CAPÍTULO 15
Donghae estaba demasiado cansado para asustarse. No tenía la
energía para ello. Especialmente no después de un sexo como ese. Había sido
como un cataclismo, dando vuelta su mundo y resquebrajando sus bases hasta que
ya no sentía como si estuviera sobre suelo sólido.
Había sentido cosas a través de Eunhyuk. Visto a través de sus
percepciones. Finalmente había visto lo que él vio cuando volteo a verlo, lisa
y suave piel, gentiles curvas, largas y bien delineadas piernas. Había sido
bizarro haberse visto a sí mismo, pero no sentir en la forma en que se suponía
que se sentía acerca de su cuerpo. Le había excitado y eso era verdaderamente
perturbador. Al menos lo era ahora. En ese momento, lo había amado, revelado en
la manera en que podía hacer a Eunhyuk sudar con la necesidad de embestir
dentro de él. ¿Cómo podía no amarlo sólo un poco cuando podía ver cuán noble y
cuidadoso hombre era? ¿Lo que había sacrificado para proteger la humanidad?
¿Que ni una vez había pensado acerca de lo que debería recibir en retribución
por sus esfuerzos?
No, lo que le asustaba era el hecho de que si lo dejaba llegar
demasiado cerca, cuando se muriera, esa cercanía sólo lo haría sufrir, y ya
sufría demasiado. No quería eso para él. No quería que le amara y tuviera que
verlo morir de la manera que lo había hecho con Yong Ha, en la manera en que lo
había hecho con los incontables rostros que había visto en su mente. No era
justo que le hiciera eso sin importar cuánto la idea de ser amado por un hombre
como Eunhyuk le entusiasmara. No se dejaría ser tan egoísta sin importar cuán
tentador fuera.
Tenía una responsabilidad para con Eunhyuk de mantener su
distancia. No llamaría a lo que habían compartido un error, era demasiado
hermoso para eso, pero no podía dejar que volviera a suceder. Esa clase de
intimidad era demasiado peligrosa para su resolución de protegerlo.
—Detenlo —su voz retumbó en su oído, que estaba presionado
firmemente contra su pecho.
Donghae se elevó, sintiendo que su cálida piel se enfriaba al
contacto con el aire.
— ¿Detener qué?
Una gran mano ahuecó su cabeza y volvió a posarla sobre su cadera
mientras que la otra la rozaba a lo largo de su espalda en una suave caricia.
—Me estás dejando afuera. No me agrada eso.
No tenía la fuerza para luchar contra su agarre, así que se
permitió disfrutar la sensación de estar entre sus brazos, de yacer contra su
musculoso pecho. Podía ser la última vez que tuviera para sentir esa sensación
de estar seguro y saciado.
—Estoy sintiéndome un poco vulnerable en éste momento.
—Únete al club. Eso fue… increíble.
Oh, bebé. Había sido mucho más que eso, pero no iba a inflar
su ego diciéndoselo. Ya iba a ser bastante duro resistirse a él ahora que sabía
cómo era. No le iba a dar más munición.
—Y desordenado. —Lo que le recordó—. No usamos protección. No
puedo creer que ni siquiera pensé en ello.
Un pequeño chorro de miedo le hizo tensarse ante la
comprensión. No podía permitirse quedar embarazado. No podía tomar otra vida consigo
cuando muriera.
—Está bien —le dijo, sosteniéndole en el lugar, así no podía
alejarse de él—. No puedo enfermarte, como tampoco puedo darte un niño.
— ¿Cómo puedes saberlo?
—Somos estériles. Ninguno de los Amaterasu ha tenido hijos por
más de doscientos años —su voz era tensa, casi enfadada, pero sus manos eran
gentiles sobre su espalda.
Se permitió relajarse contra él, tratando de entender el
significado de aquellas pocas palabras.
— ¿Eso te hace de más de doscientos años de edad?
—Sí, lo hace.
Está bien, eso era un poquito espeluznante, pero entonces
estaba a la par con el curso de las cosas desde que vio a Eunhyuk. Todo de lo
que había sido testigo desde la última noche había virado a un espeluznante
territorio.
—Cuéntame cómo es.
— ¿Ser así de viejo?
—No, vivir una vida como la de ustedes. Todos los monstruos.
Portando una espada. Viviendo con magia. Es todo tan… extraño.
Lo sintió encogerse de hombros bajo su mejilla. Sus músculos
fluyeron con una ligera fuerza y sin embargo estaba tan agotado para hacer nada
acerca de ello, apreciaba su cuerpo y la manera en que le hacía zumbar por
dentro sólo el estar cerca a él.
—Nací en la comunidad Amaterasu. Mis padres fueron Amaterasu
enlazados. Crecí peleando contra los Yokai durante toda mi vida, así que no
conozco otra manera.
— ¿Si tus padres fueron Amaterasu y te tuvieron a ti, entonces
qué te hace pensar que los Amaterasu no pueden tener hijos?
—Hemos hecho estudios. Todos nuestros hombres son infértiles.
Nunca hemos sido un pueblo muy prolífico, así que es difícil determinar cuándo
o cómo ocurrió. La teoría Susano es que es algo que los Yokai nos hicieron sin
nuestro conocimiento, alguna clase de envenenamiento, quizás.
Esa era una idea horrible. No podía imaginarse siendo violado
de esa manera y no podía evitar tratar de darle algo de consuelo.
Acarició su pecho y sintió la calidez de la luceria. Hasta que
sintió el calor, no se había percatado que había estado tratando de alcanzarlo
para él, tratando de consolarlo de esa manera también. Usando el enlace que era
cada vez más natural para ambos. Iba a tener que ser cuidadoso, porque era tal
la conexión íntima, algo que nunca había compartido con nadie anteriormente.
Donghae necesitaba poner algo de distancia entre ellos.
Necesitaba algo de privacidad y una oportunidad para aclarar sus pensamientos.
Su mundo estaba patas para arriba y necesitaba algo de espacio para
enderezarlo.
—Voy a arreglarme.
Eunhyuk lentamente le soltó, como si le diera la libertad de
mala gana. Dejó salir un suspiro de pena.
—Necesitamos ponernos en movimiento de nuevo, de todos modos.
Quiero estar en casa antes del anochecer.
—Cuando los monstruos salen —se recordó.
Se sentó y cepilló su enredado cabello apartándolo de su
rostro.
—Eso, y el hecho de que quiero encontrarte algo de ayuda con
tu visión. Sé que crees que es real, de que vas a arder hasta la muerte, pero
no puedo creerlo. No quiero que lo creas, tampoco. Tanto tiempo como creas que
vas a morir, vas a tenerme a la distancia de un brazo, y eso ni siquiera es lo
bastante cerca para mí.
Donghae vio una luz posesiva brillar en sus ojos, recordándole
todas las cosas que le había mostrado que quería hacerle, todas las
traviesamente maravillosas cosas que le esperaban. Un profundo calor pulsaba
abajo en su vientre, sus pezones se tensaron y podía sentir las punzadas en su
entrepierna. Tenía que recordarse respirar.
— ¿No lo es? —Se las arregló para pronunciar.
—Tengo planes para ti, Donghae, y la mayoría de ellos nos
involucran estando muy cerca y muy desnudos por un largo, largo tiempo. Es
mejor para ambos si sólo te acostumbras a la idea.
—No estoy seguro de que pueda acostumbrarme a alguna de esas
ideas tuyas.
La sonrisa que le dio era puro y letal pecado.
—Amarás cada una de ellas. Me aseguraré de ello.
Donghae durmió de camino a la casa de Eunhyuk. Se despertó
cuando la camioneta aminoró al tiempo que se acercaba a lo que sólo podía
pensar como una fortaleza. Un espeso muro de piedra rodeaba más acres de los
que podía ver. Todos los árboles cercanos al muro habían sido podados, dejando
la vertical superficie de granito brillando a la luz del sol. El muro tenía que
tener quince metros de altura, y a lo largo de su cima había un enredado
alambre de púas y anchos picos de metal que se veían bien afilados. El único
camino que podía ver era una enorme entrada de hierro.
Eunhyuk se dirigió a esa entrada y presionó su mano en un
panel luminoso. Al menos tres lentes de cámaras se enfocaron en ellos.
—ID —dijo una profunda
voz desde un parlante montado en el panel.
—Soy Eunhyuk, idiota. Abre.
—No estás solo.
— ¿Celoso, Baekho?
—Absolutamente. Le dejaré saber a Young Woon que estás aquí.
La puerta gigante se abrió más rápidamente de lo que hubiera
pensado dado su tamaño. Eunhyuk manejó a través de ella, y la cosa se volvió a
cerrar antes de que su parachoques despejara la entrada.
No estaba seguro si esa clase de atención a los detalles en
cuanto a la seguridad le hacía sentir mejor o mucho, mucho peor.
—Estamos seguros aquí —le dijo Eunhyuk, echándole un rápido
vistazo.
Donghae evitó mirar a sus ojos. Desde que había salido de su
cama, le había estado observando como si midiera sus emociones. Había mantenido
un fuerte asimiento en la agarradera entre ellos y podía decir que estaba
empezando a irritarlo.
Que mal. Iba a tener que aprender a manejarlo. Al menos hasta
que encontraran la espada de Eli. O hasta que al fin muriera. Lo que fuera que
ocurriera primero.
Donghae miró por la ventana. La tierra allí era salvaje y muy
crecida en algunos lugares y cuidadosamente recortada en otros. Antiguos y
altos árboles sombreaban todo, protegiendo el área del caluroso sol veraniego.
Entre los árboles, podía vislumbrar una larga estructura. Como
el muro, estaba hecha de destellante piedra que reflejaba los rosados y
anaranjados de la puesta del sol. Había varios pisos de altura, y aunque era
mucho más alta que cualquier casa de plantación que hubiera visto jamás, tenía
la misma clase de estructura elegantemente simple.
Al acercarse más, podía ver que el edificio en frente era sólo
una parte de la enorme estructura. Detrás de había alas gemelas disparadas
desde la parte trasera, y cada una de aquellas tenía dos alas sobresaliendo a
su vez.
— ¿Qué es éste lugar?
—Mi hogar. Lo llamamos Castillo Matsumoto. Es también el hogar
de cerca de quinientos Caballeros de la Luz y humanos.
—Es enorme.
—Tiene que serlo. De lo contrario nos mataríamos entre
nosotros —sonaba serio—. ¿Ves el ala norte?
Asintió, sabiendo para dónde estaba el norte sólo debido a que
el sol se estaba poniendo tras ellos.
—Allí es dónde los Amaterasu vivimos. Mi suite es la tercera
desde el final.
Manejó hacia un edificio separado, un garaje lo bastante
grande para albergar al menos un par de cientos de autos. Aparcó en un vacío y
numerado lote y apagó el motor.
—Lo que sea que suceda aquí, es importante que sepas que estoy
de tu lado —su voz era sombría.
—Eso suena un poco ominoso.
—No todos van a estar contentos de que te haya encontrado.
Nuestros hombres están muriendo, Donghae. Algunos de ellos te verán como un
signo de esperanza de que haya otras parejas allí afuera como tú, pero no
todos. Algunos verán sólo lo que no pueden tener. Es importante que no vagues
alrededor solo. Es… doloroso ser un macho Amaterasu sin ninguna manera de
liberar todo ese poder. No todos pueden controlar sus impulsos cuando se enfrentan
con tanto dolor.
— ¿Estás diciendo que intentarían lastimarme?
—No. Tratarían de tomarte para ellos, pero al hacerlo, te
lastimarían. Permanece cerca de mí. O de Eric.
— ¿Quién es Eric?
—El esposo de Hyesung. El único otro Amaterasu enlazado aquí.
Tiene ojos sólo para Hyesung, así que estarás a salvo con él.
No le agradaba cómo sonaba nada de eso.
— ¿Cuánto tiempo tenemos que quedarnos aquí?
—El tiempo suficiente para descubrir qué es lo que tu visión
está tratando de decirte y para elegir la siguiente dirección sobre la espada
de Eli.
Y para colgar la espada de Yong Ha en el Salón de los Caídos.
Escuchó el pensamiento de él dentro de su cabeza, enlazado con
una profunda y dolorosa pena que no podía esconder.
Ya no le importaba que estuviera tratando de mantener la
distancia. No podía dejarlo sufrir su dolor en soledad.
Desabrochó su cinturón de seguridad y se arrastró hasta su
regazo, despreocupado de cuán difícilmente cabía tras del volante. Eunhyuk
necesitaba consuelo, maldición, e iba a dárselo.
Le sostuvo en silencio mientras acariciaba su pecho, dándole
el pequeño apoyo que podía. Él volvió a cerrar fuertemente su mente, pero podía
sentirlo luchar contra su dolor de otras maneras. Estaba rígido y sosteniéndolo
en un casi desesperado abrazo, como si no pudiera soportar la idea de dejarla
ir. Nunca.
Por un loco momento, Donghae quería eso más de lo que había
querido cualquier otra cosa en su vida. Se estaba enamorando de él demasiado
rápido, demasiado profundamente. Su sufrimiento silencioso le estaba matando.
Sabía que era lo suficiente fuerte como para sobrevivir, pero no lo quería
apenas sobreviviendo. Lo quería feliz. Lo quería siendo amado. Quería que
tuviera todas las cosas de la vida que estaba protegiendo para otros. Familia,
seguridad, paz.
Eunhyuk le dio un duro apretón y podía sentirlo empujando su
control de nuevo a su alrededor como un manto. El cuerpo de él se relajó,
aspiró un profundo aliento, y lo dejó salir en un suspiro de aceptación.
—Están esperando por nosotros. Deberíamos ponernos en
movimiento.
— ¿Quién está esperando?
—Ya verás. Vamos.
Le guió a un túnel subterráneo que se dirigía al enorme
edificio en el que vivía. Fueron a través de un corredor que se abría a una
enorme habitación. Un cielo raso de vidrio de quince metros de altura dejaba
entrar la luz del atardecer y arrojaba un rosado brillo sobre todo. Altas
plantas verdes estaban en grupos aquí y allá, creciendo bajo la generosa luz
del sol que la habitación tenía durante el día.
La mayor parte de la habitación era un área comedor con un
revoltijo de mesas y sillas. Cada mesa estaba decorada con un alegre mantel
cuadriculado amarillo y blanco y un pequeño florero con flores frescas. Unas
pocas personas se encontraban sentadas a las mesas bebiendo café o leyendo
libros, viéndose tan cómodas como si hubieran estado en sus casas privadas. El
resto de la habitación era para entretenimiento. Había una mesa de pool y
cuatro televisores de alta tecnología, cada uno rodeado por un par de sofás y
varias sillas aparentemente cómodas. Dos grupos de niños estaban jugando a los
videojuegos, desdeñando los muebles así podían sentarse más cerca de los
televisores. Tres mujeres repantigadas, disfrutaban una tranquila conversación
mientras mantenían una mirada sobre los niños.
—Pensé que dijiste que no podían tener niños —le dijo.
—Esos son niños humanos. Hay varias familias humanas viviendo
aquí y algunos niños que han sido dejados huérfanos por los Yokai.
— ¿Quieres decir que hay un montón de humanos que saben acerca
de ustedes? Pensaba que era un gran secreto. Dijiste que la señorita Boa no
podía saber nunca sobre ustedes, que era peligroso para ella.
—Lo es. Es por lo cual mucha de ésta gente está aquí. A no
todos se les pueden borrar los recuerdos de manera efectiva. Su única oportunidad
es vivir aquí o tomar sus riegos afuera.
—Con razón necesitan un lugar tan grande.
La boca de Eunhyuk se apretó con frustración.
—Necesitaríamos uno mucho más grande si la gente no fuera tan
testaruda. La mayoría de las personas eligen tomar su riesgo.
— ¿Qué les ocurre?
—Mueren —su tono era tan sombrío y enfadado que le dejó
estupefacto—. A veces somos lo suficiente afortunados para salvar a los niños
una vez que los padres son asesinados, pero no lo bastante frecuente.
Donghae no podía imaginarse lo que eso debía ser, el advertir
a las personas del peligro y que te ignoraran. El que ello sucediera una y otra
vez y ser impotente para hacer nada salvo limpiar los pedazos, lo que en ese
caso eran niños huérfanos.
Entrelazó sus dedos con los de él y sintió el zumbido en
respuesta de su anillo contra su piel.
—Lo siento, Eunhyuk. Tienes tanto horror en tu vida. No sé
cómo lo soportas.
Se encogió de hombros, pero fue demasiado rígido como para que
pareciera casual.
—Es para lo que fui creado. Tenemos un trabajo que hacer y
revolcarse en la autocompasión no va a terminarlo. Además, sí salvamos a
algunos de ellos —dijo, sus ojos se volvieron cálidos al tiempo que veía a los
niños jugar—, y eso hace que las partes duras sean mucho más fáciles de ser
soportadas.
Un pesada puerta de vidrio que daba a un patio se abrió,
dejando entrar la esencia del césped fresco podado y de la menguada luz del
sol. Yoochun entró en la habitación, sin camiseta y brillando por el sudor.
Tenía un tatuaje de un árbol como Eunhyuk en su oscuro pecho y las pocas hojas
ondeaban enojadamente sobre su pecho marrón. Se dirigió directamente hacia
Donghae con su ancha mandíbula duramente tensa. Sus pálidos ojos verdes estaban
fijos en él y brillaban con rabia.
Sintió la tensión de Eunhyuk y se adelantó protectoramente
frente a él. Su mano se situó en la empuñadura de su espada, y aunque no pudo
verla antes, ahora que él estaba tocándola, notó un ondeante brillo de metal
entrar y salir de la vista.
Donghae realmente esperaba que no tuviera que sacarla.
Recordaba demasiado bien de lo que era capaz con esa arma.
—¿Dónde está Junsu? —Gruñó Yoochun en un casi sonido animal.
Donghae dio un involuntario paso hacia atrás ante la vista de
su poderoso enfado. Su mente quedó en blanco y en todo en lo que podía pensar
en decir era:
— ¿Quién?
—Junsu. ¿Dónde se está escondiendo?
¿Junsu? Donghae había estado tan envuelto en sus propios problemas
que se había olvidado que Junsu había estado involucrado en ese desastre
también. Entonces el significado de sus palabras se asentó y se sintió un poco
mejor. Yoochun no sabía dónde estaba Junsu. Había escapado antes de que hubiera
visto a cualquiera de los monstruos, así que su mente estaba a salvo.
—No lo sé.
La boca de Yoochun se curvó en un gruñido.
—Estás mintiendo. Dime dónde está. Ahora.
Donghae vio que las personas en la enorme habitación se
giraron a mirarlos y quería esconderse en un agujero. O quizás no. Allí era
donde los monstruos vivían.
—No está mintiendo —dijo Eunhyuk en una baja y calmada voz.
Sostenía en alto su mano izquierda, mostrándole a Yoochun el
anillo que estaba destellando con brillantes y feroces rojos y anaranjados.
—Lo sabría si lo estuviera haciendo.
Los ojos de Yoochun se dirigieron al anillo y se abrieron de
par en par con aturdimiento.
— ¿Le reclamaste? Él es… ¿Cómo es posible?
—No lo sé, pero tengo el presentimiento de que Kyuhyun está
trabajando para descubrirlo —la voz de Eunhyuk estaba tensa a causa del enojo
cuando mencionó el nombre de Kyuhyun, aunque Donghae no sabía por qué.
Había salvado a Eunhyuk, después de todo.
Yoochun miraba de Donghae al anillo y de nuevo a él. Las
oscuras líneas de su rostro se mudaron del enfado en una desesperada clase de
esperanza.
—Tengo que encontrar a Junsu. Por favor, ayúdame —estaba
rogando y podía decir por la ronquera de su voz que no era un hombre
acostumbrado a rogar por nada.
Donghae sufría por él, por el dolor que sabía que estaba
sufriendo, por la frustración que tensaba su gran cuerpo.
—Desearía poder hacerlo, pero no puedo. Éramos amigos, pero
nunca me dijo mucho acerca de sí mismo. Tengo la sensación de que estaba
huyendo de alguien.
Yoochun fue tras su brazo, pero Eunhyuk lo interceptó y
sostuvo su gruesa muñeca en un fuerte agarre.
—Sin tocar —dijo.
Yoochun le dio un rígido asentimiento y retrocedió su mano.
— ¿Qué te hace pensar que está huyendo?
Donghae trató de expresar sus razones.
—Estaba híper-vigilante. Estaba al tanto de lo que sucedía a
sus alrededores, lo que es una de las cosas que la hacía tan grandioso mesero.
Y… —Donghae se calló, teniendo la sensación que de alguna forma estaba
traicionando a su amigo.
— ¿Y qué? —Demandó Yoochun.
Eunhyuk se volteó hacia Hae y le ahuecó el hombro con su gran
mano. La calidez penetró en su piel y no podía evitar inclinar la cabeza hacia
un lado, esperando que moviera ese calor, haciéndolo subir por su garganta.
Cada vez que el anillo de él estaba cerca de la cinta alrededor del su cuello,
sentía la necesidad de ambos de conectarse. Era extraño sentir el empuje
magnético de un objeto inanimado, casi como si las cosas pudieran tener deseos
por sí mismas.
—Si sabes algo, necesitas decírnoslo. Te juro que Yoochun
nunca lastimaría a Junsu.
—Eso lo sé —dijo—. Pero también sé que Su es una persona
reservada. Cuales quieran que sean los problemas que tenga, quiere
arreglárselas por sí solo.
—Podría no ser capaz de hacerlo —dijo Eunhyuk.
Los ojos de Yoochun le imploraban.
—Es sólo una pequeña cosita, Donghae. No le dejes solo allí
afuera. Necesito encontrarlo.
—Puede que sea pequeño, pero difícilmente esté indefenso.
—Si los Yokai están tras él, lo estará.
Donghae no había pensado en eso de esa manera. Quizás tenían
razón. Quizás Junsu sí necesitaba ser encontrado.
—Vivía en su auto. Si huía, tendría todo lo que necesitara
para seguir huyendo.
—Hijo de puta —dijo Yoochun entre dientes.
Varios jóvenes sonrieron y los adultos que los observaban le
fruncieron el ceño a Yoochun.
—Lo siento —murmuró avergonzado.
— ¿Puedes pensar en algún lugar al que podría haber ido?
¿Tenía familia? ¿Mencionó alguna vez un pueblo en particular? —Preguntó
Eunhyuk.
—No. Nunca habló de sí mismo. Ni siquiera cuando le pregunté.
Por un tiempo, creí que estaba huyendo de un esposo abusivo, pero luego empecé
a conocerlo.
— ¿Y eso te hizo cambiar de parecer? —Preguntó Yoochun,
dándole toda su atención.
Era más que una pequeña intimidación el ser el foco de tanta
determinación.
—Su no hubiera huido de un hombre que le hubiera golpeado.
Hubiera arrojado su culo en la cárcel o devuelto el golpe.
—No bromees. —Yoochun frotó su brazo donde la herida de la
puñalada que Junsu le había dado estaba casi curada.
Donghae se preguntaba si Kyuhyun había tenido oportunidad de
curarlo a él también. Parecía demasiado pronto para que la marca hubiera
desaparecido dejando piel nueva en su lugar.
— ¿Piensas que está en peligro? —Le preguntó Donghae a
Eunhyuk.
Rogaba que no. No quería a ningún otro de sus amigos heridos.
Con la pobre señorita Boa ya era demasiado.
Eunhyuk bajó la mochila que estaba portando y le atrajo contra
él en un gentil abrazo. No luchó para librarse, aunque sabía que debía hacerlo.
Depender de él para que lo consolara los acercaba un paso más. Le acercaba un
paso más a enamorarse de él.
—Necesito encontrarlo, Donghae. Lo necesito.
La cabeza de Eunhyuk se alzó demasiado rápido para que Donghae
no lo notara.
— ¿Lo necesitas cómo?
Los pálidos ojos de Yoochun se deslizaron hacia él.
—Necesito tocarle. Estar cerca de él. No lo entiendo, pero eso
no parece importar. Lo necesito.
—Sé exactamente cómo te sientes. —Cada palabra fue lenta y
precisa—. Así es como me sentí cuando vi a Donghae. No puede ser una
coincidencia.
— ¿Qué puede ser? —Preguntó Donghae, confundido.
—Quiero creerlo, pero si estás equivocado, no estoy seguro de
poder enfrentarlo —dijo Yoochun.
—Debes averiguarlo —replicó Eunhyuk.
— ¿Averiguar qué? —Preguntó Donghae.
—Si Junsu es como tú. Como nosotros.
Yoochun pasó una ancha mano por su rostro.
—Hombre, ni siquiera lo digas. Traerás mala suerte.
La comisura de la boca de Eunhyuk se elevó en una media
sonrisa.
— ¿Eres supersticioso ahora?
—Si funciona, infiernos sí. —Yoochun miró a Donghae—. Tienes
que ayudarme a encontrarlo.
—No sé cómo. Desearía hacerlo. No me gusta la idea de Junsu
dando vueltas por ahí, solo.
Yoochun presionó una mano en su pecho como si éste doliera.
—Tampoco a mí.
—Quizás Baekho pueda ayudar.
—No ha sido capaz hasta ahora. Estaba contando con que Donghae
supiera algo más.
Donghae sintió un remordimiento de culpa que no podía evitar,
y una enorme preocupación por Yoochun. Se veía salvajemente desesperado y un
poco enfermo del estómago.
—Lo siento. Desearía saber algo.
—Si piensas en algo más, incluso algo pequeño, ¿me lo dirás?
—Lo prometo.
Una gentil comprensión surgió a su alrededor. Le había sentido
antes de que le hubiera dado su palabra. Era extraño.
—Tienes que dejar de hacer eso —le advirtió Eunhyuk—. Te vas a
buscar problemas realizando tantas promesas.
—No te escuché quejarte cuando eras el que las recibía —le
recordó.
—Sí, bien, hay un montón de cosas que puedes hacer conmigo que
no quiero que hagas con otro hombre. —Una deliciosa y traviesa luz calentó sus
ojos, y Donghae sintió que su cuerpo de suavizaba en respuesta.
Iba a tener que elevar serias barreras si pensaba tener la
oportunidad de mantener la distancia. Una mirada como esa de parte de él y
estaba listo para encontrar un agradable y tranquilo lugar y desnudarse con él
por unas pocas horas.
—Me gustaría —le dijo en una oscura voz que derretía su
interior.
Eunhyuk deslizó un dedo sobre su mejilla y por su labio
inferior. Los ojos de Donghae se cerraron contra su voluntad, y su lengua salió
para alcanzarlo.
Un hombre que no conocía caminó hacia ellos y aclaró su
garganta.
—Están esperando por él.
Eunhyuk suspiró pesadamente.
—Correcto. La ceremonia.
El estómago de Donghae se tensó en un súbito ataque de
ansiedad.
— ¿Qué ceremonia? Nadie me dijo nada acerca de una ceremonia.
Estaba vestido con un par de pantalones de gimnasia prestados
y una chapucera camiseta. No era exactamente el atuendo para una ceremonia.
—No tomará mucho —le aseguró Eunhyuk—. Los Amaterasu quieren
conocerte y darte la bienvenida a nuestra familia.
Bien, eso no sonaba demasiado malo. De hecho, sonaba como algo
agradable.
Este
fic es una adaptación, no es mío, yo sólo lo adapto. OJO NO ES MÍO YO SÓLO LO
ADAPTO.
ORIGINAL: ARIDIENDO VIVA - SHANNON K. BUTCHER
PAREJA
PRINCIPAL: EUNHAE
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