martes, 27 de agosto de 2013

CAPÍTULO 15

CAPÍTULO 15
Donghae estaba demasiado cansado para asustarse. No tenía la energía para ello. Especialmente no después de un sexo como ese. Había sido como un cataclismo, dando vuelta su mundo y resquebrajando sus bases hasta que ya no sentía como si estuviera sobre suelo sólido.


Había sentido cosas a través de Eunhyuk. Visto a través de sus percepciones. Finalmente había visto lo que él vio cuando volteo a verlo, lisa y suave piel, gentiles curvas, largas y bien delineadas piernas. Había sido bizarro haberse visto a sí mismo, pero no sentir en la forma en que se suponía que se sentía acerca de su cuerpo. Le había excitado y eso era verdaderamente perturbador. Al menos lo era ahora. En ese momento, lo había amado, revelado en la manera en que podía hacer a Eunhyuk sudar con la necesidad de embestir dentro de él. ¿Cómo podía no amarlo sólo un poco cuando podía ver cuán noble y cuidadoso hombre era? ¿Lo que había sacrificado para proteger la humanidad? ¿Que ni una vez había pensado acerca de lo que debería recibir en retribución por sus esfuerzos?
No, lo que le asustaba era el hecho de que si lo dejaba llegar demasiado cerca, cuando se muriera, esa cercanía sólo lo haría sufrir, y ya sufría demasiado. No quería eso para él. No quería que le amara y tuviera que verlo morir de la manera que lo había hecho con Yong Ha, en la manera en que lo había hecho con los incontables rostros que había visto en su mente. No era justo que le hiciera eso sin importar cuánto la idea de ser amado por un hombre como Eunhyuk le entusiasmara. No se dejaría ser tan egoísta sin importar cuán tentador fuera.
Tenía una responsabilidad para con Eunhyuk de mantener su distancia. No llamaría a lo que habían compartido un error, era demasiado hermoso para eso, pero no podía dejar que volviera a suceder. Esa clase de intimidad era demasiado peligrosa para su resolución de protegerlo.


—Detenlo —su voz retumbó en su oído, que estaba presionado firmemente contra su pecho.
Donghae se elevó, sintiendo que su cálida piel se enfriaba al contacto con el aire.
— ¿Detener qué?
Una gran mano ahuecó su cabeza y volvió a posarla sobre su cadera mientras que la otra la rozaba a lo largo de su espalda en una suave caricia.
—Me estás dejando afuera. No me agrada eso.
No tenía la fuerza para luchar contra su agarre, así que se permitió disfrutar la sensación de estar entre sus brazos, de yacer contra su musculoso pecho. Podía ser la última vez que tuviera para sentir esa sensación de estar seguro y saciado.
—Estoy sintiéndome un poco vulnerable en éste momento.
—Únete al club. Eso fue… increíble.


Oh, bebé. Había sido mucho más que eso, pero no iba a inflar su ego diciéndoselo. Ya iba a ser bastante duro resistirse a él ahora que sabía cómo era. No le iba a dar más munición.
—Y desordenado. —Lo que le recordó—. No usamos protección. No puedo creer que ni siquiera pensé en ello.
Un pequeño chorro de miedo le hizo tensarse ante la comprensión. No podía permitirse quedar embarazado. No podía tomar otra vida consigo cuando muriera.
—Está bien —le dijo, sosteniéndole en el lugar, así no podía alejarse de él—. No puedo enfermarte, como tampoco puedo darte un niño.
— ¿Cómo puedes saberlo?
—Somos estériles. Ninguno de los Amaterasu ha tenido hijos por más de doscientos años —su voz era tensa, casi enfadada, pero sus manos eran gentiles sobre su espalda.
Se permitió relajarse contra él, tratando de entender el significado de aquellas pocas palabras.
— ¿Eso te hace de más de doscientos años de edad?
—Sí, lo hace.
Está bien, eso era un poquito espeluznante, pero entonces estaba a la par con el curso de las cosas desde que vio a Eunhyuk. Todo de lo que había sido testigo desde la última noche había virado a un espeluznante territorio.
—Cuéntame cómo es.
— ¿Ser así de viejo?
—No, vivir una vida como la de ustedes. Todos los monstruos. Portando una espada. Viviendo con magia. Es todo tan… extraño.
Lo sintió encogerse de hombros bajo su mejilla. Sus músculos fluyeron con una ligera fuerza y sin embargo estaba tan agotado para hacer nada acerca de ello, apreciaba su cuerpo y la manera en que le hacía zumbar por dentro sólo el estar cerca a él.
—Nací en la comunidad Amaterasu. Mis padres fueron Amaterasu enlazados. Crecí peleando contra los Yokai durante toda mi vida, así que no conozco otra manera.
— ¿Si tus padres fueron Amaterasu y te tuvieron a ti, entonces qué te hace pensar que los Amaterasu no pueden tener hijos?
—Hemos hecho estudios. Todos nuestros hombres son infértiles. Nunca hemos sido un pueblo muy prolífico, así que es difícil determinar cuándo o cómo ocurrió. La teoría Susano es que es algo que los Yokai nos hicieron sin nuestro conocimiento, alguna clase de envenenamiento, quizás.
Esa era una idea horrible. No podía imaginarse siendo violado de esa manera y no podía evitar tratar de darle algo de consuelo.
Acarició su pecho y sintió la calidez de la luceria. Hasta que sintió el calor, no se había percatado que había estado tratando de alcanzarlo para él, tratando de consolarlo de esa manera también. Usando el enlace que era cada vez más natural para ambos. Iba a tener que ser cuidadoso, porque era tal la conexión íntima, algo que nunca había compartido con nadie anteriormente.
Donghae necesitaba poner algo de distancia entre ellos. Necesitaba algo de privacidad y una oportunidad para aclarar sus pensamientos. Su mundo estaba patas para arriba y necesitaba algo de espacio para enderezarlo.
—Voy a arreglarme.


Eunhyuk lentamente le soltó, como si le diera la libertad de mala gana. Dejó salir un suspiro de pena.
—Necesitamos ponernos en movimiento de nuevo, de todos modos. Quiero estar en casa antes del anochecer.
—Cuando los monstruos salen —se recordó.
Se sentó y cepilló su enredado cabello apartándolo de su rostro.
—Eso, y el hecho de que quiero encontrarte algo de ayuda con tu visión. Sé que crees que es real, de que vas a arder hasta la muerte, pero no puedo creerlo. No quiero que lo creas, tampoco. Tanto tiempo como creas que vas a morir, vas a tenerme a la distancia de un brazo, y eso ni siquiera es lo bastante cerca para mí.
Donghae vio una luz posesiva brillar en sus ojos, recordándole todas las cosas que le había mostrado que quería hacerle, todas las traviesamente maravillosas cosas que le esperaban. Un profundo calor pulsaba abajo en su vientre, sus pezones se tensaron y podía sentir las punzadas en su entrepierna. Tenía que recordarse respirar.
— ¿No lo es? —Se las arregló para pronunciar.
—Tengo planes para ti, Donghae, y la mayoría de ellos nos involucran estando muy cerca y muy desnudos por un largo, largo tiempo. Es mejor para ambos si sólo te acostumbras a la idea.
—No estoy seguro de que pueda acostumbrarme a alguna de esas ideas tuyas.
La sonrisa que le dio era puro y letal pecado.
—Amarás cada una de ellas. Me aseguraré de ello.



Donghae durmió de camino a la casa de Eunhyuk. Se despertó cuando la camioneta aminoró al tiempo que se acercaba a lo que sólo podía pensar como una fortaleza. Un espeso muro de piedra rodeaba más acres de los que podía ver. Todos los árboles cercanos al muro habían sido podados, dejando la vertical superficie de granito brillando a la luz del sol. El muro tenía que tener quince metros de altura, y a lo largo de su cima había un enredado alambre de púas y anchos picos de metal que se veían bien afilados. El único camino que podía ver era una enorme entrada de hierro.
Eunhyuk se dirigió a esa entrada y presionó su mano en un panel luminoso. Al menos tres lentes de cámaras se enfocaron en ellos.
—ID  —dijo una profunda voz desde un parlante montado en el panel.
—Soy Eunhyuk, idiota. Abre.
—No estás solo.
— ¿Celoso, Baekho?
—Absolutamente. Le dejaré saber a Young Woon que estás aquí.
La puerta gigante se abrió más rápidamente de lo que hubiera pensado dado su tamaño. Eunhyuk manejó a través de ella, y la cosa se volvió a cerrar antes de que su parachoques despejara la entrada.
No estaba seguro si esa clase de atención a los detalles en cuanto a la seguridad le hacía sentir mejor o mucho, mucho peor.
—Estamos seguros aquí —le dijo Eunhyuk, echándole un rápido vistazo.
Donghae evitó mirar a sus ojos. Desde que había salido de su cama, le había estado observando como si midiera sus emociones. Había mantenido un fuerte asimiento en la agarradera entre ellos y podía decir que estaba empezando a irritarlo.
Que mal. Iba a tener que aprender a manejarlo. Al menos hasta que encontraran la espada de Eli. O hasta que al fin muriera. Lo que fuera que ocurriera primero.
Donghae miró por la ventana. La tierra allí era salvaje y muy crecida en algunos lugares y cuidadosamente recortada en otros. Antiguos y altos árboles sombreaban todo, protegiendo el área del caluroso sol veraniego.
Entre los árboles, podía vislumbrar una larga estructura. Como el muro, estaba hecha de destellante piedra que reflejaba los rosados y anaranjados de la puesta del sol. Había varios pisos de altura, y aunque era mucho más alta que cualquier casa de plantación que hubiera visto jamás, tenía la misma clase de estructura elegantemente simple.
Al acercarse más, podía ver que el edificio en frente era sólo una parte de la enorme estructura. Detrás de había alas gemelas disparadas desde la parte trasera, y cada una de aquellas tenía dos alas sobresaliendo a su vez.


— ¿Qué es éste lugar?
—Mi hogar. Lo llamamos Castillo Matsumoto. Es también el hogar de cerca de quinientos Caballeros de la Luz y humanos.
—Es enorme.
—Tiene que serlo. De lo contrario nos mataríamos entre nosotros —sonaba serio—. ¿Ves el ala norte?
Asintió, sabiendo para dónde estaba el norte sólo debido a que el sol se estaba poniendo tras ellos.
—Allí es dónde los Amaterasu vivimos. Mi suite es la tercera desde el final.
Manejó hacia un edificio separado, un garaje lo bastante grande para albergar al menos un par de cientos de autos. Aparcó en un vacío y numerado lote y apagó el motor.
—Lo que sea que suceda aquí, es importante que sepas que estoy de tu lado —su voz era sombría.
—Eso suena un poco ominoso.
—No todos van a estar contentos de que te haya encontrado. Nuestros hombres están muriendo, Donghae. Algunos de ellos te verán como un signo de esperanza de que haya otras parejas allí afuera como tú, pero no todos. Algunos verán sólo lo que no pueden tener. Es importante que no vagues alrededor solo. Es… doloroso ser un macho Amaterasu sin ninguna manera de liberar todo ese poder. No todos pueden controlar sus impulsos cuando se enfrentan con tanto dolor.
— ¿Estás diciendo que intentarían lastimarme?
—No. Tratarían de tomarte para ellos, pero al hacerlo, te lastimarían. Permanece cerca de mí. O de Eric.
— ¿Quién es Eric?
—El esposo de Hyesung. El único otro Amaterasu enlazado aquí. Tiene ojos sólo para Hyesung, así que estarás a salvo con él.
No le agradaba cómo sonaba nada de eso.
— ¿Cuánto tiempo tenemos que quedarnos aquí?
—El tiempo suficiente para descubrir qué es lo que tu visión está tratando de decirte y para elegir la siguiente dirección sobre la espada de Eli.
Y para colgar la espada de Yong Ha  en el Salón de los Caídos.
Escuchó el pensamiento de él dentro de su cabeza, enlazado con una profunda y dolorosa pena que no podía esconder.
Ya no le importaba que estuviera tratando de mantener la distancia. No podía dejarlo sufrir su dolor en soledad.
Desabrochó su cinturón de seguridad y se arrastró hasta su regazo, despreocupado de cuán difícilmente cabía tras del volante. Eunhyuk necesitaba consuelo, maldición, e iba a dárselo.


Le sostuvo en silencio mientras acariciaba su pecho, dándole el pequeño apoyo que podía. Él volvió a cerrar fuertemente su mente, pero podía sentirlo luchar contra su dolor de otras maneras. Estaba rígido y sosteniéndolo en un casi desesperado abrazo, como si no pudiera soportar la idea de dejarla ir. Nunca.
Por un loco momento, Donghae quería eso más de lo que había querido cualquier otra cosa en su vida. Se estaba enamorando de él demasiado rápido, demasiado profundamente. Su sufrimiento silencioso le estaba matando. Sabía que era lo suficiente fuerte como para sobrevivir, pero no lo quería apenas sobreviviendo. Lo quería feliz. Lo quería siendo amado. Quería que tuviera todas las cosas de la vida que estaba protegiendo para otros. Familia, seguridad, paz.
Eunhyuk le dio un duro apretón y podía sentirlo empujando su control de nuevo a su alrededor como un manto. El cuerpo de él se relajó, aspiró un profundo aliento, y lo dejó salir en un suspiro de aceptación.
—Están esperando por nosotros. Deberíamos ponernos en movimiento.
— ¿Quién está esperando?
—Ya verás. Vamos.
Le guió a un túnel subterráneo que se dirigía al enorme edificio en el que vivía. Fueron a través de un corredor que se abría a una enorme habitación. Un cielo raso de vidrio de quince metros de altura dejaba entrar la luz del atardecer y arrojaba un rosado brillo sobre todo. Altas plantas verdes estaban en grupos aquí y allá, creciendo bajo la generosa luz del sol que la habitación tenía durante el día.
La mayor parte de la habitación era un área comedor con un revoltijo de mesas y sillas. Cada mesa estaba decorada con un alegre mantel cuadriculado amarillo y blanco y un pequeño florero con flores frescas. Unas pocas personas se encontraban sentadas a las mesas bebiendo café o leyendo libros, viéndose tan cómodas como si hubieran estado en sus casas privadas. El resto de la habitación era para entretenimiento. Había una mesa de pool y cuatro televisores de alta tecnología, cada uno rodeado por un par de sofás y varias sillas aparentemente cómodas. Dos grupos de niños estaban jugando a los videojuegos, desdeñando los muebles así podían sentarse más cerca de los televisores. Tres mujeres repantigadas, disfrutaban una tranquila conversación mientras mantenían una mirada sobre los niños.
—Pensé que dijiste que no podían tener niños —le dijo.
—Esos son niños humanos. Hay varias familias humanas viviendo aquí y algunos niños que han sido dejados huérfanos por los Yokai.
— ¿Quieres decir que hay un montón de humanos que saben acerca de ustedes? Pensaba que era un gran secreto. Dijiste que la señorita Boa no podía saber nunca sobre ustedes, que era peligroso para ella.
—Lo es. Es por lo cual mucha de ésta gente está aquí. A no todos se les pueden borrar los recuerdos de manera efectiva. Su única oportunidad es vivir aquí o tomar sus riegos afuera.
—Con razón necesitan un lugar tan grande.
La boca de Eunhyuk se apretó con frustración.
—Necesitaríamos uno mucho más grande si la gente no fuera tan testaruda. La mayoría de las personas eligen tomar su riesgo.


— ¿Qué les ocurre?
—Mueren —su tono era tan sombrío y enfadado que le dejó estupefacto—. A veces somos lo suficiente afortunados para salvar a los niños una vez que los padres son asesinados, pero no lo bastante frecuente.
Donghae no podía imaginarse lo que eso debía ser, el advertir a las personas del peligro y que te ignoraran. El que ello sucediera una y otra vez y ser impotente para hacer nada salvo limpiar los pedazos, lo que en ese caso eran niños huérfanos.
Entrelazó sus dedos con los de él y sintió el zumbido en respuesta de su anillo contra su piel.
—Lo siento, Eunhyuk. Tienes tanto horror en tu vida. No sé cómo lo soportas.
Se encogió de hombros, pero fue demasiado rígido como para que pareciera casual.
—Es para lo que fui creado. Tenemos un trabajo que hacer y revolcarse en la autocompasión no va a terminarlo. Además, sí salvamos a algunos de ellos —dijo, sus ojos se volvieron cálidos al tiempo que veía a los niños jugar—, y eso hace que las partes duras sean mucho más fáciles de ser soportadas.
Un pesada puerta de vidrio que daba a un patio se abrió, dejando entrar la esencia del césped fresco podado y de la menguada luz del sol. Yoochun entró en la habitación, sin camiseta y brillando por el sudor. Tenía un tatuaje de un árbol como Eunhyuk en su oscuro pecho y las pocas hojas ondeaban enojadamente sobre su pecho marrón. Se dirigió directamente hacia Donghae con su ancha mandíbula duramente tensa. Sus pálidos ojos verdes estaban fijos en él y brillaban con rabia.
Sintió la tensión de Eunhyuk y se adelantó protectoramente frente a él. Su mano se situó en la empuñadura de su espada, y aunque no pudo verla antes, ahora que él estaba tocándola, notó un ondeante brillo de metal entrar y salir de la vista.
Donghae realmente esperaba que no tuviera que sacarla. Recordaba demasiado bien de lo que era capaz con esa arma.
—¿Dónde está Junsu? —Gruñó Yoochun en un casi sonido animal.
Donghae dio un involuntario paso hacia atrás ante la vista de su poderoso enfado. Su mente quedó en blanco y en todo en lo que podía pensar en decir era:
— ¿Quién?
—Junsu. ¿Dónde se está escondiendo?
¿Junsu? Donghae había estado tan envuelto en sus propios problemas que se había olvidado que Junsu había estado involucrado en ese desastre también. Entonces el significado de sus palabras se asentó y se sintió un poco mejor. Yoochun no sabía dónde estaba Junsu. Había escapado antes de que hubiera visto a cualquiera de los monstruos, así que su mente estaba a salvo.


—No lo sé.
La boca de Yoochun se curvó en un gruñido.
—Estás mintiendo. Dime dónde está. Ahora.
Donghae vio que las personas en la enorme habitación se giraron a mirarlos y quería esconderse en un agujero. O quizás no. Allí era donde los monstruos vivían.
—No está mintiendo —dijo Eunhyuk en una baja y calmada voz.
Sostenía en alto su mano izquierda, mostrándole a Yoochun el anillo que estaba destellando con brillantes y feroces rojos y anaranjados.
—Lo sabría si lo estuviera haciendo.
Los ojos de Yoochun se dirigieron al anillo y se abrieron de par en par con aturdimiento.
— ¿Le reclamaste? Él es… ¿Cómo es posible?
—No lo sé, pero tengo el presentimiento de que Kyuhyun está trabajando para descubrirlo —la voz de Eunhyuk estaba tensa a causa del enojo cuando mencionó el nombre de Kyuhyun, aunque Donghae no sabía por qué.
Había salvado a Eunhyuk, después de todo.
Yoochun miraba de Donghae al anillo y de nuevo a él. Las oscuras líneas de su rostro se mudaron del enfado en una desesperada clase de esperanza.
—Tengo que encontrar a Junsu. Por favor, ayúdame —estaba rogando y podía decir por la ronquera de su voz que no era un hombre acostumbrado a rogar por nada.
Donghae sufría por él, por el dolor que sabía que estaba sufriendo, por la frustración que tensaba su gran cuerpo.
—Desearía poder hacerlo, pero no puedo. Éramos amigos, pero nunca me dijo mucho acerca de sí mismo. Tengo la sensación de que estaba huyendo de alguien.
Yoochun fue tras su brazo, pero Eunhyuk lo interceptó y sostuvo su gruesa muñeca en un fuerte agarre.
—Sin tocar —dijo.
Yoochun le dio un rígido asentimiento y retrocedió su mano.
— ¿Qué te hace pensar que está huyendo?
Donghae trató de expresar sus razones.
—Estaba híper-vigilante. Estaba al tanto de lo que sucedía a sus alrededores, lo que es una de las cosas que la hacía tan grandioso mesero. Y… —Donghae se calló, teniendo la sensación que de alguna forma estaba traicionando a su amigo.
— ¿Y qué? —Demandó Yoochun.
Eunhyuk se volteó hacia Hae y le ahuecó el hombro con su gran mano. La calidez penetró en su piel y no podía evitar inclinar la cabeza hacia un lado, esperando que moviera ese calor, haciéndolo subir por su garganta. Cada vez que el anillo de él estaba cerca de la cinta alrededor del su cuello, sentía la necesidad de ambos de conectarse. Era extraño sentir el empuje magnético de un objeto inanimado, casi como si las cosas pudieran tener deseos por sí mismas.
—Si sabes algo, necesitas decírnoslo. Te juro que Yoochun nunca lastimaría a Junsu.
—Eso lo sé —dijo—. Pero también sé que Su es una persona reservada. Cuales quieran que sean los problemas que tenga, quiere arreglárselas por sí solo.
—Podría no ser capaz de hacerlo —dijo Eunhyuk.
Los ojos de Yoochun le imploraban.
—Es sólo una pequeña cosita, Donghae. No le dejes solo allí afuera. Necesito encontrarlo.
—Puede que sea pequeño, pero difícilmente esté indefenso.
—Si los Yokai están tras él, lo estará.
Donghae no había pensado en eso de esa manera. Quizás tenían razón. Quizás Junsu sí necesitaba ser encontrado.
—Vivía en su auto. Si huía, tendría todo lo que necesitara para seguir huyendo.
—Hijo de puta —dijo Yoochun entre dientes.
Varios jóvenes sonrieron y los adultos que los observaban le fruncieron el ceño a Yoochun.
—Lo siento —murmuró avergonzado.
— ¿Puedes pensar en algún lugar al que podría haber ido? ¿Tenía familia? ¿Mencionó alguna vez un pueblo en particular? —Preguntó Eunhyuk.
—No. Nunca habló de sí mismo. Ni siquiera cuando le pregunté. Por un tiempo, creí que estaba huyendo de un esposo abusivo, pero luego empecé a conocerlo.
— ¿Y eso te hizo cambiar de parecer? —Preguntó Yoochun, dándole toda su atención.
Era más que una pequeña intimidación el ser el foco de tanta determinación.
—Su no hubiera huido de un hombre que le hubiera golpeado. Hubiera arrojado su culo en la cárcel o devuelto el golpe.
—No bromees. —Yoochun frotó su brazo donde la herida de la puñalada que Junsu le había dado estaba casi curada.
Donghae se preguntaba si Kyuhyun había tenido oportunidad de curarlo a él también. Parecía demasiado pronto para que la marca hubiera desaparecido dejando piel nueva en su lugar.
— ¿Piensas que está en peligro? —Le preguntó Donghae a Eunhyuk.
Rogaba que no. No quería a ningún otro de sus amigos heridos. Con la pobre señorita Boa ya era demasiado.
Eunhyuk bajó la mochila que estaba portando y le atrajo contra él en un gentil abrazo. No luchó para librarse, aunque sabía que debía hacerlo. Depender de él para que lo consolara los acercaba un paso más. Le acercaba un paso más a enamorarse de él.
—Necesito encontrarlo, Donghae. Lo necesito.
La cabeza de Eunhyuk se alzó demasiado rápido para que Donghae no lo notara.
— ¿Lo necesitas cómo?
Los pálidos ojos de Yoochun se deslizaron hacia él.
—Necesito tocarle. Estar cerca de él. No lo entiendo, pero eso no parece importar. Lo necesito.
—Sé exactamente cómo te sientes. —Cada palabra fue lenta y precisa—. Así es como me sentí cuando vi a Donghae. No puede ser una coincidencia.
— ¿Qué puede ser? —Preguntó Donghae, confundido.
—Quiero creerlo, pero si estás equivocado, no estoy seguro de poder enfrentarlo —dijo Yoochun.
—Debes averiguarlo —replicó Eunhyuk.
— ¿Averiguar qué? —Preguntó Donghae.
—Si Junsu es como tú. Como nosotros.
Yoochun pasó una ancha mano por su rostro.
—Hombre, ni siquiera lo digas. Traerás mala suerte.
La comisura de la boca de Eunhyuk se elevó en una media sonrisa.
— ¿Eres supersticioso ahora?
—Si funciona, infiernos sí. —Yoochun miró a Donghae—. Tienes que ayudarme a encontrarlo.
—No sé cómo. Desearía hacerlo. No me gusta la idea de Junsu dando vueltas por ahí, solo.
Yoochun presionó una mano en su pecho como si éste doliera.
—Tampoco a mí.
—Quizás Baekho pueda ayudar.
—No ha sido capaz hasta ahora. Estaba contando con que Donghae supiera algo más.
Donghae sintió un remordimiento de culpa que no podía evitar, y una enorme preocupación por Yoochun. Se veía salvajemente desesperado y un poco enfermo del estómago.
—Lo siento. Desearía saber algo.
—Si piensas en algo más, incluso algo pequeño, ¿me lo dirás?
—Lo prometo.
Una gentil comprensión surgió a su alrededor. Le había sentido antes de que le hubiera dado su palabra. Era extraño.
—Tienes que dejar de hacer eso —le advirtió Eunhyuk—. Te vas a buscar problemas realizando tantas promesas.
—No te escuché quejarte cuando eras el que las recibía —le recordó.
—Sí, bien, hay un montón de cosas que puedes hacer conmigo que no quiero que hagas con otro hombre. —Una deliciosa y traviesa luz calentó sus ojos, y Donghae sintió que su cuerpo de suavizaba en respuesta.
Iba a tener que elevar serias barreras si pensaba tener la oportunidad de mantener la distancia. Una mirada como esa de parte de él y estaba listo para encontrar un agradable y tranquilo lugar y desnudarse con él por unas pocas horas.
—Me gustaría —le dijo en una oscura voz que derretía su interior.


Eunhyuk deslizó un dedo sobre su mejilla y por su labio inferior. Los ojos de Donghae se cerraron contra su voluntad, y su lengua salió para alcanzarlo.
Un hombre que no conocía caminó hacia ellos y aclaró su garganta.
—Están esperando por él.
Eunhyuk suspiró pesadamente.
—Correcto. La ceremonia.
El estómago de Donghae se tensó en un súbito ataque de ansiedad.
— ¿Qué ceremonia? Nadie me dijo nada acerca de una ceremonia.
Estaba vestido con un par de pantalones de gimnasia prestados y una chapucera camiseta. No era exactamente el atuendo para una ceremonia.
—No tomará mucho —le aseguró Eunhyuk—. Los Amaterasu quieren conocerte y darte la bienvenida a nuestra familia.

Bien, eso no sonaba demasiado malo. De hecho, sonaba como algo agradable.

Este fic es una adaptación, no es mío, yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO ADAPTO.
ORIGINAL: ARIDIENDO VIVA - SHANNON K. BUTCHER 
PAREJA PRINCIPAL: EUNHAE

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