se desmayara completamente y
todos ellos aterrizaran en el centro de la masa de dientes y garras de abajo.
No iba a
permitir que terminara así.
Se le formaban
puntos blancos en la vista, haciéndole difícil ver, pero podían sentir el
aliento de Yunho en la oreja mientras le hablaba.
—Lo estás
haciendo muy bien. Sólo un poco más.
Estaba
empujando la energía dentro de sí mismo ahora, ayudándolo tanto como podía. Lo
recogió, aforrándolo hasta que la presión fue demasiado para sujetarlo. Apenas
podía ver ahora, justo lo suficiente como para distinguir el lugar donde había
empujado la cuña.
Jaejoong lo
soltó, golpeando ese punto con la fuerza de un ariete. Las rocas llovieron
sobre ellos, y debajo del trueno de piedras, podía oír los gritos doloridos de
los monstruos mientras eran aplastados. La burbuja se mantuvo, resguardándolos
de los trozos grandes, pero los granitos de arena comenzaron a atravesarlo. El
escudo se estaba debilitando, y no iba a resistir por mucho más tiempo.
—Una vez más
—jadeó Yunho. Sonó sin aliento.
No podía verlo
ahora. No podía ver nada. Dejó que el instinto lo guiara mientras reunía la
fuerza y aporreaba la cuña otra vez. Otra tanda de rocas cayó en cascada. Esta
vez trozos del tamaño de grava estaban atravesándolo.
— ¡Veo las
estrellas! —gritó Victoria.
Jaejoong no
podía, pero creyó en la voz excitada de la chica, y guió la burbuja hacia
arriba para que pudieran salir del infierno.
—A la
izquierda —dijo Yunho—. Allí.
Los oídos le
comenzaron a zumbar y ahora no podía oír nada, tampoco. No estuvo seguro si
estaba afuera del hueco de la caverna o no, hasta que sintió el triunfo de Yunho
cantando a través del enlace.
Condujo la
burbuja lateralmente, asegurándose de que no cayeran de nuevo dentro del hueco
una vez que la burbuja reventara de pronto.
Estamos a salvo. Puedes dejarla ir ahora.
Era la voz de Yunho
en su cabeza, la presencia reconfortante; así que la dejó ir. Aterrizaron con
un golpe.
Aspiró enormes bocanadas de aire y se
recostó en el pasto frío. El corazón le martilleaba, desacelerando con cada
pulsación. Podía sentir los dedos de Yunho entrelazándose con los de él y
deleitándose con el orgullo irradiando de Yunho. Lo había conseguido. Los había
sacado vivos.
Y entonces su
presencia se fue como si alguien hubiera apagado un interruptor. Trató de
alcanzarlo en su mente, pero se estrelló contra una pared. No estaba allí.
Estaba solo otra vez.
La luceria se
abrió y se deslizó desde el cuello hasta el pasto. Trató de alcanzarla, pero
los brazos no funcionaban. Nada funcionaba. Todo estaba roto ahora, y Yunho se
había ido.
El mundo se desvaneció y no hubo nada
que pudiera hacer para detenerlo.
Este fic es una adaptación, no es mío,
yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO. ORIGINAL: ENCONTRANDO LO
PERDIDO - SHANNON K. BUTCHER. PAREJA
PRINCIPAL: YUNJAE
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