sábado, 17 de agosto de 2013

CAPÍTULO 13


CAPÍTULO 13
La espada de Eunhyuk no sirvió de nada contra el Seiryū, así que lo dejó caer y cogió un palo grueso del suelo. Los gritos de Yong Ha se elevaron una octava hasta ser estridentes y escalofriantes. No iba a durar mucho tiempo más.
Yong Ha le había dado la vuelta a su espada, sosteniéndola por la hoja y usando la empuñadura en un esfuerzo por alejar a la cosa de él. Tenía las manos resbaladizas de sangre al haberse cortado las palmas con la espada. Tan fuerte como eran los brazos de Yong Ha, la empuñadura era de poca utilidad contra la cosa que le estaba comiendo entero. 
Necesitaban fuego. Era lo único que podía matar a un Seiryū, y Donghae era el único que podía hacerlo.
Sentía a Donghae tirando de su poder, pero aún no había fuego. Ni siquiera una chispa.
Eunhyuk golpeó al Seiryū con el palo, y una gran mancha de lodo se desprendió de la masa, chocando contra la pared del fondo. La golpeó una y otra vez, arrancando trozos del Seiryū, pero siempre había más para llenar los agujeros.
Necesitaban fuego, maldita sea. ¿Por qué no estaba Donghae usando su poder para darles fuego?
Porque no tenía idea de qué se suponía que debía hacer. De pronto recordó que nunca había sido entrenado. Sólo esperaba que hubiera suficiente tiempo para enseñarle ahora.
Ahora Yong Ha estaba cubierto hasta el pecho, la cosa se había contraído alrededor de él hasta que ya no podía tomar aliento para gritar. El ácido Yokai disolvía la carne donde le tocaba, haciendo a Yong Ha  sangrar profusamente en cada parte que el Seiryū y la piel humana se tocaban.
Eunhyuk siguió bateando, desesperado por salvar a su amigo a pesar de que sabía que era inútil.
La lucha de Yong Ha cesó, y Eunhyuk podía ver que Yong Ha había aceptado su destino. Iba a morir.
Mientras continuaba luchando contra el Seiryū, Eunhyuk formó una imagen mental de lo que quería que Donghae hiciera, y lo envió a través de su ya congestionado vínculo. El podía sentir su rechazo ante la idea, así que presionó más exigiéndola que le escuchara.
—Coge mi espada —pidió Yong Ha —. No quiero que lastime a nadie —su voz estaba ronca por los gritos, y superficial por la falta de aliento.
El Seiryū avanzó hasta que estaba casi en la garganta de Yong Ha. Yong Ha apretó los dientes contra el dolor, y lanzó la espada sangrienta a Eunhyuk. Eunhyuk la dejó chocar contra el suelo. Una vez que Eunhyuk tomó la espada de Yong Ha, su amigo se dio por vencido. Bien podría estar muerto.
Eunhyuk atacó al Seiryū, liberando toda la furia sobre la cosa. Ésta no era la forma en que Yong Ha  debía terminar. Se suponía que iba a vivir. Se suponía que iba a encontrar a su propio Amaterasu. Se suponía que su vida terminaría pacíficamente después de muchos años, cuando hasta el último Yokai fuera expulsado de la tierra.
No se suponía que iba a morir sufriendo en una oscura cueva, sabiendo lo que iba a pasar.
—Vete, Eunhyuk —dijo con voz entrecortada.
—No te dejaré —el pecho de Eunhyuk gritó por aire. El sudor le cubría el cuerpo. Golpeó al Seiryū sin piedad hasta que casi la mitad de eso estaba cubriendo la pared de roca.
—De cualquier manera estoy muerto. Mi marca de vida está vacía. Vete. Coge mi espada.
— ¡No! —Eunhyuk lanzó un furioso bramido, y golpeó al Seiryū. El palo se le rompió en las manos.
—Salva... a Donghae.


Donghae. Aún estaba desviando más poder del que era seguro, y aún así no había fuego. Finalmente descubrió qué era lo que estaba haciendo con él. Estaba bloqueando al otro Seiryū para que no le matara. Estaba protegiendo su espalda, pero no sería capaz de hacerlo por mucho más tiempo.
Eunhyuk sabía lo que tenía que hacer, y odiaba cada segundo de ello. Miró fijamente a los ojos de Yong Ha, memorizando cada línea de sufrimiento en el rostro de su amigo. Agarró la espada de Yong Ha, asegurándose que viera que la tenía a salvo y en su poder. La espada de Yong Ha nunca le haría daño a nadie. Nunca más.
—Te quiero, Yong Ha. Jamás serás olvidado.
Yong Ha no podía hablar. El Seiryū le había llenado la boca. Una lágrima cayó de los brillantes ojos azules de Yong Ha  antes de que también fueran consumidos por el aceitoso lodo negro.
Cuando no quedaba nada de Yong Ha, Eunhyuk se dio la vuelta dejando de lado el dolor de su pena, centrándose en lo que tenía que hacer. Obtener la espada de Eli y salir de ahí mientras aún podía.
Cogió su espada del suelo, la metió en la vaina, y fue al lado de Donghae. A este le costaba respirar y temblaba. Tenía la piel de un tono gris enfermizo que le asustó como el infierno.
—Libérale ahora —ordenó. La voz estaba áspera y tensa por el dolor.
No le respondió. Eunhyuk puso la mano izquierda en su nuca, conectando las dos partes del Luceria.
—Déjale ir, Donghae. Necesitas dejarle ir.


Se estremeció desplomándose contra el costado. El muro alrededor del Seiryū se disolvió, y la cosa se escurrió hacia ellos. Ahora era más grande. Más rápida. En algún lugar dentro de esa masa estaba la espada de Eli. La única forma de sacarla era quemar el Seiryū hasta hacerla cenizas.
Donghae se quedó parado, demasiado conmocionado para moverse. Tenía el cuerpo débil y tembloroso. Si no fuera por el apoyo de Eunhyuk, se habría hundido en el suelo.
Eunhyuk se volvió a mirarlo, con el rostro en una máscara de torturada pena.
—Necesitas llamar al fuego —le dijo.
Donghae no entendía. No entendía nada de lo que estaba pasando.
—Tienes que quemar al Seiryū para poder sacar la espada de Eli. Ahora, mientras hay tiempo.
Donghae sintió a su collar calentarse, y en una fracción de segundo vio la imagen de lo que Eunhyuk quería que hiciera. Se vio de pie en el túnel, con fuego saliendo de sus dedos. El alquitrán dirigiéndose hacia ellos, estallando en llamas.
¿Eunhyuk quería que hiciera salir fuego de su cuerpo? De ninguna manera. Eunhyuk casi había muerto por el fuego. Su madre había muerto por el fuego. Su casa se había incendiado tres veces. La cafetería se incendió mientras todo el mundo estaba ahí. Se iba a quemar vivo en una oscuridad bastante parecida a ésta, y Eunhyuk iba a ver cómo pasaba.
¿Cómo podía pedirle eso?
—Necesitamos la espada de Eli.
Sentía la tranquila desesperación de Eunhyuk golpeando contra sí. Estaba aplastado bajo una montaña de dolor y culpa, pero de alguna manera recuperar la espada aún estaba al principio de su lista de prioridades.
El monstruo de lodo se escurría hacia adelante, fundiéndose con el que se había comido a Yong Ha. Los dos se convirtieron en uno; un mucho más grande. Eunhyuk le arrastró por el túnel mientras la cosa avanzaba lentamente hacia ellos.
—Por favor Donghae, inténtalo. Necesitamos la espada —dijo en voz uniforme.
Donghae levantó la mano y cerró los ojos. No quería hacer esto, pero no tenía más remedio que intentarlo. Estaba seguro como el infierno que luego no querría volver aquí.
Se puso la cinta de poder, juntándolo dentro, manteniendo la aterradora imagen que Eunhyuk le había dado en su mente. Fuego saliendo de sus dedos. Él pensaba que podía hacer eso. Estaba loco, pero tenía fe en él. No quería defraudarlo.
El poder dentro de sí se fortalecía y calentaba. Le dolían las costillas como si estuvieran siendo empujadas desde dentro. El dolor creció hasta que empezó a sudar y temblar por su fuerza. El sudor le quemaba la piel, elevándose en volutas de vapor que olían a miedo. Mientras el poder dentro de sí se fortalecía, también lo hacía el calor. No podía soportarlo, y aún no salía fuego de su mano.
Su interior tenía que estar ampollado. Era demasiado calor. Iba a estallar en llamas. Ser consumido por ellas. Iba a morir. Esta era la forma en que iba a suceder.
Algo se rompió dentro, algo entró en pánico, una parte infantil que no podía controlar. No podía hacerlo. No podía utilizar el poder de él de esta manera. Un profundo sentido de auto conservación mezclado con un miedo visceral al fuego lo hizo imposible.


Se sintió alejarse y cerrarse, sentía como su demasiado caliente cuerpo volvía a ponerse frío y a entumecerse, y vio a su visión sumergirse en una neblina gris. Todavía podía oír a Eunhyuk animándolo, pero no podía hacerlo. No podía llamar al fuego. No al fuego.
Eunhyuk sintió la mente de Donghae poniéndose en blanco por el terror y cerrándose. Su miedo al fuego había ganado. La espada estaba perdida.
Era el momento de salir de ahí antes de que ellos también estuvieran perdidos.
Tiró de la mano de Donghae, pero este no se movió. Alcanzó su mente y lo encontró acurrucado en el terror.
Él sacó su culo fuera de la mina.
La pálida luz del alba le mostró la entrada. Incluso si el Seiryū los había seguido, no saldría con el amanecer tan cerca.
El viento le soplaba en la cara, secando las lágrimas de dolor. Yong Ha se había ido. Donghae no respondía, y la espada de Eli seguía perdida.
Les había fallado a todos.
Donghae empezó a recuperar poco a poco la coherencia. Sentía a Eunhyuk instalándole en el asiento delantero de la furgoneta y ponerle el cinturón de seguridad. Una puerta cerrándose. Otra abriéndose y cerrándose de golpe. Un motor arrancando.
Se estaban yendo. Los monstruos estaban detrás de ellos. No había muerto en un incendio. Yong Ha estaba muerto. Donghae no podía dejar de repetir ese pensamiento en su mente. Estaba vivo, pero Yong Ha estaba muerto. De alguna manera no parecía correcto, como si alguien hubiese cometido un error gigante, y tuviese que volver en cualquier momento para arreglarlo. Todos volverían a la mina, y esta vez harían las cosas bien.
Pero los minutos transcurrieron, y nada sucedió.
La camioneta se sacudía mientras avanzaban por la carretera comarcal llena de baches. La mina estaba a más de una milla detrás de ellos, pero aún podía sentir la opresiva maldad de ese lugar, el olor podrido pegado a la piel.
Yong Ha estaba muerto, y ellos ni siquiera tenían la espada de Eli para mostrar su sacrificio. Esa parte era culpa de él, y su fracaso lo enfermaba.
Eunhyuk estaba sentado en silencio mientras conducía, con las manos apretadas sobre el volante. La parte de atrás de su mano derecha estaba hinchada, con ampollas donde el monstruo de alquitrán le había tocado, pero no parecía darse cuenta. Su atención estaba fija en la carretera de grava.
El interior de Donghae quemaba, aunque no estaba seguro si era por los daños físicos, o por la sobrecarga emocional.
Eunhyuk giró en un camino pavimentado, en dirección este. El sol no había roto el horizonte, pero el cielo estaba cada vez más claro. A pesar de que le picaban los ojos, Donghae dio la bienvenida a la luz. Instintivamente sabía que una oscuridad como a la que se habían enfrentado en la mina no sería capaz de tolerar la pureza de la luz solar.
—No vamos lejos —dijo Eunhyuk. Su voz era áspera y dura en el silencio de la camioneta.
Donghae asintió. Sin confiar en sí mismo para hablar. Tenía miedo de que una sola palabra le hiciese llorar, y nunca sería capaz de detenerse. Por mucho que deseara dejarse ir y ceder a las lágrimas, Eunhyuk lo necesitaba. Podía sentir lo mucho que estaba sufriendo. Su dolor le empequeñecía, fluyendo sobre su vínculo en estremecedoras olas de agonía. Él había amado a Yong Ha como a un hermano, y Donghae sólo le había conocido por una noche. Quería ser fuerte para Eunhyuk, encontrar una forma de ayudarle a aliviar su dolor, y si lloraba sería inútil. De nuevo.
No había nada que pudiera hacer para compensar su cobardía, pero tal vez podría ofrecerle a Eunhyuk un poco de consuelo. Era lo único que podía pensar en hacer en honor a Yong Ha.
Suponiendo que Eunhyuk quisiera el consuelo de un hombre que había fracasado tan completamente.


—No fue culpa tuya.
Le dirigió una mirada dura. Todo el calor de sus ojos dorados se había ido.
Donghae tragó, a pesar de sentir las lágrimas obstruyéndole la garganta. Le brillaban los ojos por la necesidad de llorar.
—Debería haber llamado... hecho lo que me pediste —ni siquiera podía decir la palabra fuego.
—No debería haberte pedido eso sin enseñarte primero lo que necesitabas saber. Es un error que no repetiré. Vamos a encontrar un lugar para descansar un par de horas. Luego te llevaré a casa. Una vez que conozcas a Hyesung, tendrás una comprensión mucho mejor  de lo que puedes hacer.
—Es el hombre del que me hablaste. La pareja igual a mí.
—Sí. Y también iremos a ver a Victoria. Sabrá qué hacer con la visión de tu muerte.
Donghae se estremeció involuntariamente al recordarlo.
— ¿Qué crees que puede hacer? ¿Hacerme olvidarla?
—No. Pero podría ser capaz de decirte que no es real. Quizá fue algo que plantaron en ti para prevenir que alcances tu máximo potencial.
— ¿Crees que alguien ha puesto esa visión en mi cabeza?
—Es posible. Victoria lo sabrá.
Había algo que no le estaba contando. Podía verlo en la forma en que se negaba a mirarla, sentía la culpa hormigueando a lo largo del vínculo.
— ¿Qué? —Preguntó—. ¿Qué estás ocultando?
—Jodida luceria —rechinó—. No es nada. Solo trata de descansar un poco. Estaremos en lugar seguro en unos minutos.
—Hay algo. ¿Qué estas ocultando? Escúpelo.
Se quedó callado unos minutos, apretando y relajando repetidamente la mandíbula.
—Kyuhyun dijo que había algo mal contigo. Creo que esto es lo que quería decir.
— ¿Algo está mal en mí? ¿Por qué no dijiste nada? —¨No podía creer su arrogancia al pensar que tenían derecho a ocultarle cosas—. Maldita sea, Eunhyuk, tengo derecho a saber este tipo de cosas.
Su boca se torció en una mueca de disgusto.
—Te he dicho todo lo que sé. Además, no siempre puedes creer todo lo que Kyuhyun dice. Retorcería la verdad, o mentiría descaradamente si le sirve a su propósito.
— ¿Así que puede que no haya nada malo?
—Ojalá lo supiera. Lo que puedo decirte es que vamos a descubrirlo, y pasaremos por ello juntos.
Se dejo llevar y se le escapo un suspiro de cansancio.
—Estoy cansado de sentir que estoy dos pasos detrás de todos los demás.
—Donghae. Ya no hay “todos los demás”. Ahora somos sólo tú y yo.


Tenía razón. Estaban por su cuenta y esa era una realidad aterradora. Eunhyuk era fuerte y capaz, pero él no. Temía que nunca lo sería.
¿Y si lo que le ocurrió a Yong Ha le pasaba a Eunhyuk? Los dos le habían dado ese estúpido juramento, sus vidas por la suya. No podía dejar que Eunhyuk hiciera lo mismo.
—Basta ya —la ordenó—. Las cosas han ido mal esta noche, pero estarán bien.
— ¿Cómo puedes saberlo? ¿Puedes ver el futuro?
—No, pero recuerdo el pasado. Por mucho que quisiera a Yong Ha, mi pena por él se desvanecerá con el tiempo. Lo sé porque ya ha ocurrido docenas de veces. Me duele como un hijo de puta ahora, pero con el tiempo, el dolor desaparecerá. La pena disminuirá y la vida continuará. No tenemos el lujo de cerrarnos y revolcarnos en nuestro dolor. Tenemos un trabajo que hacer.
—La espada de Eli —aventuró.
—Sí. Aún tenemos que encontrarla. Colgarla junto a la de Yong Ha en el Salón de los Caídos.
— ¿Es eso lo que hacéis? Cuando uno de vosotros morís, quiero decir.
Eunhyuk asintió tragando saliva y pestañeando varias veces.
—Es la manera en que les honramos. Cómo les recordamos.
Miró hacia atrás, a la camioneta vacía. Ninguna luz alumbraba allí, no había ventanas, pero todavía podía ver el brillo de la espada de Yong Ha donde Eunhyuk le había dejado. La sangre de Yong Ha  la cubría por todas partes, al igual que algunas negras viscosidades del monstruo que le había matado. Le molestaba que su espada estuviera tirada en el suelo de la camioneta. Le parecía una falta de respeto al hombre que la había manejado. El hombre que había salvado su vida.
Donghae fue a la parte trasera de la camioneta. Encontró una sábana blanca limpia guardada en una bolsa de lona, y envolvió la espada en ella teniendo cuidado de no mancharse de sangre o del ácido negro. La metió dentro de la bolsa de lona y cerró la cremallera. 
Se sintió como echar palas en la tierra sobre su tumba. Definitivo.
—Encontraremos la espada de Eli —le dijo a Eunhyuk.
No había conocido a Eli, pero sí Yong Ha  y Eunhyuk estaban dispuestos a arriesgar sus vidas para recuperar su arma, entonces tuvo que haber sido un infierno de hombre. Se merecía ser honrado de acuerdo con sus tradiciones.
— ¿Estás diciendo que aún estás dispuesto a ayudarme? —Preguntó Eunhyuk lanzando una rápida mirada sobre el hombro.
—Te hice una promesa. Tengo la intención de mantenerla o morir en el intento —sabía cuál de esas dos era más posible, pero mantuvo eso para sí mismo. 



Este fic es una adaptación, no es mío, yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO.
ORIGINAL: ARIDIENDO VIVA - SHANNON K. BUTCHER
PAREJA PRINCIPAL: EUNHAE

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