CAPÍTULO 9
La sonrisa de satisfacción en la cara de Eunhyuk lo hizo aún
más atractivo para Donghae. Como si necesitara alguna ayuda en ese
departamento.
—Para sellar el pacto, deberás llevar mi luceria.
—No puedo verte hacer eso —dijo Yong Ha, y salió como una
tromba de la cocina.
Ji Hyun fue tras él, pero a ninguno parecía importarle una
quinceañera que salía a la oscuridad
para seguir a un hombre adulto por el que estaba caliente. Eunhyuk ni siquiera
le echó una mirada. Sus ojos estaban fijos en Donghae.
— ¿Llevar tu qué?
—Mi collar. Haremos un pacto vinculante y la luceria será una
señal de ese pacto para todos los otros Amaterasu.
—De modo que no intenten robarte —dijo Han Kang.
—Silencio —prorrumpió Eunhyuk.
Ambos jóvenes retrocedieron y se veían contritos.
—No creo entenderlo. ¿El que lleve el collar es realmente
importante?
—Absolutamente.
Donghae suspiró y le tendió la mano.
—Bien, dámelo.
—Tienes que venir a quitarlo.
Recordó sentir la resbaladiza longitud de la luceria cuando le
había besado, y no había habido cierre. Además, la verdad es que no quería
estar más cerca de Eunhyuk mientras llevara esa caliente y hambrienta mirada.
—No sé como quitarla.
—Todo lo que tienes que hacer es quitarla. Piensa en llevarla
alrededor de tu garganta y caerá en tus manos.
Eso no sonaba bien, pero de nuevo, mucho de lo sucedido esa
noche no era normal. Dio un tímido paso acercándose y se detuvo. No era un
cobarde, pero algo en la manera en que Eunhyuk le miraba lo hacía sentir
asediado.
—Ven aquí, Donghae.
—Se supone que no ibas a tocarme, ¿recuerdas?
—No tendremos que preocuparnos por eso una vez lleves mi
luceria.
—No va realmente con mi estilo.
—Estás asustado.
—Rayos, sí, estoy asustado. Mi mundo ha sido puesto patas
arriba esta noche. No entiendo la mitad de lo que he visto y ahora le hago una
promesa a un hombre que me está mirando como…
— ¿Qué, Donghae? ¿Cómo te miro?
—Nada.
—Bien podrías decírmelo.
—No, gracias.
—Seré capaz de saber todo lo que quiera sobre ti tan pronto
como estemos vinculados, de todos modos.
—No habrá vinculación. Ninguna. Solo prometí ayudarte a
encontrar la espada.
—Y para hacer eso, tienes que unirte conmigo. Esa es la única
manera.
Eunhyuk lanzó una amenazante mirada a los dos jóvenes que
estaban observándolos con arrebatada atención.
—Dejadnos.
Han Kang y Yi Soo se apresuraron a obedecer, dejando a Donghae
y Eunhyuk solos en la cocina.
—No quiero que me tengas miedo —le dijo Eunhyuk mientras se
acercaba más—. Esto solo hará este proceso más fácil para ti.
—
¿Sabes lo que haría este proceso más fácil para mí?
No hacerlo.
Donghae retrocedió
hasta que quedó contra el mostrador. El pánico empezaba a atravesarle junto con
la emoción de algo más. Algo más oscuro y más excitante.
—Esa no es una opción. —Eunhyuk dio dos pasos y acortó la
distancia. Agarró el mostrador a ambos lados de Donghae, encerrándolo entre sus
brazos, pero ni una parte de él le tocó—. Te necesito y no dejaré que te
alejes. Toca la luceria, Donghae.
Sus ojos descendieron a su garganta y a la iridiscente banda
que lo envolvía. Brillantes colores se reflejaban en esta, como un arco iris
sobre una burbuja de jabón. Se quedó mirándola, fascinado por las fluctuantes
cintas de color. Una parte suya quería tocarlo, pero su parte racional le
advertía del peligro. Eunhyuk no se lo había dicho todo. Estaba seguro de ello.
—Continúa, Donghae —le urgió en un tono bajo, seductor—. No
tengas miedo. Nunca dejaré que nada te haga daño.
Sonaba sincero. Pero tenía mejor criterio, esa sinceridad
sonando en su voz lo estaba deshaciendo. Estiró un solo dedo hacia la banda y
dejó la yema del dedo tocando la superficie.
Eunhyuk dejó escapar un bajo gemido de placer y sus ojos se
oscurecieron llegando a desenfocarse.
—Está bien. Ahora, imagina que se abre, velo llevándolo en ti.
Donghae lo hizo, y el sinuoso peso de la banda se deslizó por
su cuello. Le cogió antes de que pudiera caer.
El calor de su cuerpo irradiaba de la banda, empapando su
palma.
Donghae suprimió un temblor de placer.
Los colores se habían congelado en el lugar como si
necesitaran el toque de Eunhyuk para fluir. Él extendió la mano izquierda,
mostrándole el anillo a juego que llevaba. Los colores todavía estaban allí.
—Mira —le dijo—. Lo que sucede en una parte de la luceria,
sucede en ambas. Es una conexión entre nosotros, atándonos juntos.
Le dio la vuelta a la mano, pidiéndole silenciosamente que le
diese el collar. Donghae lo dejó caer en su mano, cuidándose de no tocarle.
Encontró los flojos extremos y le dio una mirada tan llena de reverente
esperanza que casi trajo lágrimas a sus ojos.
—Muestra tu cuello para mí.
A Donghae le temblaban las manos, pero hizo lo que le pidió.
Sus brazos le rodearon y él se inclinó de modo que sus ojos quedaran a nivel
con los suyos. Estos relucían con una brillante luz esperanzadora.
—Mientras lo lleves nunca estarás perdido. Nunca estarás
desvalido. Nunca estarás solo.
Oyó los extremos de la luceria cerrarse con un mudo clic, y
todo su cuerpo se congeló en el lugar. Podía oír y ver, pero no podía moverse.
Eunhyuk hizo que apareciera una espada del aire y se arrodilló.
Tiró de su camiseta, deslizando un ligero corte bajo su corazón y diciendo:
—Mi vida por la tuya.
Entonces se puso de pie, presionando sus dedos en la sangre
que manaba del corte y tocó con ello la luceria.
Donghae no tenía idea de que estaba haciendo y estaba bastante
seguro que no quería ser parte de más sangre -suya o de él. Intentó decírselo,
pero no salió nada. Su boca no podía articular las palabras.
Donghae sintió la banda encogerse hasta fijarse cerca de su
piel. Esta se hacía más cálida y vibrante. Ese calor goteó dentro de su ser,
creciendo hasta que pudo sentir una cascada de calor llenándolo. Todos los
lugares oscuros y vacíos en su interior -sus temores, su soledad, sus
preocupaciones- todos se desvanecieron hasta que allí no quedó nada si no un
brillante rubor de energía cubriéndolo. Cada célula en su cuerpo vibraba al
mismo tiempo que la luceria. Esta canturreó feliz alrededor de su cuello,
pulsando con una viva energía que podía sentir mucho más extensa que nada que
hubiese sabido que existía. Los colores llenaron su visión, una remolinante
masa de rojos y naranjas con explosiones de amarillo que chisporroteaban
mientras tanto. Estaba ciega por la belleza. Podía sentirse cayendo, pero eso
no importaba. No estaba preocupado. No había lugar para la preocupación en su
interior.
Sintió las manos de Eunhyuk aferrando sus antebrazos y
manteniéndolo firme. Las hebras de poder se dispararon dentro donde cada uno de
sus largos dedos tocaba su piel. Se oyó a sí mismo jadear ante la novedosa
sensación, sintiendo la repentina respiración llenando sus hambrientos
pulmones. Sólo entonces se dio cuenta que se había olvidado de respirar.
Eunhyuk dijo algo, pero las palabras sonaban apagadas y
lejanas. El rugido de poder en sus oídos sonaba igual que una cascada y
bloqueaba todo lo demás. Lo sintió darle una pequeña sacudida y algo de su
desesperación se filtró en su interior a través de la luceria.
No tenía idea de cómo había sucedido eso, pero sabía que
estaba sintiendo lo que él sentía. Solo que no podía imaginarse por qué estaba preocupado.
Los remolinantes colores en su visión se aclararon, pero no vio la antigua cocina en la que estaba.
En vez de eso, vio un campo de hierba rodeado por altas
colinas. Todo era verde excepto el cielo. Este era de un azul tan brillante que
le lastimaba los ojos. Un grupo de chicos jugaban en el campo, espadas de
madera en sus manos golpeándose contra la de los otros mientras un hombre
adulto les daba instrucciones.
Uno de los niños era Eunhyuk, de pequeño. Se reía mientras
luchaba, la excitación brillando en sus ojos marrón dorado. Se lanzó con su
arma de madera de prácticas, fallando su objetivo y llevándose un pesado golpe
en las costillas por error.
Donghae sintió como se rompían sus costillas, sintió el
lacerante dolor dispararse a través de su cuerpo.
Antes de que tuviese tiempo para jadear de dolor, la sensación
se había ido. Su visión cambió a otro momento y lugar.
Montañas se alzaban hacía un frío viento invernal iluminado
sólo por el brillo de la luna. Eunhyuk y otros tres hombres permanecían en un
estrecho boquete entre dos losas de piedra. Del estrecho agujero manaban
docenas de monstruos.
Eran insectos enormes, de diez pies de largo con brillantes
cuerpos negros y afilados y enormes garras. Los hombres rebanaban a los
monstruos, pero sus espadas retemblaban
en la dureza de los exoesqueletos, dejando sólo rasguños detrás.
Uno de los hombres cuyo ardiente pelo rojo brillaba bajo la
luz de la luna gritó algo en un idioma que Donghae no podía entender. Eunhyuk
le había devuelto el grito en reconocimiento y se precipitó en una frenética
ráfaga de movimientos. Su espada brilló a la luz de la luna hasta que esta fue
casi un borrón en movimiento. Dejó escapar un áspero y primitivo rugido y
condujo a uno de los monstruos al hombre que le había gritado. El pelirrojo se
agachó, encontrando una abertura y empujó su espada entre los segmentos
articulados del cuerpo del monstruo.
Sangre negra espumajeó de la criatura y derritió los muertos
sobre el suelo. Una victoriosa sonrisa curvó los labios de Eunhyuk y saltó
encima del cadáver para enfrentar al siguiente monstruo. Su compañero estaba
detrás de él, listo para intentar de nuevo el trabajo. Apuntó su espada hacia
una de las cosas. Eunhyuk asintió. El pelirrojo de repente se quedó tieso y
bajó la mirada a donde la punta de una garra negra le atravesaba saliendo de su
pecho. De las profundas sombras de la montaña llegó uno de los monstruos que
nadie había visto. Este había apuñalado con una de sus seis piernas
completamente a través del cuerpo del compañero de Eunhyuk.
Eunhyuk dejó escapar un enfurecido bramido y saltó al suelo
para hacer frente a la cosa que tenía a su amigo. Pero era demasiado tarde. El
pelirrojo cayó, su cuerpo deslizándose en la muerte.
La furia se cerró de golpe en Donghae mientras compartía las
emociones de Eunhyuk. Ese hombre había sido su amigo durante años. Habían emprendido
incontables batallas y ahora se había ido. El primero de los amigos de Eunhyuk
en morir.
Pero no el último.
La pena que sintió procedente de él estaba conectada a otros
incontables momentos de la vida de Eunhyuk. Incontables caras. Con cada latido
del corazón un nuevo rostro aparecía de su memoria. Vio rostro tras rostro
-todos a los que Eunhyuk había amado,
perdidos a manos de los Yokai. La pulsante visión parecía seguir para
siempre. Hombres, mujeres, niños. Ni uno estaba a salvo. Algunos habían muerto
en batalla, pero la mayoría habían sido asesinados simplemente mientras
dormían. No habían hecho nada para merecer sus muertes. Existían y para los
Yokai era suficiente razón para destruirles.
Un sollozo rasgó el pecho de Donghae, forzando la respiración
a sus pulmones. Tanta muerte. Tanto sufrimiento. No tenía idea de cómo podía
continuar viviendo bajo el peso de ello y estaba frenético por descubrir la
manera de volver a él, al aquí y ahora de modo que pudiese abrazarlo.
Consolarlo.
Nadie debería haber sufrido esa clase de dolor solo.
Donghae luchó contra el apretón que la visión tenía sobre sí.
Apretó con fuerza los ojos, pero nada podía bloquear el desfile de la muerte
destellando en su mente. Quería que parara, rogando por que cualquier poder que
controlara esta visión tuviese piedad.
Finalmente, las imágenes empezaron a hacerse más lentas hasta
que la última apareció y se mantuvo rápidamente en su mente. Eli. El hombre
cuya espada buscaba Eunhyuk. Era guapo de una manera casi juvenil, con ese desordenado pelo rubio y profundos
ojos verdes. Parecía rondar los veinte, pero sentía que era mucho más viejo que
eso. Igual que Eunhyuk.
Nunca le había conocido, pero podía sentir el profundo y agrio
dolor de la pérdida que Eunhyuk sentía por su muerte, el sentido de culpa de
Eunhyuk por no haber sido capaz de salvarle -que no había tomado el lugar de
Eli.
Sólo el pensamiento de que Eunhyuk deseara haber sido él el
que hubiese muerto fue suficiente para darle a Donghae la fuerza para que
encontrara la manera de volver a él. Se extendió hacia el poder que lo llenaba
y lo siguió de vuelta a la fuente. Eunhyuk.
Le tomó un momento el despejar su mente de lo que había visto,
para obligarse a sí mismo a centrarse en el azulejo verde chillón y el
anticuado papel pintado de la cocina del rancho. Respiraba con dificultad.
Temblando.
— ¿Cómo puedes soportarlo? —Le preguntó. Su voz estaba ronca,
haciendo que se preguntara si había estado gritando.
— ¿Soportar el qué, dulzura? ¿Qué has visto? —La cara de
Eunhyuk se ciñó con la preocupación y le pasó su ancha mano sobre el pelo como
si intentara convencerse a sí mismo que estaba bien.
Donghae tragó alrededor del dolor en su garganta.
—Has perdido a tanta gente.
Su mandíbula se tensó y sintió sus dedos apretarse alrededor
de su pelo
—Pero no voy a perderte a ti.
Donghae parpadeó, intentando hacer que su obnubilado cerebro
entendiese lo que le estaba diciendo. No tenía ningún sentido. Ya le había
prometido ir con él y ayudarle a encontrar la espada.
— ¿Qué?
—La luceria nos da vislumbres de cada uno al otro para que
podamos empezar a aprender a trabajar juntos. Esto nos ayuda a entendernos y
ahora entiendo algo sobre ti.
Donghae no tenía idea de qué parte de su vida había elegido la
luceria mostrarle, pero cualquiera que fuese, lo había jodido. Podía ver el
enfado alrededor de su boca y en la manera rígida en la que mantenía su cuerpo.
Incluso aunque su toque era gentil, estaba sintiendo cualquier cosa excepto
eso.
— ¿Qué entiendes?
—Crees que voy a verte morir.
Por Fin!!! ALELUYA!!! Con comunicación todo se arregla DongHae... tuviste que haberlo dicho desde la cafetería.
ResponderEliminarpero hay algo que no me cuadra, en la visión de Hae, Hyuk lo mira orgulloso, siempre creí que en ese momento Hae estaría desarrollando su poder o algo así, pero entonces porque se enfado Hyuk? no debería él saber que algo está mal en la visión del pez?
Yunho? es enserio? estas jugando conmigo?... No sabes como me prende Yunho... esto se pone interesante.
nos leemos mañana, besos!